Escultura en España

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Relieve de Osuna

Contenido

Escultura pre-romana

La escultura celta está representada fundamentalmente por los verracos, figuras de animales que se asemejan a toros, protectores de la ganadería. Son característicos de esta escultura animalista los Toros de Guisando (Avila). También son muy importantes las aportaciones del pueblo ibero, siendo las más características las llamadas damas ibéricas, mujeres ricamente ataviadas que pudieran representar a diosas o sacerdotisas, como la célebre Dama de Elche o la Dama de Baza.

Artículo principal: escultura ibérica

Escultura romana

Durante los mejores tiempos de la dominación romana se tallaron en la Península notables imitaciones de las clásicas esculturas mitológicas de Grecia y Roma y acabados retratos de emperadores en busto y en estatua así como preciosos relieves en algunos sarcófagos y bellísimos entalles en piedras finas de joyería (especialmente, en la antigua Clunia de donde se han extraído gran cantidad) según lo demuestran los frecuentes hallazgos que figuran en diferentes Museos españoles. Sobresalen entre estas obras

Se han encontrado, además, en toda la Península numerosos idolillos de bronce y de barro cocido representando generalmente a Hércules y Mercurio con sus respectivos atributos y otros varios objetos de pura ornamentación escultórica. En cuanto a sarcófagos, el más notable es el de Husillos (Palencia) que ostenta relieves mitológicos, siguiéndolo el de Covarrubias y otros presentes en diferentes Museos españoles. El de Covarrubias que algunos han considerado como cristiano, es un excelente sarcófago bisomo de mármol de sabor pagano que puede remontarse al siglo III. Lleva en un clípeo central del frente el retrato de los difuntos (dos cónyuges). A los lados de éste van las curvas llamadas estrígiles y en los extremos de la misma cara figuran pastores y ocupaciones de ellos. También es digno de memoria por haber servido de sepulcro desde el siglo X a doña Sancha de Pamplona, mujer de Fernán González, primer conde de Castilla independiente.

Escultura paleocristiana

La escultura paleocristiana se halla especialmente representada por los sarcófagos, ricamente decorados muchos de ellos con estrígilos, escenas bíblicas y representaciones alegóricas. Destacan el de Leocadius en Tarragona y el de la Iglesia basílica de Santa Engracia en Zaragoza. También se conservan algunas estatuas exentas, como varias con el tema del Buen Pastor, laudas sepulcrales y mosaicos que por su técnica y sentido del color siguen los modelos romanos.

Período románico

Preliminares remotos de la escultura románica española fueron los relieves visigodos y los de las construcciones asturianas de tosca factura. Las corrientes artísticas de todas las procedencias que invadieron España en los siglos de la Reconquista, sobre todo, en los siglos XI y XII dieron por resultado un espléndido florecimiento del arte escultórico. Pero tomó éste un carácter tan variado y ecléctico que es muy difícil distinguir en cada monumento las filiaciones o influencias a que debe su origen artístico y la parte que en él haya tenido la inventiva local. Por lo mismo, en vez de escuelas artísticas se puede hablar de grupos regionales.

En general, se nota que las obras españolas de alguna importancia ofrecen una mayor tendencia al realismo o imitación de la naturaleza y al detalle individual que sus similares del extranjero, además del eclecticismo que forma su carácter. Y para evitar equivocaciones en la cronología de los monumentos, conviene tener presente que no era raro en aquella época labrar los capiteles y otros relieves de los edificios mucho tiempo después de la construcción de éstos durante la cual se dejaban con alguna frecuencia los capiteles simplemente desbastados para después trabajarlos con mayor calma.

Cataluña

En la región catalana, se observan visibles influencias de las escuelas de Toulouse y Provenzal en las figuras que adornan los capiteles y en otros relieves de los claustros, sobre todo, en los dos de Gerona y en la de San Cugat del Vallés. Pero no se descubren tales injerencias sino que más bien debe reconocerse un tipo excepcional, en la soberbia portada del monasterio de Ripoll, acaso de filiación lombarda. Este precioso monumento, que en su labor escultórica parece datar de finales del siglo XI a pesar de su relativa perfección o bien de la segunda mitad del siglo XII, presenta zonas horizontales de relieves figurando pasajes o episodios bíblicos en el paramento en que se abre el arco abocinado de la puerta, el cual, a su vez ostenta variados relieves y se apea en columnillas ornamentadas y en sendas estatuas-columnas. De principios del siglo XIII son ya las labores románicas del claustro catedralicio de Tarragona y las de la catedral vieja de Lérida (continuadas a lo largo del mencionado siglo) ambos monumentos de tipo ecléctico sin exclusión de influencias musulmanas.

Aragón

En la región aragonesa sobresalen los claustros de San Juan de la Peña y San Pedro el Viejo ambos del siglo XII en las esculturas de sus capiteles, muy vigorosas y muy geniales pero de tosca ejecución y con alguna influencia de la escuela de Toulouse. En la comarca de las Cinco Villas (Zaragoza) son evidentes los recuerdos de las escuelas de Borgoña y de Poitou en algunas portadas de iglesias parroquiales del siglo XII y principios del siglo XIII como las de Santa María de Uncastillo y Sádaba.

Navarra

La región de Navarra se vio poderosamente influida por el arte de los benedictinos franceses, tosco en el siglo XI y primera mitad del XII, como lo manifiestan el pórtico de Gazólaz y algunas obras de los monasterios de Leyre e Irache. Pero muy espléndido en lo restante del último siglo y en el siguiente, como lo prueban algunas ricas portadas que denuncian la influencia de la escuela de Saintonge y la de Borgoña. Se atribuye a los monjes cluniacenses el florecimiento escultórico de Navarra y se observa la oposición artística entre ellos y los cistercienses tan sobrios en ornamentación figurada, siendo el monasterio de Leyre (que pasó por alternativas de dominio de unos a otros) el que resume todas las vicisitudes del arte plástico en Navarra desde el siglo IX hasta el XIII inclusive. Los relieves de la magnífica portada de la catedral de Tudela labrados en la primera mitad del siglo XIII, pueden considerarse ya como góticos, aunque de sabor arcaico.

Castilla

En la región castellana fue determinante para la proliferación del estilo románico el paso del Camino de Santiago, que atravesaba de este a oeste la Submeseta Norte. Desde aquí se extenderán los influjos de este arte a regiones más apartadas, gracias a los monasterios benedictinos que se fundaron en gran número protegidos por los reyes castellanos y leoneses. Varios fueron los núcleos y focos destacados del románico castellano, destacándose los de Segovia, Ávila (donde será muy influyente la obra de la Basílica de San Vicente y su sepulcro), Soria, Palencia (muy destacable la iglesia de san Martín, en Frómista con valiosos capiteles, y la cercana Carrión de los Condes), Burgos, donde el Monasterio de Silos creará una escuela autóctona, Salamanca y Zamora con sus catedrales como centros irradiadores, y el gran centro que fue el Monasterio de San Isidoro en León, donde trabajaron algunos de los más originales artistas del Románico hispano.

Galicia

Detalle de la catedral de Santiago de Compostela

En la región gallega debe reconocerse como centro artístico para su escultura la catedral de Santiago de Compostela por sus antiguas portadas y su admirable Pórtico de la Gloria. Los relieves de las dos portadas del crucero (hoy en la del Sur, pues la del Norte fue destruida en el siglo XVIII y rehecha en estilo renacentista) acusan influencia de la escuela de Toulouse y datan de los años 1137-1143. Pero los relieves y estatuas del famoso Pórtico debidas como toda la fábrica al inspirado maestro Mateo y terminadas en 1188 revelan un genio artístico independiente y superior a todas las escuelas de su tiempo. La obra de escultura del Pórtico se desarrolló en las tres puertas de éste correspondientes a las tres naves del templo y formadas por los respectivos arcos redondos y abocinados, que insisten sobre series de columnillas románicas. Su composición artística es, en breve resumen, como sigue: debajo de las columnillas aparecen como subyugados y oprimidos diferentes monstruos que simbolizan los vicios morales. En el parteluz de la puerta central (única que lo tiene y en el cual apoya el dintel con su tímpano) se fija la estatua sedente del apóstol Santiago y a la misma altura sobre el primer cuerpo formado por el conjunto de las demás columnillas se apoyan las estatuas de todos los apóstoles y de muchos profetas, cada uno con su libro o su filactería donde se inscribió alguna sentencia alusiva al personaje. En el tímpano se ostenta la imagen de Cristo sentado en su trono quedando a sus lados los cuatro evangelistas, de aspecto juvenil y con sus atributos propios, quedando el resto del tímpano lleno de figuras de ángeles y santos. En las arquivoltas de dicho arco central se destacan veinticuatro figuras representando los misteriosos ancianos del Apocalipsis para completar la idea del cielo. Mientras que en las arquivoltas del arco lateral izquierdo otras figuras representan el limbo de los Santos Padres y en el derecho, el purgatorio y el infierno.

No es posible dar con otro monumento de aquella época donde llegan a unirse tan bella y ordenada composición, con tanta sobriedad y relativa calma de las actitudes y a la vez con una ejecución técnica tan propia y expresiva. A su imitación o por su influencia se labraron en el siglo XIII otros pórticos y portadas de iglesias, siendo el que más de cerca le sigue aunque de más acentuada forma gótica y de inferior mérito el llamado Paraíso de la catedral de Orense. También parecen de filiación compostelana las estatuas del siglo XII de la Cámara Santa de Oviedo.


Escultura funeraria

La escultura funeraria en la época románica fue muy escasa en las figuras aunque no en símbolos. Se celebra como obra más importante del siglo XII el sepulcro antiguo de Doña Blanca, madre de Alfonso VIII en la iglesia de Santa María de Nájera (La Rioja) en cuyos relieves delanteros se representan la muerte de dicha reina con el tránsito del arma en forma de niña, llevada sobre un lienzo por dos ángeles y a los lados del lecho mortuorio figuran escenas de dolor de la familia, asunto que se reprodujo muchas veces en sarcófagos en los dos siglos siguientes.

Escultura en marfil

Como obras de escultura en marfil son justamente celebrados los relieves de las dieciséis placas adheridas al a urna-relicario de San Millán en la iglesia de San Millán de la Cogolla (La Rioja) que representan con gran sentimiento religioso, escenas de la vida del Santo y algunos pasajes del Evangelio. Datan del año 1033 y fueron labrados por un tal Rodolfo y su padre, de nombre desconocido pero con dos estilos diferentes. Casi del mismo tiempo que las referidas placas es el precioso crucifijo de marfil que los reyes de León, Fernando I y Sancha, donaron a la colegiata de San Isidoro en el año 1063. Esta joya artística, notable por la profusión de labores que la embellecen, refleja poderosas influencias del estilo árabe, mas no por eso ha de atribuirse a un artista musulmán. Del mismo siglo y del siguiente son unas tapas con marfiles en la catedral de Jaca. De orfebrería y bronce son trabajos dignos de mención especial los frontales o antipéndiums de Silos y las arquetas, cruces y crucifijos de diferentes iglesias y Museos.

Periodo Gótico

Véase también: Escultura gótica

Periodo Barroco

Cristo atado a la columna, por Gregorio Fernández; Iglesia de la Vera Cruz, Valladolid

La escultura barroca española dependió casi enteramente de los encargos de la Iglesia, por lo que la mayoría de las obras fueron retablos para adornar los altares e imágenes para decorar los templos y para las procesiones de Semana Santa. La mayor parte de las imágenes fueron de madera policromada. Las figuras se caracterizaron por sus gestos y posturas muy expresivas, que reflejaban gran emotividad y patetismo, con intención conmover los sentimientos de los espectadores. Se buscó durante la época barroca impresionar al devoto y atraerlo, según los dictados del Concilio de Trento. Se Buscará así un acercamiento lo más fiel posible a la realidad en las esculturas religiosas: bien por su perfecto acabado, al que se le añaden postizos para reforzar el verismo (ojos de cristal, pelucas, vestiduras), o bien por su escenografía que recrea la vida real como si fuera una escenificación (pasos procesionales, concebidos como decorados muchas veces, y esculturas articuladas). Fue fundamental durante la época barroca el desarrollo del retablo, que cobró un enorme protagonismo en los espacios religiosos (iglesias, catedrales y monasterios), tanto por su tamaño, que se fue haciendo mayor con el tiempo, como por su complejidad, ya que intervienen prácticamente todas las disciplinas artísticas en su confección (policromía, dorado, arquitectura, talla) y que en esta época alcanzará su punto máximo en cuanto a espectacularidad. El desarrollo de los retablos vino dado por el énfasis que puso la Contrarreforma en el culto a los Santos, a las imágenes y a las reliquias como contraposición a las doctrinas protestantes contrarias. Se llegan a crear de este modo tipologías específicas, como el retablo-relicario, el retablo-escenario, el baldaquino, etc., que aunque no surgen en el Barroco, llegan entonces a su máxima expresión.

El barroco escultórico en España presenta dos momentos:

  • El Barroco clasicista o pleno. Es el que, arrancando del Manierismo de fines del siglo XVI, prolonga su vigencia hasta fines del XVII. En este momento, que por su extensión en el tiempo a veces también se subdivide en periodos, se parte de los supuestos clasicistas, de raigambre renacentista (manierista) que impusieron los autores que trabajaban en El Escorial, avanzando hacia un mayor naturalismo según transcurre el siglo, buscando la verdad en la representación, no reñida con algo de efectismo. Existieron dos escuelas fundamentales: la castellana con centros en Valladolid y Madrid, representada por Francisco del Rincón y Gregorio Fernández (su máximo artífice), caracterizada por la severidad, la austeridad y el realismo; y la andaluza, centrada en Granada y Sevilla, que gusta de mayor artificiosidad, revestida a veces de idealismo, con autores como Pedro de Mena, Juan Martínez Montañés, Alonso Cano y José de Mora.
  • El Barroco final, triunfante o rococó (fines del siglo XVII-primera mitad del siglo XVIII). En este momento la espectacularidad triunfa sobre el verismo. Se busca anonadar al fiel mediante la riqueza de materiales, de formas, el brillo del oro, lo grandioso y complicado de los diseños. Tanto las esculturas exentas como los retablos y pasos procesionales se vuelven más sofisticados, imponiéndose definitivamente los postizos, los retablos a modo de tramoya, las policromías muy ricas. Los tipos humanos tienden hacia una cierta idealización, buscando la gracia y la dulzura en contraposición al acercamiento a lo real del primer periodo. No fue ajena a este cambio de gusto la llegada de la dinastía Borbón, de origen francés, al trono español, importando nuevas modas y gustos que no tardaron en imponerse. En este momento destacarán escultores como Narciso Tomé o Francisco Salzillo.


La escultura hispana fue haciéndose hacia 1750 más simple y austera, producto del agotamiento de las fórmulas barrocas. A finales del siglo llegaron además ecos del nuevo estilo Neoclásico que se extendía por Europa, producto del Siglo de las Luces. Sin embargo, las formas barrocas, por su gran aceptación popular, mantuvieron su vigencia hasta casi el siglo XIX, aunque suavizadas en sus elementos más extremos. Así se aprecia en, por ejemplo, la obra de Luis Salvador Carmona.

Periodo Neoclásico

Siglo XX

Véase también

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