Carlos III de España

Carlos III de España
Carlos III de España
Rey de España
Rey de Nápoles y Sicilia
Duque de Parma, Piacenza y Castro
Charles III of Spain.jpg

10 de agosto de 1759 - 14 de diciembre de 1788
Predecesor Fernando VI
Sucesor Carlos IV
Nacimiento 20 de enero de 1716
Madrid, Bandera de España España
Fallecimiento 14 de diciembre de 1788
(72 años)
Madrid, Bandera de España España
Entierro Cripta Real del Monasterio de El Escorial
Consorte María Amalia de Sajonia
Descendencia véase Matrimonio e hijos
Residencia Palacio Real de Madrid
Casa Real Casa de Borbón
Padre Felipe V
Madre Isabel de Farnesio

Escudo de Carlos III de España

Carlos III de Borbón (Madrid, 20 de enero de 1716 – Ibid., 14 de diciembre de 1788), fue duque de Parma (como Carlos I) entre 1731 y 1735, rey de Nápoles (como Carlos VII) y rey de Sicilia (como Carlos V) de 1734 a 1759 y de España desde 1759 hasta su muerte. Ha recibido como sobrenombres el Político[2] y el Mejor Alcalde de Madrid.

Era el tercer hijo varón de Felipe V, el primero que tuvo con su segunda mujer, Isabel de Farnesio, por lo que fue su hermanastro Fernando VI, quien sucedió a su padre en el trono español. Carlos sirvió a la política familiar como una pieza en la lucha por recuperar la influencia española en Italia: heredó inicialmente de su madre los ducados de Parma, Piacenza y Toscana (1731); pero más tarde, al conquistar Felipe V el Reino de Nápoles y Sicilia en el curso de la Guerra de Sucesión de Polonia (1733-1735), pasó a ser rey de aquellos territorios con el nombre de Carlos VII. Contrajo matrimonio en 1737 con María Amalia de Sajonia, hija de Federico Augusto II, duque de Sajonia y de Lituania y rey de Polonia.

Contenido

Rey de Nápoles y Sicilia

Carlos como Rey de Nápoles y Sicilia

Durante su reinado en Nápoles y Sicilia (Carlos VII, Carlo VII en italiano, o simplemente Carlo di Borbone, que es como se le suele llamar allí), intentó reformar y modernizar el reino, unificándolo, conquistando el afecto de los ciudadanos junto con su esposa María Amalia de Sajonia.

Intentó dotar a la capital, Nápoles, del aspecto que debía tener una Corte. Hizo hincapié en mejorar las edificaciones públicas, como el Hospicio, y trató de adaptar el palacio virreinal de acuerdo con la moda que imperaba desde la construcción de Versalles. También hizo construir complejos palaciegos en otros lugares del reino, como Caserta, uno de los mayores palacios reales del mundo.

Sus años como rey de las Dos Sicilias le dieron una experiencia muy valiosa como rey de España. Los barones y la Iglesia acaparaban más del 50% de las tierras, y en el caso de los primeros tenían además jurisdicción sobre las mismas, por lo que impedían el acceso de sus vasallos a los tribunales. El rey limitó su influencia política, dejando clara la supremacía de la Corona, pero su poder económico siguió intacto.

En 1740, uno de sus consejeros, el duque de Salas, permitió a los judíos retornar al reino, de donde habían sido expulsados por Carlos V, con la finalidad de impulsar la actividad económica. El pueblo y la Iglesia se opusieron y Salas fue destituido, derogándose el permiso. Poco después, el arzobispo Spinelli intentó introducir la Inquisición, pero el pueblo se opuso también a esta medida y hubo de desistir.

También durante estos años encontró el monarca a algunos de los hombres que más influirían en su vida, como Bernardo Tanucci, jurista al que nombró Ministro de Justicia primero y de Asuntos Exteriores después, y que quedó como miembro del Consejo de Regencia cuando Carlos III heredó el trono español.

Destaca el hecho de haber sido quien ordenó comenzar la excavación sistemática de las poblaciones sepultadas por la erupción del Vesubio del año 79: Pompeya, Herculano, Oplontis y las Villas Stabianas. No sólo eso, sino que en 1752, al ordenar construir una carretera hacia el sur (precursora de la actual Statale 18), salieron a la luz los restos de la ciudad de Paestum, que llevaban años cubiertos por la maleza (parte del anfiteatro yace precisamente bajo dicha carretera). Fue un hallazgo especialmente importante, porque allí se hallaban tres templos griegos en muy buen estado de conservación. Se encargaron de su estudio Felice Gazzola (un culto aristócrata y militar de confianza de Carlos, al que servía desde su época de duque de Parma) y Francesco Sabatini.

La muerte sin descendencia de su hermanastro Fernando VI de España, hizo recaer en Carlos la Corona de España, que pasó a ocupar en 1759, dejando con gran tristeza, tanto de los reyes como del pueblo, la corona del Reino de Nápoles y Sicilia a su tercer hijo, Fernando.

Rey de España

Grandes armas de Carlos III con manto real, cimera real de Castilla y el lema «A solis ortu usque ad occasum» (Desde la salida del sol hasta el ocaso), derivado de la famosa frase atribuida a Felipe II: «En mis dominios no se pone el sol», haciendo referencia a que el sol nunca se ponía en los territorios españoles, pues abarcaban los dos hemisferios. También se incluye la palabra Santiago, en referencia al Santo Patrón de España, Santiago el Mayor, y más concretamente al lema tradicional «Santiago y cierra España». Fueron utilizadas por sus sucesores hasta 1931, aunque en el siglo XIX cayó en desuso.

Tras los fallecimientos de Luis I y de Fernando VI sin descendencia, el trono de España pasó a Carlos III, tercer hijo de Felipe V y primero de su matrimonio con Isabel de Farnesio, con gran experiencia de gobierno como rey de Nápoles.

Política exterior

La Guerra de los Siete Años (1756–1763)

El primer asunto que el Rey trató fue la Guerra de los Siete Años. El monarca español se vio obligado a tomar parte en la guerra tras la ocupación británica de Honduras y la pérdida de la colonia francesa de Quebec, lo que requirió la intervención española en el conflicto para frenar el expansionismo británico por América.

En 1761 se firmó el Tercer Pacto de Familia y España entró en el conflicto bélico. El monarca se equivocó en cuanto a la ayuda real que podía prestar Francia y el estado de sus tropas. Una escuadra inglesa de 53 buques con un ejército de 14.000 hombres consiguió tomar La Habana por la falta de entrenamiento de las milicias, en número muy inferior a los ingleses, y la incompetencia del gobernador de la plaza, Juan de Prado. Poco después una escuadra procedente de la India bombardeó y tomó Manila. Los ingleses no pudieron extender su dominio por las Filipinas gracias a la resistencia de las guerrillas organizadas por Simón de Anda.[3] La guerra terminó con la Paz de París de 1763. España cedió a Gran Bretaña la Florida y territorios del golfo de México, a cambio de la devolución de La Habana y Manila. La Luisiana francesa pasó a manos de España, más preparada para defenderla. Portugal, aliado de los británicos, recuperó la colonia del Sacramento.

Guerra de independencia de los Estados Unidos (1776–1783)

España continuó la alianza francesa. La sublevación de las Trece Colonias contra Jorge III dio a ambas potencias la ocasión para el desquite. Así, en la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, España intervino junto a Francia y contra Gran Bretaña.

Desde la Declaración de Independencia (4 de julio de 1776) los sublevados recibieron ayuda española de forma solapada. En 1779 se rompieron las relaciones. Se asedió Gibraltar sin éxito, pero se pudo recuperar Menorca. Bernardo de Gálvez, gobernardor de la Luisiana, ocupó Florida. Inglaterra, aislada y sin poder someter a los rebeldes, tuvo que firmar la paz.

El Tratado de Versalles de 1783 puso fin a la guerra. España recuperó Menorca, Florida y la costa de Honduras, aunque no pudo conseguir lo mismo con Gibraltar, que los ingleses se negaron en redondo a ceder.[4] España, de esta forma, contribuyó a la independencia de los Estados Unidos, hecho que creó un precedente para la emancipación de las colonias españolas en el siglo XIX.

Rusia y Prusia

Dos nuevas potencias, Rusia y Prusia, entraron en el mapa político europeo del siglo XVIII bajo los reinados de dos déspotas ilustrados: Catalina II y Federico II respectivamente. Ambos monarcas suscitaron interés y admiración en España, aunque la expansión rusa había alcanzado el Pacífico y se llegó a temer una alianza anglorrusa en el Mediterráneo. Tal evento no sólo no llegó a materializarse, sino que Rusia se opuso a la pretensión inglesa de controlar todos los movimientos marítimos en tiempo de guerra.

Mediterráneo

Carlos III había firmado un tratado de comercio con Turquía siendo rey de Nápoles y Sicilia, pues consideraba a este imperio un freno a los intereses ingleses, austríacos y rusos. El Monarca excluyó una alianza que estimó no sería bien recibida en el país, pero intervino en Orán que dependía del Imperio Otomano, con el doble objetivo de conseguir liberar el mar de piratas berberiscos y obtener concesiones económicas. En 1775 envió una expedición militar contra Argel al mando del general O´Reilly que acabó en desastre. Después de dos nuevos ataques, en 1783 y 1784, se firmó el Tratado Hispano-Argelino de 1786.

Política interior

Carlos III de España, estatua del Real Jardín Botánico de Madrid

En política interior, intentó modernizar la sociedad utilizando el poder absoluto del Monarca bajo un programa ilustrado.

Despotismo Ilustrado

En la línea de la Ilustración propia de su época, Carlos III realizó importantes cambios —sin quebrar el orden social, político y económico básico, despotismo ilustrado— con ayuda de un equipo de ministros y colaboradores ilustrados, como el Marqués de Esquilache, Aranda, Campomanes, Floridablanca, Wall y Grimaldi.

Las reformas de Esquilache

Retrato del monarca por Goya.

El Monarca nombró al marqués de Esquilache Secretario de Hacienda. Éste incorporó señoríos a la Corona,[5] controló a los sectores eclesiásticos y reorganizó las Fuerzas Armadas. Su programa de reformas y la intervención española en la Guerra de los Siete Años necesitaron más ingresos, que se consiguieron con un aumento de la presión fiscal y nuevas fórmulas, como la creación de la Lotería Nacional. Al mismo tiempo liberalizó el comercio de los cereales, lo que originó una subida de los precios de los productos de primera necesidad a causa de las especulaciones de los acaparadores y de las malas cosechas de los últimos años. Campomanes apoyó esta medida, pero el pueblo hizo responsable de todo al siciliano.

En marzo de 1766 se produjo el Motín de Esquilache. Su detonante fue la orden de cambiar la capa larga y el sombrero de ala ancha de los madrileños por la capa corta y el sombrero de tres picos. La tensión subió gracias a los pasquines que circulaban por la capital y que aparecían en sitios públicos, pasquines cuyo léxico y ortografía sólo podían provenir de hombres con cultura. La manipulación realizada por sectores nobiliarios y eclesiásticos lo convirtió en un ataque directo a la política reformista llevada a cabo por ministros extranjeros del gobierno del Rey.

En Madrid el punto álgido de la revuelta se produjo cuando la muchedumbre que se había congregado frente al Palacio Real se topó con la Guardia Valona, que en 1764 había cargado contra el gentío durante la boda de una de las hijas del rey, la infanta María Luisa, con el futuro emperador de Austria. Se produjo una refriega y hubo bajas por ambas partes, sin que la Guardia Española interviniera. Carlos III recabó el parecer de sus consejeros, y aunque recibió opiniones contrapuestas, acabó siguiendo el consejo del conde de Revillagigedo, que declaró que dimitiría de su cargo antes que ordenar disparar a la multitud.

De Madrid, el levantamiento se trasladó a ciudades como Cuenca, Zaragoza, La Coruña, Oviedo, Santander, Bilbao, Barcelona, Cádiz y Cartagena entre otras muchas. Pero mientras que en Madrid las quejas se referían al gobierno de la nación, en las provincias las quejas se dirigían contra las autoridades locales, lo cual revela un problema subyacente de corrupción e incompetencia administrativa.

Los amotinados exigieron la reducción del precio de los alimentos y la supresión de la Junta de Abastos, la derogación de la orden sobre la vestimenta, el cese de ministros extranjeros de Carlos III, su sustitución por españoles y un perdón general. El Monarca desterró a Esquilache y nombró en su lugar al conde de Aranda. Se tomaron medidas para acelerar la importación de cereales desde Sicilia y se reformaron los gobiernos concejiles, añadiendo a éstos diputados del estado llano elegidos por sufragio.

La política religiosa

Desaparecidos los ministros extranjeros, el Rey se apoyó en los reformistas españoles, como Pedro Rodríguez de Campomanes, el conde de Aranda o el conde de Floridablanca. Campomanes, nombrado fiscal del Consejo de Castilla, trató de demostrar que los verdaderos inductores del motín de Esquilache habían sido los jesuitas. Se nombró una comisión de investigación y sus principales acusaciones fueron:

  • Sus grandes riquezas.
  • El control de los nombramientos y de la política eclesiástica.
  • Su apoyo al Papa.
  • Su lealtad al marqués de la Ensenada.
  • Su participación en los asuntos de Paraguay.
  • Su intervención en dicho motín.

Sectores de la nobleza y diversas órdenes religiosas estuvieron claramente en contra. Por todo ello, mediante el decreto real del 27 de febrero de 1767, se les expulsó de España y todos sus dominios y posesiones fueron confiscados.

Reformas

La expulsión de los jesuitas se quiso aprovechar para realizar una reforma de la enseñanza que debía fundamentarse en las disciplinas científicas y en la investigación. Sometió las universidades al patronazgo real y creó en Madrid los Estudios de San Isidro (1770), como centro moderno de enseñanza media destinado a servir de modelo, y también las Escuelas de Artes y Oficios, que han perdurado hasta el siglo XX (cuando pasaron a llamarse Escuelas de Formación Profesional, EFP). Las propiedades de los jesuitas sirvieron para crear nuevos centros de enseñanza y residencias universitarias. Sus riquezas, para beneficiar a los sectores más necesitados, se destinaron a la creación de hospitales y hospicios.

Promovió un nuevo plan de Estudios Universitarios, que fue duramente contestado por la Universidad de Salamanca, proponiendo un plan propio, que a la postre fue implantado años después.

El impulso hacia la reforma de la agricultura durante el reinado de Carlos III vino de mano de las Sociedades Económicas de Amigos del País creadas por su ministro José de Gálvez. Campomanes, influido por la fisiocracia centró su atención en los problemas de la agricultura. En su Tratado de la Regalía de la Amortización, defendió la importancia de ésta para conseguir el bienestar del Estado y de los ciudadanos y la necesidad de una distribución más equitativa de la tierra.

En 1787, Campomanes elaboró un proyecto de repoblación de las zonas deshabitadas de las tierras de realengo de Sierra Morena y del valle medio del Guadalquivir. Para ello, y supervisado por Pablo de Olavide, intendente real de Andalucía, se trajeron inmigrantes centroeuropeos. Se trataba principalmente de alemanes y flamencos católicos, para fomentar la agricultura y la industria en una zona despoblada y amenazada por el bandolerismo. El proyecto fue financiado por el Estado. Se fundaron así nuevos asentamientos, como La Carolina, La Carlota o La Luisiana, en las actuales provincias de Jaén, Córdoba y Sevilla.

Se reorganizó el ejército, al que dotó de unas Ordenanzas en 1768 destinadas a perdurar hasta el siglo XX, y se impulsó el comercio colonial formando compañías, como la de Filipinas, y liberalizando el comercio con América en 1778. También destaca el Decreto de libre comercio de granos de 1765.

Otras medidas reformistas del reinado fueron la creación del Banco de San Carlos, en 1782, y la construcción de obras públicas, como el Canal Imperial de Aragón y un plan de caminos reales de carácter radial, con origen en Madrid y destino a Valencia, Andalucía, Cataluña y Galicia.

Distribución de la población de España por provincias actuales según el censo de Floridablanca (1787). Durante el reinado de Carlos III fue una preocupación constante la necesidad de incrementar la población de la nación

Hizo un ambicioso plan industrial en el que destacan como punteras las industrias de bienes de lujo: Porcelana del Buen Retiro, Cristales de la Granja y traslada la Platería Martínez a un edificio en el paseo del Prado, pero no faltaron muchas otras para la producción de bienes de consumo, en toda la geografía española.

Entre los planteamientos teóricos para el desarrollo de la industria destacó el Discurso sobre el fomento de la industria popular de Campomanes, para mejorar con ella la economía de las zonas rurales y hacer posible su autoabastecimiento. Las Sociedades Económicas de Amigos del País se encargaron de la industria y su teoría en esta época.

Hizo hospitales públicos, servicios de alumbrado y recogida de basura, uso de adoquines, una buena red de alcantarillado. En Madrid, un ambicioso plan de ensanche, con grandes avenidas, monumentos como la Cibeles, Neptuno, la puerta de Alcalá, la fuente de la Alcachofa…, la construcción del jardín botánico (trasladando al Paseo del Prado el antiguo de Migas Calientes), el hospital de San Carlos (hoy Museo Reina Sofía), el edificio del museo del Prado (destinado originalmente a museo de Historia Natural).

La sociedad

La nobleza

Descendió en número, debido a la desaparición de los hidalgos en los censos por las medidas restrictivas hacia este grupo por el Rey. Representaba el 4% del total de la población. Su poder económico se acrecentó gracias a los matrimonios entre familias de la alta nobleza, que propiciaron una progresiva acumulación de bienes patrimoniales. Mediante un decreto en 1783, el Rey aprobó el trabajo manual y lo reconoció, favoreciendo a los nobles. A partir de ese momento, los nobles podían trabajar, cosa que antes no podían hacer, únicamente podían vivir de sus riquezas. Los títulos nobiliarios aumentaron con las concesiones hechas por Felipe V y Carlos III. Se crearon la Orden Militar de Carlos III y la de las Reales Maestranzas con estatutos nobiliarios. En contrapartida se pusieron numerosas restricciones a los mayorazgos y a los señoríos, aunque nunca llegaron a desaparecer durante el reinado.

El clero

La Iglesia poseía cuantiosas riquezas. Siendo el clero un 2% de la población, según el Catastro de Ensenada era propietaria de la séptima parte de las tierras de labor de Castilla y de la décima parte del ganado lanar. A los bienes inmuebles se añadían el cobro de los diezmos, a los que se descontaban las tercias reales, y otro ingresos como rentas hipotecarias o alquileres. La diócesis más rica era la de Toledo, con una renta anual de 3.500.000 reales.

El estado llano

Era el grupo más numeroso. En él se encontraban los campesinos que gozaban de cierta estabilidad económica. Los jornaleros sufrían situaciones de miseria. De acuerdo con el Catastro de Ensenada, los artesanos representaban el 15% del total de los asalariados y tenían mejores retribuciones que los campesinos. La burguesía comenzó a despuntar tímidamente en España. Localizada en la periferia peninsular, se identificó con los propósitos reformistas y los ideales ilustrados del siglo. Fue especialmente importante en Cádiz, por su vinculación al comercio americano, Barcelona y Madrid.

Los gitanos

Desde el fracaso de la Gran Redada de 1749 los gitanos estaban sujetos a una situación muy problemática, que se pretendió resolver con una serie de iniciativas legislativas desde 1763, finalmente sustanciadas en la Real Pragmática de 19 de septiembre de 1783, con propósitos claramente asimiladores: negación de su origen o naturaleza diferenciada o inferior (raíz infecta), prohibición del uso de denominaciones gitano o castellano nuevo (tenidas por injuriosas), libertad de residencia (excepto en la Corte y Reales Sitios por ahora) y empleo (incluyendo su admisión en gremios), prohibición de sus vestiduras tradicionales y de su gerigonza (su idioma diferenciador, el caló) y obligación de asentarse, abandonando el nomadismo; todo ello bajo graves penas a los inobedientes, que serían considerados vagos y sujetos a las penas correspondientes sin distinción de los demás vasallos, y en casos especialmente graves se preveía marcar la espalda con un hierro candente (en sustitución de las penas anteriormente previstas: la muerte o cortar las orejas) excepto a los menores de diecieseis años, que serían separados de sus familias y educados por las Juntas o Diputaciones de caridad.[6]

Proyección posterior

Estatua ecuestre de Carlos III en la Puerta del Sol de Madrid.

Cuando el rey murió en 1788, terminó la historia del reformismo ilustrado en España, pues el estallido casi inmediato de la Revolución francesa al año siguiente provocó una reacción de terror que convirtió el reinado de su hijo y sucesor, Carlos IV, en un periodo mucho más conservador. En seguida, la invasión francesa arrastraría al país a un ciclo de revolución y reacción que marcaría el siglo siguiente, sin dejar espacio para continuar un reformismo sereno como el que había desarrollado Carlos III.

Entre los aspectos más duraderos de su herencia quizá haya que destacar el avance hacia la configuración de España como nación, a la que dotó de algunos símbolos de identidad (como el himno y la bandera) e incluso de una capital digna de tal nombre, pues se esforzó por modernizar Madrid (con la construcción de paseos y trabajos de saneamiento e iluminación pública) y engrandecerla con monumentos (de su época datan la Puerta de Alcalá, el Museo del Prado —concebido como Gabinete de Historia Natural—, el Hospital de San Carlos o la construcción del nuevo Jardín Botánico, en sustitución del antiguo de Migas Calientes) y con edificios representativos destinados a albergar los servicios de la creciente administración pública. El impulso a los transportes y comunicaciones interiores (con la organización del Correo como servicio público y la construcción de una red radial de carreteras que cubrían todo el territorio español, convergiendo sobre la capital) ha sido, sin duda, otro factor político que ha actuado en el mismo sentido, acrecentando la cohesión de las diversas regiones españolas. Estas son sólo algunas de las razones por las cuales Carlos III fue conocido como el «mejor Alcalde de Madrid».

Matrimonio e hijos

Contrajo matrimonio en 1737 con María Amalia de Sajonia (1724–1760), hija de Federico Augusto II. Tuvieron 13 hijos, pero sólo siete llegaron a adultos:

  • María Isabel Antonia, infanta de España (6 de septiembre de 1740 - 31 de octubre de 1742) Murió en la infancia.
  • María Josefa Antonia, infanta de España (20 de enero de 1742 - 3 de abril de 1742) Murió en la infancia.
  • María Isabel Ana, infanta de España (30 de abril de 1743 - 5 de marzo de 1749) Murió en la infancia.
  • María Josefa Carmela, infanta de España (6 de julio de 1744 - 8 de diciembre de 1801) Murió sin descendencia.
  • María Luisa, infanta de España (13 de junio de 1745 - 15 de mayo de 1792) Casada con Leopoldo II de Austria, Sacro Emperador Romano Germánico; con descendencia
  • Felipe Antonio, infante de España y duque de Calabria (13 de julio de 1747 - 6 de diciembre de 1777) Fue excluido de la sucesión al trono de España y al de Nápoles debido a su condición de deficiente mental
  • Carlos IV, rey de España (11 de noviembre de 1748 - 19 de enero de 1819) Casado con María Luisa de Borbón-Parma, Princesa de Parma; con descendencia
  • María Teresa Antonia, infanta de España (2 de diciembre de 1749 - 2 de marzo de 1750) Murió en la infancia.
  • Fernando I, rey de las Dos Sicilias (12 de enero de 1751 - 4 de enero de 1825) Casado con María Carolina de Habsburgo, Archiduquesa de Austria; con descendencia
  • Gabriel, infante de España (11 de mayo de 1752 - 23 de noviembre de 1788) Casado con Mariana Victoria de Braganza, Infanta de Portugal; con descendencia
  • María Antonieta, infanta de España (3 de julio de 1754 - 11 de mayo de 1755) Murió en la infancia.
  • Antonio Pascual, infante de España (31 de diciembre de 1755 - 20 de abril de 1817) Casado con María Amalia de Borbón, Infanta de España; sin descendencia
  • Francisco Javier, infante de España (15 de febrero de 1757 - 10 de abril de 1771) Murió sin descendencia


Predecesor:
Antonio Farnesio
Coat of Arms of Infante Charles of Spain as Duke of Parma, Piacenza and Guastalla.svg
Duque de Parma

1731-1735
Sucesor:
Carlos II
Predecesor:
Carlos VI
Coat of Arms of Infante Charles of Spain as King of Naples and Sicily.svg
Rey de Nápoles y Sicilia

1735-1759
Sucesor:
Fernando IV de Nápoles y III de Sicilia
Predecesor:
Fernando VI
Escudo de Carlos III de España Toisón y su Orden variante leones de gules.svg
Rey de España

1759-1788
Sucesor:
Carlos IV

Notas

A La plantilla {{Note label}} está obsoleta, véase el nuevo sistema de referencias.- Un ejemplo lo tenemos en las actas del Padre Miravent, en las que en 1788 se declara fuera de la potestad de los señoríos a La Higuerita, actual Isla Cristina, en Real Orden de Carlos III de abril de 1788.

...las islas son propiedad de la Corona y no tierra de señoríos.
Acta de Carlos III

Referencias

  1. Colletta, Pietro (1858), History of the kingdom of Naples: 1734-1825, Volumen 1, ed.T. Constable and Co., pág.100
  2. Se atribuye la expresión a Próspero Bofarull, Los condes de Barcelona vindicados. Citado por Antonio Ferrer del Río, Historia del reinado de Carlos III en España, pg. 265.
  3. Antonio Domínguez Ortiz. Carlos III y la España de la Ilustración. Alianza Editorial, 2005. ISBN 84-206-5970-3
  4. Antonio Domínguez Ortiz. Carlos III y la España de la Ilustración. Alianza Editorial, 2005. ISBN 84-206-5970-3
  5. Mirabent y Soler, José (1824). Memorias del padre J. Mirabent y Soler. 
  6. Texto de la pragmática en la Novísima Recopilación. Ley XI, pg. 367 y ss.

Bibliografía

Enlaces externos


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