Creso

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Creso (en griego Κροισσος, Kroissos), último rey de Lidia (560-546 a. C.),[1] de la dinastía Mermnada, su reinado estuvo marcado por los placeres, la guerra y las artes.

Al morir su padre Aliates de Lidia en 560 a. C., conquistó Panfilia, Misia y Frigia; en definitiva, sometió a todas las ciudades griegas de Anatolia hasta el río Halys (salvo Mileto), a las que hizo importantes donaciones para sus templos. Debido a la gran riqueza y prosperidad de su país, de él se decía que era el hombre más rico en su tiempo.

Ante el inquietante avance de Ciro II de Persia, Creso envió un mensajero al Oráculo de Delfos, que le respondió que si conducía un ejército hacia el Este y cruzaba el río Halys, destruiría un imperio. Alentado por el oráculo, Creso organizó una alianza con Nabónido de Babilonia, Amosis II de Egipto y la ciudad griega de Esparta. Sin embargo, las fuerzas persas derrotaron a la coalición en Capadocia, en la batalla del río Halys (547 a. C.). De esta forma se cumplió el vaticinio, con la destrucción del propio imperio lidio.

Contenido

Fuentes antiguas

Creso es nombrado por cuatro autores clásicos. Heródoto le dedica buena parte del primer libro de su Historia, centrándose en la conversación con Solón (I, 29-33), la tragedia de su hijo Atis (I, 34-45) y el fin del imperio lidio (I, 85-89). Plutarco critica la visión de Herodoto por ser muy negativa y presentar a Creso como un "ignorante, fanfarrón y ridículo".[2] Jenofonte incluye a Creso en la biografía sobre Ciro, la Ciropedia (VII, 1). También habla brevemente de Creso Ctesias en su encomio a Ciro.[3] Por último, el poeta Baquílides cuenta en su tercera oda un supuesto fin de Creso en la pira.[4]

Biografía

Conquistas en Anatolia y diálogo con Solón

Mapa de Lidia bajo el reinado de Creso.

Con treinta y cinco años, Creso se convierte en rey tras la muerte de Aliates hacia 560 a. C. Sometió a las ciudades griegas de Anatolia, pero decidió no atacar a los isleños aconsejado por Biante de Priene.[5] Convertida la capital de Lidia, Sardes, en un lugar de encuentro de sabios por su riqueza y esplendor, según Heródoto llegó a la ciudad el ateniense Solón, que viajaba por el mundo por diez años tras promulgar sus leyes. Este encuentro parece sin embargo que jamás existió, pues Solón promulgó sus leyes en 594 a. C. y Creso comenzaría a reinar unos treinta años después.[6] En cualquier caso, la entrevista con Solón puede ser entendida como una muestra de la filosofía popular del momento. Cuenta Heródoto que Creso preguntó a Solón que cual creía que era el hombre más dichoso. El ateniense, en vez de decir que era el rey lidio, dijo varios nombres, todos muertos tras alguna hazaña y después de llevar una vida tranquila y gozosa. Al cuestionarle Creso porque no apreciaba la dicha lidia, Solón expresó que "el hombre era pura contigencia" y sólo se podría hablar sobre la dicha de Creso después de su muerte. Creso molesto, dejó marchar a Solón, convencido de ser el más dichoso de los hombres.

Desgracia de Atis

Creso tenía dos hijos, uno sordomudo al que despreciaba y otro, Atis, que destacaba en todos los campos.[7] Una noche, tuvo un sueño que presagiaba la muerte de Atis producida por una punta de hierro. Para evitar que se cumpliera el sueño, impidió que su hijo corriera cualquier riesgo y que se acercara lo más mínimo a cualquier objeto punzante. Además, aceleró la boda de su primogénito, a fin de asegurar la descendencia. En ese contexto, apareció en Sardes un extranjero, Adrasto, de familia real, desterrado por haber matado a su propio hermano sin querer. Creso, siguiendo la tradición, lo aceptó en su corte y lo purificó de sus crímenes. Al mismo tiempo un jabalí apareció en el país, arrasando todo a su paso. Atis suplicó a su padre que le dejara tomar parte de la caza. Éste accedió al entender que su hijo no podía morir por los colmillos del jabalí. Acompañó a la expedición Adrasto para vigilar que a Atis no le ocurriera nada malo. Sin embargo, en medio de la caza, Adrasto lanzó su jabalina con tan mala fortuna de acertar en Atis, matándolo tal como predijo el sueño. Al presentarle el cadáver a Creso, Atraso le pidió que lo matara en justa correspondencia con su infortunio. El rey se negó, al no considerarlo el responsable del mal hecho. Pese a todo, Adrasto se suicidó al considerarse el más desgraciado de los hombres. Heródoto relaciona el fin de Atis con un castigo divino por la soberbia de Creso mostrada ante Solón.[8]

Guerra contra los persas

Después de superar el duelo por la muerte de su hijo, Creso vio como amenaza el creciente poder del imperio persa de Ciro II el Grande. Pensado que podría contener ese peligro y desenado consultar sobre ello a los oráculos, primero decidió probarlos, mandando emisarios a todos los santuarios conocidos a fin de que adivinaran que hacía en un preciso momento. Realizada la prueba, Creso sólo quedó satisfecho con los vaticinios de los oráculos de Delfos y Anfiarao. De esta forma, decidió mandar ofrendas y sacrificios a Delfos, a fin de ganarse el favor del santuario. También envió ofrendas a Anfiaro, pero al enterarse de la muerte del adivino sólo quedó la opción de Delfos. Así pues mando unos emisarios para que preguntaran si debía emprender la guerra contra persa. La Pitia contestó de forma ambigua, declarando que se destruiría un imperio, sin dejar claro si sería el persa. Creso no tuvo dudas e incluso hizo una tercera consulta, sobre cuanto duraría su monarquía a lo que la Pitia contestó que sola la perdería cuando un mulo reinara sobre los medos. Creso pensó que jamás reinaría ninguno, pero no se dio cuenta de que realmente a Ciro se le podía considerar un "mulo", por ser hijo de una pareja de diferente condición.[9]

Toma de Sardes

Al ser derrotado en Capadocia, Creso se retiró a su capital, Sardes, mandando emisarios a sus aliados para que confluyeran en la ciudad en cuatro meses, a fin de formar un ejército capaz de derrotar a Ciro. Según Heródoto,[10] despediría a sus mercenarios ya que iba a formar un mejor ejército. Ciro se daría cuenta de la marcha de los mercernarios y entendería las intenciones de Creso por lo que asedió la capital. Creso creía a Sardes inexpugnable y creyendo en un largo asedio, mando más emisarios pidiendo rapidez a sus aliados. La inexpuganibilidad de la ciudad proviene de una leyenda según la cual, el rey Meles hizo pasear por las murallas de la ciudad a un león consagrado a Sandón. Pero se dejó una parte de la muralla, ya que era una zona escarpada por la que parecía imposible acceder. Sin embargo, un persa se percató de que e podía acceder por esa zona y el ejército de Ciro pudo tomar la ciudad antes incluso de que los espartanos, principales aliados de Creso, pudieran partir de su puerto. Heródoto hace coincidir los días de asedio, catorce, con los años que reinó Creso en Lidia. De este modo, los persas capturaron a Creso al año siguiente de la batalla de Capadocia, en el 546 a. C.

Creso prisionero

Ánfora de figuras rojas que representa a Creso, a punto de ser incinerado en una pira por orden de Ciro.

Sobre lo que ocurrido tras su apresamiento hay dos versiones, una contada primero por Heródoto y otra por Baquílides.[11] Ambas coinciden en que Creso fue conducido a una pira y al iniciarse el fuego, en vez de implorar a cualquier dios, recordó a Solón, que le había hablado de la inestabilidad del hombre, gritando su nombre. Ciro intrigado le cuestionó sobre Solón y al considerar cierto lo que decía mandó apagar el fuego pero esto era ya imposible. A partir de ahí las versiones se contradicen. La maś defendida, por el propio Heródoto, Éforo, Jenofonte y Ctesias dice que Creso al ver el arrepentimiento de Ciro imploró a los dioses y estos apagaron el fuego con una tormenta. En la otra versión, expresada por Baquílides, Creso muere de forma voluntaria pese a la tormenta. La Crónica de Nabónido también apoya la teoría de la muerte de Creso, al contar que Ciro conquistó Lidia y mató a su rey. Siguiendo la primera versión, cuenta Heródoto,[12] que quedó en la corte de Ciro, siendo bien tratado y sirviendo al rey persa, y a su hijo Cambises, como consejero. Así lo muestra Heródoto,[13] aconsejando a Ciro que ataque a los masagetas en el país de éstos y no en la propia Persia como había propuesto Tomiris, reina de los masagetas. Antes de partir a la batalla, en la que moriría, Ciro deja a Creso con Cambises, al que ya había nombrado heredero.

Referencias

Notas

  1. «Croesus: Between Legend and History», Maicar. Consultado el 7-2-2009. (en inglés)
  2. Plutarco, Sobre la malevolencia de Heródoto (18)
  3. La obra de Ctesias está perdida, pero se conoce por un epítome de Focio.
  4. Baquílides. «Ode 3 For Hieron of Syracuse Chariot-Race at Olympia 468 B. C.», Perseus. Consultado el 7-2-2009. (en inglés)
  5. Heródoto, Historia (I, 26-28)
  6. Miller, M. "The herodotean Croesus", Klio 61 (1963), 58-94.
  7. Heródoto, Historia (I, 34)
  8. Heródoto, Historia (I, 34-45)
  9. Heródoto, Historia (I, 91)
  10. Heródoto, Historia (I, 74-86)
  11. Heródoto, Historia (I, 86-87) y Baquílides (III, 23-69)
  12. Heródoto, Historia (I, 88-91)
  13. Heródoto, Historia (I, 207-208)

Bibliografía

  • Heródoto, Historia. Libro I, traducción y notas de Carlos Schrader .Editorial Gredos (2000). ISBN 84-249-2471-1


Enlaces externos

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  • creso — (Por alus. a Creso, rey de Lidia, célebre por sus riquezas). m. Hombre que posee grandes riquezas …   Diccionario de la lengua española

  • Creso — (Del nombre del rey de Lidia Creso, famoso por sus riquezas.) ► sustantivo masculino culto Persona que posee grandes riquezas. * * * creso (de «Creso», rey de Lidia célebre por sus riquezas; n. calif.) m. Hombre muy *rico. * * * creso. (Por alus …   Enciclopedia Universal

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  • creso — {{hw}}{{creso}}{{/hw}}s. m. Persona enormemente ricca. ETIMOLOGIA: dal nome di Creso (sec. VI a.C.), re della Lidia (antica regione dell Asia Minore), famoso per le sue ricchezze …   Enciclopedia di italiano

  • creso — [da Creso, re della Lidia, famoso per le sue ricchezze] s. m. riccone, milionario, miliardario, paperone, nababbo …   Sinonimi e Contrari. Terza edizione

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