Utopía

Utopía
Para otros usos de este término, véase Utopía (desambiguación).
Representación utópica de Robert Owen (1838).

El concepto utopía designa la proyección humana de un mundo idealizado que se presenta como alternativo al mundo realmente existente, ejerciendo así una crítica sobre éste. El término fue concebido por Tomás Moro en su obra Dē Optimo Rēpūblicae Statu dēque Nova Insula Ūtopia, donde Utopía es el nombre dado a una comunidad ficticia cuya organización política, económica y cultural contrasta en numerosos aspectos con las sociedades humanas contemporáneas a Tomás Moro. Sin embargo, aunque el término fue creado por él, el concepto subyacente es anterior. En la misma obra de Moro puede observarse una fuerte influencia e incluso directa referencia a La República, de Platón,[1] obra que presenta asimismo la descripción de una sociedad idealizada. En el mismo sentido, las narraciones extraordinarias de Américo Vespucio sobre la recién avistada isla de Fernando de Noronha, en 1503[2] y el espacio abierto por el descubrimiento de un Nuevo Mundo a la imaginación, son factores que estimularon el desarrollo de la utopía de Moro.

Además de La República, otras construcciones utópicas anteriores a la de Tomás Moro son por ejemplo el jardín de Gilgamesh, la isla de la Historia Sagrada de Evémero y los mitos de Hesíodo.

El origen etimológico de Utopía no fue explicado por Moro, siendo que estudiosos de su obra destacan un posible juego de significados, ambos del griego. Por un lado οὐτοπία (οὐ, no; τόπος, lugar) y por el otro εὐτοπία (εὐ, buen; τόπος, lugar).

En oposición al concepto de utopía, existe el término distopía.

Contenido

Las utopías sociales

Íntimamente relacionadas con el deseo de dar un sentido a la vida y alcanzar la felicidad, se encuentran la necesidad y la búsqueda de un mundo mejor, más solidario y más justo. Existe una estrecha relación entre la justicia y las utopías. Ya Platón puso de manifiesto que un mundo ideal en el que todos sus miembros viviesen felices y satisfechos sólo era posible si ese mundo era un mundo justo, pues un Estado es ideal (constituye una utopía) si en él reina la justicia.

Concepto de utopía

El anhelo de mundos ideales y perfectos es tan antiguo como el ser humano. Sin embargo, la invención y descripción de sociedades que lo sean no recibe el nombre de utopía hasta el siglo XVI. Por ello, no es paradójico afirmar que existen utopías desde siempre, incluso antes de que se acuñase este nombre para referirse a ellas.

El término utopía se debe a Tomás Moro, quien tituló así una de las obras más importantes de este género. Literalmente significa “no lugar” y, por tanto, designa una localización inexistente o imposible de encontrar. Moro bautizó con este término una isla perdida en medio del océano cuyos habitantes habían logrado el Estado perfecto: un Estado caracterizado por la convivencia pacífica, el bienestar físico y moral de sus habitantes, y el disfrute común de los bienes.

Sin embargo, Moro dio a esta isla idílica el nombre de Utopía (“en ningún lugar”), por lo que muchos pensadores han querido ver en esto el deseo de dejar claro que, por muy deseable que fuese un Estado de este tipo, Utopía es un sueño imaginario e irrealizable. Desde entonces suele considerarse utópico lo que, además de perfecto y modélico, es imposible de encontrar o construir. En general, podemos definir una utopía como un Estado imaginario que reúne todas las perfecciones y que hace posible una existencia feliz porque en él reinan la paz y la justicia.

En las utopías hay un importante componente ideal, surgen de los defectos de la sociedad y se basan en las posibilidades de cambio y transformación que ésta tiene en cada momento. Las utopías hunden las raíces en la realidad más auténtica y concreta, aunque sea para criticarlas e intentar transformarla.

Funciones de las utopías

A pesar de este carácter novelado o ficticio de las utopías, a lo largo de la historia del pensamiento se les han atribuido funciones que van más allá del simple entretenimiento.

  • Función orientadora. Las utopías consiste, básicamente, en la descripción de una sociedad imaginaria y perfecta. Y, aunque para muchos pensadores la realización completa de este sistema sea imposible, algunos de los procedimientos que se describen pueden aplicarse a posibles reformas y orientar la tarea organizadora de los políticos. Aunque la utopía en su conjunto pueda verse como un sueño inalcanzable, a veces, es útil para señalar la dirección que deben tomar las reformas políticas en un Estado concreto.
  • Función valorativa. Aunque las utopías son obras de un autor determinado, a menudo se reflejan en ellas los sueños e inquietudes de la sociedad en la que el autor vive. Por esta razón, permiten reconocer los valores fundamentales de una comunidad en un momento concreto y, también, los obstáculos que éstos encuentran a la hora de materializarse. Por ello, para muchos autores, las utopías no sirven tanto para construir mundos ideales como para comprender mejor el mundo en el que vivimos.
  • Función crítica. Al comparar el Estado ideal con el real, se advierten las limitaciones de este último y las cotas de justicia y bienestar social que aún le restan por alcanzar. De hecho, la utopía está construida a partir de elementos del presente, ya sea para evitarlos (desigualdades, injusticias…) o para potenciarlos (adelantos técnicos, libertades…). Por eso, supone una sutil pero eficaz crítica contra las injusticias y desigualdades evidentes tras la comparación. Incluso si consideramos que la sociedad utópica es un disparate irrealizable, nos presenta el desafío de explicar por qué no tenemos al menos sus virtudes.
  • Función esperanzadora. Para algunos filósofos, el ser humano es esencialmente un ser utópico. Por un lado, la necesidad de imaginar mundos mejores es exclusiva de la especie humana y, por otro, esta necesidad se presenta de forma inevitable. El hecho de ser libres, de poder soñar con lugares mejores que el que nos rodea y de poder actuar en la dirección de estos deseos está íntimamente conectado con nuestra naturaleza utópica. Ésta es, además, la que justifica el hálito de esperanza que siempre permanece en nosotros: por muy injusto y desolador que sea nuestro entorno, siempre hallamos la posibilidad de imaginar y construir uno mejor.

Sociedades utópicas

La república platónica

El primer modelo de sociedad utópica lo debemos a Platón. En uno de sus diálogos más conocidos, La República, además de la defensa de una determinada concepción de la justicia, hallamos una detallada descripción de como seria el Estado ideal, es decir, el Estado justo. Platón, profundamente descontento con los sistemas políticos que se habían sucedido en Atenas, imagina como se organizaría un Estado que tuviese como objetivo el logro de la justicia y el bien social.

Según Platón, la república o el Estado perfecto estaría formado por tres clases sociales: los gobernantes, los guardias y los productores. Cada una de estas clases tendría en la república una función, unos derechos y unos deberes muy claros.

A los gobernantes les concerniría la dirección del Estado; a los guardias su protección y defensa; a los productores el abastecimiento de todo lo necesario para la vida: la alimentación, ropa, viviendas... Los individuos pertenecerían a una u otra de estas clases, no por nacimiento, sino por capacidad.

Cada uno sería educado para desempeñar eficientemente las funciones de su grupo, según cual fuese su actitud fundamental: sabiduría (gobernantes), coraje (guardias) o apetencia (productores). Y es que, para Platón, la buena marcha del Estado depende de que cada clase cumpla efectivamente con su cometido.

En definitiva La República de Platón sería, según él, una sociedad justa porque en ella gobernarían los más sabios (filósofos) y, además, por que en ella cada uno desempeñaría una actividad conforme a sus aptitudes y, por lo tanto, todos contribuirían según sus posibilidades al bien común.

La utopía religiosa de san Agustín en el cristianismo

En su obra La ciudad de Dios, San Agustín expresa su interpretación de la utopía siguiendo los preceptos de su visión religiosa cristiana. Según este pensador del cristianismo, la acción terrena (que simboliza para él todos los estados históricos) es fruto del pecado, pues habría sido fundada por Caín y en ella sus habitantes serían esclavos de las pasiones y sólo perseguirían bienes materiales. Esta ciudad, por tanto, no podría según él dejar de ser imperfecta e injusta. Sin embargo, San Agustín concibe la utopía en una ciudad espiritual. Ésta habría sido según él fundada por Dios y en ella reinarían el amor, la paz y la justicia. Para san Agustín la utopía tan sólo sería alcanzable en este reino espiritual, lo que él y el cristianismo definen como el Reino de Cristo.

Las utopías renacentistas

Durante el Renacimiento se produjo un florecimiento espectacular del género utópico. La mayoría de los pensadores consideraba que la influencia del humanismo era la causa de este fenómeno. El Renacimiento es una época que, además de caracterizarse por el auge espectacular de las artes y las ciencias, destaca también por los cambios sociales y económicos. Sin embargo, estas transformaciones no fueron igual de positivas para todos, ya que ocasionaron enormes desigualdades entre unos miembros y otros de la sociedad.

Muchos de los pensadores de la época, conscientes de estas injusticias, pero también de la capacidad reformadora del ser humano, reaccionaron frente a la cruda realidad de su tiempo. Esta reacción se plasmó en la reivindicación de una racionalización de la organización social y económica que eliminase una gran parte de estas injusticias.

De ésta creencia y confianza en que la capacidad racional puede contribuir a mejorar la sociedad y a hacerla más perfecta, surgen los modelos utópicos renacentistas. El principal y más importante modelo utópico de esta época es, indiscutiblemente, Utopía de Tomás Moro.

Utopía se divide en dos partes: la primera supone una aguda crítica a la sociedad de la época; la segunda es propiamente la descripción de esa isla localizada en ningún lugar, en la que sus habitantes han logrado construir una comunidad justa y feliz. Básicamente, el secreto de la Utopía se debe a una organización política fundada racionalmente, en la que destaca la abolición de la propiedad privada, considerada la causa de todos los males e injusticias sociales.

La ausencia de propiedad privada comporta que prevalezca el interés común frente a la ambición y el interés personal que rige en las sociedades reales. En Utopía, además, impera una estricta organización jerárquica de puestos y funciones, a los que se accede como en la república platónica, por capacidad y méritos.

Esta estricta organización es, sin embargo, completamente compatible con la total igualdad económica y social de los utopianos, pues todos disfrutan de los mismos bienes comunes, al margen de su función y su tarea en la comunidad.

También pertenecen al Renacimiento La ciudad del Sol, del religioso italiano Tommaso Campanella, y La Nueva Atlántida, de Francis Bacon.

Esta última añade un elemento importante, ausente en las otras dos utopías, como es el aprovechamiento de los avances científicos y técnicos que empezaban a darse en aquel momento en la mejora de las condiciones de vida de los seres humanos.

En los siglos XVII y XVIII se asoció la utopía con la literatura de viajes, en la cual las sociedades civilizadas proyectaban sus angustias y sus críticas al progreso El origen de la desigualdad entre los hombres (1755) de Jean-Jacques Rousseau es un ejemplo clásico de esta concepción de la historia como un proceso de decadencia.

El socialismo utópico

Otro de los momentos fecundos en la ideación de sociedades utópicas fue a finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX. Los profundos cambios sociales y económicos producidos por el industrialismo cada vez más individualista e insolidario abonaron el terreno del descontento y la crítica, así como el deseo de sociedades mejores, más humanas y justas.

De esta época de injusticias y desigualdades proviene el socialismo utópico. Como representantes de este movimiento tenemos a pensadores de la talla de Saint Simon, Charles Fourier y Robert Owen. A pesar de las diferencias que hay entre ellos, tienen en común su interés por mejorar y transformar la precaria situación del proletariado en ese momento. Para ello, propusieron reformas concretas a hacer de la sociedad un lugar más solidario, en el que el trabajo no fuera una carga alienante y en el que todos tuviesen las mismas posibilidades de auto-realizarse.

A diferencia de muchas de las utopías anteriores, la de estos socialistas fue diseñada con el objetivo inmediato de llevarse a la práctica. Más que relatos fantásticos de mundos perdidos o inalcanzables, constituyeron descripciones detalladas de comunidades igualitarias que, en ocasiones, fueron copiadas en la realidad. Algunos de estos socialistas compaginaron la reflexión teórica con labores prácticas y concretas de reforma social. Así, por ejemplo, Fourier propuso comunidades autosuficientes, a las que llamó falansterios, y Owen llegó a fundar Nueva Armonía, una pequeña comunidad en la que se abrió el primer jardín de infancia y la primera biblioteca pública de EEUU.

Utopías modernas

Muchos autores como Arnhelm Neusüss han indicado que las utopías modernas son esencialmente diferentes a sus predecesoras. Otros en cambio, señalan que en rigor las utopías sólo se dan en la modernidad y llaman cronotopías o protoutopías a las utopías anteriores a la obra de Moro. Desde esta perspectiva, las utopías modernas están orientadas al futuro, son teleológicas, progresistas y sobre todo son un reclamo frente al orden cósmico entendido religiosamente, que no explica adecuadamente el mal y la explotación. Así las utopías expresan una rebelión frente a lo dado en la realidad y propondrían una transformación radical, que en muchos casos pasa por procesos revolucionarios, como expresó en sus escritos Karl Marx.[3]

Se ha criticado que las utopías tienen un carácter coercitivo. Pero también se suele añadir que las utopías le otorgan dinamismo a la modernidad, le permiten una ampliación de sus bases democráticas y han sido una especie de sistema reflexivo de la modernidad por la cual esta ha mejorado constantemente. Por ello no sería posible entender la modernidad sin su carácter utópico.

Las utopías han tenido derivaciones en el pensamiento político -como por ejemplo en las corrientes socialistas ligadas al marxismo y el anarquismo-, literario e incluso cinematográfico a través de la ciencia ficción social. La clasificación más usada, hereda la pretensión del marxismo de estar elaborando un socialismo científico y por tanto restringe el nombre de socialismo utópico a las formulaciones ideológicas anteriores a éste, aunque todas ellas comparten su origen en la reacción a la revolución industrial, especialmente a la condición del proletariado, siendo su vinculación al movimiento obrero más o menos próxima o cerca a ello

Utopía económica

Las utopías socialistas y comunistas se centraron en la distribución equitativa de los bienes, con frecuencia anulando completamente la existencia del dinero. Los ciudadanos se desempeñan en las labores que más les agradan y que se orientan al bien común, permitiéndoles contar con mucho tiempo libre para cultivar las artes y las ciencias. Experiencias prácticas que han sido plasmadas en Comunidades utópicas en el siglo XIX y XX.

Las utopías capitalistas o de mercado libre se centran en la libre empresa, en una sociedad donde todos los habitantes tengan acceso a la actividad productiva, y unos cuantos (o incluso ninguno) a un gobierno limitado o mínimo. Allí los hombres productivos desarrollan su trabajo, su vida social, y demás actividades pacíficas en libertad, apartados de un Estado intromisorio y expoliador. Se relacionan en especial al ideal del liberalismo libertario.

Utopía ecologista

La utopía ecologista se ha plasmado en el libro Ecotopía, en el cual California y parte de los estados de la costa Oeste se han secesionado de los Estados Unidos, formando un nuevo estado ecologista.

Utopía política e histórica

Una utopía global de paz mundial es con frecuencia considerada uno de los finales de la historia posiblemente inevitables.

Utopía religiosa

La visión que tienen tanto el Islam como el cristianismo respecto al paraíso es el de una utopía, en especial en las manifestaciones populares:la esperanza de una vida libre de pobreza, pecado o de cualquier otro sufrimiento, más allá de la muerte (aunque la escatología cristiana del "cielo" al menos, es casi equivalente a vivir con el mismo Dios, en un paraíso que asemeja a la Tierra en el cielo). En un sentido similar, el nirvana del budismo se puede asemejar a una utopía. Las utopías religiosas, concebidas principalmente como un jardín de las delicias, una existencia libre de toda preocupación con calles cubiertas de oro, en una gozosa iluminación con poderes casi divinos.

El Cristianismo, por lo menos en su versión católica, ha tenido siempre bien claro que Dios ha prometido un solo paraíso, y que este paraíso no está situado en la tierra. El corazón de la esperanza cristiana es el anhelo de tierras nuevas y cielos nuevos, pero que se alcanzarán al final de la historia.[4]

Bibliografía de obras utópicas

Estudios teóricos

Crítica de las utopías y de sus proyectos políticos

La confianza en la posibilidad y la necesidad de sociedades perfectas sufre durante el siglo XX un considerable revés. Por varias razones, muchos pensadores defienden que dedicarse a inventar sociedades utópicas era más perjudicial que beneficioso. Los motivos de esta consideración pueden variar de un pensador a otro.

  • Poseen un carácter fantasioso e ingenuo. Una de las críticas más habituales a la utopía es su distanciamiento respecto a la cruda realidad. En ellas su autor imagina un mundo perfecto, pero tan irreal que resulta difícil establecer vínculos entre lo que propone y lo que hallamos efectivamente. Por otra parte, la utopía suele limitarse a la descripción detallada de ese mundo nuevo pero no proporciona demasiadas pistas acerca del modo en que es posible transformar la realidad para acceder a ese otro mundo imaginado. Por ello, para muchos pensadores, las utopías sólo son la expresión de buenos pero inútiles e ingenuos deseos de mejora. (No se va a conseguir el ideal).
  • Están históricamente condicionadas. Las críticas contra las utopías pueden ir en otra línea. Para algunos filósofos, por ejemplo, el mayor inconveniente de las utopías es su incapacidad para trascender las limitaciones de la época histórica en la que fueron concebidas. Para los que así argumentan, las utopías se alejan de la realidad mucho menos de lo que pensamos. De hecho, son pocas las que pueden verse como proyectos verdaderamente imaginativos y originales. En la mayoría de los casos, suelen limitarse a potenciar y desarrollar rasgos que ya están en la sociedad de ese momento. Por esta razón, con el paso del tiempo, a menudo quedan ridículamente desfasadas. Así, predicciones que en su momento fueron arriesgadas hoy nos resultan ingenuas y ridículas. Las utopías de una época están condicionadas por las circunstancias históricas.
  • Provocan estatismo social. Si las anteriores razones no eran suficientes, se añade todavía la de que la utopía se fundamenta en una concepción estática de la sociedad. El cambio sólo está justificado hasta alcanzar la utopía. Una vez conseguida la sociedad perfecta, justa y feliz, ¿qué sentido tendría que ésta siguiese transformándose? Ahora bien, ¿es posible y deseable, aunque sea en utopía como organización completamente estática?
  • Lindan con el totalitarismo. El filósofo Karl Popper destaca el peligro que encierran las utopías. Aunque su crítica se centra básicamente en La República de Platón, ésta es extensiva a casi todas las utopías posteriores. Por muy paradójico que parezca, este mundo feliz y perfecto puede convertirse en el más terrible y totalitario de los Estados. La creencia y el convencimiento del carácter ideal y perfecto de un sistema llevan irremediablemente a la intolerancia respecto a cualquier otra propuesta. Considerar esta organización la más beneficiosa produce que cualquier opinión en contra, cualquier oposición, sea vista como una amenaza para la supervivencia de la utopía y, en consecuencia, sea apartada del panorama social, para bien de la comunidad.

Referencias

  1. More, Thomas; George M. Logan (1989). Utopia. Cambridge University Press
  2. More, Thomas; Utopía; Joaquim Malafrè Gavaldà (2003); La Maison de L'écriture.
  3. «Karl H. Marx».
  4. «Comentario a la Encíclica sobre la Esperanza de Benedicto XVI».

Véase también

Enlaces externos


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  • Utopia, TX — U.S. Census Designated Place in Texas Population (2000): 241 Housing Units (2000): 127 Land area (2000): 2.952302 sq. miles (7.646428 sq. km) Water area (2000): 0.000000 sq. miles (0.000000 sq. km) Total area (2000): 2.952302 sq. miles (7.646428… …   StarDict's U.S. Gazetteer Places

  • utopía — ‘Proyecto deseable, pero irrealizable’. Procede del nombre de un país imaginario descrito por Tomás Moro (s. xvi) en una de sus obras. Aunque en su origen se pronunciaba con diptongo entre las dos vocales finales (utopia [u tó pia]), la única… …   Diccionario panhispánico de dudas

  • utopia — s. f. 1. País imaginário em que tudo está organizado de uma forma superior. 2. Sistema ou plano que parece irrealizável. 3. Fantasia.   ‣ Etimologia: latim tardio utopia, palavra forjada por Thomas More para nomear uma ilha ideal em A Utopia, do… …   Dicionário da Língua Portuguesa

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