Francisco de Asís

Francisco de Asís

Francisco de Asís

Artículo bueno
Para otros usos de este término, véase Francisco de Asís (desambiguación).
Francisco de Asís
Bartolomé Esteban Murillo - St Francis of Assisi at Prayer.JPG
San Francisco por Murillo
Nombre Giovanni di Bernardone
Nacimiento 1181/1182
Asís, Italia
Fallecimiento 3 de octubre, 1226[1]
Asís, Italia
Venerado en Iglesia Católica
Canonización 16 de julio, 1228, en Asís, por el Papa Gregorio IX
Principal Santuario Basílica de San Francisco de Asís, Italia
Festividad 4 de octubre[2] [3]
Atributos Paloma, Estigma
Patronazgo Animales, Italia, medio ambiente, comerciantes, Filipinas, Ciudad de Meycauayan, Telchac Pueblo en México

Francisco de Asís (en italiano Francesco d'Assisi) (* Asís, Italia, 1181/1182 – † Ibídem, 3 de octubre de 1226)[1] fue un santo italiano, diácono, fundador de la Orden Franciscana y de una segunda orden conocida como «Hermanas Clarisas», ambas surgidas bajo la autoridad de la Iglesia Católica en la Edad Media, al contrario de otras hermandades —como los cátaros— que fueron consideradas herejes. De ser hijo de un rico comerciante de la ciudad en su juventud, pasó a vivir bajo la más estricta pobreza y observancia del Evangelio. En Egipto, intentó infructuosamente la conversión de musulmanes al cristianismo.

Su vida religiosa fue austera y simple, por lo que animaba a sus seguidores a hacerlo de igual manera. Tal forma de vivir no fue aceptada por algunos de los nuevos miembros de la orden mientras ésta crecía; aun así, Francisco no fue reticente a una reorganización. Es el primer caso conocido en la historia de estigmatizaciones visibles y externas.[4] Fue canonizado por la Iglesia Católica en 1228, y su festividad se celebra el 4 de octubre.[2] [3] Es conocido también como il poverello d'Assisi («el pobrecillo de Asís», en italiano).

Contenido

Contexto histórico

Cruz cátara, también cruz de Occitania.

En el siglo XII se concretaron cambios fundamentales en la sociedad de la época: el comienzo de las Cruzadas, el incremento demográfico y la afluencia del oro, entre otros motivos, influyeron en el incremento del comercio y el desarrollo de las ciudades. La economía seguía teniendo su base fundamental en el campo dominado por el modo de producción feudal, pero los excedentes de su producción se canalizaban con mayor dinamismo que en la Alta Edad Media. Aunque todavía no se estaba produciendo una clara transición del feudalismo al capitalismo y los estamentos privilegiados (nobleza y clero) seguían siendo los dominantes, como lo fueron hasta la Edad Contemporánea, los burgueses (artesanos, mercaderes, profesionales liberales y hombres de negocios) comenzaban a tener posibilidades de ascenso social. La Iglesia, protagonista de ese tiempo, también se vio influida por la nueva riqueza: no eran pocas las críticas a algunos de sus ministros que se preocupaban más por el crecimiento patrimonial y sus relaciones políticas de conveniencia.

Debido a ello, diversos movimientos religiosos surgieron en rechazo a la creciente opulencia de la jerarquía eclesiástica en esa época, o se dedicaron a vivir más de acuerdo con los postulados de una vida pobre y evangélica.[5] Algunos de ellos medraron afuera de la institución y vivieron a su manera; tales movimientos fueron condenados hasta el punto de considerarlos herejes. Los Cátaros, por ejemplo, predicaban entre otras cosas el rechazo a los sacramentos, las imágenes y la cruz.[6] Otras organizaciones como la creada por San Francisco de Asís y Santo Domingo de Guzmán, por el contrario, nacieron bajo sumisión a la autoridad católica y fueron conocidas con el nombre generico de "los monjes mendicantes". Este movimiento logró que la mayoría de la Iglesia se alejase de la opulencia, vicio que tornaría el siglo XIV.

Infancia y juventud

Nació bajo el nombre de Giovanni. Sus padres fueron Pedro Bernardone dei Moriconi y Donna Pica Bourlemont, provenzal; tuvo al menos un hermano más, de nombre Angelo.[7] Su padre era un próspero comerciante de telas que formaba parte de la burguesía de Asís y que viajaba constantemente a Francia a las ferias locales. Entre algunas versiones, fue la afición a esta tierra por lo que su padre lo apodó después como Francesco o el francesito; también es probable que el pequeño fuera conocido más adelante de este modo por su afición a la lengua francesa y los cantos de los trovadores.[8]

Francisco recibió la educación regular de la época, en la que aprendió latín. De joven se caracterizó por su vida despreocupada: no tenía reparos en hacer gastos cuando andaba en compañía de sus amigos, en sus correrías periódicas, ni en dar pródigas limosnas;[9] como cualquier hijo de un potentado tenía ambiciones de ser exitoso.

En sus años juveniles la ciudad ya estaba envuelta en conflictos para reclamar su autonomía del Sacro Imperio. En 1197 lograron quitarse la autoridad germánica, pero desde 1201 se enfrascaron en otra guerra contra Perugia, apoyada por los nobles desterrados de Asís. En la batalla de Ponte San Giovanni, en noviembre de 1202, Francisco fue hecho prisionero y estuvo cautivo por lo menos un año.[10]

Desde 1198 el pontificado se hallaba en conflicto con el Imperio, y Francisco formó parte de la armada papal bajo las órdenes de Gualterio de Brienne contra los germanos.[11]

Estatua de San Francisco en Asís que lo representa regresando a la ciudad tras abandonar la guerra.
La renuncia a los bienes terrenales, según Giotto

De acuerdo con los relatos, fue en un viaje a Apulia (1205)[11] mientras marchaba a pelear, cuando durante la noche escuchó una voz que le recomendaba regresar a Asís. Así lo hizo y volvió ante la sorpresa de quienes lo vieron, siempre jovial pero envuelto ahora en meditaciones solitarias.

Empezó a mostrar una conducta de desapego a lo terrenal. Un día en que se mostró en un estado de quietud y paz sus amigos le preguntaron si estaba pensando en casarse, a lo que él respondió: Estais en lo correcto, pienso casarme, y la mujer con la que pienso comprometerme es tan noble, tan rica, tan buena, que ninguno de vosotros visteis otra igual.[12] Hasta ese momento todavía no sabía él mismo exactamente el camino que había de tomar de ahí en adelante; fue después de reflexiones y oraciones que supo que la dama a quien se refería era la Pobreza.

El punto culminante de su transformación se dio cuando convivió con los leprosos, a quienes tiempo antes le parecía extremadamente amargo mirar.[13] Se dedicó después a la reconstrucción de la capilla de San Damián. Según los relatos, lo hizo después de haber visto al crucifijo de esta iglesia decirle: Francisco, vete y repara mi iglesia, que se está cayendo en ruinas.[14] Entonces decidió vender el caballo y las mercancías de su padre en Foligno, regresó a San Damián con lo ganado y se lo ofreció al sacerdote, pero este lo rechazó.

Su padre, al darse cuenta de la conducta de su hijo, fue enojado en su búsqueda, pero Francisco estaba escondido y no lo halló. Un mes después fue él mismo el que decidió encarar a su padre. En el camino a su casa, las personas con que se encontró lo recibieron mal y, creyéndolo un lunático, le lanzaron piedras y lodo.

Francisco ante las autoridades eclesiales

Su padre lo reprendió severamente, tanto que lo encadenó y lo encerró en un calabozo.[15] Al ausentarse el airado padre por los negocios, la madre lo libró de las cadenas. Cuando regresó, fue ella quien recibió las reprimendas del señor de la casa, y fue otra vez en búsqueda del muchacho a San Damián, pero Francisco se plantó con calma y le reafirmó que enfrentaría cualquier cosa por amor a Cristo. Pedro Bernardone, más preocupado por lo perdido de su patrimonio,[15] acudió a las autoridades civiles a forzarlo a presentarse, pero el joven rehusó hacerlo con el argumento de no pertenecer ya a la jurisdicción civil, por lo que las autoridades dejaron el caso en manos de la Iglesia.

Francisco se sometió al llamado de la autoridad eclesial. Ante el requerimiento de devolver el dinero frente a su padre y al obispo de Asís, de nombre Guido, no sólo lo hizo, sino que se despojó de todas sus vestimentas ante los jueces, proclamando a Dios desde ese momento como su verdadero Padre. Ante esto, el obispo lo abrazó y le envolvió con su manto.[16]

Comienzos de la orden

No se sabe con certeza cuántas iglesias en ruinas o deterioradas reconstruyó; entre ellas, a la que más estima tenía era la capilla de la Porciúncula (“la partecita”, llamada así porque estaba junto a una construcción mayor).

Allí fue donde recibió la revelación definitiva de su misión, probablemente el 24 de febrero de 1208,[17] cuando escuchó estas palabras del evangelio: No lleven monedero, ni bolsón, ni sandalias, ni se detengan a visitar a conocidos... (Lc., 10).[18] Así, cambió su afán de reconstruir las iglesias por la vida austera y la prédica del Evangelio. Después de someterse a las burlas de quienes lo veían vestido casi de harapos, ahora su mensaje era escuchado con atención, y al contrario de otros grupos reformadores de la época, el suyo no era un mensaje de descalificaciones ni anatemas.

En unos meses sus discípulos eran once: Bernardo de Quintavalle, Pedro Catani, Gil, Morico, Bárbaro, Sabatino, Bernardo Vigilante, Juan de San Constanzo, Angelo Tancredo, Felipe y Giovanni de la Capella.[19]

Bajo la pobreza que Francisco predicaba y pedía, los frailes hacían sus labores diarias atendiendo leprosos, empleándose en faenas humildes para los monasterios y casas particulares, y trabajando para granjeros. Pero las necesidades cotidianas hacían la colecta de limosna inevitable, labor que Francisco alentaba con alegría por haber elegido el camino de la pobreza. Comenzó también la expansión del mensaje evangélico, y para ello los estimuló a viajar de dos en dos.[20]

Audiencia ante el Papa para la aprobación de la regla

Francisco de Asís en la pintura de Francisco Zurbarán.

Hacia abril o mayo de 1209,[21] Francisco se decidió a presentarse ante el Papa Inocencio III, para que le aprobara la primera regla de la orden. Con ese fin, él y sus acompañantes emprendieron el viaje a Roma.

Fue bajo la intervención del obispo Guido de Asís como pudo tener audiencia con el Papa. Éste y ciertos cardenales objetaban el programa franciscano por el peligro de crear otra organización nueva, debido a los movimientos anticlericales de la época y a la falta de una mínima base material de la orden; pero bajo la influencia del cardenal Juan de San Pablo y su apoyo, Francisco pudo tener una nueva audiencia para que se considerara la aprobación de su hermandad de pobres.

El Papa por fin aprobó la regla verbalmente, al convencerse de que la ayuda de un hombre como Francisco reforzaría la imagen de la Iglesia con su prédica y su práctica del Evangelio. No se conoce el contenido de esta primera regla.[22] Fue por esta época (seis años después de su conversión según Celano)[23] cuando fundó, junto a Clara de Asís, la llamada segunda orden.

Rivo Torto

Camino de vuelta a Asís, él y sus acompañantes se ubicaron en un lugar llamado Rivo Torto, donde consolidaron sus principios de vivir en la pobreza, conviviendo entre los campesinos locales y atendiendo a leprosos; desde entonces se hacían llamar a sí mismos Hermanos Menores, Frailes Menores (el nombre fundacional de la congregación es Ordinis Fratrorum Minorum, abreviado O.F.M.).

Después de la estadía en Rivo Torto, buscó una sede para su orden; para ello pidió la ayuda del obispo Guido, pero no consiguió respuesta favorable. Fue un abad benedictino del Monte Subasio quien le ofreció la capilla de la Porciúncula y un terreno adyacente (propiamente la partecita, la porcioncita). Francisco aceptó, pero no como un regalo, sino que pagaba como renta canastas con peces.[24]

Crecimiento y expansión

Francisco dando un sermón a las aves según fresco en la Basílica dedicada al santo.

Dentro del ánimo de la época de los viajes hacia el Este, hizo un intento de ir a Siria para la expansión del Evangelio en la tierra de los llamados «infieles». Esto sucedió probablemente a finales del año 1212 y nuevamente dos años más tarde, pero ambas empresas se frustraron.[25]

Antes de 1215 el número de frailes se había incrementado, no sólo en Italia sino en el sur de Francia y en los reinos de España. Viajaban los franciscanos de dos en dos y convivían con la gente común; además, establecían ermitas en las afueras de las ciudades.[26]

Concilio de Letrán

Durante el Concilio de Letrán de 1215, la organización adquirió un fuerte estatus legal; en ese año se decretó que toda nueva orden debía adoptar la Regla de San Benito o la de San Agustín. Para los Frailes Menores no hubo necesidad de esto, por haber sido aceptados seis años antes (aunque de palabra y no oficialmente). En este concilio el Papa Inocencio III tomó la letra Tau como símbolo de conversión y señal de la cruz;[27] de ahí en adelante el poverello fue devoto de este símbolo.[28]

En esa época, el cardenal Hugolino les ofreció a él y a Domingo de Guzmán la posibilidad de formar cardenales de las filas de sus órdenes. Francisco, según las crónicas de Tomás de Celano, acorde con sus principios respondió: «Eminencia: mis hermanos son llamados frailes menores, y ellos no intentan convertirse en mayores. Su vocación les enseña a permanecer siempre en condición humilde. Mantenedlos así, aun en contra de su voluntad, si Vuestra Eminencia los considera útiles para la Iglesia. Y nunca, os lo ruego, les permitáis convertirse en prelados.»[29]

Indulgencia en la Porciúncula

Bajo el pontificado de Honorio III en 1216, se promovió la indulgencia plenaria a favor de todo aquel que visitara la iglesia de Santa María de los Ángeles de Porciúncula. Obtuvo Francisco esa gracia del Papa para que la peregrinación se realizara una vez al año, pero bajo fuerte oposición, puesto que pocos lugares podían disfrutar de tan alto privilegio.[30]

Desde el año 1217[31] organizó capítulos en el que los Frailes Menores se reunían para intercambiar experiencias; para la organización apropiada de los territorios en que los frailes se habían dispersado, organizó también provincias de evangelización.[32]

Viaje a Oriente

Captura de Damieta durante las cruzadas.

Hacia el capítulo de 1219, la orden tuvo sus primeras disensiones respecto de las normas de pobreza dictadas por Francisco. Algunos persuadieron al cardenal Hugolino para que hablara con él, a fin de que la orden fuera dirigida por hermanos «más sabios»[33] y de acuerdo con reglas como la de San Benito, a lo que el poverello se opuso recalcando la forma de vida de humildad y simplicidad.[33] La innovación que brotó de este encuentro fue la organización de misiones a las llamadas «tierras paganas».

En 1219 se embarcó hacia el oriente, pasando por Chipre, San Juan de Acre y Damieta en el delta del Nilo, donde los cruzados estaban bajo la orden del duque Leopoldo VI de Austria. Allí, Francisco los previno de que había sido alertado por Dios de que no realizaran ningún ataque; ante sus palabras, los soldados se burlaron de él. El resultado de la siguiente batalla fue un desastre para los cruzados.[34] Continuó su estadía y el aprecio hacia su persona crecía, incluso algunos caballeros abandonaron las armas para convertirse en frailes menores.[35]

Frente al sultán de Egipto

Tomó como misión la conversión de los musulmanes. Para ello se acompañó del hermano Illuminato para adentrarse en esas tierras; al encontrarse con los primeros soldados sarracenos fue golpeado, pero inmediatamente pidió ser llevado ante el Sultán, que entonces era al-Malik al-Kamil.

Según las crónicas de Buenaventura, el poverello, en su afán de convertirlo al cristianismo, invitó a los ministros religiosos musulmanes a entrar con él en una gran fogata, para así demostrar qué religión era la verdadera; los mulás rehuyeron la propuesta. Francisco ofreció entrar solo y retó al Sultán a que, si salía ileso, se convertiría al cristianismo e incitaría a su pueblo a hacerlo; el príncipe rechazó también esa posibilidad. Al final, sus pretensiones se frustraron.[36] Tiempo después obtuvo del sultán al-Mu'azzam de Damasco, hermano de al-Malik, permiso sólo para visitar Siria y Tierra Santa.[37]

Crisis y reorganización

La orden, durante su ausencia, sufrió una crisis: hubo disensiones, falta de organización y desacuerdos con la ruda vida diaria. El rumor de la muerte de Francisco en el Oriente dio pie a implantar reformas, entre ellas ciertas medidas disciplinarias, ayunos e incluso la institución de una casa de estudio en Bolonia; muchos consideraron estos cambios contrarios a la idea original del fundador. Enterado de estos sucesos, Francisco fue ante el Papa Honorio III y le rogó que designara al cardenal Hugolino para reorganizar la orden.[38]

La nuevas disposiciones tuvieron un nuevo Ministro General, Elias Bombarone, y una nueva regla, la de 1221 (Regla no bulada) que entre otros temas trató el año de noviciado, la prohibición del vagabundeo y de la desobediencia ante órdenes contrarias a los principios franciscanos.[39]

La tercera orden

Ante el incremento de las vocaciones y el peligro de inclusión de gente de dudosa vocación espiritual, nació la llamada Tercera Orden, para permitir a hombres y mujeres laicos vivir una vida franciscana. Obtuvo su estatus legal en 1221 también con la ayuda del cardenal Hugolino. Es en posteriores escritos como se rescata su contenido, porque el original se perdió. Consistía de trece capítulos en los que se reglamentaba la santificación personal de los terciarios, su vida social y la organización de la nueva fraternidad.[40]

Bajo influencia nuevamente de este cardenal, la orden reabrió el convento de Bolonia para el estudio, a pesar de la convicción de Francisco de la primacía de la oración y la prédica de los Evangelios por sobre la educación formal.[41]

La regla definitiva

Bajo la insistencia de ministros de la orden, fue obligado a redactar una nueva regla, ya que ciertos opositores a la entonces vigente consideraban que le faltaba consistencia y definición, y que eso le impedía obtener una definitiva aprobación del Papado. Nuevamente aceptó a las exigencias. Para ello se retiró dos veces a la ermita de Fonte Colombo cerca de Rieti, a redactar una definitiva regla bajo ayuno y oración.[42] El 29 de noviembre de 1223, con otra participación del cardenal Hugolino, la regla tuvo su forma definitiva[43] y fue aprobada por el Papa Honorio III.

Navidad en Greccio

Terminada la labor de aprobación de la regla definitiva, Francisco decidió retornar a Umbría. Debido a la cercanía de la Navidad, a la que él tenía especial aprecio, quiso celebrarla de manera particular ese año de 1223; para ello convidó a un noble de la ciudad de Greccio, de nombre Juan, a festejar el nacimiento de Jesucristo en una loma rodeada de árboles y llena de cuevas de un terreno de su propiedad.

Pretendió que la celebración se asemejara lo más similarmente posible a la natividad de Jesús, y montó un pesebre con animales y heno; pobladores y frailes de los alrededores acudieron a la misa en procesión. Allí el poverello asistió como diácono y predicó un sermón. Aunque no fue la primera celebración de este tipo, es considerada un importante evento religioso, una fiesta única.[44]

Los estigmas

La estigmatización según un fresco en la Basílica de San Francisco

Francisco asistió en junio de 1224 a lo que fue su último capítulo general de la orden. Hacia principios de agosto resolvió hacer un viaje a un lugar aislado llamado Monte Alverna, a unos 160 kilómetros al norte de Asís; escogió para este viaje a algunos de sus compañeros: Leo, Angelo, Illuminato, Rufino y Masseo, a quien el poverello puso al mando del grupo.

Estando en la cima, fue visitado por el conde Orlando, quien llevaba provisiones a los hermanos. Francisco le pidió construirle una cabaña a manera de celda, donde después se aisló. En ese lugar, Leo fue testigo de los actos de su soledad: lamentos por el futuro de la orden y estados de éxtasis. Al saber que era espiado, decidió irse a un sitio más apartado en una saliente de montaña. En la fiesta de la Asunción Francisco decidió hacer un ayuno de cuarenta días.

Por órdenes del poverello, Leo lo visitaba dos veces para llevarle pan y agua. Según los relatos que recogieron los testimonios de Leo, éste fue testigo de la aproximación y alejamiento de una bola de fuego que bajaba del cielo; por este prodigio, Francisco le comentó que algo grande estaría por ocurrir.[45] Le hizo abrir tres veces el misal para encontrar respuesta, y las tres veces se abrió en la historia de la Pasión de Jesús.

Probablemente el 14 de septiembre de 1224,[45] oró para recibir dos gracias antes de morir: Sentir la pasión de Jesús, y el amor que lo impulsó al sacrificio. Después de intensas oraciones —según relato de San Buenaventura[46] — el mismo Nazareno se le presentó en el cielo, crucificado, rodeado por seis alas angélicas, y le imprimió las señales de la crucifixión en las manos, los pies y el costado; posteriormente, Francisco enseñó esas heridas a sus hermanos, las cuales conservó por el resto de su vida.[47]

Muerte

Basílica de San Francisco

Retornó a la Porciúncula acompañado sólo por Leo; en su camino hubo muestras de veneración al estigmatizado, aparentemente su acompañante hacía saber a todos acerca del prodigio.[48] Mientras tanto, su salud —que desde mucho tiempo antes nunca fue buena del todo— empeoraba: El sangrado de sus heridas lo hacía sufrir constantemente. En el verano de 1225 pasó un tiempo en San Damián bajo el cuidado de sus allegados.

Fue durante esta temporada cuando compuso el Cántico del Hermano Sol, que hizo también cantar a sus compañeros.[49] Se encaminó luego a Rieti, rodeado del entusiasmo popular por tocarlo o arrancar algún pedacito del pobrísimo sayo que vestía, y se instaló en el palacio del obispo. Después se hospedó en Fonte Colombo, donde fue sometido a tratamiento médico, que incluyó cauterizar con un hierro ardiente la zona desde la oreja hasta la altura de la ceja de uno de sus ojos; según los relatos, Francisco no sintió dolor al «platicar» con el fuego para que no lo dañara.[50] Otro intento para ser tratado por renombrados médicos fue hecho en Siena, sin buen resultado.

Deseó volver a la Porciúncula a pasar sus últimos días. Arribó a Asís y fue llevado al palacio del obispo y resguardado por hombres armados, puesto que la localidad estaba en estado de guerra.[51] En su lecho escribió su Testamento.[13] En sus últimos momentos entonó nuevamente su Cántico al Hermano Sol —al que agregó un nuevo verso dedicado a la hermana Muerte— junto a Angelo y Leo.[52]

De acuerdo con su último deseo, fue encaminado a la Porciúncula, donde se estableció en una cabaña cercana a la capilla. Murió el 3 de octubre de 1226. El día siguiente, el cortejo fúnebre se encaminó hacia San Damiano y después a San Giorgio, donde fue sepultado.[53] Fue canonizado el 16 de julio de 1228. Sus restos se encuentran en la Basílica de San Francisco en Asís.[54]

Personas allegadas a Francisco de Asís

Clara de Asís

Clara de Asís. Tuvo como modelo de su conversión a Francisco y lo siguió. Este inició con ella el surgimiento de las hermanas clarisas o Segunda Orden Franciscana. Francisco puso confianza en sus consejos.[55]

Jacoba de Settesoli. De ascendencia noble romana, y de carácter viril y enérgico, abrazó la vida religiosa al quedar viuda. Al igual que Clara, fue muy apreciada por Francisco.[56]

Masseo de Marignano. Dedicado a la guardia de las instalaciones.[57]

Angelo Tarlati. Un militar que dejó las armas para entrar a la orden.[58]

Junípero. Llamado por Clara el Juglar de Dios; de personalidad jovial, divertida y pintoresca.[59] Según los relatos, Francisco dijo alguna vez: «Mis hermanos, si sólo tuviera un bosque lleno de Juníperos…».[60] Murió en 1258.

Bernardo de Quintavalle. De los primeros seguidores de Francisco. Murió entre 1240 y 1246.[61]

Gil. Uno de los más devotos seguidores de la práctica franciscana; realizó viajes a Roma, Compostela y Tierra Santa. Murió en 1262.[62]

Rufino. Primo de Clara de Asís, de ascendencia noble. De carácter tímido y temeroso de hablar en público; junto a Leo y Angelo, protagonista de la Leyenda de los tres Hermanos.[63]

Leon. Muy cercano a la vida del poverello como su confesor y secretario.[64] Testigo de los momentos previos de los estigmas.

Antonio de Lisboa. Llamado por Francisco "mi obispo". De gran erudición y facilidad de palabra. Fue proclamado Doctor de la Iglesia en 1945.[65]

Oración y prédica

La oración ocupó un lugar central en la vida de Francisco; para ello buscaba la vida eremítica, el silencio y soledad interior. Reforzaba sus plegarias postrándose, ayunando, e incluso, gesticulando.[66]

Al no ser sacerdote, en vez de dar doctrina, practicaba una predicación exhortativa, esto es, incitaba a la conversión y a vivir una vida evangélica; predicaba también con el ejemplo, con su estilo de vida aliada a la pobreza. Su manera de predicar era por medio de laudas, o alabanzas, con el objetivo de llamar la atención de los hombres a honrar al Ser Supremo.[67]

Según Tomás Celano:

Cuando, estando en público, se sentía de pronto afectado por visitas del Señor, para no estar ni entonces fuera de la celda hacía de su manto una celdilla… Siempre encontraba la manera de ocultarse a la mirada de los presentes…hasta el punto de orar entre muchos sin que lo advirtieran en la estrechez de la nave.[68]

Escritos de Francisco de Asís y primeras biografías

Entre los escritos reconocidos de Francisco de Asís están:[69]

  • Cántico de las creaturas
  • Alabanzas en todas las horas
  • Carta a toda la orden
  • Carta a Fray León
  • La verdadera alegría
  • Carta a las autoridades, etc.

Primeras biografías, con fechas probables de autoría:[70]

  • Leyenda primera (Legenda Prima), de Tomás Celano (1228–1230).
  • Espejo de perfección (Speculum Perfectionis), de autor desconocido.
  • Leyenda segunda (Legenda Secunda), de Tomás Celano (1247).
  • Leyenda mayor de San Francisco (Legenda Maior), de San Buenaventura (1263).
  • Leyenda de los tres compañeros (Legenda Trium Sociorum) (1270–1300).

La figura de Francisco de Asís en las artes

Pintura de Luis Tristán del siglo XVII, en el museo del Louvre.
Representación de San Francisco de Asís, en un fresco de Cimabue en la Basílica de Asís, se cree que es la imagen más fiel de la santo.

La figura del poverello ha sido objeto de las artes, a manera de ejemplo:

En artes plásticas:

En ópera:

En Cine:[71]

En Literatura y poesía:[71]

Florecillas

Estatua de jardín de San Francisco de Asís

Los Fioretti —de autor anónimo— son una recopilación de hechos de Francisco, de algunos de los frailes que lo acompañaban y de San Antonio de Padua. Escritas en la segunda mitad del siglo XIV no constituyen una biografía sino una exaltación de las virtudes del poverello y de su vida simple para edificación del lector.[73]

En la historia de Cómo Francisco libró de un lobo feroz a la ciudad de Gubio, el poverello fue a buscar a la fiera que atacaba a los habitantes de la localidad. Logró hacer un pacto con él al «convencerlo» de no seguir sus fechorías a cambio que los pobladores le darían el sustento que necesitaba. La bestia puso una pata delantera sobre la mano de Francisco en señal de asentimiento. Logró convivir con la gente y murió dos años después de viejo.

Otros: Cómo San Francisco fue a convertir al sultán de Babilonia, Cómo un joven regaló unas tórtolas a San Francisco…, Cómo San Francisco sanó a un leproso de alma y cuerpo, etc.

Estampilla de la RFA sobre Francisco de Asís

Tradicionalmente contiene 53 capítulos; a través del tiempo se agregaron otros relatos que tienen como protagonistas a los frailes Junípero y Gil. De éste último hay unos denominados «Doctrina y dichos». Otros narran la estigmatización del santo católico.[74]

Repercusiones en la actualidad

  • Por su devoción a los animales, ha sido abrazado por la cultura del escultismo particularmente por la relación hacia los lobos. Es el patrón de los veterinarios y de los ecologistas.
  • Francisco no fue el creador del Nacimiento o escena del nacimiento de Jesús como lo conocemos en la actualidad, como se cree comúnmente.
Cristo de San Damián

Véase también

Referencias

Notas

  1. a b SAN FRANCISCO DE ASIS 1182 - 1226. franciscanos.org.
  2. a b SANTORAL FRANCISCANO. franciscanos.org.
  3. a b Santoral Católico: San Francisco de Asís (4 de octubre). Ewtn.com.
  4. Montes de Oca, Francisco (1977), Introducción a «Florecillas de San Francisco de Asís», Ed. Porrúa S.A.: México, pág. LVI.
  5. Montes de Oca, Francisco, pág. XVI.
  6. Montes de Oca, Francisco, pág. XXVI.
  7. Englebert, Omer (1979), St. Francis of Assisi, A Biography, Servant Books: EUA, pág. 11.
  8. Englebert, Omer, pág. 12.
  9. Englebert, Omer, pág. 15.
  10. Englebert, Omer, pág. 21.
  11. a b Montes de Oca, Francisco, pág. XLI.
  12. Englebert, Omer, pág. 27.
  13. a b Testamento de Francisco de Asís.
  14. Englebert, Omer, pág. 33.
  15. a b Englebert, Omer, pág. 35.
  16. Englebert, Omer, pág. 36.
  17. Englebert, Omer, pág. 43.
  18. Lehmann, Leonardo (1998), Francisco, maestro de oración, Editorial Franciscana Aránzazu: Guipúzcoa.
  19. Englebert, Omer, pág. 45.
  20. Englebert, Omer, págs. 49–51.
  21. Englebert, Omer, pág. 62.
  22. Englebert, Omer, cap. 5.
  23. Englebert, Omer, pág. 109.
  24. Englebert, Omer, págs. 88–89.
  25. Englebet, Omer, págs. 126–127.
  26. Englebert, Omer, págs. 128–129.
  27. Lehmann, Leonardo, pág. 219.
  28. Englebert, Omer, pág. 142.
  29. Englebert, Omer, pág. 145.
  30. Englebert, Omer, pág. 152.
  31. Englebert, Omer, pág. 157.
  32. Englebert, Omer, pág. 158.
  33. a b Englebert, Omer, pág. 173.
  34. Englebert, Omer, págs. 174–175.
  35. Englebert, Omer, pág. 175.
  36. Englebert, Omer, págs. 177–178.
  37. Engleber, Omer, págs. 177–180.
  38. Englebert, Omer, págs. 182–186.
  39. Englebert, Omer, pág. 180.
  40. Englebert, Omer, cap. 15.
  41. Englebert, Omer, cap. 16.
  42. Englebert, Omer, págs. 218–219.
  43. Regla bulada A.
  44. Lehmann, Leonardo, pág. 129.
  45. a b Englebert, Omer, pág. 242.
  46. San Buenaventura: Leyenda mayor de San Francisco, 13–15.
  47. Englebert, Omer, pág. 243.
  48. Englebert, Omer, pág. 248.
  49. Englebert, Omer, pág. 252.
  50. Englebert, Omer, pág. 256.
  51. Englebert, Omer, pág. 260.
  52. Englebert, Omer, pág. 268.
  53. Englebert, Omer, págs. 273–274.
  54. www.franciscanos.org.
  55. Ellsberg, Robert (2000), All Saints, The Crossroad Publishing Company: New York, pág. 347.
  56. Englebert, Omer, pág. 196.
  57. Englebert, Omer, pág. 90.
  58. Englebert, Omer, pág. 92.
  59. Englebert, Omer, pág. 95.
  60. Ellsberg, Robert, pág. 213.
  61. Englebert, Omer, pág. 104.
  62. Englebert, Omer, pág. 99.
  63. Englebert, Omer, págs. 104–106.
  64. Englebert, Omer, pág. 106.
  65. A fray Antonio, mi obispo, el hermano Francisco, salud. Me agrada que enseñes sagrada teología a los hermanos, con tal que, en el estudio de la misma, no apagues el espíritu de oración y devoción, como se contiene en la Regla. Carta a San Antonio
  66. Lehmann, Leonardo, cap. 1.
  67. Lehmann, Leonardo, págs. 64–65.
  68. Lehmann, Leonardo, pág. 23.
  69. www.franciscanos.org.
  70. Montes de Oca, pág. XXXVII.
  71. a b c www.fratefrancesco.org.
  72. «Cultura franciscana, arte franciscano - Medios».
  73. Montes de Oca, Francisco, pág. LIX.
  74. Montes de Oca, Francisco, pág. LXXI.

Bibliografía

  • Ellsberg, Robert (2000). All Saints. The Crossroad Publishing Company: New York. ISBN 0-8245-1599-4.
  • Englebert, Omer (1979). St. Francis of Assisi, A Biography. Servant Books: Michigan. ISBN 0-89283-071-9.
  • (1977) Florecillas de San Francisco de Asís. Editorial Porrúa: México D.F..
  • Lehmann, Leonardo (1998). Francisco, Maestro de oración. Ed. Franciscana Arantzazu: Guipúzcoa. ISBN 84-7240-161-8.

Bibliografía adicional (no utilizada directamente en este artículo)

  • Chesterton, G. K. (1923). San Francisco de Asís. Editorial Bibliotheca Homo Legens..
  • Eloi Leclerc (1987). Exilio y ternura. Marova. 987-1204-23-X.
  • Eloi Leclerc (1987). Sabiduría de un pobre. Marova. 84-269-0142-5.
  • Ignacio Larrañaga (1993). El hermano de Asís. Lumen. ISBN 9974-43-001-1.
  • Spoto, Donald (2004). Francisco de Asís, el santo que quiso ser hombre. Editorial Vergara: Barcelona. ISBN 84-666-1390-0.

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