Ecumenismo

Ecumenismo
Oración ecuménica en la Comunidad de Taizé

Ecumenismo es la tendencia o movimiento que busca la restauración de la unidad de los cristianos, es decir, la unidad de las distintas confesiones religiosas cristianas. Si bien el término «oikoumenē» se utilizó desde los tiempos del Imperio Romano para expresar al mundo como unidad, en la actualidad la palabra «ecumenismo» tiene una significación eminentemente religiosa, y es usada primordialmente para aludir a los movimientos existentes en el seno del cristianismo cuyo propósito consiste en la unificación de las diferentes denominaciones cristianas, separadas por cuestiones de doctrina, de historia, de tradición o de práctica.

En cambio, la búsqueda de cooperación entre diferentes religiones (tanto entre las religiones abrahámicas —judaísmo, cristianismo e islam— como con otras) se llama diálogo interreligioso.[1]

En el sentir de numerosas personalidades cristianas del último siglo, el ecumenismo constituye un camino de superación de las divisiones entre los cristianos, en orden al cumplimiento del mandato de Cristo: "Que todos sean uno" (evangelio de Juan 17:21).

Entre las muchas personalidades relevantes que tuvieron influencia en el desarrollo de la conciencia ecuménica se encuentran Robert Gardiner, el teólogo Yves Congar, el hermano Roger Schutz -fundador de la Comunidad ecuménica de Taizé-, el patriarca Atenágoras de Atenas, los papas Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II, y el arzobispo de Canterbury Rowan Williams.

Contenido

Origen del término «ecumenismo»

El término «ecumenismo» proviene del latín, «oecumenicus» y del griego, «oikoumenikos» y éste a su vez de «oikoumenē», y significa «lugar o tierra poblada como un todo». El término ya era usado en el Imperio Romano para referirse a la totalidad de las tierras conquistadas. Sin embargo, en la literatura de la época romana el término tenía un significado político-imperial que superaba el sentido geográfico: implicaba «el mundo como unidad administrativa, el Imperio Romano».[2]

Uso del término por los historiadores

Los romanos eran llamados "señores del «oikoumenē»" (Plutarco, Tiberius Gracchus 9, 6). Polibio escribió: "todas las partes del mundo habitado («oikoumenē») han venido a estar bajo el dominio de Roma" (Polibio, Historias 3,1,4). De la misma forma lo usó Dion Casio (Historia Romana 37,1,2; 43,14,16; 43,21,2) y Flavio Josefo, entre muchos otros. Flavio Josefo escribió que el rey Agripa dijo: "En el mundo habitable («oikoumenē») todos son romanos" (La guerra de los judíos 2, 388).

Uso del término en los evangelios

Ícono ortodoxo oriental que representa el primer Concilio ecuménico en Nicea, en 325

.

En los evangelios, el término «oikoumenē» es poco utilizado como tal. Por ejemplo, en Lucas 2,1 se señala: "Sucedió que por aquellos días salió un edicto de César Augusto ordenando que se empadronase todo el mundo («oikoumenē»)". También, el diablo tienta a Jesús ofreciéndole "todos los reinos de la tierra («oikoumenē»)" (Lucas 4, 5).

Uso del término en los comienzos de la historia de la Iglesia

El significado de «oikoumenē» comenzó a tornarse decididamente positivo cuando Constantino I el Grande convocó el primer Concilio ecuménico de cristianos en Nicea, en 325 con la participación de obispos de todo el «oikoumenē». Así se creó un vínculo entre el concepto de universalidad de la Iglesia (es decir, sin exclusiones) y el término "ecuménico" («oikoumenē»).

Breve historia del movimiento ecuménico

Primera etapa (1910-1937)

Primera Conferencia Misionera Mundial, celebrada en el Assembly Hall del New College, Universidad de Edinburgo en 1910. Se considera el inicio del movimiento ecuménico protestante.

El movimiento ecuménico estuvo marcado por diversos hitos. Entre ellos se pueden mencionar los siguientes:

  • En 1908 Spencer Jones y Paul Watson, dos episcopalianos estadounidenses, lanzaron la Church Unity Octave (Octava por la Unidad de la Iglesia), que tuvo una excelente acogida inicial en el mundo anglicano. Nueve meses después, el pastor Paul Watson se convirtió al catolicismo. La octava se convirtió pronto en un instrumento de apostolado en manos de la jerarquía católica de aquel tiempo, con el fin de bregar por la conversión de los cristianos no católicos al catolicismo cual si se tratara de un mero «retorno» al seno de la Iglesia católica. La Iglesia anglicana dejó de realizar ese octavario y transcurrió más de una década hasta que, en 1921, el mismo Spencer Jones lo sustituyó por la Church Unity Octave Council, con un sentido de búsqueda de la unión entre la Iglesia anglicana y la católica.
  • En 1914, Robert Gardiner envió una carta de invitación en latín al cardenal Pietro Gasparri. El papa Benedicto XV contestó que se consideraba a sí mismo como la fuente y la causa de la unidad de la Iglesia.
  • En 1918, el obispo luterano Nathan Söderblom se acercó a numerosos clérigos católicos para invitarles a hablar de la paz. Se efectuó una reunión de Uppsala, en el mes de septiembre. Gasparini no se tomó la cuestión como algo serio.
  • En 1919, una delegación de obispos episcopalianos se acercó a diversas iglesias europeas. Al llegar a Roma, los recibió Benedicto XV, quien les dijo que la única unidad posible se encontraba en su retorno a la Iglesia católica.
Nathan Söderblom, luterano galardonado con el Premio Nobel de la Paz
  • Por primera vez Nathan Söderblom, en una carta abierta, sugirió la creación de un Consejo ecuménico de las Iglesias (C.OE.E).
  • En 1925 se realiza la Conferencia del catolicismo práctico en Estocolmo. Se produjo un violento ataque del canónigo católico Charles Journet contra el catolicismo práctico en su libro L'unión des églises et le Chatolicsme pratique. Se reunió en Estocolmo el Comité de Continuación de la Conferencia Misionera Mundial, para programar la primera Conferencia Mundial de Fe y Constitución.
  • En 1927, se efectuó la primera Conferencia Mundial de Fe y Constitución en Lausana.
  • En 1928, el papa Pío XI publicó su encíclica Mortalium Animos, en la que trató con palabras duras las primeras iniciativas del movimiento ecuménico.[3]
  • En 1929, se realizó la primera evaluación seria del trabajo ecuménico por parte de los católicos, con el libro de Max Pribilla s.j.: Um kirchliche Einheit, Stockholm, Lausanne, Rome.

Segunda etapa (1938- )

Esta etapa coincidió con la historia del «Consejo Mundial de Iglesias» (CMI). Su estatuto, fijado provisoriamente en Utrech en 1938, a causa de la Segunda Guerra Mundial, no fue adoptado hasta la asamblea de Ámsterdam, en 1948. El consejo se definió, no como una «super Iglesia» o como una «Iglesia mundial», sino como una «comunidad de Iglesias que reconocen a Cristo como Dios y Salvador». Desde su fundación se han establecido 7 asambleas generales: Ámsterdam (1948); Evanston (1954); Nueva Delhi (1961); Upsala (1968); Nairobi (1968); Vancouver (1983) y Canberra (1991).

El cardenal Augustin Bea presidió por vez primera el "Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos" creado por Juan XXIII en 1960

En cuanto a la Iglesia católica, el papa Juan XXIII produjo un cambio de rumbo con la creación del "Secretariado para la promoción de la unidad de los cristianos", una comisión preparatoria al Concilio Vaticano II que más tarde recibiría el nombre de Consejo Pontificio para la Unidad de los Cristianos. El 6 de junio de 1960, Juan XXIII designó al cardenal Augustin Bea como primer presidente del recién creado Secretariado.[4] El Secretariado participó en 1961 de la conferencia de Nueva Delhi y fue el responsable de la redacción de diferentes borradores de documentos críticos durante el Concilio Vaticano II, entre ellos el del decreto Unitatis redintegratio sobre el ecumenismo.[5]

La Iglesia católica, a través del Concilio Vaticano II, estableció, entre otros puntos los siguientes:

  1. El ecumenismo debe ser fomentado por los obispos (Decreto Christus Dominus 16).
  2. Los presbíteros no han de olvidar a los hermanos que no gozan de plena comunión eclesiástica con los católicos (Decreto Presbyterorum ordinis 9).
  3. Se ha de cultivar el espíritu ecuménico entre los neófitos (Decreto Ad gentes divinitus 15).
  4. Se exhorta a los católicos a que, reconociendo los signos de los tiempos, participen diligentemente en la labor ecuménica (Decreto Unitatis redintegratio 4).
  5. Los católicos, en su acción ecuménica, deben, sin duda, preocuparse de los hermanos separados, orando con ellos, tratando con ellos de las cosas de la Iglesia y adelantándose a su encuentro (Decreto Unitatis redintegratio 4).
  6. Es necesario que los católicos reconozcan con gozo y aprecien los bienes verdaderamente cristianos, procedentes del patrimonio común, que se encuentran entre los hermanos separados (Decreto Unitatis redintegratio 4).
  7. La práctica del ecumenismo se ha de basar en:
(a) la renovación de la Iglesia como aumento de la fidelidad hacia su vocación, incluyendo movimientos bíblico y litúrgico, la predicación de la Palabra de Dios, la catequesis, el apostolado seglar, la espiritualidad matrimonial, etc. (Decreto Unitatis redintegratio 6),
(b) la conversión interior (op. cit., 7),
(c) la oración unánime por la unidad (op. cit., 8),
(d) el conocimiento mutuo de las distintas Iglesias, con un mejor conocimiento de la doctrina, de la historia, de la vida espiritual y cultural y de la psicología religiosa de las otras Iglesias (op. cit., 9),
(e) la formación ecumenista (op. cit., 10), y
(f) una mejora en cuanto a la profundidad y exactitud en el lenguaje con que se expresa la doctrina de la fe (op. cit., 11), entre otros puntos.

El nuevo rumbo se profundizó con el papa Pablo VI. En Chile, esta práctica fue conocida desde 1970, cuando el Cardenal Raúl Silva Henríquez aceptó una proposición del Presidente de la República, Salvador Allende para celebrar una Oración Ecuménica, tanto al asumir un Nuevo Gobierno por Chile y se le diera al año siguiente el Carácter Ecuménico al Tedeum que se celebra cada 18 de septiembre.

El 25 de mayo de 1995, Juan Pablo II publicó la carta encíclica Ut unum sint (del latín, Que sean uno), en la cual se instó a la unión de las iglesias cristianas mediante la fraternidad y la solidaridad al servicio de la humanidad.[6]

El 30 de mayo de 2004 se fundó la comunidad religioso-ecuménica de los Misioneros y Misioneras del Amor Sacramentado, con un carisma basado en la creación de proyectos sociales que promueven el amor y el servicio. Así, se cuenta entre las visiones nuevas del ecumenismo, dedicada a la atención de diversas obras solidarias en la comunidad, a las que se suman la presencia de oratorios que invitan a todos a la oración universal y no el debate religioso.[7]

La visión de la unidad de la Iglesia por Roger de Taizé

El hermano Roger de Taizé, uno de los mayores promotores del ecumenismo

Una de las personas que más ha contribuido a la promoción de la idea del ecumenismo en el siglo XX , especialmente entre los jóvenes, fue el hermano Roger Schutz, fundador de la ecuménica Comunidad de Taizé. Su visión de la unidad cristiana deriva de la creencia de que Jesús no vino para iniciar una nueva religión, sino para revelar el amor de Dios y reconciliar a la gente entre sí. Por lo tanto, según el pensamiento de Roger Schutz, los cristianos pueden ser reconciliados unos con otros mediante la oración en común, que permite la entrada del Espíritu Santo en el corazón de la acción. En 1972, los jóvenes mostraron la importancia que brindan al mensaje ecuménico de Taizé, tal como se señaló en el periódico francés Le Monde:

Unos dieciocho mil jóvenes procedentes de varios países celebraron la fiesta de Pascua de 1973 sobre la colina de Taizé en Borgoña. La aldea se ha convertido en uno de los primeros centros europeos de agrupación de personas menores de 30 años, hasta el punto de que se hizo preciso derribar la fachada de la iglesia para agrandarla por un inmenso capitel en forma de circo.

¿Qué es lo que arrasta a las gentes a Taizé? Visitantes lo ha habido siempre. Desde hacía tiempo, la colina se había convertido en un intenso foco de ecumenismo: protestante en su origen (1944), su comunidad monástica llevó el amor por la unidad al extremo de integrar «hermanos» pertenecientes a otras confesiones cristianas. Pero fue la proclamación en 1970 del «Concilio de los jóvenes» la que había de dar lugar a un movimiento sin precedentes. En 1972 cien mil personas de más de cien nacionalidades distintas se reunieron en Taizé.

El tema de esta enorme asamblea fue: «Lucha y contemplación para ser hombres de comunión».
Robert Sole. El «Concilio de los jóvenes» en Taizé". Le Monde, 25 de abril de 1973

El ecumenismo, hoy

Un panorama general, basado en las apreciaciones de René Berthier,[8] permite señalar los puntos siguientes referidos al estado de situación del ecumenismo hoy.

Bautismo en un convento de Rusia. Actualmente, el valor del bautismo es reconocido por las Iglesias cristianas históricas, independientemente de cual lo administre.
  • La cuestión del bautismo quedó definitivamente resuelta: todos los cristianos, sean católicos, ortodoxos, anglicanos o protestantes, reconocen el valor del bautismo administrado por las demás Iglesias que no sean la suya propia. Si un cristiano desea pasar a pertenecer a otra de estas confesiones cristianas, no requiere ser «bautizado de nuevo».
  • Han sido igualmente reconocidos sin dificultad como válidos los matrimonios contraídos en cada una de estas Iglesias. Un católico que quisiera contraer matrimonio heterosexual con una persona cristiana no católica solo debería cumplimentar ciertos requisitos que no afectan su concepción del sacramento.
  • La participación en la eucaristía por partes de cristianos miembros de Iglesias diferentes de la católica es deseada y pedida por muchos como signo que preludie la esperada unidad final. Si bien la práctica no fue autorizada todavía por las Iglesias cristianas, algunos teólogos han descubierto zonas de acuerdo doctrinal entre la «fracción del pan» y la eucaristía como presencia real de Cristo. Algunos hechos, como la prédica del primado de la Comunión Anglicana Rowan Williams en la Eucaristía Internacional en el Santuario de Lourdes, junto con las medidas que siguieron, son considerados altamente positivos en orden al ecumenismo.
  • También progresan, aunque sin dudas con dificultades, las investigaciones teológicas emprendidas en común sobre los problemas de la autoridad papal y de la llamada infalibilidad pontificia. En particular, las Iglesias católica, ortodoxa y la Comunión Anglicana se sienten menos alejadas entre sí a nivel doctrinal.
  • Finalmente, las relaciones entabladas a nivel jerárquico son muy buenas, impensables un siglo atrás. El «Consejo ecuménico de las Iglesias», que representa al conjunto de Iglesias de la Comunión Anglicana, protestantes y ortodoxas, goza de un alto prestigio moral. La Iglesia católica no es miembro del Consejo Mundial de Iglesias, pero ha participado de algunas comisiones, como la de «Fe y Constitución». No se excluye que en el futuro se integre en el Consejo como miembro de pleno derecho.
  • Parecería que la unidad entre las distintas confesiones cristianas fuese una idea más afín entre los cristianos jóvenes, a quienes el sentido de la vida, la promoción de la sociedad, el significado de la figura de Jesucristo y la ayuda solidaria en común les importan mayormente. Quizá sea por eso que los jóvenes sigan sintiéndose tan atraidos por experiencias como la que presenta la ecuménica Comunidad de Taizé, o más nuevas como la comunidad religiosa-ecuménica de los Misioneros y Misioneras del Amor Sacramentado.

Bibliografía

Referencias y Notas

  1. Jornada Mundial de Oración por la Paz (Asís, 1986).
  2. Danker, Frederick William. (2000). A Greek-English lexicon of the New Testament and other early christian literature, 3rd edition. Chicago: University of Chicago Press, p. 699.
  3. Pío XI (6 de enero de 1928). «Mortalium animos - Encyclical of pope Pius XI on religious unity» (en inglés). Libreria Editrice Vaticana. Consultado el 30 de septiembre de 2011.
  4. David M. Cheney (20 de febrero de 2011). «Augustin Cardinal Bea, S.J. †» (en inglés). Catholic Hierarchy. Consultado el 28 de julio de 2011.
  5. Decreto Unitatis redintegratio, 21 de noviembre de 1964
  6. Wojtyła, Karol Józef (1995). «Ut unum sint». Vatican.va: Libreria Editrice Vaticana. Consultado el 21-05-2008.
  7. «Misioneros (as) del Amor» (en español/inglés). Consultado el 30 de septiembre de 2011.
  8. Berthier, René (1977). 101 Reponses a un chretien. Librairie Hachette. p. 33-34. ISBN 2-245-00170-2. 

Véase también

Enlaces externos


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