Garcilaso de la Vega

Garcilaso de la Vega
«Garcilaso» redirige aquí. Para otras acepciones, véase Garcilaso (desambiguación).
Para el escritor peruano véase Inca Garcilaso de la Vega.
Posible retrato de Garcilaso de la Vega, por Jacopo Carrucci Pontormo (Galería de pintura de Kassel).[1]

Garcilaso de la Vega (Toledo, entre 1498 —quizá algunos años antes a partir de 1494— y 1503[2] [3]Le Muy, Condado de Niza, Ducado de Saboya, 14 de octubre de 1536) fue un poeta y militar español del Siglo de Oro, considerado uno de los escritores en español más grandes de la historia.

Contenido

Biografía

Garcilaso de la Vega nació en Toledo entre 1494 y 1503, posiblemente en 1498.[2] Fue el tercer hijo de Garcilaso de la Vega (fallecido el 5 de septiembre de 1512), señor de Arcos y comendador mayor de León en la Orden de Santiago, y de Sancha de Guzmán, señora de Batres y de Cuerva. Sus abuelos paternos fueron Pedro Suárez de Figueroa, hijo de Gómez I Suárez de Figueroa y Elvira Lasso de Mendoza, hermana del primer Marqués de Santillana, y Blanca de Sotomayor (hija de Fernando de Sotomayor y Mencía Vázquez de Goes, a través de quien hereda el señorío de Arcos). Su madre, Sancha de Guzmán, fue hija de Pedro de Guzmán, señor de Batres (hijo del cronísta Fernán Pérez de Guzmán) y de María de Rivera.[4] Quedó huérfano de padre y se educó esmeradamente en la Corte, donde conoció en 1519 a su gran amigo, el caballero Juan Boscán. Seguramente a este debió el toledano su gran aprecio por la lírica del valenciano Ausiàs March, que dejó alguna huella en su obra.

Garcilaso entró a servir en 1520 a Carlos I de España en calidad de miembro continuo de la guardia regia. Aprendió griego, latín, italiano, francés, música y esgrima. En los años siguientes, Garcilaso luchó en la Guerra de las Comunidades de Castilla y fue herido en la acción de Olías del Rey; también participó en el cerco a su ciudad natal (1522); a finales de ese mismo año se embarcó, en compañía de Juan Boscán y Pedro Álvarez de Toledo y Zúñiga, futuro virrey de Nápoles, en una expedición de socorro que quiso (y no pudo) evitar la caída de Rodas en poder de los turcos; de nuevo resultó herido, esta vez de gravedad.

De vuelta a España fue nombrado caballero de la Orden de Santiago y en 1524 se enfrentó a los franceses en el cerco de Fuenterrabía. A su retorno a Toledo, contrajo matrimonio en 1525 con Elena de Zúñiga,[5] dama de doña Leonor, hermana de Carlos I; por ello Garcilaso entró a formar parte del séquito de ésta. También tuvo un hijo antes de su matrimonio con una dama comunera toledana, Guiomar Carrillo, que reconoció de forma póstuma, Lorenzo Suárez de Figueroa, nacido hacia 1521.[6]

Por entonces empezó a escribir sus primeros poemas según la estética de la lírica cancioneril, que pronto desecharía; además, ejerció un tiempo como regidor de su ciudad natal. El punto de inflexión en su lírica obedece a un día de 1526 en Granada, en los jardines del Generalife y cerca del palacio del emperador, como cuenta Juan Boscán:

Estando un día en Granada con el Navagero, tratando con él en cosas de ingenio y de letras, me dijo por qué no probaba en lengua castellana sonetos y otras artes de trovas usadas por los buenos autores de Italia: y no solamente me lo dijo así livianamente, mas aún me rogó que lo hiciere... Así comencé a tentar este género de verso, en el cual hallé alguna dificultad por ser muy artificioso y tener muchas particularidades diferentes del nuestro. Pero fui poco a poco metiéndome con calor en ello. Mas esto no bastara a hacerme pasar muy adelante, si Garcilaso, con su juicio —el cual, no solamente en mi opinión, mas en la de todo el mundo ha sido tenido por cosa cierta— no me confirmara en esta mi demanda. Y así, alabándome muchas veces este propósito y acabándome de aprobar con su ejemplo, porque quiso él también llevar este camino, al cabo me hizo ocupar mis ratos en esto más fundadamente.

En ese mismo año de 1526, con motivo de las bodas de Carlos V con Isabel de Portugal, acompaña a la Corte en un viaje por varias ciudades españolas y se enamora platónicamente de una dama portuguesa de la reina, Isabel Freyre, que canta bajo el anagrama de Elisa en sus versos, que a ella son debidos. Dicha dama es también destinataria de los versos de su amigo, el poeta y diplomático portugués Francisco Sa de Miranda bajo el nombre de Celia. En 1528 dicta su testamento en Barcelona, donde reconoce la paternidad de su hijo ilegítimo y asigna una pequeña suma de dinero para su educación; poco después da una colección de sus obras a Boscán para que la revise, y seguidamente parte hacia Roma, en 1529. Asiste a la investidura como emperador de Carlos I de España, llevada a cabo en Bolonia en 1530, batiéndose con valentía en la campaña y toma de Florencia contra los franceses (1530). Después se le encarga una breve embajada en Francia. Pero como hizo de testigo en la boda de un sobrino suyo (1531) que era hijo de su hermano el comunero Pedro Lasso, el emperador se disgustó por la participación de Garcilasso en la ceremonia y mandó detenerlo. Se le apresa en Tolosa y se acuerda confinarlo en una isla del Danubio cerca de Ratisbona, descrita por el poeta en su Canción III. La intervención de Pedro de Toledo, ya virrey de Nápoles, en favor de Garcilasso, resultó crucial: aprovechando que en ese año los turcos empezaban a amenazar Viena, hizo ver al Emperador que se necesitaba a Garcilaso, de forma que fue movilizado en ayuda del Duque de Alba. El poeta abandona pues en 1532 el Danubio, donde ya prácticamente era huésped del conde György Cseszneky de Milvány, castellano de Győr, y se establece en Nápoles.

Se integró muy pronto en la vida intelectual de la ciudad, que entonces giraba en torno a la Academia Pontaniana, y trabó amistad con poetas como Bernardo Tasso o Luigi Tansillo, así como con teóricos de la literatura como Antonio Sebastiani Minturno y, en especial, Mario Galeota, poeta enamorado de una hostil napolitana, Violante Sanseverino, «la flor de Gnido», para quien escribe las liras de su quinta canción; también encuentra allí al escritor erasmista Juan de Valdés, quien parece aludir a él junto a otros caballeros en un pasaje de los últimos de su Diálogo de la lengua. En 1533 visita Barcelona y entrega a Juan Boscán una carta «A la muy manífica señora doña Gerónima Palova de Almogávar» que aparecerá, en 1534 y en calidad de prólogo, en su traducción española de El Cortesano de Baldassare Castiglione. Garcilaso de la Vega participó, en 1535, en la campaña africana de Carlos V y, singularmente, en Túnez, en el asedio de La Goleta; de nuevo cae gravemente herido. Estalla la tercera guerra de Francisco I contra Carlos V y la expedición contra Francia de 1536 a través de Provenza fue la última experiencia militar de Garcilaso. El poeta fue nombrado maestre de campo de un tercio de infantería y, en efecto, falleció en octubre de 1536 tras el temerario asalto a una fortaleza en Le Muy, cerca de Fréjus, en la que fue el primer hombre en subir la escala. Trasladado herido a Niza, murió en esta ciudad a los pocos días (13 ó 14 de octubre), asistido por su amigo Francisco de Borja, Duque de Gandía y futuro San Francisco de Borja. Al enterarse, el emperador mandó pasar a cuchillo a los franceses que resistieron en esa fortaleza.

Trayectoria poética

La poesía de Garcilaso está dividida por su estancia en Nápoles (primero en 1522–1523 y luego en 1533). Antes de ir a Nápoles su poesía no está marcada por rasgos petrarquistas, es en Nápoles donde descubre a los autores italianos. Después de su estancia abundará en rasgos de la lírica italiana, influido tanto por autores anteriores como Francesco Petrarca, como por autores contemporáneos como Jacopo Sannazaro, autor en 1504 de La Arcadia. Garcilaso hará suyo el mundo de la Arcadia, en el que sonidos, colores... invitan a la reflexión acompañando a los sentimientos. También influye a Garcilaso Ludovico Ariosto, de quien toma el tema de la locura de amor.

Es en Italia donde Garcilaso fortalece su clasicismo, ya aprendido con los humanistas castellanos en la Corte, y redescubre a Virgilio y sus Bucólicas, a Ovidio y sus Metamorfosis y a Horacio y sus Odas, sin olvidar otros autores griegos que también estudia.

La obra poética de Garcilaso de la Vega, compuesta por cuarenta sonetos, cinco canciones, una oda en liras, dos elegías, una epístola, tres églogas y siete coplas castellanas y tres odas latinas, se publicó por vez primera en 1543, a modo de apéndice de las Obras de Juan Boscán. La producción lírica de Garcilaso de la Vega, máxima expresión del Renacimiento castellano, se convirtió, desde muy pronto, en una referencia inexcusable para los poetas españoles, que desde entonces no pudieron ignorar la revolución métrica y estética operada por él en la lírica española al introducir con Juan Boscán y Diego Hurtado de Mendoza una serie de estrofas (terceto, soneto, lira, octava real, endecasílabos sueltos, canción en estancias), el verso endecasílabo y su ritmo tritónico, mucho más flexible que el rígido y monótono del dodecasílabo, y el repertorio de temas, estructuras y recursos estilísticos del petrarquismo.

El lenguaje de Garcilaso es claro y nítido, conforme a los ideales de su amigo Juan de Valdés: selección, precisión y naturalidad y palabra oral más que «escrita»; prefiere las palabras usuales y castizas a los cultismos extraños a la lengua, buscar el equilibrio clásico, la estilización del nobilitare renacentista de una lengua vulgar y la precisión ante todo. Como afirma en su Égloga tercera,

Más a las veces son mejor oídos
el puro ingenio y lengua casi muda,
testigos limpios de ánimo inocente,
que la curiosidad del elocuente.

Esto es, es preferible evitar la retórica pomposa y la expresión forzada y culta para que la poesía pueda aparecer como sincera, genuina y espontánea; el objetivo de la poesía es ser oído, es la comunicación de los sentimientos, no el cortesano despertar de admiración. Garcilaso, pues, prefiere el tono íntimo, personal y confidencial en la poesía a la retórica y pompa de tonos más marciales o a la culta exhibición cortesana del ingenio, con lo que pone la primera piedra de una corriente lírica hispánica que todavía latirá en la poesía de Gustavo Adolfo Bécquer.

El estilo de Garcilaso es muy característico: cuida especialmente la musicalidad del verso mediante el uso de la aliteración y un ritmo en torno a los tres ejes principales del endecasílabo. Utiliza asiduamente el epíteto con la intención de crear un mundo idealizado donde los objetos resultan arquetípicos y estilizados al modo del platonismo. Por otra parte, es muy hábil en la descripción de lo fugitivo y huidizo; su poesía produce una vívida sensación de tiempo y se impregna de melancolía por el transcurso de la vida, lo que él llamó su «dolorido sentir»:

Portada de Las obras de Boscán y algunas de Garcilaso de la Vega repartidas en cuatro libros, Barcelona, Carlos Amorós, 1543.
No me podrán quitar el dolorido
sentir, si ya primero
no me quitan el sentido.

El paisaje resulta arcádico, pero instalado rigurosamente en sus predios manchegos de Toledo, al margen del río Tajo. Aparecen los temas mitológicos como alternativa a los temas religiosos: Garcilaso no escribió ni un verso de tema religioso. La mitología suscitaba en él una gran emoción artística y se identificaba plenamente con algunos mitos como el de Apolo y Dafne. Como señala Margot Arce Blanco, una de sus principales estudiosas, sus temas preferidos son los sentimientos de ausencia, el conflicto entre razón y pasión, el paso del tiempo y el canto de una naturaleza idílica que sirve de contraste a los doloridos sentimientos del poeta. Cree en un trasmundo que no es el religioso cristiano, sino el pagano:

Contigo, mano a mano
busquemos otros prados y otros ríos,
otros valles floridos y sombríos,
donde descanse, y siempre pueda verte
ante los ojos míos,
sin miedo y sobresalto de perderte.
Égloga primera

Obra en latín

La obra poética en latín de Garcilaso deriva de su pertenencia a la Academia Pontaniana; se ha perdido la mayoría, o permanece anónima sin atribuírsele con seguridad. Sólo podemos identificar como suyas tres odas y un epigrama: el epigrama es conocido por la edición de su destinatario en 1553, la Oda II, a través de copias que se remontan al propio destinatario, Juan Ginés de Sepúlveda, y la I y III, a través de manuscritos de recopilaciones napolitanas de poesía latina que derivan de copias del cardenal Seripando. En estas recopilaciones napolitanas las dos odas aparecen con frecuencia anónimas, como por ejemplo en la del manuscrito misceláneo Vat. Lat. 2836, entremezcladas con poetas conocidos como el napolitano Girolamo Carbone (c. 1470–1528), el romano M. Antonio Casanova (c. 1477–1528), o Gian Battista Filocalo, profesor de humanidades en la Universidad de Nápoles (de c. 1527–1535) que hace de copista de esta sección; incluyen también series anónimas de epigramas funerarios, como los dedicados a la muerte de Ludovico Ariosto (1533).

El epigrama aparece claramente atribuido a Garcilaso de la Vega en la primera edición de la traducción de El caballero determinado de Olivier de la Marche por Hernando de Acuña, para quien lo compuso Garcilaso poco antes de su muerte, aunque durante algunos estudiosos del siglo pasado creyeron que podía ser obra de un hijo del poeta. Presenta numerosos motivos, expresiones e imágenes que aparecen en sus últimas poesías castellanas, como la égloga segunda y el célebre soneto sobre el motivo del carpe diem.

La primera oda está dedicada a Antonio Tilesio (1482–1534), autor de una pequeña colección de Poemata (1524) y una tragedia, Imber aureus. Al poco de llegar en 1532, Garcilaso agradece con este poema su amistad, hospitalidad y generosa acogida. Gracias a él halló consuelo a su situación personal mediante la poesía y las charlas en casa de Scipione Capece. Ha dejado a su familia en Castilla, y a ello alude desde el primer verso: «Vxore, natis... exsul relictis» («exiliado lejos de mi esposa y mis hijos») para recalcar después enseguida su carácter de hombre culto, que es lo que le interesa que tenga presente Tilesio, de 'Musarum alumnus' que ha sufrido el exilio entre los bárbaros de la isla del Danubio y ahora vuelve a estar donde merece.

La oda segunda de Garcilaso al humanista e historiador Juan Ginés de Sepúlveda (1490–1573), famoso por su estilo ciceroniano, «Arcum quando adeo religionis...» («Puesto que aún más tensar el arco de la religión...») es un breve poema dedicatorio o laudatorio, pensado quizá para los preliminares de la Historia de Carlos V que el famoso humanista preparaba en 1535. El poema recuerda primero la obra anterior de Sepúlveda (1535), su De convenientia militaris disciplina cum christiana religione dialogus qui inscribitur Democrates («Sobre la unión de la disciplina militar con la religión cristiana, diálogo titulado Demócrates»); se centra después en la figura de Carlos V como guerrero sanguinario y sin piedad, a través de las imágenes y símbolos del fuego que arrasa las mieses o el león aterrorizando a sus presas. Escrita en asclepiadeos horacianos, posee reminiscencias de Virgilio (que Garcilaso conocía muy bien) y, curiosamente, también de Catulo, en vv. 34–35: «non ferat indidem / ingeneretque...», donde recuerda al veronés en LXI, 214–215: «sed indidem / semper ingenerari».

La tercera oda es una curiosa escena mitológica sobre el inmenso poder de Cupido. No sólo los mortales están sometidos a su poder, sino también los dioses: Júpiter, Diana (la luna) y su hermano Apolo, la madre Cibeles, enamorada de Attis y la propia Venus, pendiente de Marte (o quizá aludiendo a su amor enloquecido por el adolescente Adonis, aunque no se expresa). Es un poema muy erudito, y alude preferentemente al poema de Catulo sobre Attis (LXIII) y a las quejas del Horacio maduro ante las nuevas solicitudes de la diosa de Chipre; al final Venus pide humildemente a su tiránico hijo que no deje nunca de abrazarla; es el poema más elaborado de los tres.

Ediciones tempranas

En marzo de 1542, Boscán y su mujer firmaron un contrato para la publicación de un tomo titulado «Las obras de Boscán y algunas de Garcilaso de la Vega». Al año siguiente, bajo la dirección de la viuda, se terminó la impresión [Barcelona: Carles Amorós, 1543], y se publicó el libro. Dos reimpresiones furtivas aparecieron enseguida, una en Barcelona y la otra en Lisboa. En 1544 aparecieron dos reimpresiones autorizadas, una en Medina del Campo y la otra en Amberes; durante los trece años siguientes aparecía por lo menos una reimpresión cada año. Después de 1557 la edición conjunta ya no se agotaba tan rápidamente. No es sorprendente, pues, que en 1569 realizara un librero salmantino la feliz idea de publicar en tomo aparte solo la poesía de Garcilaso. Esta impresión es el punto de partida de la importante edición comentada del Brocense. Salió en 1574, con seis sonetos y cinco coplas inéditos, el tomito de las «Obras del excelente Garci Lasso de la Vega, con anotaciones y enmiendas del licenciado Francisco Sánchez, catedrático de retórica en Salamanca». Esta edición enmendada y comentada había de ser la mejor y la más divulgada y conocida de todas, reimprimiéndose en 1577 (revisada), 1581, 1589 (revisada), 1600, 1604 y 1612. Además de los textos añadidos (tres sonetos más en 1577) y las sucintas y eruditas anotaciones, la edición del Brocense tiene el gran valor de conservarnos las variantes más significativas de un buen manuscrito que posteriormente se ha perdido. En 1580 se publicó en Sevilla otra edición comentada, con las anotaciones mucho más amplias del erudito poeta Fernando de Herrera.

Véase también

Referencias

  1. «El retrato de Garcilaso», en 500 años de Garcilaso. Biografía del poeta. Centro Virtual Cervantes.
  2. a b José Luis Pérez López, «La fecha de nacimiento de Garcilaso de la Vega a la luz de un nuevo documento biográfico», Criticón, n.º 78, 2000, págs. 45–57.
  3. Biografía de Garcilaso de la Vega. 500 años de Garcilaso. Razones de una exposición. Centro Virtual Cervantes.
  4. El poeta Garcilaso no vistió el hábito de Alcántara. Errónea atribución de su retrato" Boletín de la Real Academia de la Historia, pág. 532 y sgtes. Laurencín, Francisco Rafael de Uhagón, Marqués de, Edición digital: Alicante : Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, 2008. Edición digital a partir de Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo 65 (1914), pp. 532-556
  5. Garcilaso tuvo con Elena de Zúñiga cinco hijos, según consta en su testamento, redactado en Barcelona el 25 de julio de 1529: Garcilasso, muerto a temprana edad, en 1537; Íñigo de Zúñiga, fallecido en 1555 a la edad de 25 años; Pedro de Guzmán, nacido en 1529; Sancha, casada con Antonio de Puertocarrero; y Francisco, fallecido también cuando aún era un niño.[1]
  6. También mencionado en su testamento:Don Lorenzo, mi hijo, sea sustentado en alguna buena universidad y aprenda ciencias de Humanidad hasta que sepa bien en esta facultad; y después, si tuviere inclinación a ser clérigo, estudie Cánones, a y si no, dése a las Leyes; y siempre sea sustentado hasta que tenga alguna cosa de suyo.

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