Celtíberos

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Celtíberos

Artículo bueno
Celtíberos
Mapa-celtiberos.svg

Posible extensión de la Celtiberia.      Arévacos      Pelendones      Berones      Belos      Tittos      Lobetanos      Lusones

Siglo de origen: siglo VII-VI a. C.
Raíz étnica: Celta
Principales ciudades: Numantia, Termes, Contrebia Belaisca, Calagurris, Clunia, Segobriga, Segontia, Uxama, Lutia, Nertobriga, Segeda, Bílbilis, Centobriga.
Fronteras: Al norte con Turmogos, Autrigones y Berones, al este con Várdulos, Vascones y Edetanos, al sur con Lobetanos, Bastetanos y Oretanos, al oeste con Carpetanos y Vacceos.
Correspondencia actual: Provincia de Soria, Guadalajara, La Rioja, O de Zaragoza, O de Cuenca, S de Burgos, NO de Teruel, E de Segovia.

Con el término celtíberos suele hacerse referencia a las tribus celtas o celtizadas de la Península Ibérica, así como a los idiomas que estos grupos hablaban, aunque, realmente, el término celtíbero se refiere únicamente a uno de los pueblos célticos de la Península Ibérica, existiendo otros con otros nombres (vetones, vacceos, lusitanos, carpetanos, etc.). Este pueblo celtíbero habitaba al oeste de la Cordillera Ibérica.[1] Los romanos los consideraban una mezcla de celtas e íberos,[2] diferenciándose así de sus vecinos, tanto de los celtas de la meseta como de los íberos de la costa. Hoy sabemos que los celtíberos son un pueblo de cultura celta e íbera, y que además son el resultado de un mestizaje entre ambas etnias.

Contenido

Datos arqueológicos

A juzgar por el registro arqueológico, los celtas llegaron a la Península Ibérica en el siglo XIII a. C. con la gran expansión de los pueblos de la Cultura de los Campos de Urnas, ocupando entonces la región noreste. En el siglo VII a. C., durante la Cultura de Hallstatt se expanden por amplias zonas de la meseta y Portugal, llegando algunos grupos a Galicia. Sin embargo, tras la fundación griega de Masalia (actual Marsella), los íberos vuelven a ocupar el valle medio del Ebro y el noreste peninsular a los celtas, dando pie a nuevos establecimientos griegos (Ampurias). Los celtas de la Península quedaron así desconectados de sus parientes continentales, de manera que ni la cultura celta de La Tène ni el fenómeno religioso del druidismo les llegarían nunca.

La cultura celta en la Península Ibérica llegará a su final con la conquista romana, a la que muchas tribus célticas se opusieron.

Pueblos celtíberos

Los pueblos celtíberos según Estrabón:
De los cuatro pueblos en que están divididos los celtíberos el más poderoso es el de los arévacos, que habitan la región oriental y meridional y son limítrofes de los carpetanos y vecinos de las fuentes del Tajo. La más famosa de sus ciudades es Numancia, cuyo valor se demostró en la guerra de veinte años que sostuvieron los celtíberos contra los romanos; luego de haber destruido varios ejércitos con sus jefes, los numantinos, encerrados tras sus murallas, terminaron por dejarse morir de hambre, a excepción de los pocos que rindieron la plaza. Los lusones, que pueblan la parte oriental, limitan también con el nacimiento del Tajo. De los arévacos son las ciudades de Segeda y Pallantía. Numancia dista unos ochocientos estadios de Cesaraugusta que, como hemos dicho, se alza en la orilla del Ebro. Tanto Segóbrida como Bílbilis son ciudades de los celtíberos... Posidonio dice que Marco Marcelo pudo sacar de la Celtiberia un tributo de seiscientos talentos, de lo que se puede deducir que los celtíberos eran muchos y dueños de abundantes bienes, aunque habitasen en una región tan poco fértil...
[3]

Los autores antiguos son muy escuetos en sus referencias a todas estas gentes. Los berones, al igual que los vascones, sólo son nombrados, y muy parcamente, en las guerras sertorianas. Si al comienzo las fuentes se muestran dubitativas en la delimitación de lo que se entendió por Celtiberia,[4] más tarde, a medida que la conquista progresaba territorialmente, pareció ceñirse a dos grandes ámbitos principales, los arévacos, y tal vez los pelendones, controlando la Celtiberia Ulterior (provincia de Soria, la mayor parte de la de Guadalajara, hasta el nacimiento del río Tajo, la mitad oriental de la de Segovia y el sureste de Burgos). Entre sus ciudades destacan Secontia (Sigüenza), Numantia (Numancia), Uxama, Termes[5] y Clunia, por otro lado la tierra de los tittos, bellos y lusones o Celtiberia Citerior (pobladores de las tierras en torno a los ríos Jalón, alto Tajuña, Jiloca y Huerva), con ciudades como Segeda, Bílbilis (Calatayud), Tierga, Botorrita o Complega.

Gestación de la sociedad celtibérica

Casa celtíbera Numancia

Durante los siglos VII-VI a. C., se manifiestan en el área nuclear, alto Tajuña y alto Henares, de la Celtiberia, una serie de novedades en el patrón de asentamiento, en el ritual funerario y en la tecnología, que indican la evolución hacia una sociedad de fuerte componente guerrero. En los cementerios, ya desde sus inicios, se demuestra una fuerte jerarquización social, donde la panoplia de armamento aparece como un signo de prestigio. La documentación sobre los túmulos o alineamientos de tumbas, que se generalizarán en los siglos siguientes, son abundantes. Estas élites se constatan por la panoplia de los enterramientos, pudiendo ser consecuencia de la propia evolución in situ de la cultura de las Cogotas, pero con importantes aportes culturales de la cultura de los Campos de Urnas, que "celtizaron" la cultura de las Cogotas. De otro modo, no se explicaría que estos pueblos hablasen un idioma de raíz celta. También tuvo una gran importancia, por su proximidad, la influencia mediterránea que, de mano de los íberos, le trasmitió adelantos tan significativos como la moneda o la escritura.

Esta nueva organización impulsó el crecimiento demográfico y llevó a una creciente concentración de riqueza y poder a través del control de los recursos naturales (pastos, salinas, etc.) y la producción de hierro en los afloramientos del Sistema Ibérico, que permitió la rápida aparición de una sociedad jerarquizada de tipo guerrero, aprovechando la situación privilegiada de paso natural entre el Valle del Ebro y la Meseta.

Los aristócratas guerreros

Escudo celtíbero del siglo V o IV a. C.
Lucha, armas y vida de los celtíberos según Diodoro Sículo:
Los celtíberos suministran para la lucha no sólo excelentes jinetes, sino también infantes, que destacan por su valor y capacidad de sufrimiento. Están vestidos con ásperas capas negras, cuya lana recuerda el fieltro; en cuanto a armas, algunos de ellos llevan escudos ligeros, similares a los de los celtas, y otros grandes escudos redondos del tamaño del aspis griegos. En sus piernas y espinillas trenzan bandas de pelo y cubren sus cabezas con cascos broncíneos, adornados con rojas cimeras; llevan también espadas de doble filo, forjadas con excelente acero y puñales de una cuarta de largo para el combate cuerpo a cuerpo. Emplean una técnica peculiar en la fabricación de sus armas: entierran piezas de hierro y las dejan oxidar durante algún tiempo, aprovechando sólo el núcleo, de forma que obtienen, mediante una nueva forja, espadas magníficas y otras armas; un arma así fabricada corta cualquier cosa que encuentre en su camino, por lo que no hay escudo, caso o cuerpo que resista sus golpes... Son muy hábiles en luchar de dos modos diferentes: primero atacan a caballo y en el caso de ser rechazados, desmontan y atacan de nuevo como soldados de infantería... Según sus normas habituales son extremadamente crueles con los criminales y enemigos, aunque con los forasteros son compasivos y honrados, rivalizando entre ellos para prodigarles su hospitalidad... En cuanto a su alimentación, se sirven de toda clase de carnes, que abundan entre ellos y, como bebida, poseen una combinación de vino y miel.
[6]

Desde finales del V o inicios del siglo IV a. C., los cementerios de la meseta oriental, presentan ricos ajuares militares, con presencia de espadas y gran acumulación de objetos suntuarios de bronce, cascos, discos-coraza, umbos, a veces repujados. Las necrópolis, con la ordenación característica en calles paralelas, con ajuares que manifiestan una sociedad altamente jerarquizada y que se vincularía con grupos aristocráticos.

La meseta oriental se revela en esta fase en un importante foco de desarrollo, en los ajuares funerarios, incorporando en su órbita de influencia a zonas del sur de la provincia de Soria, encontrándose fíbulas, broches, pectorales, armas y arreos de caballo, lo que nos demuestra que un reducido número de personas poseían caballos, que debieron ser utilizados en pequeñas razzias contra los pueblos vecinos, aunque debió primar en las armas su valor simbólico como objetos de prestigio.

La sociedad guerrera

Desde finales del siglo V a. C. y durante los dos siglos siguientes, el foco de desarrollo localizado en las cuencas altas del Tajuña, del Henares y Jalón se va desplazando hacia el Alto Duero, con el aumento de la preponderancia que va a jugar, desde este momento, uno de los populi celtibéricos, con más vigor en el periodo de las luchas contra Roma, los Arévacos, cuyo predominio se situaría en esta fase. A esta etnia, según Alberto J. Lorrio, se vinculan los enterramientos de la margen derecha del alto Duero, donde las tumbas con panoplia militar se multiplican y que permiten atestiguar una sociedad con una clase militar mayoritaria.[7]

Mientras en la zona nuclear de la Celtiberia, las tumbas con panoplia militar disminuyen hasta casi desaparecer, lo que no indica una desaparición de la sociedad guerrera, cuando se estaban desarrollando las Guerras Celtíbericas, sino una evolución hacia una organización social urbana, con una disolución de los vínculos sociales basados en el parentesco.

A partir de los siglos II-I a. C., el criterio político y jurídico superior de los Celtíberos era la ciudad de procedencia, entendida como centro de un espacio o territorio, con población rural, articulada alrededor de ésta. Esta sociedad evolucionada se encontraron los romanos al inicio de la conquista del interior de Hispania.

Organización sociopolítica

Las organizaciones sociales básicas, que sobrevivieron hasta la época imperial, fueron las gens o gentes y gentilates. Las relaciones se basaban en el parentesco; estos constituían grupos de consanguíneos descendientes de un antepasado común, que recibían el nombre de gens (gentes, familia) el grupo más amplio y gentilates las divisiones menores de la gens.

La vida gentilicia se manifestaba en las comidas en común y por el hecho de que todos los parientes dormían juntos, como arqueológicamente lo atestiguan las casas de Numancia y Tiermes, donde se comía en comunidad, sentados en bancos corridos, adosados a las paredes, en torno a un hogar central, donde también dormía el grupo. De los estudios epigráficos sobre los celtíberos, además de otros pueblos de la Meseta y del norte de la Península Ibérica, se deduce que la pertenencia de los individuos a la gens o gentilates era más fuerte que a la familia restringida. Es decir, que a la hora de expresar su nombre era más importante pertenecer a un grupo amplio de parentesco, que comprendería otros subgrupos, dentro de los cuales la familia sería el menor. A mediados del siglo I a. C., otros factores empiezan a tener importancia, se hallan menciones a la ciudad a la que pertenece el individuo, y aparece la filiación paterna por la influencia romana.

Noreste de Iberia

Vida urbana

Los Celtíberos vivían en distintos tipos de asentamientos, que las fuentes antiguas denominan poleis o urbes, civitates, vici y castella.

  • Las poleis o urbes eran del tipo de la ciudad-estado antigua; con un núcleo urbano más o menos desarrollado y un entorno agrario dependiente de él.
  • Las civitates eran organizaciones políticas indígenas autónomas que podían tener o no una configuración urbana.
  • Los vici y castella eran los asentamientos menores y corresponden a los poblados y castros característicos de estos pueblos que documenta la arqueología.

Los hallazgos arqueológicos confirman que los asentamientos de carácter urbano se ubicaban preferentemente en Carpetania, los valles del Jalón y del Ebro, es decir, en las comarcas más ricas, más civilizadas y donde posteriormente la vida urbana de tipo romano tuvo mayor difusión. Aunque la mayoría de la población vivía fundamentalmente dispersa, en aldeas o poblados o en torno a torres de defensa, que son mencionadas como vici o castella. El proceso de construcción de ciudades había comenzado ya alrededor del siglo IV a. C., cuando llegaron los romanos, en la primera mitad del siglo II a. C. Estas ciudades se formaban por la suma de distintas comunidades tribales en torno a un mismo centro urbano.

La organización política de estas urbes contaba con una asamblea popular, un consejo de ancianos o senado aristocrático y unos magistrados, presumiblemente electivos. Esta organización de las "ciudades" celtíberas se basaba directamente en su organización social, en la que la aristocracia gentilicia y militar constituía el grupo dominante. Esta aristocracia estaba formada por los propietarios de grandes rebaños de ganado e importantes clientelas que constituían la base de su prestigio social. El órgano político de esta clase era el consejo de ancianos, que en esta época ya no correspondía a un organismo de edad. Este consejo tenía el principal papel político de la ciudad y presentaba propuestas que aprobaba la Asamblea. Aunque la Asamblea era la que elegía al jefe militar, cuya duración de mandato era limitada, entre los arévacos, a un año.

También se elegían otras magistraturas de carácter civil que reciben en latín el nombre de magistratus, praetor y en lengua indígena viros o veramos. Estos magistrados ejercían la administración de las ciudades o actuaban como representantes de las mismas.

La liga tribal

A comienzos del siglo II a. C., las distintas tribus constituían una liga o confederación militar, cuya finalidad era la defensa de las ciudades acogidas a la misma. Esta confederación o liga la componían los arévacos, bellos, tittos, lusones y probablemente los pelendones.

La estructura de esta liga, a principios del siglo II, no era estable, sino que funcionaba según las circunstancias, como eran los ataques de los romanos. Parece ser que la liga no tenía ningún poder coactivo sobre las tribus o ciudades que la componían, pues podían adoptar distintas actitudes en la lucha contra los romanos, según las circunstancias. Se sabe que los numantinos tenían guarniciones propias en Malia y Lagni, para reforzar la defensa de la ciudad y preservar la fidelidad de las mismas a los arévacos.

Seguramente la iniciativa de la formación de la liga partiría de los arévacos, que en todo momento es la tribu dominante por su superioridad militar. Es evidente que dentro de la liga había desigualdades, que fueron explotadas por los romanos para conseguir el triunfo en las guerras.

Hospitium, clientela y devotio

Reproducción de tésera celtibérica de origen desconocido

Entre las tribus y ciudades celtíberas existieron, según los autores antiguos, formas especificas de relacionarse entre ellas que serían:

Hospitium

El hospitium (hospicio) o pacto de hospitalidad permitía adquirir los derechos de un grupo gentilicio a otros grupos o individuos. No se trataba de un acto de adopción; las partes actuantes contraían derechos mutuos sin que la personalidad propia se perdiera. Los contrayentes del hospidium se convertían en huéspedes (hospites) mutuos y el pacto de hospitalidad se solía acordar en un documento denominado tésera de hospitalidad. Estas téseras son láminas de metal recortado, en muchas de ellas figurando dos manos entrelazadas o la silueta de animales, que quizá tenían un significado religioso. Se supone que el hospitium, inicialmente, se acordaba en plano de igualdad, pero al surgir diferencias económicas, se iría pasando a un estado de dependencia. De entre los pactos de hospitalidad descubiertos, el más famoso es el Bronce de Luzaga, que registra un hospitium entre las ciudades de Arecoratas y Lutia, al que probablemente se sumaban las gentilitates Belaiocum y Caricon.

Tésera de hospitium

Clientela

Las clientelas[8] consisten en comitivas constituidas en torno a los individuos más importantes de una comunidad tribal. La relación entre estos individuos, generalmente aristócratas y sus seguidores, era una relación contractual basada en la desigualdad de riqueza y posición social de ambas partes; el jefe normalmente debía alimentación y vestido a sus seguidores, mientras que éstos le debían apoyo incondicional. Estas clientelas frecuentemente tenían un carácter militar.

Devotio

Artículo principal: Devotio

La devotio,[9] era una clase especial de clientela. Al elemento contractual de la clientela se añadía un vínculo religioso, por el cual los clientes de un jefe tenían obligación de seguirles a la batalla y de no sobrevivirle en caso de que éste muriera en combate. Tales clientes recibían el nombre de devotio y sus paralelos en la sociedad celta y germánica, soldurios y comitatus.[10]

Torque celtíbero

Con la clientela y la devotio, los lazos de consanguinidad no juegan ya ningún papel. Las desigualdades sociales empujan a los individuos más pobres a ponerse en la clientela de un aristócrata. Al ser más fuerte el vínculo que le unía con el jefe, a veces mediante vínculos religiosos, que el vínculo consanguíneo. Estas instituciones contribuyeron a disgregar los lazos de la organización gentilicia tribal.

El mayor desarrollo de las clientelas militares en Celtiberia parece haberse dado durante el período de las guerras civiles de la República tardía, cuando los distintos políticos implicados como Sertorio, Pompeyo, Julio César, etc. labraron importantes clientelas indígenas. La proliferación de estas prácticas institucionales, junto al desarrollo de la clase aristocrática y de las estructuras urbanas, fueron los elementos principales que contribuyeron a la evolución del sistema gentilicio, a su transformación y, ya bajo el dominio romano, a su progresiva desaparición.

Organización etnopolítica

Artículo principal: Celtiberia

Uno de los aspectos más conflictivos, esencial para la delimitación de la Celtiberia, es el de las etnias o populi, que según los autores clásicos integrarían el colectivo celtibérico. Diversos son los pueblos mencionados. Estrabón considera a Arévacos y Lusones como dos de los cuatro pueblos de la Celtiberia, aunque no cita los otros dos, al menos por sus etnónimos, que por las narraciones de las Guerras Celtibéricas y Lusitanas, se sabe que serían los Bellos y Tittos, que no vuelven a ser citados después al 143 a. C. Más difícil es llenar una quinta parte, a la que se refiere Estrabón, sin ningún detalle. Plinio señala de forma clara a los Pelendones como pueblo celtíbero, aunque también, siguiendo a Apiano, a los Vacceos, los Berones o incluso los Celtíberos mencionados de forma independiente de Arévacos y Pelendones por Ptolomeo.

Religión

Véase también: Mitología celta
El llamado Collar de la Sacerdotisa del Sol (siglo IV a. C.), obra de simbolismo religioso celtíbero

Conocemos muy poco de la religión de estos pueblos. Podemos dividir el panteón indígena en tres categorías de divinidades, las cuales no son excluyentes:

  • Divinidades de carácter astral. Forman el sustrato de las religiones indoeuropeas.
  • Grandes dioses celtas. Iguales que en otras zonas de la Península y fuera de ella, como en la Galia y Britania.
  • Divinidades menores. Con un culto probablemente local, cuyo carácter parece indicar un sustrato u origen de tipo animista o totémico y que aparecen vinculadas, bien a accidentes naturales (montes, bosques, etc.) o de tipo territorial (castros, aldeas, ciudades, etc.).

De entre los cultos astrales, los del Sol y la Luna debieron ser los más importantes entre estos pueblos.

Entre los grandes dioses celtas, el más importante parece haber sido Lug, que con la romanización fue asimilado a Mercurio. Otras divinidades importantes eran las Matres, diosas de la fecundidad, la tierra nutricia y las aguas, cuyo culto estaba extendido entre los celtas y germanos.

Los dioses con culto exclusivamente local fueron muy abundantes. Todos estos cultos locales que pudieron estar vinculados a una determinada comunidad gentilicia o a una localidad, son los más abundantemente representados.

Se desconoce, actualmente, la existencia de templos dentro de las ciudades o poblados indígenas. La norma general parece que los santuarios estuviesen fuera de las poblaciones, como los recintos naturales con graderías excavadas en la roca, localizados bajo la acrópolis de Tiermes, con un conjunto de piedras de sacrificios con pocillos y canales.

Es posible que los caudillos militares realizaran ceremonias religiosas en presencia de su ejército y que los jefes o las cabezas de linaje realizaran, en el ámbito de la ciudad o la familia, determinados cultos.

Lengua y escritura

Bronces de Botorrita, siglo I a. C.
Artículo principal: Idioma celtíbero
Artículo principal: Escritura celtibérica

Los celtíberos hablaban una lengua del grupo céltico de la familia indoeuropea, que expresaron fundamentalmente mediante la escritura celtibérica, que es una adaptación casi directa de la escritura ibérica nororiental, pero también en latín.

Véase también

Referencias

Notas
  1. Los romanos los denominaban Idoubeda
  2. Marcial en el siglo I d. C., así se consideraba en uno de sus epigramas, "¿por qué me llamas hermano a mí, que desciendo de celtas y de íberos y soy ciudadano del Tajo?". Ver: Epigramas de Marco Valerio
  3. Estrabón, III, 4, 13.
  4. La primera mención de esta región la encontramos en Tito Livio al narrar los acontecimiento del 218 a. C. "Bastante habéis perseguido rebaños por los montes de la Lusitania y Celtiberia"
  5. Citada por Apiano 141 a. C.
  6. Diodoro de Sicilia, V, 33.
  7. Es frecuente encontrar citas en los autores antiguos de la especial belicosidad de estos pueblos
  8. También existían entre los romanos, Escipión el africano consiguió venir a Hispania para combatir a Numancia, formando las legiones con clientes y amigos.
  9. Así lo describe Plutarco, en Sertorio, "Siendo costumbre entre los hispanos, que los que formaban cerca de él, perecieran con él si venia a morir" (Sert.14 Vidas Paralelas) Ver: Vidas paralelas de Plutarco
  10. César, (B.G. III, 22) señala la existencia de una práctica similar entre los Galos, Tácito entre los Germanos y Estrabón señala como costumbre hispana "el consagrarse a sus jefes y morir por ellos".

Bibliografía

  • Adrian Golasworthhy (2002). Las guerras púnicas. Madrid, Editorial Ariel. ISBN 8433466503.
  • Alberto J. Lorrio (1997). Los Celtíberos. Murcia, Universidad Complutense de Madrid. ISBN 84-7908-335-2.
  • Julián Pelegrín Campo (2005). Polibio, Fabio Píctor y el origen del etnónimo "celtíberos". Gerión núm. 23.1, pp. 115-136. ISSN 02130181 Archivo en pdf..
  • Valentín García Yebra, Hipólito Escolar Sobrino (1964). Guerra de las Galias. Madrid, Editorial Gredos. ISBN 84549764.
  • Francisco Burillo Mozota (2007). Los celtíberos - Etnias y estados - edición actualizada. Barcelona, Critica. ISBN 978-84-8432-949-7.

Enlaces externos

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