El Calcolítico en la Península Ibérica

El Calcolítico en la Península Ibérica

El Calcolítico en la Península Ibérica

Ídolo oculado (llamado "de Extremadura"). Obra de arte esquemático esculpida en alabastro en el valle del Guadalquivir (España) durante el Calcolítico (tercer milenio a.C.).

Se ha tratado de identificar el Calcolítico ibérico con la civilización de los Millares, pero hay que reconocer que durante el III milenio las tierras peninsulares distaron mucho de mostrar una cultura uniforme. Parece necesario desterrar el tópico del colonialismo a la hora de buscar explicación a los cambios múltiples, entre ellos tecnológicos, del período. Hoy, sin testimonios de interacción, se recurre al autoctonismo del proceso, responsabilizando de los cambios a las poblaciones neolíticas indígenas. Las transformaciones se detectan en los grupos calcolíticos del mediodía peninsular, pero es difícil establecer un orden de prioridad sobre dónde aparecieron los cambios por primera vez. El período es novedoso en poblamiento, tecnología, economía, etc.

Contenido

Características

1) Protourbanización de los poblados. Cada vez los poblados son más amplios y dotados de mejores infraestructuras.

2) Crecimiento de la producción. Se constatan cambios en la cabaña ganadera y un avance de la agricultura intensiva.

3) Sociedad de jefaturas, cada vez más jerarquizada.

4) El metal debió ser un elemento innovador más dentro de los cambios del III milenio en la Península.

5) Andando el tiempo, se incorpora en las culturas calcolíticas de la Península Ibérica el vaso campaniforme, con un sentido de mera adición respecto al pasado inmediato.

  • Se ha hablado de dos etapas: Precampaniforme-Campaniforme o Millares I y Millares II.

El Sureste: Los Millares

La gran mayoría de los yacimientos se distribuyen por la provincia de Almería, el sector oriental de la de Granada, pudiendo llegar a Murcia, como lo demuestra el poblado fortificado de Cabezo del Plomo (Mazarrón) y sur de la provincia de Alicante como lo prueba el poblado de Les Moreres en Crevillente. Esta área coincide con la zona más árida de Europa (aunque la desertización bien puede tener a la población humana de aquella época como factor importante, como ocurrió en muchos otros lugares).

El poblamiento

Frente a un poblamiento muy disperso y de débil densidad demográfica de la etapa anterior, se implanta ahora un modelo caracterizado por la polarización en torno a yacimientos de entidad y con cierto grado de urbanización, desde los que se vertebra la explotación de sus respectivos territorios. Como ejemplos se pueden mencionar: los Millares, en el valle del Andarax; Almizaraque, en el bajo Almanzor; Terrera Ventura, en el área de Tabernas; el Tarajal, en el campo de Níjar; el Malagón, en el altiplano de Chirivel.

No se puede hablar de grandes focos de población, excepto en los Millares, con una extensión de 4 a 5 ha de caserío. La extensión normal ronda la hectárea.

Es muy importante destacar el carácter permanente de estos poblados, como demuestran la existencia de murallas, las estructuras habitacionales: casas circulares con zócalo de piedra y el binomio necrópolis-poblado.

El emplazamiento de los Millares y las fortificaciones

Los Millares se encuentra emplazado en un espigón fluvial, formado por la confluencia de la rambla del Huéchar y del río Andarax. Tiene pues, un emplazamiento defensivo; el acceso sólo era fácil por el oeste.

En este yacimiento se llevaron a cabo diversas excavaciones, en el siglo pasado, por Luis Siret y en el siglo XX por Almagro y Arribas, hace unos pocos años por Molina. Como resultado de estas últimas excavaciones se han documentado con todo rigor, tres líneas de muralla. De ellas, la exterior, que une los cortados del Andarax y la rambla del Huéchar, alcanza una longitud de 310 metros. Se construyó avanzada la vida del poblado, pues deja tras ella alguna sepultura; las demás se encuentran fuera del muro. Este muro describe en planta un círculo, intercalándose 18 bastiones y en el centro se abre la puerta principal, protegida por una barbacana piriforme. La anchura máxima del muro es de 3 metros. Los restantes lienzos de muralla se encuentran a 50 y 30 metros del primero. Engloban su trazado torres circulares huecas, en vez de bastiones, y su cronología parece anterior a la primera. El establecimiento fortificado de los Millares se completa por unos fortines que, en número próximo a la decena, se distribuyen por las cumbres de las colinas que cierran por el sur y por el oeste el llano de los Millares. Gracias a la excavación del número 1 sabemos que constaban de una torre central rectangular protegida por varios anillos de muralla con bastiones.

Las viviendas

Las viviendas son de planta circular con zócalo de piedra, las mayores de hasta 6 metros de diámetro. Es interesante destacar que carecen de compartimentación interior y presentan una dispersión aleatoria.

A partir de las observaciones estratigráficas se está en condiciones de afirmar que el yacimiento inició su trayectoria sin fortificación alguna, más tarde se construyeron dos lienzos defensivos más próximos a la acrópolis, luego se levantaron la tercera muralla y los fortines. Por último, en época campaniforme la vida se retrotrajo de nuevo a la ciudadela.

Chapman, tomando como referencia la extensión del poblado y el número mínimo de defensores necesarios para rentabilizar sus imponentes fortificaciones, propone la cifra de 1.000-1.500 habitantes para los Millares, lo que justifica la adjudicación a este centro el calificativo de “protourbano”. Se ha defendido también la orientación agrícola para los Millares.

Estos rasgos generales que hemos visto en los Millares son apreciables en otros yacimientos como el Malagón, el Cerro de la Virgen de Orce, Campos y Almizaraque.

Las necrópolis

Se sitúan indefectiblemente en las inmediaciones de los poblados. Constan de monumentos de enterramiento colectivo, con amplias cámaras circulares de hasta 6 metros de diámetro, pasillos de acceso y cubiertas cupulares. A veces, las cámaras se complementan con camaretas laterales secundarias. Los pasillos suelen aparecer segmentados a base de losas perforadas. Las cubiertas adoptan la forma de falsa cúpula, por aproximación de hiladas, afianzándose su construcción mediante el uso de un pie central.

En los Millares se han descubierto unas 90 tumbas, todas de cúpula, excepto media docena, con cubierta monolítica plana. Las que presentan cúpula se denominan tholos, por comparación con las tumbas del Egeo, en plena exacerbación orientalista (“tesis orientalista”).

Los osarios se sitúan en la cámara, en el corredor o incluso en las camaretas. En determinados monumentos pueden llegar a corresponder a un centenar de individuos, aunque en otros no alcancen la decena, situándose la media en torno a 20. Las ofrendas están diseminadas, sin que resulte posible asociarlas a enterramientos concretos. Entre ellas hay cerámica lisa y decorada, herramientas líticas talladas y pulimentadas, piezas de adorno algunas veces sobre materiales exóticos, herramientas y armas de cobre, ídolos de piedra y hueso, etc. Este tipo de enterramientos nos pone de relieve una estructura de comunidad en grupos de parentesco, en que cada linaje o grupo de filiación contaba con un panteón que sería también signo externo de su respectivo grupo familiar.

La economía

Agricultura

Se intensificaron los asentamientos en los que se han encontrado semillas de cereal (se han documentado trigo y cebada en Almizaraque). Algunas veces se han encontrado en pequeños graneros en el interior de las casas. También se han documentado algunas leguminosas, el haba en Almizaraque y la lenteja en Campos, lo cual podría hacer pensar en rotación de cultivos. Podría también haberse iniciado el cultivo del olivo y de la vid, como ocurría en esta misma fecha en la zona del Egeo, pero no hay seguridad de que las muestras encontradas pertenezcan a plantas domésticas.

Los restos de fauna prueban un cambio en la cabaña ganadera respecto a la del Neolítico, disminuyendo la frecuencia de ovicápridos en beneficio de grandes bóvidos y équidos, que se sacrificaban en edades avanzadas, lo que ha dado pie a especular sobre la posibilidad de que se dedicasen a la carga y, tal vez, a la tracción. ¿Conocían el arado y el carro? De confirmarse esto, el consumo de carne se habría concentrado en cabras y ovejas, existen también indicios de aprovechamiento de la leche, utilizada para la fabricación de queso, conforme permiten entrever las numerosas queseras y coladores recuperados en las excavaciones. También otra importante aportación de carne era la caza. En el Cerro de la Virgen de Orce, la proporción de huesos de animales salvajes era del 21%, entre éstos se encontraban ciervos, jabalíes, uros, conejos y diferentes aves.

Útiles

La gran mayoría de los artefactos y adornos hallados en los yacimientos fueron productos locales. Las cerámicas son muy toscas, aunque, a veces, presentan engobes rojos o negros (a la almagra), normalmente es lisa, salvo en el caso de los llamados vasos “simbólicos”, decorados con motivos oculados o soliformes. También existen algunas vasijas pintadas.

  • Útiles líticos: entre los objetos de sílex destacan largas láminas de anverso facetado y, sobre todo, puntas de flecha (losángicas, cruciformes con pedúnculo y de profundísima base cóncava). Hay también puñales y alabardas, pero son excepcionales. El pulimento de piedra se reservaba para hachas, azuelas y algunos ídolos (antropomorfos, placa, betilos). En hueso y asta abundan punzones, agujas, espátulas, siendo raros los adornos (como afileres y botones) y los ídolos, de los que se atestigua, no obstante, un buen lote de tipo oculado en Almizaraque.

La producción de estos bienes es doméstica. Hay constancia de actividades artesanales, como la talla del sílex, en el interior de las viviendas de Almizaraque y los Millares. Sin embargo, algunos datos sugieren la aparición de especialistas. Ciertas cerámicas de Almizaraque y los Millares, que distan 80 Km. pueden proceder de un mismo taller, según atestiguan los análisis de pasta. Del estudio del sílex se puede deducir la existencia de unas redes de distribución de materia prima.

Metalurgia

La metalurgia pudo ser exclusiva de unos pocos especialistas y estar relativamente centralizada. Sin embargo, la producción de objetos de metal no fue demasiado extensa, limitándose a ciertas herramientas como hachas planas, cinceles, leznas, sierras y armas como puñales triangulares y alguna navaja curva.

En el caso de el Malagón, los filones de cobre pudieron explicar el emplazamiento. Cabría pensar entonces en la posibilidad de la existencia de auténticos poblados mineros especializados abastecedores de materia prima como el Malagón y el Hártela, pero en estos sólo hay mínimas trincheras, al revés de lo que sucede en los Balcanes, donde se atestiguan enormes minas. En cuanto a la fundición, el reconocimiento de un artesanado especializado es problemático. En casi todos los poblados hay indicios de actividades metalúrgicas. En Almizaraque se detecta en bastantes cabañas, lo que nos indica el ámbito familiar de tal práctica. Sólo en las últimas excavaciones de los Millares ha llegado a individualizarse un amplio taller rectangular en el que puede seguirse con detalle todo el proceso de trabajo metalúrgico. Tal vez esto sea indicio de la existencia de especialistas autónomos dedicados a estos menesteres. A este grupo de especialistas cabría añadir los responsables del comercio norteafricano, que aporta al sudeste materias primas de lujo como el marfil o la cáscara de huevo de avestruz.

La sociedad

Es muy difícil hablar de fundidores-especialistas, sin embargo, a partir del cementerio de los Millares puede afirmarse que la sociedad calcolítica del sureste estuvo incipientemente jerarquizada. Una necrópolis megalítica, siguiendo a Renfrew, pertenece a una sociedad segmentaria en la que cada tumba es patrimonio de un grupo familiar de entre los varios que, en régimen de igualdad, se aglutinan en una unidad superior. Chapman ha advertido ciertos fallos en el funcionamiento de este modelo aplicado a los Millares al comprobar lo siguiente:

1.Que no todas las tumbas cuentan con la misma riqueza en cuanto a ajuares, concentrándose en unas pocas los suntuarios: cerámicas simbólicas, elementos importados (ámbar, marfil, cáscara de huevo de avestruz), piezas metálicas, objetos campaniformes, etc.

2.Que algunos monumentos denotan mayor complejidad arquitectónica, lo que supone una mayor inversión de trabajo.

3.Que tal vez la distribución de los enterramientos no es aleatoria, las más ricas y complejas están más cerca de la ciudadela o acrópolis.

4.Que en el interior de los sepulcros hay zonas en que se concentran las ofrendas más destacadas, tal vez para individualizar algunos individuos.

Todo ello se podría interpretar como testimonio de la aparición de unas élites, aludiendo a la existencia de una sociedad incipientemente jerarquizada de la que falta evidencia arqueológica en el hábitat, como son edificios singulares o viviendas realmente distinguidas por concentraciones excepcionales de riqueza.

Conclusión

En la segunda mitad del tercer milenio se producen cambios importantes:

1)La intensificación en la producción de alimentos.

2)Un aumento demográfico.

3)La nuclearización y sedentarismo del poblamiento.

4)La centralización política.

5)Ciertos cambios sociales como es la presumible existencia de jerarquías embrionarias.

Estas transformaciones hicieron que los investigadores se preguntaran sobre sus causas. Las tesis orientalistas las sostuvieron Siret y Bosch-Gimpera, entre otros. Más tarde, tras la reexcavación de los Millares y de ciertos poblados amurallados semejantes de los alrededores de Lisboa, las sostuvieron Sangmeister, Schubart y Blanco. Estos investigadores acuñaron el término “colonia” para referirse a yacimientos como Almizaraque, los Millares y Vila Nova de São Pedro y, en general, las atribuyeron a navegantes cicládicos, no sólo por su distribución periférica costera, sino también por los paralelos de las fortificaciones ibéricas con las de Chalandriani, de la isla de Siros, y de otros muchos objetos. Incluso para las tumbas millarenses se hablaba de relación con las cretense de Platano, en la llanura de Messara, correspondientes al Minoico antiguo, cuyo modelo habría sido trasladado a occidente por prospectores de metal.

Esta explicación hoy día está en crisis, por la falta de documentos que revelen una auténtica interacción entre ambos extremos del Mediterráneo. Los primeros materiales de oriente constatados en la Península Ibérica son las cerámicas micénicas encontradas en Llanote de los Moros, en Montoro (Córdoba), cuya datación se sitúa hacia el 1.300 a. C. Pero también hay que decir que los ídolos y las cerámicas que hemos visto son productos locales.

Los metales cicládicos se hacían con minerales del Egeo y no de las presuntas “colonias”, como han demostrado análisis recientes. Es decir, se impone una perspectiva indigenista para la interpretación de los cambios, pero su explicación concreta sigue siendo muy difícil.

Resultan necesarias conexiones entre costas del Mediterráneo para justificar la presencia en la Península Ibérica de objetos de procedencia egipcia, como es el caso de los ungüentarios y las sandalias votivas o bien elementos de inspiración cicládica como es el caso de los copos portugueses.

El Suroeste

Idolo-Placa prehistórico antropomorfo. Piedra. Sección plana. Calcolítico. Procedente del Dolmen de Garrovillas (Garrovillas de Alconétar, Cáceres, Extremadura, España).

Entre el 2.500 y el 2.000 se aprecia en el Suroeste un trasfondo de unidad en diversos aspectos como son la nuclearización y el encasillamiento de los hábitats, en el surgimiento de la metalurgia o bien la aparición de un ritual funerario común en el que participan unos mismos símbolos. Todo ello justifica que se pueda estudiar globalmente.

Extensión y poblamiento

Las primeras referencias sobre el fenómeno de concentración y sedentarización del poblamiento en el suroeste peninsular se obtuvieron en el ámbito de la llamada “cultura del Tajo”, que incluía las penínsulas de Lisboa y Setúbal. Allí se encuentran Vila Nova de São Pedro y Zambujal. Estos yacimientos se caracterizan por su reducido tamaño, no superior a la hectárea y porque fueron construidos y reconstruidos en sucesivas fases hasta alcanzar la complejidad estructural que presentan. El ejemplo más significativo es, sin duda, Zambujal. Este tipo de poblado se constata también en el Algarve y el Bajo Alentejo e incluso en la provincia de Huelva, donde cabe citar el de Cabezo de los Vientos. Otros yacimientos como Valenciana de la Concepción, Sevilla, Pijotilla, en Badajoz o Ferreira en Alentejo en el sur de Portugal, manifiestan menor preocupación defensiva y mayor extensión.

Por lo tanto el poblamiento en el Suroeste no se reducía a pequeños lugares fortificados, sino que es más complejo, una situación bastante distinta a la del Sureste, donde los principales núcleos, como los Millares, estaban siempre fortificados. Estos hábitats fortificados se explican por la presencia de colonos, que no sólo aportaban modelos arquitectónicos, sino también estilos cerámicos como los famosos “copos” de la cultura del Tajo y la metalurgia del cobre. Actualmente se defiende el autoctonismo, aunque para las murallas se puede defender la inspiración en el prototipo mediterráneo de la Península. Contando también con el uso de los mismos símbolos, como ídolos oculados, de la tipología singular para los instrumentos materiales exóticos.

La metalurgia

Los minerales comprometidos en la fundición (carbonatos y óxidos de cobre), así como los productos finales, son los mismos que en Los Millares, por lo que cabría hablar de una misma tradición metalúrgica y del funcionamiento de mecanismos emulativos entre ambos focos. Tradicionalmente se ha defendido la subordinación del grupo del Tajo.

En los primeros momentos los artefactos de cobre se reducían a hachas planas alargadas, punzones dobles, cinceles, sierras y algún puñal triangular. Más tarde, coincidiendo con el campaniforme, se añadieron puñales de lengüeta y ciertas puntas de jabalina pedunculadas, llamadas de palmela.

Las necrópolis

Como en las tierras almerienses se implanta el binomio poblado-necrópolis. Otra característica es la generalización de los monumentos de cúpula o tholoi, sin embargo, ello no supuso ruptura respecto al pasado, porque muchísimos de los grandes dólmenes anteriores se siguieron usando, tal es el caso de Anta Grande de Olival da Pega, en Reguengos (Portugal). Otros dólmenes, como el de Comenda de Igreja, se vieron sustituidos por los modernos tholoi, pero que se construyeron en el interior de los mismos túmulos, acreditando la persistencia del carácter sagrado de los respectivos lugares.

En la zona del Tajo final también fueron comunes los enterramientos en cuevas artificiales excavadas en la roca, pudiéndose poner de ejemplos los de Alapraia y Palmela. El momento culminante de su utilización debió ser la Edad del Cobre, los ajuares son de esta época y del campaniforme, pero su origen se retrotrae al Neolítico, lo que prueba la continuidad funeraria.

Ritos funerarios

Se trata de sepulturas colectivas, probablemente correspondientes a distintos linajes familiares, lo cual no representa diferencia alguna respecto al ritual megalítico anterior. Sin embargo, hay ciertos cambios, no sólo en unos ajuares específicos de esta época, sino también en la subdivisión del espacio interno de las sepulturas mediante camaretas o nichos, respondiendo esto tal vez a una necesidad social de individualizar a ciertos personajes. Un ejemplo en este sentido lo proporciona el sepulcro de cúpula número 3 de Alcalar, en el Algarve. En uno de sus nichos se recuperó un ajuar excepcional, constituido por alabardas, hachas, sierras y otros objetos de cobre.

Permanece la estructura de la sociedad segmentaria anterior, pero la progresiva complejidad económica de los grupos del Cobre estimula la aparición de dirigentes, cuyas tumbas, sin ser individuales, se diferencian del resto.

Los ajuares

Los materiales que se detectan en los enterramientos coinciden con los domésticos, pero se observa cierta especialización. Como en la etapa megalítica anterior, el sílex es importante: las pequeñas puntas de flecha y los microlitos son sustituidos por puntas de base cóncava o recta con retoque invasor. También en sílex se encuentran grandes láminas retocadas y en la Extremadura portuguesa son muy importantes las alabardas de sílex, que se tallan bifacialmente. La cerámica en los tholoi del Algarve y el Guadiana-Guadalquivir se distingue sobre todo por los platos de “borde almendrado”. El motivo decorativo de los ojos comparece en todo tipo de objetos, siendo distintivos de las llamadas “cerámicas simbólicas”. También encontramos hachas y azuelas de piedra pulimentada, piezas de cobre (primero las hachas planas y luego puñales de lengüeta y puntas palmela en la fase campaniforme). Encontramos también adornos como colgantes, cuentas de collar de piedra y, excepcionalmente, de oro y marfil. Sin embargo, las piezas funerarias clave del Suroeste son los ídolos, que son auténticas manifestaciones de religiosidad. Los ídolos tienen rasgos antropomorfos y pueden fabricarse en arcilla, pizarra, hueso e incluso marfil.

Entre los más abundantes se encuentran los ídolos-placa de pizarra con abigarrada decoración, cuyo origen se sitúa en las últimas etapas neolíticas. A partir de la Edad del Cobre se individualizan los hombros y la cabeza, se les dotará de ojos y mantendrán una perforación para colgar. Son uno de los elementos más representativos del Suroeste peninsular.

Otros ídolos en la misma línea decorativa son los báculos o bastones, que tienen forma de maza. Otros ídolos son los betilos, cilíndricos y suelen ser de caliza muy blanca. Muestran en una de sus caras la típica decoración de ojos circulares.

En el caso de los ídolos-falange, los ojos aparecen grabados o pintados. Este modelo es también frecuente en el Sureste.

Los ídolos, en general, aluden mayoritariamente a un mismo símbolo: la “divinidad de los ojos”. ¿Quién era esa divinidad y cual era su significado? Se trata, por regla general, de un personaje femenino, lo cual ha servido para identificarlo con la diosa Madre o diosa de la Tierra de las comunidades campesinas neolíticas. La diosa, en tal sentido, sería como Ceres o Cibeles, se presenta como garante de riqueza, de fecundidad, de buenas cosechas. Para algunos autores resulta problemático que la mayoría de las estatuillas de esta diosa aparezcan en un panteón funerario, por lo que ven en ellas representaciones de aves nocturnas, como la lechuza (los “tatuajes” de los oculados corresponderían al disco facial de estas rapaces). Childe defiende una postura conciliadora: “parece que la antigua diosa de la fertilidad se hubiera transformado en una diosa de la muerte”, tal vez como una diosa de la resurrección. Por último, los ídolos se esgrimieron como base de los planteamientos orientalistas, porque hay ídolos-placa en Chipre y símbolos oculados en los Balcanes y Chipre, incluso se puede hablar de paralelos intermedios en Sicilia. No obstante, en la actualidad no existe en la Península ni un solo caso de importación oriental. Tal vez, bajo la relativa unidad formal de estos objetos, subyace un mismo simbolismo y contenido religioso en el Mediterráneo.

Cronología

Las fechas que nos proporcionan los monumentos sepulcrales tienen un valor relativo, porque estos monumentos se usaron durante mucho tiempo. Son mejores las de los asentamientos. Y en este sentido, para Zambujal y Santa Justa contamos con más de una decena en cada caso y para Monte da Tumba, alguna datación absoluta aislada. La más antigua de estas últimas se remonta al 2.590 a. C., lo que supone una referencia de gran valor para el punto de partida del fenómeno de las fortificaciones: en el Castelo de Santa Justa tenemos una fecha del 2.400 para el comienzo de la fase antigua del poblado, ya con muralla y una metalurgia consolidada. En Zambujal nos encontramos con unas fechas (2.250/2.245) más de un siglo posteriores a la fortificación circular o núcleo primario, que corresponden a las fases constructivas 2a/2b del poblado.

El campaniforme en su variante marítima aparecía hacia el 2.100 (fase constructiva 3b/3c), lo que indica que el Cobre pleno declina por entonces para dar paso a la fase final. Algunas dataciones de las fases de Zambujal del siglo XVII a. C. aluden a las postrimerías del poblado, lo que supone el ocaso del modelo de hábitat fortificado de la zona coincidiendo con los comienzos de la Edad del Bronce. El campaniforme marítimo se caracteriza por bandas finas puntilladas y bandas lisas entre ellas.

El Calcolítico en la Tierras del Interior: la Meseta y el Norte de Portugal

Hoja de sílex (fracturada), procedente de un yacimiento calcolítico de Fresno de la Ribera (Zamora, España).

Hace años se hablaba de “vacío cultural” en las tierras del interior. Hoy día la situación es distinta, pudiéndose aludir a la existencia de grandes analogías en cuanto al material arqueológico con el Sureste y Suroeste. Cabría reconocer, incluso, un grado de complejidad cultural comparable a los focos periféricos de la Península.

Las innovaciones son muy difíciles de valorar, porque es desconoce en buena medida la etapa previa. Esta situación hizo que se recurriera al difusionismo o al colonialismo para explicar la génesis del horizonte del Cobre en la Meseta, de esta manera se justificaba la existencia de materiales arqueológicos parangonables con los de algunas estaciones del sur de Portugal, como los siguientes: platos de borde almendrado de una serie de pequeños poblados de los alrededores de Plasencia (Cáceres), o más al este, en el Castillo de las Herencias (Toledo), cuya distribución no alcanzó a desbordar el Sistema Central; en segundo lugar, ciertas “cerámicas simbólicas” de los yacimientos zamoranos de Las Pozas o de los Paradores de Castrogonzalo; en tercer término, ciertas decoraciones cerámicas, como los triángulos punteados; puntas líticas talladas de base recta o cóncava; ciertos ídolos oculados en hueso, procedentes de Las Pozas o de la Cueva de la Vaquera (Segovia), aunque en el caso de estos últimos cabría relacionarlos más bien con piezas del Sureste; finalmente, diversas piezas metálicas (puñales triangulares).

Estas analogías se explican hoy como emulación, no como interacción, por mucho que un botón de marfil de Las Pozas pudiera relacionarse con el circuito comercial de manufacturas ebúrneas norteafricanas.

El poblamiento

Hasta hace poco, los poblados calcolíticos de la Mesta se reducían a “campos de hoyos” en los areneros de Madrid, como Cantarranas o Villaverde o el valle medio del Duero, como Los Cercados (Valladolid) y Las Pozas (Zamora), que se atribuían a poblaciones escasamente estables.

Hoy se tiene información, sobre todo en el reborde occidental, de poblados fortificados, de cierta extensión y con auténticas casas, que atestiguan un marcado sedentarismo: el Castillejo, con líneas de pequeños fortines exteriores circulares y Cabrerizas, con casas circulares de piedra, los dos en Plasenzuela (Cáceres). El Cerro del Quemado, en la provincia de Ávila, presenta un foso excavado en la roca. Quizá el más interesante de todos sea el Castro de El Pedroso (Zamora), con una muralla de bloques de granito y una torre hueca, además, se documentan casas circulares. Este castro zamorano tiene un respetable tamaño, cerca de las cuatro hectáreas e incluso cuenta con un “santuario” de arte esquemático en sus alrededores.

En el norte de Portugal la situación es parecida a la de la meseta, destacando unos poblados fortificados en la misma línea del Duero, como Castello Velho, en Vila Nova de Foz Coa, o más al norte, como San Lorenzo. Castello Velho tiene doble muralla reforzada con bastiones. En el interior hay restos de construcciones pétreas y agujeros para hogares.

Por tanto, también en el interior peninsular se experimentará un avance del proceso de sedentarización y de “centralización política”.

La economía

Compresores y retocadores de cuernas de cérvido procedentes del yacimiento calcolítico de «Los Cercados», en Mucientes (Valladolid, España). Museo Arqueológico de Valladolid.

Tenemos constancia de agricultura en los poblados de las campiñas centrales, por ejemplo, semillas de trigo en Villardondiego (Zamora) y de pólenes de cereales en El Ventorro (Madrid), incluso en tierras madrileñas contamos con la impronta de un cesto de trigo en un “hoyo” en La Cervera (Madrid), lo que prueba que algunos de ellos desempeñaron originariamente la función de silos. También hay numerosos hallazgos de dientes de hoz en sílex que muestran el “lustre de la siega”. También en el norte de Portugal (Bunaco da Pala) se había almacenado cierta cantidad de trigo, cebada, e incluso habas y bellotas.

Se ha discutido sobre la contribución de équidos y bóvidos al desarrollo de una agricultura intensiva, bien como animales de carga o tracción, a partir de los restos del yacimiento de Las Pozas, ya que los animales fueron sacrificados a edad adulta. En cuanto a la ganadería hay que mencionar sobre todo los restos de cerdos y ovicaprinos. Se cazan ciervos y uros.

En cuanto a la metalurgia, es de carácter local, y en este sentido hay que avanzar la idea de exportaciones meridionales, como lo demuestran los crisoles y contenedores de coladas hallados en varios yacimientos. El mineral, en ciertos casos, se traía de lejos, de las tierras altas de León y Palencia o de la Sierra de Ávila, planteando el grado de organización de los grupos locales de la Edad del Cobre. Algo análogo podría decirse tras el reconocimiento de talleres locales de sílex para la fabricación de dientes de hoz en Los Cercados, en Mucientes (Valladolid), que se exportaban a la Tierra del Vino, en la provincia de Zamora.

Usos funerarios

Ni en la meseta ni en el norte de Portugal se contempla el binomio poblado-necrópolis, que es tan característico del sur peninsular. En las penillanuras de Zamora, Salamanca y norte de Cáceres, los viejos megalitos continúan usándose, como acreditan los elementos de ajuar (cerámicas, útiles de piedra y elementos de cobre), que son idénticos a los de los hábitats de este momento.

A partir del 2.000 a. C. el Campaniforme se convierte en elemento habitual de los ajuares funerarios, pero formando parte de ofrendas a personajes destacados, asociándose a puntas palmela, puñales de lengüeta y elementos de adorno de oro. Sin embargo, este hecho no resulta fácil de precisar al encontrarse en un espacio sepulcral común, caso de las sepulturas megalíticas de Cha de Carvahal, en Baiao, de Galisancho y Aldeavieja de Tormes, ambos en la provincia de Salamanca.

La asociación a individuos concretos la veremos en las campiñas del Duero y en los alrededores de Madrid, donde se documentan auténticas tumbas individuales que podían catalogarse de aristocráticas.

Las jefaturas individuales, empleando la terminología actual, resultan perfectibles arqueológicamente en esta zona desde fines del Cobre, como prueba el yacimiento de Fuente Olmedo, en Valladolid.

Véase también

Obtenido de "El Calcol%C3%ADtico en la Pen%C3%ADnsula Ib%C3%A9rica"

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