Historia Colonial de Tlaxcala

Historia Colonial de Tlaxcala

Contenido

La conquista

Conquista española de Tlaxcala

A principios del siglo XVI, Tlaxcala era un pequeño territorio cuyos habitantes defendían su independencia, constantemente amenazada por los aztecas.

Los tlaxcaltecas se asombraron del poderío de los conquistadores que llegaron con armas desconocidas, como cañones y arcabuces, y montando caballos, animales que no existían en América y que por lo mismo, impresionaban. Ante todo ello pensaron que sería posible vencer a los aztecas si se aliaban a los recién llegados, así brindaron a Hernán Cortés una valiosa colaboración en la conquista de México, no sin antes haber intentado combatirlo. Fue en 1519 cuando el gobernador de Cuba, Diego Velázquez, envió a Hernán Cortés a explorar las costas del Golfo de México. Al desembarcar éste frente a lo que hoy se conoce como San Juan de Ulúa, y encontrar ante sus ojos un inmenso y rico territorio, decidió explorar y conquistar las nuevas tierras para el rey de España. Como primer paso, estableció el primer ayuntamiento de la Nueva España en la llamada Villa Rica de la Vera Cruz. Allí Cortés fue designado justicia mayor y capitán general, desligado por ello de Diego Velázquez y con autoridad propia.

Contando con la eficacia de sus armas, con la alianza de los cempoaltecas, con el servicio de sus intérpretes, La Malinche y Jerónimo de Aguilar, y con la esperanza de encontrar inmensas riquezas, Cortés se lanzó a la conquista. Así abandonó la costa a mediados de agosto de 1519 y se dirigió al centro de México. Cuando llegó cerca de los dominios de los tlaxcaltecas, se enteró de que eran enemigos de los mexicas y quiso aprovechar esa situación. Por ello envió embajadores a preparar una entrevista.

Dominio Militar

El consejo que regía los destinos del señorío de Tlaxcala discutió la solicitud de Cortés. Maxixcatzin, señor de Ocotelulco y el más importante de los señores del consejo en ese momento, pidió que se le recibiera pacíficamente, pero el consejo prefirió guiarse por las palabras de Xicohténcatl padre, señor de Tizatlán, quien recomendaba combatir a los españoles. Cortés, que estaba impaciente porque no regresaban sus embajadores, decidió avanzar y llegó ante una gran muralla de piedra que marcaba la frontera, encontró un paso a través de ella y, ya en terrenos tlaxcaltecas, ganó el primer combate contra el señor de Tecoac. Luego recibió a los enviados del consejo quienes se disculparon por la agresión, explicándole que se trataba de uno acción emprendida por sus aliados otomíes, que vivían en esa zona. Después, el ejército español acampó en el cerro de Tzompantepec, en cuyas cercanías se libraron, en los primeros días de septiembre de 1519, las famosas batallas entre castellanos y tlaxcaltecas, éstos al mando de Xicohténcatl Axayacatzin, el joven. En estas batallas se dio la primera muerte a una yegua de los españoles, propiedad de Pedro Cedeño, pero la montaba el alferes Corral. El ejército Tlaxcalteca comandado por Xicohtencatl el joven y con ayuda del guerrero local Chichimecateutli, se retiraron una vez arrancado el estandarte español, pues para ellos esto era signo de haber ganado la batalla por sus costumbres al hacer la guerra. Los restos del animal fueron destazados y mandados a las principales cabeceras tlaxcaltecas para demostrar que no eran dioses como se creia y sirvió como argumento a Xicohtencatl para continuar con el acecho al español. Hubo otras batallas posteriores, pero favorecieron al español, por lo que los tlaxcaltecas optaron por dejarlos pasar a suelo tlaxcalteca y hacer una alianza contra los mexicas.

Cortés descansó 20 días en Tlaxcala, y desde allí envió a Diego de Ordaz con un grupo de tlaxcaltecas a la cumbre del Popocatépetl a conseguir azufre, material indispensable para la fabricación de pólvora, de la que carecía. Por su parte, el Conquistador continuó su camino y arribó a Cholula al frente de seis mil guerreros tlaxcaltecas, quienes acamparon fuera de la ciudad y lo previnieron de una posible emboscada de los cholultecas. Por esa razón Cortés se adelantó y llevó a cabo una terrible matanza que llegó a oídos de los aztecas. Esto, a la postre, sirvió a los españoles para encontrar abierto el camino de Tenochtitlán, ciudad en la que serían recibidos amistosamente por Moctezuma. Apenas alojado en Tenochtitlán, Cortés hizo prisionero a Moctezuma II, lo que causó gran sorpresa entre los mexicas.

Desde el principio el pueblo azteca vio con malos ojos a los hispanos, y su disgusto estalló en ausencia de Cortés (que había ido al encuentro de Pánfilo de Narváez), cuando Pedro de Alvarado, uno de los capitanes españoles que había permitido la celebración de una fiesta religiosa, intentó despojar a los indígenas de sus joyas y con simples pretextos desencadenó el asesinato de los mexicas, lo que se conoce como la “matanza del templo mayor”.

Cortés se apresuró a regresar a Tenochtitlán, donde lo sorprendió la rebelión. Al darse cuenta de que la serie de asaltos aztecas que venían sufriendo podrían acabar con sus soldados, se decidió a abandonar Tenochtitlán. El 30 de junio de 1520 salió de la ciudad, pero en el momento de la huida fueron descubiertos por los centinelas y los ejércitos aztecas cayeron sobre ellos. Sólo la vanguardia logró evadirse hasta Tlacopan y fue entonces cuando Cortés pudo darse cuenta de la temible derrota sufrida. Esto es lo que se denomina la “noche triste”.

Los españoles huyeron hacia Tlaxcala y en el camino murieron casi todos los aliados tlaxcaltecas que los acompañaban. A su llegada fueron bien recibidos. Allí pudieron reponerse de las heridas y además preparar minuciosamente la campaña con la que sitiarían y destruirían finalmente Tenochtitlán. Permanecieron en las casas de Xicohténcatl y Maxixcatzin, con los que Cortés celebró una alianza militar, haciéndoles muchas promesas si obtenía la victoria.

Los mexicas, mientras tanto, enviaban embajadores a todos los pueblos solicitando ayuda y alianza en contra de los españoles. Ofrecían a cambio perdonarles el pago de tributos y devolverles propiedades. Pero ocurrió que la mayoría de los pueblos se alegraban al contemplar la desgracia de los aztecas, sus tradicionales enemigos. Conocedores de ese sentimiento, los jefes de Tlaxcala se reunieron y decidieron apoyar a los hispanos.

Ya seguro Cortés no sólo de la alianza de los tlaxcaltecas, sino de la de los cholultecas y huexotzincas, inició una serie de campañas a partir de agosto de 1520, apoderándose primero de los señoríos que pertenecían a los aztecas y que rodeaban la ciudad de Tenochtitlán.

Para acabar con el poderío naval azteca, compuesto de miles de canoas que le impedían llegar a Tenochtitlán, resolvió fabricar 13 bergantines o pequeños barcos. La tarea la encomendó al carpintero Martín López, quien los construyó con madera del volcán de la Malinche, en el barrio de Atempan, que en la época colonial se llamara San Buenaventura. Al regresar Cortés a Tlaxcala, después de su triunfal campaña contra los señoríos dependientes de los mexicas, fue informado de la muerte de Maxixcatzin a consecuencia de la viruela, enfermedad que los españoles trajeron a América. En seguida se dispuso a preparar su ataque a la capital azteca: hizo un recuento de su ejército y el señorío tlaxcalteca presentó el suyo, que estaría bajo las órdenes de Cortés. Así desfilaron los cuatro señores principales con sus escudos y estandartes, acompañados de flecheros, músicos y pajes. Más de 20 mil guerreros indígenas se unieron a los españoles en la conquista de Tenochtitlán. A orillas del lago de Texcoco, otro gran número de tlaxcaltecas transportaron durante cuatro días las piezas de los bergantines. Al mismo tiempo, la división tlaxcalteca, bajo las órdenes de Xicohténcatl hijo, y de Calmecahua, marchó de Texcoco a Tenochtitlán. Fue entonces cuando ahorcaron a Xicohténcatl.

Finalmente, después de una cruel lucha y un largo sitio, cayó Tenochtitlán, el 13 de agosto de 1521. Allí tuvieron una actuación destacada los generales tlaxcaltecas Cuamatzin, señor de Contla, Tolinpanecatl, de Tepeyanco, y Acxotecatl, de Atlihuetzía.

Los Comienzos de la Colonia

Primera Organización y privilegios tlaxcaltecas

Consumada la conquista de la Nueva España, la corona española planeó su colonización, y por eso se dedicó a fundar ciudades y establecer gobiernos. La ciudad de México fue la capital y la sede de las autoridades españolas, y de allí partirían muchas de las expediciones destinadas a la extensión y el afianzamiento de la dominación hispana. En cada población de la Nueva España hubo dos sectores sociales distintos: el español, que vi vía en ciudades, reales de minas, haciendas o pueblos militares, y el sector indígena, que vivía en sus propios pueblos y ranchos. Parecidas a las de España, se trozaron las nuevas ciudades con igual reparto de solares o lotes y el mismo sistema municipal de gobierno, por cabildos. En el centro de las ciudades, o cerca de ellas, se establecían los tianguis o mercados. Los barrios indígenas estaban en las afueras.

A principios de la Colonia y en agradecimiento a su lealtad, España tuvo con Tlaxcala distinciones muy especiales, como las de permitirle conservar su antiguo gobierno indígena y sus tierras sin la intromisión de los españoles, nombrarla sede del primer obispado de la Nueva España, otorgarle un escudo de armas y el nombramiento de “Leal Ciudad de Tlaxcala”. A sus habitantes se les concedió el derecho de portar armas y de montar a caballo, cosa que sólo se permitía a los españoles, se les consideró hidalgos, con facultad para anteponer a sus nombres el título de “don”, se les eximió del pago de tributos y se les concedieron otros privilegios, muchos de los cuales eran resultado de las gestiones hechas por los nobles tlaxcaltecas que viajaban a España a hacer peticiones al rey. Pero con el correr de los años, estos privilegios se fueron olvidando y a los indígenas se les obligó, por ejemplo, a cubrir los gastos para recibir al nuevo virrey, en su paso por Tlaxcala, rumbo a México, a pagar tributos en dinero, en especies como el maíz, y aun en servicios personales, como ayudar en la construcción de la ciudad de Puebla de los Ángeles y especialmente de su catedral, iniciada por Real Cédula en 1537.

Colonias Tlaxcaltecas

Después de la toma de la ciudad de México, los españoles tuvieron tanta confianza en los tlaxcaltecas que los llevaron a las principales expediciones de conquista y colonización. A su vez los tlaxcaltecas, como fundadores, gozaron de privilegios que no tuvieron el resto de la población indígena.

Muchas familias tlaxcaltecas participaron en la colonización de lugares como San Juan del Río, en Querétaro, Tlaxcalancingo, en Puebla, San Esteban de Nueva Tlaxcala, junto a Saltillo, San Miguel de Mezquitic, en San Luis Potosí, Colotlán, en Jalisco, y San Cristóbal de las Casas, en Chiapas. Llegaron hasta la Florida y la Habana. En la primera mitad del siglo XVI acompañaron a Hernán Cortés en su expedición a Pánuco y auxiliaron en su toreo de fundador a Pedro de Alvarado en Guatemala.

También fueron con Guzmán al oeste de México y con el que había sido su gobernador, Luna y Arellano, a la Florida.

Una de las expediciones que atestigua sobre la activa participación tlaxcalteca es la que se llevó a cabo para colonizar Zacatecas, San Luis Potosí, Coahuila.

400 Familias

En 1590, el virrey Luis de Velasco II propuso que 400 familias tlaxcaltecas, acompañadas de indigenas nobles y principales, colonizaran la Gran Chichimeca para que los grupos locales aprendieran de ellos la fe cristiana, la domesticación de animales, diversas artes y oficios, la construcción de casas y dar seguridad al traslado de plata a la capital del virreinato. El cabildo indígena respondió al virrey presentándole una lista con las peticiones de los futuros colonos. Este accedió a que fueran hidalgos libres de tributo y de servicio personal, a que se establecieran separados de otros grupos indígenas, se comprometió a proveerlos de comida durante dos años y a que las estancias de ganado de los españoles estuvieran alejadas Además, a los principales les concedió montar a caballo y llevar armas por 30 años. Así, por Cédula Real de Felipe II de España, 400 jefes de familia (casados, solteros, y viudos) partieron de Tlaxcala entre el 6 y 9 junio de 1591, acompañados por fray Jerónimo de Zárate y otros franciscanos, bajo el mando de Agustín de Hinojosa Villavicencio. En agosto del mismo año, en el Cuicillo, Zacatecas, el gobernador de Nueva Vizcaya, Rodrigo del Río y Loza, señaló los puntos donde deberían establecerse.

Gobierno indígena y español

Al comienzo de la Colonia, la corona española dejó que Tlaxcala se gobernase a través de cada uno de los cuatro señores. Estos se turnaban en el mando e integraban el consejo, que luego se convirtió en un cuerpo municipal llamado regimiento y que estuvo bajo las órdenes directas de la Corona hasta 1535, fecha en que pasó a depender del virrey y de la audiencia de México.

El primer virrey de la Nueva España, Antonio de Mendoza, transformó el gobierno indígena en Cabildo Indio, con un gobernador al frente que se elegía cada dos años. Le seguían en importancia los cuatro señores de las cabeceras, que tenían igual poder político y el mismo título de regidor perpetuo, ya que continuaban en ese cargo hasta su muerte.

Asimismo integraban el cabildo o República India 12 regidores menores que duraban un año en el puesto. El cabildo indígena sesionaba en idioma náhuatl y en su propia casa situada en la plaza principal de la ciudad.

Cuando se pretendía construir algún edificio público, el cabildo elaboraba los planos y hacía los preparativos y arreglos necesarios. Si se anunciaba la visita del virrey, preparaba la bienvenida. Además, manejaba las propiedades comunales, cuidaba que se cumplieran las leyes y recogía el tributo.

A partir de 1600 decayó el cabildo indígena, aunque siguió existiendo paralelamente al gobernador español hasta el siglo XVIII. Esa decadencia se debió a que se fue debilitando y se vio imposibilitado de pagar sus deudas y de controlar los frecuentes asaltos a las diligencias perpetrados por ladrones y bandidos. De ahí que en cierto momento el virrey otorgó la preferencia al gobierno español y, finalmente, permitiera que éste fuero el único que manejara los destinos de Tlaxcala.

Aunque al principio la provincia de Tlaxcala, dependía directamente de la corona de Castilla, el mismo Cortés envió dos o tres guardianes sin ningún título especial a fin de combinar poco a poco el gobierno indígena con el gobierno español. Por lo demás, y debido a su lejanía y a la lentitud de las comunicaciones, los tlaxcaltecas tenían dificultades para tratar sus asuntos directamente con el rey y, de 1535 en adelante, acudieron al virrey y a la audiencia de México.

Cuando en tiempos de la Segunda Audiencia el gobierno español se organizó en la ciudad de México, se establecieron entonces los corregimientos regionales que representaban a dicho gobierno. Tlaxcala no se salvó de ser incluida en ese sistema y en 1531 se fundó allí, paralelamente al gobierno indígena, el primer corregimiento español, encabezado inicialmente por un corregidor, luego por un alcalde mayor y posteriormente por un gobernador el que, con excepción de un corto periodo, rigió hasta la consumación de la Independencia, en 1821.

Para aclarar problemas locales, la Corona enviaba visitadores, como fue el caso del oidor Gómez de Santillán que en 1545, acompañado de un intérprete y de un alguacil, se enteró de todos los asuntos y realizó importantes reformas en el gobierno indígena.

Sociedad y Economía

Fundación de la ciudad de Tlaxcala

Aunque los conquistadores llamaban ciudad a la provincia de Tlaxcala, ésta existió como tal hasta 1525, cuando el cito su fundación:

”Que se erige en ciudad la de Tlaxcala, en la Nueva España y su iglesia en catedral para un obispo tlaschalense que la gobierne y administre”.

Este documento es 10 años anterior a la Real Cédula del 22 de abril de 1535, que otorgaría a Tlaxcala, junto con el título de “Leal Ciudad”, un escudo de armas. Prueba, además, que Tlaxcala fue erigida en ciudad en fecha anterior a la generalmente aceptada.

Más tarde, el 25 de abril de 1563, se otorgaría a Tlaxcala, por cédula real de Felipe II, el título de “Muy Noble y Muy Leal” y otra cédula, ésta del 10 de mayo de 1585, le agregarlo el de “Insigne”.

La nueva ciudad se ubicó al sureste de los cuatro señoríos, es decir, posando el río Zahuapan. Era mayor que en la actualidad y nunca ha vuelto a abarcar la extensión que tuvo en los siglos XVII y XVIII. Su construcción se inició en 1538: Alrededor de la plaza municipal se fueron elevando casas reales, casas consistoriales, la capilla real, y otros edificios.

Propiedad y uso de tierra

El indígena y el español veían de un modo distinto la propiedad y el uso de la tierra: para el segundo era un medio para adquirir riqueza y poder, mientras que para el primero era la forma de satisfacer sus necesidades.

Por Real Cédula de 1535, y confirmada por otras posteriores, se ordenó que las tierras tlaxcaltecas dependieran directamente de la corona española, la cual reglamentó la propiedad indígena de la siguiente manera: la que pertenecía al pueblo antes de la conquista fue dividida en comunal e individual y la que poseía la nobleza indígena fue convertida en propiedad privada. A los españoles no se les debería otorgar concesiones o mercedes de tierras. Pero ese designio no se cumplió, en primer lugar porque el mismo rey de España, Carlos V, otorgó mercedes de tierras tlaxcaltecas a los españoles (a Diego de Ordaz, en 1538, en 1540 a Juan de Valdibieso y en 1541 a Gutiérrez Maldonado, quien llegó a poseer extensas propiedades).

Parte de esos abusos se debieron a que en tiempos de la Conquista existió entre Tlaxcala y los territorios vecinos una zona deshabitada donde se libraban las guerras contra los aztecas. Esas tierras no fueron reclamadas por los tlaxcaltecas hasta 1545, fecha en que se marcaron los límites de la provincia, pero antes los españoles las habían ocupado, lo que provocó muchos conflictos.

Los españoles continuaron penetrando en toda la provincia con la colaboración de los mismos indígenas, quienes por necesidad o en forma compulsiva, les vendían sus propiedades, a pesar de las leyes que lo prohibían. Además, el hecho de que algunos hispanos se casaron con nobles indígenas contribuyó a que las tierras pasaran a manos de los españoles o de sus hijos mestizos. Así se fueron formando muchas haciendas y estancias con la aprobación de las autoridades indígenas y españolas.

Cabe señalar que la provincia de Tlaxcala era una de las cinco mayores que formaban el reino de México dentro del virreinato de la Nueva España. Administrativa y judicialmente dependía de la audiencia de México. Su división política en los primeros siglos de la Colonia encontró su origen y base en lo antigua división prehispánica.

A partir del siglo XVI se impulsó en la Nueva España la agricultura, por el uso de nuevas técnicas, especialmente el arado tirado por bueyes. Se sembraron maíz, trigo y frijol, y al mismo tiempo se introdujo la cría de ganado menor, con especies traídas de Europa, como borregos, puercos y cabras y que no requerían tantos cuidados como el ganado mayor, y de las que se podía obtener una buena producción de lana, carne y leche.

Hacia 1614 se respaldó la producción agrícola con el cultivo de nopales, en los que se criaba la cochinilla o grana que es un insecto que reducido a polvo proporciona una tintura para textiles muy usada en la época prehispánica y en la Colonia.

El trigo se sembraba sólo en las tierras de la comunidad, y con los derivados de la producción se pagaban los tributos al clero y a la Corona. De los bosques se extraía resino para elaborar brea; carbón y leña para abastecer a los ciudades de Puebla y Tlaxcala. Finalmente se establecieron sembradíos de magueyes que darían origen a los haciendas pulqueras.

En la época colonial existieron grandes haciendas ganaderas y agrícolas, pertenecientes a españoles y mestizos. Hacia mediados del siglo XVIII sumaban más de cien, entre los que destacan por ejemplo, la ganadera de San Miguel Mimiahuapan, en Tlaxco, con más de 4 mil hectáreas, 300 bueyes, 300 vacas, 2 600 ovejas, 1 300 cerdos.

Esta hacienda fue luego famosa por sus toros de lidia. La de San Mateo Huiscolotepec Piedras Negras en Tlaxco. La de Nuestra Señora del Rosario, de más de 2 mil hectáreas. En San Felipe Ixtacuixtla estaban las haciendas de San Diego Xocoyucan, San Juan Molino y Jilotepec. No muy lejos la de San Antonio Chiautla. En San Nicolás Panotla, la hacienda Santa Marta y la de San Juan Acocotla.

Las haciendas de Santa Ana Chiautempan eran las menos extensas. Todas las haciendas ganaderas contaban con tierras de labor para sembrar especialmente trigo y maíz.

Entre las haciendas pulqueras de la misma época, que tanta importancia tuvieron en la provincia, se encuentran las de Mazaquiáhuac y Zocac, ambos en Tlaxco.

Mercados y Caminos

Desde la época prehispánica eran famosos los mercados o tianguis de Tlaxcala, que continuaron funcionando durante la Colonia. El más notable era el de Ocotelulco.

Después de la fundación de lo ciudad de Tlaxcala se estableció en ella un mercado o tianguis el día sábado. Estaba prohibida la venta al público fuera de los mercados donde, tanto indios como españoles, compraban y vendían gallinas, borregos, puercos, conejos, vegetales, objetos de oro y plato. La moneda común llegó a ser el real, pero se seguía practicando el trueque de mercancías. En muchas ocasiones el cabildo indígena fijó los precios y uniformó pesas y medidas. Igualmente, el corregidor o el alcalde mayor español determinaba las listas de precios tope y la manera como debía procederse en el mercado.

Los caminos propiamente dichos aparecieron en Tlaxcala en el siglo XVI, pero los transitables sólo existían cerca de las ciudades principales.

Antes de la fundación de la ciudad de Puebla en 1531, el importante camino de México a Veracruz pasaba por la ruta Tlaxcala-Calpulalpan-Texcoco. Pero se convirtió en un camino secundario en 1537, cuando se construyó el que comunicaba la capital con Puebla y Veracruz, sin pasar por la ciudad de Tlaxcala.

Existía un camino real, que conectaba a Tlaxcala con Ixtacuixtla, un camino de arrieros que llegaba a Puebla por Tecoac y Atlangatepec, un ramal unía a Tecoac con Huamantla y, de Tlaxcala al norte, un camino que pasaba por Atlihuetzía. En 1537 se abrió un camino de Tlaxcala a Puebla.

Con el tiempo se hicieron muchos puentes, como el que cruzaba el río Zahuapan por Tizatlán, y los 33 puentes de piedra que construyó el corregidor Verdugo a mediados del siglo XVI. A finales de ese siglo, los caminos de Tlaxcala se habían multiplicado, impulsando el desarrollo del comercio. Y en 1808 se terminó un buen camino carretero a Veracruz. Además, a lo largo de los caminos había hosterías o ventas.

Aspecto social de la población

Por privilegios emanados de la Corona, a principios del régimen colonial, la sociedad indígena tlaxcalteca mantuvo fuera de la provincia a los españoles y conservó sus distinciones sociales prehispánicas: los macehuales siguieron desempeñando las tareas agrícolas y los distintos servicios, la nobleza era la beneficiaria del trabajo de los macehuales; los cuatro señores continuaron gobernando como caciques y sus extensas propiedades trabajadas por vasallos indígenas. Muchos principales usaban el “don” antes de sus nombres, poseían caballos y asnos y el derecho de montarlos, tenían permiso de usar ropa española y los frailes los bautizaban, los casaban, evangelizaban y hasta los instruían en las leyes y política de la sociedad novohispana. Estos principales vivían de sus rentas y de los tributos que recibían por sus tierras. Además, y si eran miembros del cabildo, percibían un salario extra.

Una gran diferencia de clases separaba la vida de los principales del resto de la población, que estaba bajo su mando y les servía aún como esclava. Sólo en 1537 se dio la libertad a 20 mil esclavos tlaxcaltecas.

Los terrazgueros eran los arrendatarios de las tierras que pertenecían a los nobles. Los pochteca seguían siendo comerciantes.

En 1520 sufrió la provincia la primera gran epidemia de viruela, seguida por otras calamidades a lo largo del siglo. Fue así como disminuyó su población, las cosechas fueron pobres y hubo plagas. La sociedad tlaxcalteca sólo descansaría de tantos males de 1545 a 1575, únicos treinta años de verdadera prosperidad. A partir de 1555, y a pesar de las leyes que lo prohibían, se empezaron a establecer allí los españoles, quienes poco a poco fueron despojando a los indígenas de sus posesiones.

Las injusticias sociales existentes, la escasez de productos agrícolas, que condenaba al hambre a la población indígena, fueron causa del estallido de disturbios. Todo ello provocó que el 14 de junio de 1692, tres mil indígenas se amotinaran en la plaza de Tlaxcala para derrocar al gobierno español: incendiaron las casas reales, destruyeron el archivo y apedrearon a los sacerdotes que pretendían calmarlos.

En el siglo XVII la ciudad de Tlaxcala contaba con 6 mil indios vecinos y más de 500 españoles, dueños de obrajes y haciendas de ganado. Ya en el siglo XVIII los hispanos constituían una buena parte de la población. En esa época la provincia en general estaba en plena decadencia al grado de que en 1761 el gobernador Antonio López de Matosso se mudó a la casa-obraje que fuera de Ignacio de Urízar, debido a que las cosas reales estaban en ruinas y debían repararse. En 1789 los habitantes de Tlaxcala formaron juicio al gobernador español Francisco de Lissa, quien finalmente fue restituido en su puesto.

Lo decadencia de Tlaxcala se debió a que la población se vio menguada por epidemias, heladas, inundaciones del río Zahuapan, terremotos y plagas, causas que provocaron la emigración de mestizos e indígenas en los siglos XVI, XVII, y XVIII. A estas calamidades se suma el acoso de las bandas de asaltantes, entre ellas la de los “Hermanos de la Hoja”, cuyo jefe era apodado “Astucia”.

Cultura colonial

Escolaridad

La evangelización en idioma náhuatl fue la primera forma de enseñanza empleada por los clérigos, y fray Bartolomé de Olmedo y el clérigo Juan Díaz los primeros en cumplir con esa empresa en Tlaxcala. La orden fransiscana, favorecida por la corona española, se estableció antes que las otras. Como se dijo, los frailes internaron a los hijos de los caciques en su monasterio y empezaron su labor de conversión e instrucción, animados por Cortés, quien obligó a todos los nobles tlaxcaltecas, bajo severas penas, a mandar a sus hijos con los frailes. En 1531, fray Alonso de Escalona, que permaneció tres años en Tlaxcala, fundó la primera escuela en las instalaciones franciscanas, contando para ello con ayuda del primer obispo Garcés. en ella se enseñaba a leer y a escribir y algo de música. llegó a tener 600 alumnos. Posteriormente funcionó la escuela del convento de San Francisco, que continuó de forma sostenida la labor educativa. Fray Diego de Valadés, notable escritor tlaxcalteca del siglo XVI, señala en su "Retórica Christiana" que en el atrio del convento se catequizaba e instruís a niños, niñas, hombres y mujeres. También allí se atendían a los enfermos y se sepultaba a los muertos. En Santa Ana Chiautempan funcionaba, desde comienzos de la Colonia,una escuela para indígenas. En general, las escuelas las irían aumentando con el avance de la evangelización, el establecimiento de nuevos conventos y la llegada de más frailes. En su tarea educativa, los religiosos introdujeron numerosos métodos de enseñanza, valiéndose de carteles, representaciones mudas y habladas, pláticas ilustradas con ejemplos vivos (un sistema cercano al audiovisual) y ellos mismos estudiaron y escribieron la historia y las costumbres de los pueblos indígenas. Durante la Colonia, la Corona no consideró que la educación era de su competencia y la abandonó a particulares o a la iglesia, limitándose a regularla o a controlarla. Sólo le preocupaba la enseñanza de la religión y del castellano pero, mediante la Ordenanza de intendentes en 1786, se obligó a los principales pueblos indígenas a tener un maestro pagado con los fondos municipales.

Manifestaciones Literarias

Muchos escritos tlaxcaltecas del siglo XVI posiblemente se perdieron o permanecen anónimos. Sin embargo, además de los códices prehispánicos, descuellan las obras de los historiadores tlaxcaltecas de ese siglo como Tadeo de Niza, Diego Muñoz Camargo, gran investigador de la vida tlaxcalteca prehispánica y colonial, cuya Historia de Tlaxcala ha sido traducida a varios idiomas; Mariano Joseph Paz y Sánchez, autor de algunos escritos sobre la Conquista, y fray Diego de Valadés, mestizo que nació en Tlaxcala en 1533 y fue discípulo de fray Pedro de Gante. Escritor y notable grabador, tradujo al náhuatl dos de sus obras, un catecismo y un libro sobre estética, titulado Vergel del Alma. Publicó El Itinerario del Padre Juan Focher y Rethorica Christiana.

Durante los siglos XVII, XVIII y principios del XIX se distinguieron los siguientes literatos tlaxcaltecas: Juan Ventura Zapata, que escribió en náhuatl Crónica de la Muy Noble y Leal Ciudad de Tlaxcala: Manuel de los Santos Salazar, que dejó varias crónicas y algunos trabajos de historia; sor Ana María del Costado de Cristo, poetista, autora de más de 12 volúmenes de literatura religiosa y que murió en 1710 en la ciudad de México; Francisco Soria, poeta y dramaturgo, autor, entre otros títulos de Guillermo, duque de Aquitania, La magia mexicana, La Genoveva, Canto a la Asunción, De los celos del amor; Baltazar González, sacerdote jesuita, que escribió en náhuatl la Historia de la milagrosa aparición de nuestra señora de Guadalupe de México; Alonso Salazar, bisnieto del senador Maxixcatzin, cuyos escritos se encuentran perdidos (Pedro Larrea y Cordero habla de este escritor en su Cuadro de Tlaxcala). También sobresalieron fray Diego de Silva, Jo´se Báez, Indalecio Bernal, Francisco de Laáiza y Manuel de Loaizaga y Maxixcatzin. Se debe recordar al escritor Nicolás José Faustino Maxixcatzin y Calmecahuac, bachiller de la Universidad de México, por cuya intervención se sacó copia del ahora extraviado Lienzo de Tlaxcala; a Miguel José de Ortega, autor, entre otras, de la Historia Espiritual de la Conquista de Nayarit; al doctor Joaquín Urizar y Bernal, escritor que ocupó importantes cargos en la Real Academia y en la Universidad de México, y a José Miguel Guridi y Alcocer, diputado ante las Cortes de Cádiz, de las que llegó a ser presidente, a quien debemos el Arte de la Lengua Latina.

Véase también


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