Dmitri Shostakóvich

Dmitri Shostakóvich
Dmitri Dmítrievich Shostakóvich
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Dmitri Shostakóvich en 1942.
Nombre Dmitri Shostakóvich
Nacimiento 25 de septiembre de 1906
Bandera de Rusia San Petersburgo, Rusia
Fallecimiento 9 de agosto de 1975, 68 años
Bandera de la Unión Soviética Moscú, URSS
Nacionalidad ruso
Ocupación Compositor
Cónyuge Nina Varzar
Margarita Kainova
Irina Supinskaya
Hijos Galina Shostakóvich
Maksim Shostakóvich

Ltspkr.png Dmitri Dmítrievich Shostakóvich (en ruso: Дмитрий Дмитриевич Шостакович) (San Petersburgo, 25 de septiembre de 1906Moscú, 9 de agosto de 1975) fue un compositor ruso que vivió durante el período soviético, y uno de los más reconocidos compositores del siglo XX. Shostakovich obtuvo fama en la Unión Soviética bajo el patrocinio del jefe de personal de León Trotsky, Mijail Tujachevski. Pero después tuvo una relación difícil con la burocracia estalinista (tuvo relaciones difíciles con el Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS). El Partido Comunista denunció públicamente su música en 1936 y en 1948, con esto temporalmente fue convirtiéndose en prohibida. A pesar de ello, con el paso del tiempo recibió halagos por su música dentro de la URSS e incluso reconocimientos del Estado. A pesar de la controversia, su trabajo fue popular y bien recibido.

Sin embargo, en público se mostró leal con el sistema soviético, aceptó el carnet del PCUS en 1960 y llegó a ser miembro del Soviet Supremo de la URSS. Su actitud frente al gobierno estalinista y el Estado soviético ha sido tema de agrias polémicas políticas y musicales y se ha discutido enconadamente si Shostakovich fue o no un disidente clandestino frente a la URSS.

Tras un período de influencia por Prokofiev y Stravinsky, desarrolló un estilo híbrido, como lo ejemplifica la ópera Lady Macbeth de Mtsensk (1934), que posteriormente derivó hacia un romanticismo musical tardío. La influencia de Mahler se combina con la de la tradición musical rusa, con Mussorgsky y Stravinsky como referentes importantes. Shostakovich integró todas esas influencias creando un estilo muy personal. La música de Shostakóvich suele incluir contrastes agudos y elementos grotescos,[1] con un componente rítmico muy destacado. En su obra destacan sus ciclos de quince sinfonías y seis conciertos; entre la música de cámara cabe mencionar especialmente sus quince cuartetos para cuerdas; también compuso varias óperas, así como música de cine y ballet.

Contenido

Su vida

Sus primeros años

Nacido en San Petersburgo, Rusia, Shostakóvich fue un niño prodigio como pianista y como compositor. De una familia intelectual con influencias políticas, en sus años de adolescencia fue testigo de las revoluciones de 1917 y escribió alguna obra conmemorativa de las víctimas de la revolución. En 1922 fue admitido en el Conservatorio de Petrogrado, donde recibió las enseñanzas de Alexánder Glazunov. Allí sufrió las consecuencias de su falta de interés por la política, y en 1926 fue suspendido en su examen de metodología marxista. La primera obra musical que obtuvo fama internacional la compuso a los 19 años: la Sinfonía No. 1 en fa menor, Op. 10 (1925), que presentó como trabajo de graduación y que ganaría el primer premio de composición. Cuando la obra fue estrenada por la Orquesta Filarmónica de Leningrado, el 12 de mayo del año siguiente, el júbilo se apoderó de los medios artísticos de la joven República soviética. El éxito de la sinfonía en Europa y América corroboró la revelación de un nuevo talento y, lo que era aún más decisivo, del primer gran autor de la "nueva Rusia".

Un sello de Rusia con el retrato de Shostakóvich.
Dmitri Shostakóvich en 1925

Tras la graduación, inició una carrera doble como compositor y pianista, pero su estilo frío de interpretación no fue demasiado apreciado. Pronto limitaría sus actuaciones básicamente a aquellas en las que presentaba sus propios trabajos. En 1927 compuso su segunda sinfonía (denominada Dedicatoria a Octubre). Mientras componía esta sinfonía comenzó a escribir su ópera satírica La nariz, basada en un cuento de Nikolái Gógol. En 1929, su ópera fue tildada de “formalista” por la Asociación Rusa de Músicos Proletarios, una de las asociaciones de músicos de la URSS.

En 1927 comenzó también su relación con Iván Sollertinsky, que sería su mejor amigo hasta su muerte en 1944. Sollertinsky dio a conocer a Shostakóvich la obra de Gustav Mahler, que iba a tener una gran influencia en su música a partir de su Cuarta sinfonía.

Hacia finales de los años veinte Shostakóvich colaboró con el TRAM, un teatro juvenil proletario de Leningrado. Aunque desarrolló poca actividad, el puesto lo protegió de ataques ideológicos. Durante este tiempo se dedicó intensamente a componer su ópera Lady Macbeth de Mtsensk, que se estrenó en 1934 y tuvo un éxito inmediato, aunque luego fue prohibida en su país durante veintiséis años.

En 1932 contrajo matrimonio con su primera esposa, Nina Varzar. Aunque las dificultades que tuvieron desde el principio los llevaron al divorcio en 1935, la pareja se reconcilió poco tiempo después.

Primera denuncia

En 1936 terminó la dicha para Shostakóvich cuando Pravda publicó una serie de ataques contra su música. En un famoso artículo titulado Caos en vez de música, cuya autoría ha sido atribuida a Stalin, se condenó a Lady Macbeth en términos drásticos, acusándola de esnobismo antipopular, pornofonía y formalismo. Las representaciones de la ópera, que estaban teniendo lugar simultáneamente en varios teatros, fueron suspendidas y el compositor vio desplomarse sus ingresos y su prestigio, en un contexto en el que la represión política estaba haciendo estragos. Era la época de las grandes purgas, en las que amigos y conocidos del compositor fueron enviados a prisión o ejecutados. Su único consuelo en este periodo fue el nacimiento de su hija Galina en 1936; su hijo Maksim nació dos años después.

Tras algunos ensayos en diciembre de 1936 Shostakóvich retiró su Cuarta sinfonía, sin llegar a estrenarla, probablemente por temor a la reacción que pudiera provocar. La sinfonía, una de las más trágicas de Shostakóvich, podría haber caído como una bomba en el clima de terror que las autoridades soviéticas pretendían encubrir con obras de arte brillantes y optimistas. La obra, que exige una enorme orquesta, no fue estrenada hasta 1961 y, lamentablemente, hasta hoy sigue siendo una de las sinfonías menos conocidas de Shostakóvich.

Su Quinta sinfonía, estrenada en 1937, es musicalmente conservadora. En ella la trágica emotividad de los movimientos lentos se combina con un dinamismo electrizante. La apoteosis final de la obra ha sido interpretada como optimista por unos, como burla a una alegría forzada por otros. Afortunadamente para Shostakóvich, el régimen entendió lo primero y ensalzó la obra, que fue un gran éxito en su país. Aunque recibió críticas atroces en occidente, la sinfonía No. 5 sigue siendo una de las sinfonías más populares del siglo XX. Fue en esa época cuando Shostakóvich comenzó a escribir cuartetos para cuerdas. Sus trabajos de cámara le permitieron experimentar y expresar ideas que hubieran sido inaceptables en sus piezas sinfónicas más populares.

En septiembre de 1937, comenzó a enseñar composición en el conservatorio, lo cual le brindó cierta estabilidad financiera pero a la vez interfirió con su propio trabajo creativo.

La guerra

Cuando Alemania atacó la URSS en 1941, Shostakóvich permaneció inicialmente en Leningrado durante el asedio y comenzó su Séptima sinfonía, conocida precisamente como Leningrado. En octubre de 1941, el compositor y su familia fueron evacuados hacia Kúybishev (ahora Samara), donde terminó su trabajo, que fue adoptado como símbolo de la resistencia rusa tanto en la URSS como en Occidente.

En la primavera de 1943 toda la familia se trasladó a Moscú. De esa época es la Octava Sinfonía, trabajo extenso y oscuro que no fue aprobado por las autoridades. La obra fue muy poco interpretada, pese a su excepcional calidad a juicio de gran parte de la crítica actual. De la Novena Sinfonía (1945) esperaban las autoridades una música adecuada a las resonancias históricas del número 9 en lo sinfónico y a la marcha victoriosa de la guerra contra Alemania. Esas expectativas fueron frustradas por el compositor con una extraña sinfonía, con alusiones a Rossini y momentos que parecen pura música circense.

En 1948 Shostakóvich y otros compositores (Prokofiev, que optó por el silencio, o Khachaturian, que cedió a la presión de la purga) fueron condenados por "desviaciones formalistas" (purga de Zhdanov). Sus composiciones fueron prohibidas y fueron retirados los privilegios de los que gozaba la familia del compositor. Sólo en 1958, tras la muerte de Stalin, el PCUS consideró injustas las críticas y levantó las prohibiciones de las composiciones condenadas en las resoluciones de 1948.

Los últimos años de Stalin y el deshielo

En los años siguientes a la condena de 1948 Shostakóvich compuso trabajos oficiales para asegurar su reivindicación oficial, a la vez que trabajaba en trabajos serios “para el cajón del escritorio”. Entre estos estaban el Concierto para violín Nº 1 en La menor, dedicado a David Óistraj y que no se estrenaría hasta después de siete años de su redacción, y el ciclo de canciones De la poesía popular judía (Op. 79), obra que ha provocado controversia por sus indudables connotaciones políticas. Hay quien ha visto en este ciclo de canciones un acto heroico de afirmación crítica contra el antisemitismo ruso, entonces promovido por las autoridades soviéticas. Laurel Fay dice, en cambio, que Shostakóvich estaba intentando adecuarse a la política oficial adoptando la canción popular como tema de inspiración. Las tres últimas canciones del ciclo, en las que se glorifica la situación de los judíos "en la nueva Rusia", parecen abundar en la interpretación de Fay.

Las restricciones impuestas a la música de Shostakóvich y sus condiciones de vida mejoraron en 1949, cuando Shostakóvich fue enviado con una delegación de personalidades soviéticas a Estados Unidos. Ese mismo año, escribió su cantata Canción de los Bosques, la cual elogiaba a Stalin como el “Gran Jardinero”. En 1951 el compositor se convirtió en diputado del Sóviet Supremo.

Shostakovich se representó a si mismo en algunos trabajos con el motivo DSCH: D-E♭-C-B.

A la muerte de Stalin en 1953 siguió la Décima sinfonía, una de sus composiciones más populares, a menudo descrita como una tragedia optimista. La sinfonía contiene el famoso "tema Shostakóvich", que deriva de las iniciales del nombre y apellido del compositor, transliteradas al idioma alemán, es decir "D SCH". En la notación musical alemana, la serie D–Es–C–H representa los sonidos re natural, mi bemol, do natural, si natural. En el tercer movimiento de su Décima sinfonía, Shostakóvich usa ese motivo DSCH junto con otro que representa el nombre "Elmira", en homenaje a su alumna Elmira Nazírova. Siglos antes, Johann Sebastian Bach había usado el mismo recurso con las letras B–A–C–H que, también en la notación alemana, representan los sonidos si bemol, la natural, do natural, si natural.

Durante los años cuarenta y cincuenta, Shostakóvich tuvo una relación muy cercana con dos de sus alumnas: Galina Ustvólskaya y la citada Elmira Nazírova. Ustvólskaya fue alumna del compositor entre 1937 a 1947. La naturaleza de su relación no está clara: mientras que Rostropóvich la describe como “tierna”, Ustvólskaya dijo en una entrevista en 1995 que había declinado una propuesta de matrimonio suya en los años cincuenta. La relación con Nazírova parece haber sido unilateral, según las cartas que él le escribía, y se puede datar entre 1953 y 1956. En el trasfondo estaba el matrimonio abierto de Shostakóvich con Nina Varzar, quien murió en 1954. Shostakóvich contrajo matrimonio con su segunda esposa Margarita Kainova en 1956; tres años después se divorciaron.

La Undécima sinfonía de 1956-1957 se titula 1905 en referencia explícita a los sucesos revolucionarios que ocurrieron ese año en Rusia Revolución Rusa de 1905. Algunos han querido ver también en esta obra una referencia a la Revolución Húngara.

Su vinculación al partido

El año 1960 marcó otro punto de ruptura en la vida de Shostakóvich: se vinculó al Partido Comunista. Este evento ha sido interpretado como una muestra de compromiso o de cobardía, o como resultado de la presión.

En este periodo también fue afectado por la poliomielitis que comenzó a sufrir en 1958.

La respuesta musical de Shostakóvich a estas crisis personales fue su Octavo cuarteto de cuerdas, que al igual que su Décima sinfonía incorpora diversos códigos y citas.

En 1962 el compositor contrajo matrimonio por tercera vez. La novia, Irina Supínskaya, tenía sólo 27 años. Ese mismo año Shostakóvich volvió al tema del antisemitismo en su Sinfonía No. 13, Babi Yar. La sinfonía es una obra coral basada en poemas de Yevgeni Yevtushenko, el primero de los cuales conmemora una masacre de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. Hay opiniones contrapuestas en cuanto al riesgo asumido por el compositor al estrenar esta obra. El poema de Yevtushenko había sido publicado y no había sido censurado, aunque era controvertido. Después del estreno de la sinfonía, Yevtushenko fue presionado para que añadiera a su poema una estrofa en la que se decía que rusos y ucranianos habían muerto junto a los judíos en Babi Yar.

Sus últimos años

Tumba

En sus últimos años de vida la salud de Shostakóvich estuvo seriamente quebrantada por una mielitis, probablemente consecuencia del cáncer, y por problemas cardíacos. La mayoría de sus últimos trabajos –su Decimocuarta y Decimoquinta sinfonías, y los últimos cuartetos– son oscuros e introspectivos. Atrajeron muchas críticas favorables de Occidente, ya que no tenían los problemas de interpretación que tenían sus anteriores trabajos, que eran piezas más públicas.

Shostakóvich, que había sido un gran fumador, murió de cáncer de pulmón el 9 de agosto de 1975. Fue enterrado en el cementerio de Novodévichy en Moscú, Rusia. Su hijo, el pianista y director Maksim Shostakóvich, fue el dedicatario y primer intérprete de varios de sus trabajos.

Su obra

Véase también: Anexo:Obras de Dmitri Shostakóvich

La música de Shostakovich muestra la influencia de varios de los compositores a los que admiraba: Juan Sebastián Bach en sus fugas y sus passacaglias; Ludwig van Beethoven en sus últimos cuartetos; Gustav Mahler en sus sinfonías y Alban Berg en el uso de códigos musicales y de citas. Las composiciones de Shostakovich son ampliamente tonales dentro de la tradición romántica, pero con elementos de atonalidad, politonalidad y cromatismo. En algunas composiciones tardías (por ejemplo, en el Duodécimo cuarteto) Shostakovich utilizó series dodecafónicas. Muchos comentaristas han notado una diferencia clara entre sus obras anteriores a las críticas de 1936 y los trabajos posteriores, más conservadores.

Indudablemente las quince sinfonías forman el núcleo de la obra shostakoviana, al menos en lo que hace a popularidad. Según una empresa norteamericana especializada en ventas de música clásica por Internet (en septiembre del 2008) las composiciones más populares de Shostakovich (que hay que suponer ordenadas por ventas de CD y DVD) son las siguientes (entre paréntesis el número de versiones de la obra a la venta en dicha empresa): las sinfonías Primera (73), Décima (48), Novena (34), Séptima (48) y Sexta (36); los conciertos para piano No. 1 (39), para violín No. 1 (2) y para violonchelo No. 1 (36); la banda musical de la película El moscardón (26), la Obertura Festiva (31), el Trio para piano, violín y violonchelo No. 2 (67) y el Quinteto para piano y cuarteto de cuerdas (32). Es interesante que esta lista no incluya ninguno de los cuartetos, ni tampoco la Quinta Sinfonía, que muchas veces se ha citado como una de las obras más populares de Shostakovich.

Diferenciar en la obra de un compositor lo que es mejor y lo que es peor es tarea vana si lo que se quiere es hacer ciencia, ya que los juicios de valor son inverificables y la musicología ha de ser empíricamente verificable. Sin embargo, las preferencias del público y de la critica son datos objetivos. Las composiciones antes citadas están sin duda entre las obras más "accesibles" de Shostakovich. Varias, por ejemplo la Sinfonía No. 7, Leningrado y el Quinteto para piano y cuerdas, siguen muy fielmente los patrones de la música tonal en los que a menudo coincidió el gusto del público occidental y el "posromanticismo patriótico" que los líderes de la URSS reclamaron de Shostakovich durante varias décadas. No es el caso de la Sinfonía No. 9 que recibió duras críticas en la URSS y que ahora parece ser de las más populares, aunque, por ejemplo, muchos de quienes conocen bien la obra shostakoviana la considerarían una obra menor comparada con cualquiera de las tres últimas sinfonías. La No. 9 es en el ciclo sinfónico la obra en la que el compositor parece adoptar en máximo grado la actitud de bufón o, dicho menos claramente, el uso histriónico, humorístico y sarcástico de la música. Dado el significativo carácter del número 9 en las series sinfónicas (ni Beethoven ni Schubert ni Bruckner ni Mahler pasaron de él) y las expectativas de los dirigentes rusos (que esperaban que "su compositor" les compusiera "otra novena" grandiosa una vez ganada la gran guerra patriótica contra el nazismo), la Novena Sinfonía de Shostakovich parece ser interpretable en clave de burla, no sabemos si de la muerte, de los políticos del Kremlin, de la comunidad mundial de compositores o quizá de todos ellos. Pero esa burla parece ser muy del gusto del público actual.

Público y crítica han coincidido sin embargo en apreciar significativamente la Sinfonía No. 1, en la que las influencias evidentes de otros compositores sobre el compositor casi adolescente que la compuso no solo no anulan sino que realzan su genialidad. Difícil seria hacer algún reparo contra esa obra que desborda melodías instantáneamente atractivas, cambios de humor que mantienen la atención del oyente al máximo y una pujanza juvenil que convierte su audición en una experiencia jubilosa. Una obra maestra de un genio precoz. De las dos sinfonías siguientes no puede decirse lo mismo. Siempre encontraron las reticencias de la crítica y la extrañeza del público. El vanguardismo estilístico de ambas, mal casado con textos de carácter propagandístico, no pareció calar bien en ninguna parte. No parece extraño que sean de las sinfonías menos populares del ciclo. La Sinfonía No. 4 es otra cosa, sin embargo. Que no fuera interpretada hasta 1961, casi tres décadas después de haber sido compuesta, y que la orquesta que requiere sea descomunal, la mayor de las exigidas en cualquier sinfonía de Shostakovich, son sin duda razones por las que esta sinfonía que se interpreta muy raramente podría considerarse infravalorada. Según Laurel Fay, cuando el compositor la oyó interpretada dijo emocionado que era lo mejor que había escrito en toda su vida y, desde luego, la audición de esta sinfonía en directo es una experiencia que puede ser transcendente. Pero si en la Primera Sinfonía el mensaje fundamental es de pujanza, brío y ánimo vital, el final de la Cuarta en un pedal larguísimo que desaparece en la nada puede suscitar todo tipo de pensamientos ominosos tras casi una hora de música en la que los ritmos siniestros, la ironía y la sensación de inseguridad y violencia son sobrecogedoras. No es de extrañar que esta música fuera compuesta en un periodo histórico y un país en el que muchos, incluido el compositor, temían por su vida. Es esta una sinfonía que, como por ejemplo la Quinta o la Novena de Mahler, incluso el mejor equipo de sonido deja caricaturizada.

De las sinfonías Quinta, Sexta y Séptima de Shostakovich ya se ha escrito mucho, pero no así de la Octava, que suele ser una de las sinfonías menos interpretadas aunque más apreciadas por algunos. El compositor Krzysztof Meyer afirma que es una obra maestra. Compuesta cuando el Ejército Rojo estaba a punto de derrotar a Alemania, su carácter ambiguo en el que predomina una mirada introspectiva y a menudo trágica, cayó como una bomba entre los dirigentes rusos. En muchos casos la crítica occidental tampoco pudo digerirla. Quizás la ya fuerte influencia en aquellos años del dogmatismo dodecafónico hacía que algunos críticos vieran en ella una nueva aplicación de recetas compositivas periclitadas, de la misma manera que en la Quinta Sinfonía se habían visto simplemente "migajas caídas de la mesa de un banquete romántico".

Las sinfonías números 10 y 11 forman un díptico en el que el molde sinfónico tradicional es reutilizado por el compositor con una enorme maestría. Parece como si Shostakovich hubiera querido demostrar que en los viejos odres de los cuatro movimientos de la forma sinfónica tradicional pueden criarse vinos nuevos, que son además buenos. En la Décima Sinfonía la firma musical del compositor (el motivo re, mi bemol, do, si, o sea, DSCH en nomenclatura musical germánica) es el núcleo estructural de una obra que, yendo de la oscuridad a la luz parece recuperar de alguna manera el optimismo que muchos años antes había brillado en la Primera Sinfonía. La Sinfonía No. 11, subtitulada "1905" en alusión a la crisis revolucionaria de ese año en Rusia, podría considerarse como la más conseguida entre las sinfonías programáticas de Shostakovich. Sean los campesinos y obreros rusos masacrados en el Domingo Rojo de 1905 por las tropas zaristas (como indican el subtítulo de la sinfonía y los títulos de sus cuatro movimientos), sean los estudiantes, trabajadores y ciudadanos húngaros en general, masacrados por las tropas rusas en 1956, poco antes de la composición de la obra (subtexto que se ha sugerido como posible interpretación de la obra y que, según indica Laurel Fay, fue expresamente negado por el compositor antes de su muerte, lo cual no significa necesariamente que sea falso), quien sin duda habita en los compases de esta obra es el dinamismo de los tumultos callejeros y de los disturbios en los que se enfrentan fuerzas muy desiguales. Esta Sinfonía No. 11, repleta además de referencias a canciones revolucionarias rusas e internacionales (como La Varsoviana, en España muy usada por los anarquistas de la CNT), que aluden entre otras cosas a la represión política, es todo un prodigio de polisemia.

Ian MacDonald se indignaba contra los comentarios que consideraban la Sinfonía No. 12, El año 1917, como un fracaso, pero su opinión en esto parece ser no solo minoritaria sino absolutamente marginal. Casi nadie defiende esta sinfonía de poco más de media hora de duración en la que pareciera que el compositor se ha atascado en un material musical que repite machaconamente, casi hasta la saciedad. Un dato enigmático es la presencia de un motivo de la Suite Lemminkainen de Sibelius, cita evidente para la que no se ha dado hasta ahora ninguna explicación convincente.

Muchos de quienes conocen las quince sinfonías de Shostakovich consideran que en las tres últimas se halla lo mejor de su producción sinfónica. Quienes se inclinan más hacia el vanguardismo musical suelen optar por la Sinfonía No. 14, mientras que la No. 13, Babi Yar, o la No. 15 suelen ser la elección de quienes miran más hacia la tradición sinfónica y hacia el siglo XIX. Sea como fuere, estas tres sinfonías, completamente distintas entre sí, casi como si hubieran sido compuestas por tres compositores distintos, están a juicio de muchos críticos musicales entre lo mejor que la forma sinfónica produjo en el siglo XX. Sin embargo, la Sinfonía No. 14, instrumentada para orquesta de cámara, con dos solistas que cantan poemas de autores diversos, pero todos referentes a la muerte, en sus once movimientos, no parece realmente una plasmación fiel de la forma sinfónica. Tampoco lo es la Sinfonía No. 13, que con solista y coro que intervienen en sus cinco movimientos parece ser mucho más un oratorio. En la Sinfonía No. 15 el compositor volvió a la música puramente instrumental y a la estructura en cuatro movimientos, en los que sobre las citas de sí mismo y de otros (Rossini y Wagner sobre todo) Shostakovich construyó lo que podría interpretarse como un enorme mausoleo musical.

De los seis conciertos de Shostakovich (dos para piano, dos para violín y dos para violonchelo) los de piano son simpáticos e intrascendentes (sobre todo el segundo) y, del resto, el Concierto No. 1 para violín parece ser el que suscita mayor consenso y entusiasmo de crítica y público, por la introspección y la vehemencia emotiva de sus movimientos lentos y la alegría contagiosa de su final. De los seis, es en el Concierto No. 2 para violonchelo donde Shostakovich se acercó más a la vanguardia.

La obra de Shostakovich para grupos de cámara, para voz con acompañamiento y para piano solista es inmensa. De los quince cuartetos el Octavo es quizá el más popular. Se dice y parece haber pruebas que lo demuestran que el compositor pensaba suicidarse y que compuso esta obra a modo de réquiem. Construido todo él sobre el núcleo DSCH, el cuarteto tiene una unidad estructural monolítica y es una de las obras en las que más claramente se expresa la voz trágica del compositor, que, no obstante, se refirma una y otra vez con su firma musical. No hay firma en cambio en el Cuarteto No. 13, una obra descarnada y gélida que plantea musicalmente los interrogantes de la vida humana. Saliendo de la tonalidad Shostakovich parece irse en este cuarteto del mundo conocido, quizá para adentrarse con el aullido final de un violín en el más allá.

El Trío No. 2 para violín, violonchelo y piano es instantáneamente atrayente, no es de extrañar que sea muy popular y que haya docenas de grabaciones en el mercado. La obra usa esquemas tonales y melodías que sugieren el folclore judío y fue dedicada a la memoria de su amigo intimo Ivan Sollertinsky. Shostakovich consiguió en esta obra una variedad de emociones que suele conmover a casi cualquier público. La Sonata para violín y piano es música pura que se sale de cualquier molde. Fue compuesta para David Oistrakh, que la estrenó con Sviatoslav Richter, quien confiesa en sus memorias que no le gustaba demasiado. Es, de todo lo que compuso Dmitri Shostakovich, la obra preferida de uno de los autores de estas notas.

Shostakovich compuso también música para películas y para la escena, ballets, óperas y una opereta. Su ópera Lady Macbeth del Distrito Mtzensk revisada como Katerina Ismailova, parece haberse convertido ya en parte del repertorio operístico. Shostakovich optó en ella por un naturalismo antirromántico (se dice que los glissandi pornográficos de los trombones provocaron el escándalo de Stalin) al que es difícil encontrarle una explicación clara (Taruskin ha hecho un intento). La nariz, ópera cómica basada en un texto de Gogol, es probablemente una de las obras más conseguidas del Shostakovich de juventud, empeñado en enlazar con la tradición satírica rusa y a la vez con las tendencias musicales de su tiempo. Volkov comentó en la introducción de Testimonio que Shostakóvich adoptó a menudo el papel del yuródivy o iluminado y el yuródivy desempeña un papel importante en la ópera de Músorgski, Borís Godunov, que Shostakóvich admiraba y de la que produjo una nueva orquestación. Siguiendo a Mahler, que se atrevió hasta con Beethoven, Shostakovich no tuvo reparos en enmendarle la plana a otros y así orquestó también las Canciones y danzas de la muerte de Mussorgski y reorquestó el Concierto para violonchelo de Schumann. Pero, según cuenta Michael Steinberg en sus comentarios a la Décima Sinfonía de Mahler, Shostakovich no se atrevió o no quiso terminar esta obra inacabada, tarea en la que intentó interesarle a finales de los años cuarenta el musicólogo canadiense Jack Diether.

Su carácter

Shostakóvich era de varias formas un hombre obsesivo: de acuerdo con su hija, él estaba “obsesionado con la limpieza” (Árdov p. 139); sincronizaba los relojes en su apartamento; regularmente se enviaba cartas a sí mismo para probar cómo estaba funcionando el servicio postal. En el libro Shostakóvich: A Life Remembered de Wilson, se listan 26 referencias a su nerviosismo. Yuri Lyubímov comenta que “el hecho de que él fuera más vulnerable y receptivo que las demás personas era sin duda alguna un componente importante de su genialidad” (Wilson p. 183). En sus últimos años de vida, Krzysztof Meyer recordó, “su cara era una bolsa de tics y gestos” (Wilson p. 462).

Cuando estaba de buen humor, el deporte era una de sus principales distracciones, aunque prefería quedarse como espectador o como árbitro para participar (era árbitro de fútbol calificado). También le gustaban los juegos de cartas, particularmente el solitario, y el ajedrez.

Ambas caras, oscura y clara, de su personalidad se hacían evidentes por su afición por los escritores satíricos como Gógol, Chéjov y Mijaíl Zóschenko (Wilson p. 41). La influencia de los anteriores se puede ver en sus cartas, en las que hace parodias perversas de los funcionarios soviéticos.

Shostakóvich era tímido por naturaleza: Flora Litvínova dijo que “era incapaz de decir “no” a cualquier persona” (Wilson p. 162). Esto significaba que era fácilmente persuasible para firmar comunicados oficiales, incluyendo una denuncia pública de Andréi Sájarov en 1973.

Ortodoxia y revisionismo

La respuesta de Shostakóvich a las críticas oficiales es discutible. Está claro que aparentemente era parte del Estado. Pronunció discursos, o los leyó al menos, y firmó artículos que expresaban la línea de pensamiento del gobierno. También es generalmente aceptado que le disgustaba el régimen, punto de vista confirmado por su familia, sus cartas a Isaak Glikman y la cantata satírica “Rayok”, que ridiculiza la campaña antiformalista y que se mantuvo oculta incluso después de su muerte.

Lo que es incierto es hasta qué punto Shostakóvich trataba de mostrar su oposición al régimen a través de su otra música. El punto de vista revisionista fue expuesto por Solomón Vólkov en su libro Testimonio en 1979, que Vólkov presentó como si fueran las memorias de Shostakóvich y cuya falsedad parece haber sido claramente demostrada por el libro de Malcolm Brown. El Shostakovich que supuestamente habla en Testimonio dice que muchas de sus obras contienen mensajes en clave contra el gobierno. Que esos mensajes en clave existan o no, es, claro está, independiente de que Volkov sea o no un farsante. Que Shostakóvich incorporaba citas y alusiones en su trabajo es evidente, al igual que lo es su firma musical DSCH. Su colaborador por mucho tiempo, Yevgeny Mravinsky, dijo que “Shostakóvich explicaba frecuentemente sus intenciones con imágenes y connotaciones” (Wilson p. 139). La perspectiva revisionista ha sido apoyada por los hijos del compositor, Maksim y Galina, y por varios músicos rusos. La viuda Irina en general apoya esta tesis, pero afirma que Testimonio es una falsificación de Vólkov. Un revisionista prominente fue el fallecido Ian MacDonald, experto en Los Beatles y en Shostakóvich. Su libro The New Shostakovich interpreta la música de Shostakóvich en clave conspirativa, casi cada corchea tiene un significado. Los antirevisionistas niegan la autenticidad de Testimonio y alegan que Vólkov hizo una compilación de diversos artículos, chismes y posiblemente alguna información obtenida directamente del compositor. Más en general, argumentan que la significación de Shostakóvich está más en su música que en su vida, y que buscar mensajes políticos no mejora sino que va en detrimento del valor artístico de la música del compositor. Entre los antirevisionistas destacan Laurel Fay y Richard Taruskin.

El libro de Elizabeth Wilson, Shostakovich: A Life Remembered, brinda interesantes testimonios sobre el compositor. En castellano, el libro "Shostakóvich: su vida, su obra, su época", del compositor polaco Krzysztof Meyer, proporciona una introducción accesible a la vida y la obra de Shostakovich.

Anécdotas y datos de interés

  • En febrero de 1995, cuando Maksim Shostakóvich (hijo del compositor Dimitri Shostakovich) estuvo en México, en entrevista para La Jornada relató a Pablo Espinoza que la gente llegó a apedrear su casa porque Stalin lo llamaba (a su padre) "enemigo del pueblo": "Había un árbol frente a la ventana del estudio de mi padre, y yo me subía a ese árbol para defender, con mi resortera, a mi padre de la gente que iba a aventar piedras [...] Μi padre hubiera vivido muchos años [...] Stalin mató a Dimitri Shostakovich".[2]
  • Se ha dicho que el secreto de Shostakovich era la presencia de una esquirla metálica, un fragmento de metralla, en su cerebro, en el cuerno temporal del ventrículo izquierdo, y que Shostakovich se mostraba muy reacio a que le extrajesen aquella esquirla, ya que desde que la tenía, cada vez que inclinaba la cabeza hacia un lado podía oír música y así tenía la cabeza siempre llena de melodías distintas, de las que se servía para componer. El neurólogo Oliver Sacks se refiere a esta anécdota en su libro Musicophilia (Nueva York, Vintage, 2007, p. 77) y la da como completamente infundada y producto de los bulos que circulaban abundantemente en la Rusia soviética.

Referencias y notas

  1. Sheinberg (2000) pp. 207-309
  2. Juan Arturo Brennan (1985). «La Sinfonía del deshielo, un grito de libertad». Editado por La Jornada. Archivado desde el original, el 10 de junio de 2008. Consultado el 21 de enero de 2009. «"Había un árbol frente a la ventana del estudio de mi padre, y yo me subía a ese árbol para defender, con mi resortera, a mi padre de la gente que iba a aventar piedras [...] Μi padre hubiera vivido muchos años [...] Stalin mató a Dimitri Shostakovich"».

Lecturas complementarias

Libros y artículos

  • Ardov, Michael (2004). Memories of Shostakovich. Short Books. ISBN 1-904095-64-X.
  • Brown, Malcolm Hamrick (2004), compilador. A Shostakovich Casebook. Bloomington: Indiana University Press, 2004.
  • Fanning, David, comp. (1995) Shostakovich Studies. New York, Cambridge University Press.
  • Fay, Laurel (1999). Shostakovich: A Life. Oxford University Press. ISBN 0-19-513438-9.
  • Ho, Allan and Feofanov, Dmitry (1998). Shostakovich Reconsidered. Toccata Press. ISBN 0-907689-56-6.
  • MacDonald, Ian (1990). The New Shostakovich. Northeastern University Press. ISBN 1-55553-089-3.
  • Meyer, Krzysztof (1997). Shostakóvich: Su vida, su obra, su época. Madrid, Alianza Editorial (trad. Ambrosio Berasain, Alianza Música; 75). ISBN 84-206-8675-1.
  • Shostakovich, Dmitri and Glikman, Isaak (2001). Story of a Friendship: The Letters of Dmitry Shostakovich to Isaak Glikman. Cornell Univ Press. ISBN 0-8014-3979-5.
  • Shostakovich, Dmitri and Volkov, Solomon (2000). Testimony (7th edition). Proscenium. ISBN 0-87910-021-4.
  • Tapia Granados, J.A. (2006) "Cien años de Shostakovich" Mundo Clásico Abril (http://www.mundoclasico.com/2009/documentos/doc-ver.aspx?id=69f7dceb-229b-478d-8441-02061277f998).
  • Volkov, Solomon (2004). Shostakovich and Stalin: The Extraordinary Relationship Between the Great Composer and the Brutal Dictator. Knopf. ISBN 0-375-41082-1.
  • Wilson, Elizabeth (1994). Shostakovich: A Life Remembered. Princeton University Press. ISBN 0-691-04465-1.

Enlaces externos

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