Concepción marxista del Estado

Concepción marxista del Estado
Serie Comunismo






La Concepción Marxista del Estado es fruto de una forma determinada de entender las relaciones de poder. El Estado, para el marxismo, aparece como un producto del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase, en palabras de Marx:”la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política”.[1] Señalan que por regla general pertenece a la clase más poderosa, la clase económicamente dominante.

Contenido

Introducción

Ver Marxismo

El marxismo es el conjunto de doctrinas políticas y filosóficas derivadas de la obra de Karl Marx, filósofo y periodista revolucionario alemán, quien contribuyó en campos como la sociología, la economía y la historia, y de su amigo Friedrich Engels, quien le ayudó en muchas de sus teorías.

Para distinguir la doctrina inicial de las corrientes derivadas, al marxismo propuesto por Marx y Engels se ha denominado históricamente como socialismo científico. Este pensamiento pretende, llegar a un gobierno de la clase trabajadora (socialismo) que derroque al poder burgués, para llegar a una segunda fase, donde no existan clases sociales ni Estado que se denominará comunismo

Por tanto, para el marxismo, era imprescindible el estudio del problema del Estado.

En palabras de Lenin:

...difícilmente se encontrará otro problema en que deliberada e inconcientemente, hayan sembrado tanta confusion los representantes de la ciencia, la filosofía, la jurisprudencia, la economiá política y el periodismo burgueses como en el problema del Estado. Todavía hoy es confundido muy a menudo con problemas religiosos; no sólo por los representantes de doctrinas religiosas (es completamente natural esperarlo de ellos), sino incluso personas que se consideran libres de prejuicios religiosos confunden muy a menudo la cuestión especifica del Estado con problemas religiosos y tratan de elaborar una doctrina -- con frecuencia muy compleja, con un enfoque y una argumentación ideológicos y filosóficos -- que pretende que el Estado es algo divino, algo sobrenatural, cierta fuerza, en virtud de la cual ha vivido la humanidad, que confiere, o puede conferir a los hombres, o que contiene en sí algo que no es propio del hombre, sino que le es dado de fuera: una fuerza de origen divino.
Lenin, Sobre el Estado (Conferencia pronunciada en la Universidad Sverdlov) (1919)

Crítica de Marx al concepto de propiedad

El filósofo alemán desarrolla gran parte de su pensamiento a través de la crítica al concepto de propiedad burguesa, como elemento básico para la explotación del proletariado, mediante la obtención de la plusvalía por parte del empresario con la mercantilización de la fuerza de trabajo.

Por lo tanto, debemos definir de forma general el concepto de plusvalía, como el beneficio que obtiene el capitalista por la venta de la mercancía producida por el poseedor de la fuerza de trabajo.

En la mercancía, hay que diferenciar el valor de uso y el de cambio. Mientras que con el valor de uso se refiere a la utilidad que puede se puede obtener con la utilización de un bien; el valor de cambio desde una perspectiva cuantitativa, es la cantidad que se puede conseguir por la venta de la mercancía en el mercado.

En la sociedad capitalista, la fuerza de trabajo se constituye como una mercancía, que tiene un valor de cambio (el salario) y un valor de uso, que no es la satisfacción de necesidades humanas, sino la creación de otras mercancías. Del mismo modo, las mercancías creadas mediante la fuerza de trabajo poseen un valor de uso y valor de cambio, siendo el valor de cambio siempre mayor que el salario (como valor de cambio de la fuerza de trabajo) y la diferencia resultante es la plusvalía.


El Estado como garante de la propiedad

Para la doctrina marxista los conceptos de propiedad y Estado están íntimamente relacionados, pues según Marx y Engels, ”el gobierno del estado no es más que la junta que administra los negocios comunes de la clase burguesa”.[2]
Lenin ahonda más en esa función como maquina represiva que tiene el estado, “mientras exista la propiedad privada, vuestro Estado, aunque sea una república democrática, no es otra cosa que una máquina en manos de los capitalistas destinada a aplastar a los obreros, y cuanto más libre sea el Estado, con tanta mayor claridad se manifiesta este hecho”.[3]
El Estado, para los marxistas, aparece como un producto del carácter irreconciliable de las contradicciones de clase, en palabras de Marx:”la anatomía de la sociedad civil hay que buscarla en la economía política”.[4] Señalan que por regla general pertenece a la clase más poderosa, la clase económicamente dominante. Por excepción, en algunos períodos las clases en lucha están tan equilibradas que el poder del Estado, como mediador aparente, adquiere cierta independencia momentánea respecto a una y otra. Tal aconteció, según el análisis marxista, con la Monarquía absoluta de los siglos XVII y XVIII, con el bonapartismo del primero y segundo Imperios en Francia y con Bismarck en Alemania. También en la Rusia republicana, en el gobierno de Kerenski.[5]

Reformismo, Eurocomunismo y Estado

El marxismo entendido como un método científico de análisis, y no como una ideología, en el sentido peyorativo que da Marx al término, no puede abanderar las tesis “gradualistas” que opinan que el proletariado puede conquistar pacíficamente el poder político, convenciendo a la burguesía gradualmente, de que abandonen el poder que tantos siglos de lucha les costó conseguir. En palabras de Pablo Iglesias: “La clase obrera no puede conquistar el poder político sin arrebatárselo a la burguesía y cuando lo haya conquistado expropiará económicamente a esta en beneficio de toda la sociedad. La clase burguesa, pues desaparece, y sus individuos quedan en condiciones de igualdad con los demás; esto es, obligados a contribuir a la producción social pues de ella van a consumir y disfrutar. ”[6]
Si bien en ocasiones las luchas de la burguesía han favorecido al proletariado, este ha de saber encontrar su lugar en la historia. El paso del feudalismo al capitalismo supuso una mejora en las condiciones de vida del proletariado, es cierto, pero si esto fue así, no se debió a un afán filantrópico de la burguesía, sino como un peaje que la burguesía debió pagar por el apoyo de las clases populares. En la revolución francesa cuando se produjeron los primeros virajes reaccionarios (la Reacción Termidoriana), los peores parados de la dulcificación de la revolución fueron los Sans Culottes, el equivalente del Antiguo Régimen del actual proletariado. Es clave el abandono de esta tradición de definición marxista del estado en las prácticas eurocomunistas.
Resulta paradigmático el libro de Carrillo, Eurocomunismo y Estado, en el abandono del planteamiento de la extinción del estado: “(…) considero lógico que los partidos comunistas y socialistas del occidente capitalista desarrollado establezcan no ya su táctica, sino toda su estrategia sobre la base del juego democrático”[7]

Esta “supuesta revisión” entronca con otras posturas históricas que plantan renunciar a ciertos principios de las ideas del socialismo científico, como las de Lassalle, Kautsky, o Plejanov. En su polémica con Kautsky, Lenin refuta el sometimiento de la acción de los partidos comunistas al marco de la democracia burguesa pues “En la democracia burguesa, valiéndose de mil ardides (tanto más ingeniosos y eficaces cuanto más desarrollada está la democracia "pura") los capitalistas apartan a las masas de la participación en el gobierno, de la libertad de reunión y de imprenta” .
Está polémica resuelta en el seno del movimiento obrero se reaviva con el surgimiento del eurocomunismo, presentado en Europa como el “único camino” posible para los partidos comunistas. Esta “nueva” ideología no es más que la vuelta al reformismo “de toda la vida”. El revisionismo o “revisión” del marxismo, indicaba Lenin, es ”una de las manifestaciones principales, si no la principal, de influencia burguesa sobre el proletariado y de la corrupción burguesa de los proletarios”[8] En el reformismo “teóricamente” no se niega que el estado sea el instrumento de dominación de clase, ni que las clases sean irreconciliables. Pero se pasa por alto una cuestión. Si el estado es el producto del carácter irreconciliable de las cuestiones de clase, si es una fuerza que está por encima de la sociedad, resulta claro que la liberación de las clases oprimidas es imposible, no solo sin una revolución violenta, sino también sin la destrucción del aparato del poder estatal.[9]

El Origen del Estado

Para los marxistas el Estado no ha existido siempre. Hubo un tiempo en donde no existía el Estado, donde los vínculos generales, la sociedad misma y la organización del trabajo se mantenían gracias a la fuerza de la costumbre o debido al respeto que ejercían sobre la comunidad los jefes de las gens, o las mujeres, que con frecuencia tenían los mismos derechos y obligaciones que los hombres. Asimismo no existía una categoría especial de personas que se encargasen de gobernar. Engels divide la historia de la humanidad en tres fases: salvajismo, barbarie y civilización.

En el salvajismo, los hombres vivían de lo que cazaban y recolectaban; con la barbarie se mejoran los instrumentos de uso cotidiano y se inicia la domesticación de algunos seres vivos; es en la civilización con el surgimiento de la agricultura cuando aumentó la suma de trabajo que correspondía diariamente a cada miembro de la comunidad doméstica o de la familia aislada. Era ya conveniente conseguir más fuerza de trabajo, y la guerra la suministró: los prisioneros fueron transformados en esclavos. Dadas todas las condiciones históricas de aquel entonces, la primera gran división social del trabajo, al aumentar la productividad del trabajo, y por consiguiente la riqueza, y al extender el campo de la actividad productora, tenía que traer consigo necesariamente la esclavitud. Para mantener este sistema de explotadores y esclavos se hizo necesario crear un aparato de dominación religioso, cultural y político: el Estado.

Tras las sociedades primitivas, con el surgimiento de la primera forma de explotación del hombre por el hombre, el esclavismo, aparecen las primeras formas estatales. En ésta, los propietarios de los medios de producción, eran a su vez, propietarios de personas, que ni siquiera eran consideradas como tal.

Con la aparición del feudalismo, las condiciones de los más explotados se modifican en cierta forma, se desarrolló el régimen de la servidumbre, en el que los campesinos podían apropiarse de parte de su trabajo, aunque seguía existiendo una sujeción directa al propietario de los medios de producción.

Con el desarrollo del comercio, en la sociedad feudal, aparece una nueva clase social, la capitalista, “una minoría insignificante de la población, que dispone íntegramente de todo el trabajo realizado por el pueblo y, por consiguiente, tiene a sus órdenes, oprimiéndola y explotándola, a toda la masa de los trabajadores” y en la que nos encontramos actualmente. Con la existencia de la sociedad de clases, en sus distintas formas (esclavismo, feudalismo y capitalismo), el Estado se crea y es necesario para un pequeña parte de la población, que como hicimos mención con anterioridad, utiliza el aparato estatal para dominar a la mayoría.[10]

Ideología y Estado

Es necesario distinguir el aparato represivo del Estado, del aparato ideológico de éste. No nos estamos refiriendo a la utilización de la violencia, en sus distintas fórmulas, sino que “designamos con el nombre de aparatos ideológicos de Estado cierto número de realidades que se presentan al observador inmediato bajo la forma de instituciones distintas y especializadas”, como las religiosas, escolar, familiar, jurídica, política, sindical, de información o cultural. No representa importancia, que las citadas instituciones formen parte de la esfera privada, ya que privado-público se refiere únicamente al derecho burgués, no siendo el Estado ni público ni privado, sino simplemente, el Estado de la clase dominante. Parece que nos encontramos con una separación entre aparato violento y aparato ideológico, aunque realmente, el aparato de represión, se encuentra ciertamente impregnado de ideología; al igual que el aparato ideológico, posee connotaciones violentas.[11]

Para Gramsci una de las funciones más importantes del Estado es elevar a la población a un determinado nivel cultural y moral, que contribuya al desarrollo de las fuerzas productivas y por tanto a las clases dominantes. La escuela como función educativa positiva y la policía y los tribunales como función educativa negativa y represiva, forman junto a otras organizaciones de carácter privado, el aparato para la hegemonía política del estado.[12]


Referencias

  1. Marx, Karl (1867). Crítica al Programa de Gotha. Comares. 
  2. Marx, Engels, Karl, Friederich. El Manifiesto Comunista. Akal. 
  3. Ilich Lenin, Vladimir (1978). Acerca del Estado. Progreso. 
  4. Marx, Karl (1867). Crítica al Programa de Gotha. Comares. 
  5. «Diccionario de Marxismo». Consultado el 13-04-2010.
  6. Iglesias, Pablo (1910). Comentarios al Programa Socialista. 
  7. Carrillo, Santiago (1977). Eurocomunismo y Estado. Crítica. 
  8. Illich Lenin, Vladimir (1977). La Revolución Proletaria y el Renegado Kautsky. Ediciones en Lenguas Extranjeras. 
  9. Illich Lenin, Vladimir (1977). El Estado y la Revolución. Progreso. 
  10. Engels, Friederich. El Origen de la Familia, la Propiedad Privada y el Estado. Akal. 
  11. Althusser, Louis (1969). Fundamentos Ideológicos del Estado. 
  12. Gramsci, Antonio (2009). La Política y el Estado Moderno. Diario Público. 

Enlaces externos


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