La Vereda

La Vereda
La Vereda
País Flag of Spain.svg España
• Com. autónoma Bandera usual de Castilla-La Mancha.svg Castilla-La Mancha
• Provincia Flag Guadalajara Province.svg Guadalajara
• Comarca Sierra norte
• Partido judicial Guadalajara
• Municipio Campillo de Ranas
Ubicación 41°01′15″N 3°20′40″O / 41.02083, -3.34444Coordenadas: 41°01′15″N 3°20′40″O / 41.02083, -3.34444
• Altitud 1080 msnm
Superficie 39,78 km²
Población 4 hab. (INE 2009)
• Densidad 0,1 hab./km²
Gentilicio Veredano-a y veredés
Código postal 19224
Patrón San Pedro
Patrona Inmaculada Concepción de Nuestra Señora

La Vereda es un pueblo perteneciente al municipio de Campillo de Ranas (Guadalajara, España) situado en la sierra de Ayllón.

Históricamente forma parte del Concejo de El Vado, que estaba conformado por las aldeas de La Vereda, Matallana y la propia villa de El Vado. En 1972 el municipio de La Vereda, antes El Vado, pasó a depender del Ayuntamiento de Campillo de Ranas, al ejecutarse la expropiación forzosa de la mayor parte de su territorio por parte del Instituto para la Conservación de la Naturaleza (ICONA), siendo desde 1983 propiedad de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.

Contenido

Geografía

La Vereda se sitúa en el cordel central de la sierra de Ayllón, en la subcomarca de Tierra de Colmenar-Montesclaros. Esta comarca es topográficamente muy accidentada. Dentro del concejo se pueden destacar el pico de la Tornera (1.865 m), el Pico de la Centenera, la Cabeza del Pajarejo (1.468 m), el cerro del Otero o cerro de San Cristóbal (1.589 m), la Cabeza del Vado (1.137 m) y Las Majadas (1.280 m). La Vereda se encuentra a una altitud de 1.080 metros, Matallana a 1.000 metros y El Vado a 948 metros.

En la hidrografía de la zona cabe destacar el río Jarama, afluente principal del río Tajo, que delimita el término municipal, el arroyo Vallosera, el arroyo del Cerezo, el arroyo del Tejoso, el arroyo del Pajarejo, el arroyo de Sierra Elvira, el arroyo del Tejedor, el arroyo de la Garganta y el arroyo del Arrubiezo. Todos ellos discurren por vallejos y pasajes encajonados de enorme atractivo.

Geológicamente se puede indicar que es una región silícea que litológicamente está constituida por gneisses, pizarras, micacitas y cuarcitas primarias. Los gneisses y micacitas dan lugar a suelos profundos, tierras pardas, sobre las que crecen robledales, y en algunos casos hayas y abedules.

Los suelos de pizarras se encuentran muy erosionados soportando formaciones arbustivas de jaras y brezos. Así la zona proporciona yacimientos más o menos superficiales de gneis, pizarras y rañas (cantos de cuarcita poco rodados), que son los materiales utilizados en la Arquitectura Negra.

La vegetación de la zona se puede resumir por tanto en bosques más o menos extensos de robles y melojos, con manchas de grandes encinas, junto con grandes repoblaciones de pino silvestre. En los cauces de ríos y arroyos, vegetación de ribera con fresnos, olmos y chopos. Grandes extensiones de jaras, brezos y tomillos se unen a los prados para completar el paisaje natural.

Este paisaje natural viene representado en la toponimia local. Así aparecen los propios nombres de El Vado y La Vereda, como pasos naturales dentro de la sierra, o Matallana, como bosque en zona llana. Los diversos topónimos locales nos dan idea de lo que fue o sigue siendo esta zona; nombres como Roblemarina, el collado del Hontanar (hontanar = manantial), los huertos de los Chortales (chortal = manantial), las eras del Prado, la era del Moral, etc. Otros nombres nos cuentan pequeñas historias locales, como “arren” de la Horca (arren = cercado), fuente de los Portugueses, matizo de las Cofradías, “arren” de la Virgen, pasil de los Caballos, la encina del Barbero, etc.

Historia

La historia de estas comarcas serranas siempre se ha caracterizado por el aislamiento que la naturaleza impone. Poblada ya desde época prerromana, con la existencia de yacimientos paleolíticos en diversas cuevas de Matallana y La Vereda. Ni la crisis del Siglo III que sufre el Imperio romano ni las sucesivas oleadas de visigodos suponen una alteración significativa de la escasa población de estas tierras más que en el control político de las mismas. Con la llegada de los musulmanes se inicia una incipiente repoblación con población bereber, de carácter pastoril, que se asienta en estas tierras estériles junto con la escasa población hispano visigoda.

Durante siglos esta fue zona divisoria entre los reinos cristianos del norte y Al-Ándalus, sin que hubiera grandes movimientos demográficos. En esta época pudieran existir ya rebaños de ganado que practicaran la trasterminancia, siendo la ganadería la principal actividad económica junto con una agricultura de subsistencia. De igual modo se inicia la intervención sobre la naturaleza, con la roturación de tierras, con rozas, corte de arbolado, etc., para aumentar la superficie de terreno agrícola y ganadero que pudiera satisfacer las necesidades del autoconsumo.

En el Siglo XI Alfonso VI conquista para Castilla estas tierras iniciándose el periodo repoblador cristiano formado fundamentalmente por castellanos, leoneses, gallegos y asturianos. De igual modo se funda en las cercanías el monasterio de Bonaval que en 1164 es concedido por Alfonso VIII a una comunidad cisterciense para servir de barrera a una ya improbable invasión musulmana, llegando el límite de esta comunidad "hasta la sierra de Elvira, y de dicho valle a la Serranía, transitando más allá de ella, hasta el valle de Muratel (Muriel), en el Sorbe", justo en el límite sur de La Vereda, hoy arroyo de Sierra Elvira.[1]

Hasta el Siglo XIII se produce la principal repoblación de la zona, organizándose administrativamente mediante las Comunidades de Villa y Tierra, perteneciendo la población de El Vado a la de Sepúlveda.[2]

En 1278, El Vado, consigue su propio territorio, incorporando a Matallana y a La Vereda a su municipio. Tanto El Vado, como Colmenar de la Sierra y El Cardoso de la Sierra, formaron los municipios más orientales de la Comunidad y Tierra de Sepúlveda.

El Vado, ya desde el Siglo XII, adquiere importancia como lugar de paso del río Jarama, con puente propio que comunica a través de La Vereda y Matallana los pasos de ganado desde el norte hacia las tierras del sur. Así el Arcipreste de Hita incluye un canto de honor a la Virgen de El Vado en su célebre Libro de Buen Amor.[3] Con la creación del Honrado Concejo de la Mesta en el Siglo XIII, este carácter de paso ganadero de la zona va en aumento, constituyendo la Cañada Real que desde Soria se dirige hacia Extremadura.

En 1373 este territorio pasa por donación de Doña Juana Manuel(1339-1381), hija de Don Juan Manuel y esposa de Enrique II de Castilla, a Pedro González de Mendoza.[4] En 1379 Pedro González de Mendoza hace donación a favor de su primogénito Diego Hurtado de Mendoza, primer Duque del Infantado, de los lugares de El Cardoso, Colmenar y El Vado.[5] Éste los incluye en el mayorazgo destinado al primer Marqués de Santillana, Íñigo López de Mendoza, pero como un señorío aparte del de Buitrago y asociado al Condado del Real del Manzanares.[6] El Señorío de El Cardoso, Colmenar y El Vado, lo hereda su séptimo hijo, Juan Hurtado de Mendoza. Desde entonces permanece como Señorío de la familia de los Mendoza, asociado desde el siglo XVII al Marquesado de Montes Claros, hasta el final del Antiguo Régimen y los Señorios, que propiciaron las Desamortizaciones del Siglo XIX.

Dichas desamortizaciones produjeron graves desavenencias entre los vecinos de El Cardoso, Colmenar y El Vado, al apropiarse de la propiedad comunal de varios montes y pastos de la zona el Marqués de Montesclaros, D. José Rafael de Silva Fernández de Híjar Portugal y Palafox, amparado por el Consejo de Castilla en 1825. A pesar de que el Catastro del Marqués de la Ensenada en 1752[7] y diversos "amillaramientos" realizados a principios del siglo XIX indicaban que el titular del Señorío no poseía propiedades en el Concejo, los vecinos de El Cardoso, Colmenar y El Vado y los mayores contribuyentes de la zona tuvieron que celebrar una avenencia con el Marqués en 1857 en presencia del Gobernador de Guadalajara reconociéndole la propiedad sobre varias fincas y montes, tras varios mandatos de ejecución por parte del Consejo de Castilla. Aún así, y ante la venta de dichos montes y pastos que realizó el Marques de Montesclaros a D. Segundo Colmenares en 1862, los conflictos con los vecinos continuaron.[8]

En 1921 los 54 vecinos existentes en El Vado, La Vereda y Matallana,[9] compran en régimen de copropiedad tres grandes fincas que rodean a las poblaciones, provenientes de las antiguas tierras comunales, y que habían pasado a propiedad privada tras las referidas Desamortizaciones de fines del Siglo XIX. Dicha agrupación de fincas constituía la mayor parte del término municipal, compuesta por las grandes masas boscosas existentes, exceptuando únicamente las pequeñas tierras agrícolas que eran propiedad de los particulares.

El lento aumento poblacional supone en estos siglos la transformación de la Sierra, con el intenso aprovechamiento forestal y ganadero de la zona. Esto produce el adehesamiento de encinares y melojares y la reducción de las manchas boscosas por el carboneo y la creación de tierras de cultivo. Esta serie de actividades económicas se refleja en la consolidación de los núcleos urbanos existentes: La Vereda, Matallana, y El Vado como cabecera del pequeño señorío, estando documentadas La Vereda y Matallana en los Libros de Fábrica de la Iglesia Parroquial de Santa María de El Vado desde 1497 y 1485 respectivamente, apareciendo como núcleos totalmente consolidados y con una vecindad de importancia dentro del Concejo.[10] En 1759, ante el aumento poblacional, se amplía y mejora la antigua ermita de La Vereda, de la cual hay constancia en 1544 aunque dedicada a San Bartolomé, y se bendice para poder celebrar los Sacramentos.[11]

La existencia de la comarca se estabiliza hasta que a finales del siglo XIX y principios del XX empieza el flujo migratorio ante la dureza de la zona y el fin de la economía que la sustentaba. En el caso particular de El Vado, La Vereda y Matallana, tras la Guerra Civil de 1936 que ya inicia un periodo de destrucción de los sistemas de organización tradicionales y el abandono, por ejemplo, de los edificios eclesiásticos tras las destrucciones realizadas el 25 de julio de 1936 por las fuerzas republicanas,[12] se reanuda la construcción de la presa. Así, la creación durante el primer tercio del siglo XX del embalse de El Vado para abastecer de agua a Madrid, mediante el Canal de Isabel II, supone el golpe definitivo para la desaparición de los núcleos poblados. Ello supone el anegamiento en 1954 de la localidad de El Vado, excepto la iglesia y el cementerio.

Con la desaparición de El Vado, el ayuntamiento del Concejo pasa en 1950 a La Vereda, y la Parroquia pasa a la ermita de San Juan en Matallana. Con este motivo los vecinos construyen en La Vereda la nueva Casa de Villa y los edificios públicos necesarios (Casa del Secretario, Escuelas, Fragua y Molino).

Este anegamiento supone de igual modo el corte de la deficiente carretera que comunicaba a través de la Cañada Real los núcleos de La Vereda y Matallana con el exterior. En 1950 se inicia también por parte de ICONA la repoblación forestal de la finca Montesclaros.

Así, sin accesos, sin servicios médicos, electricidad, agua corriente, suministros, con los terrenos dedicados a la ganadería reduciéndose, la emigración aumenta en la década de los años 60. Por fin, en 1972, se produce la expropiación forzosa de todo el término municipal de La Vereda, Matallana y El Vado, ante la declaración de utilidad pública de los trabajos de repoblación forestal que se realizan,[13] y la obligada despoblación es un hecho.

En 1976 un pequeño grupo de arquitectos de Guadalajara y Madrid, evitan que ICONA derribe todos los edificios de La Vereda y Matallana para proseguir con la reforestación, de este modo se logra preservar la integridad de estos pueblos. Dada esta situación alegal, se decide crear la Asociación Cultural La Vereda, a la que se otorga, en concesión libre y pública, el arrendamiento agrícola de este pueblo, junto con Matallana, procediendo de esta forma ya legal a la rehabilitación y reconstrucción de los edificios mejor conservados. Es desde entonces, 1977, el trabajo de esta asociación el que está devolviendo (junto con los habitantes de Matallana) a la zona la poca vida que en ella quedaba dada la emigración total que existió en años pasados. Hasta la fecha de hoy es esta asociación la que con su trabajo y tesón ha convencido en reiteradas ocasiones (tres hasta la fecha) a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha para que los trabajos se continúen en la dirección llevada de mantener todo tal y como se encontraba hace siglos, recuperando de esta forma arquitectura popular, cultivos autóctonos, antiguos caminos y fuentes, calzado, ropajes, corduras de sillas y taburetes, mobiliario doméstico, herramientas de labor y utillaje, salvaguardando encinas, robles, quejigos, sabinas, etc., y su enorme fauna (buitres, águilas calzadas y ratoneras, corzos, jabalíes, codornices, ardillas, picapinos, pájaros carpinteros, el escribano montesinos en peligro de extinción, gatos monteses, etc.).

En 1988 los antiguos vecinos de La Vereda, Matallana y El Vado, fundan la Asociación Cultural Hijos de La Vereda con el fin de mantener y recuperar sus tradiciones. Desde esta fecha los antiguos vecinos y expropietarios de La Vereda defienden igualmente su derecho legal a ejercitar la reversión de las fincas expropiadas forzosamente para unos fines de utilidad pública como es la repoblación forestal que no se han cumplido en su totalidad, pretendiendo la recuperación integral de dichos pueblos.

El 24 de junio de 2007, finalizadas las obras de la primera fase de restauración auspiciadas desde el Obispado de Sigüenza-Guadalajara y con el patrocinio de la Diputación de Guadalajara y la Asociación Cultural Hijos de La Vereda, la Iglesia-Ermita de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción, en La Vereda, se reabre al culto.

Arquitectura

Casa típica de La Vereda.

La arquitectura predominante en La Vereda es la llamada Arquitectura Negra. Esta es la arquitectura tradicional que se realizaba en el extremo noroccidental de la provincia de Guadalajara, en la Sierra del Ocejón. Se caracteriza por el uso masivo de la pizarra, tanto en muros como en tejados, junto con la madera para la realización de forjados y techumbres.

La Vereda y Matallana son dos ejemplos extraordinarios de este tipo de arquitectura popular, habiéndose perdido lamentablemente las construcciones de El Vado en el fondo de las aguas del pantano que lleva su nombre. Este es el pequeño homenaje a todos aquellos constructores anónimos que supieron a lo largo de los siglos adaptar naturaleza y arquitectura.

Este tipo de arquitectura da lugar a unos núcleos urbanos totalmente caracterizados con el paisaje. La estructura de las edificaciones se realiza con muros de carga de pizarra con mortero de barro, y entramados de madera en su interior que dan lugar a los forjados de planta y a las techumbres de madera. El tejado está compuesto por extensos faldones de lajas de pizarra. Al exterior se abren escasos huecos para protegerse de las inclemencias del tiempo, apareciendo grandes recercados de madera en puertas y ventanas.

La tipología edificatoria se compone de viviendas, casillas para guardar el ganado y pajares. Muchas veces aparecen unos grandes volúmenes que cobijan en su interior diferentes tipologías edificatorias, componiendo una única unidad volumétrica.

Al exterior de las viviendas pueden aparecer pequeños recercados o corrales, normalmente enlosados, al que pueden abrir dichas casillas o pajares. Del volumen exterior sólo destacan las grandes chimeneas y los hornos remarcados semicircularmente al exterior, con los accesos de las viviendas destacados con pequeños tejadillos o porches semicubiertos. Dichos porches o entradas se solían encalar al igual que todo el interior de la vivienda, resultando así un verdadero espacio de transición entre el exterior y el interior.

El interior se distribuye a través de un zaguán en alcobas, la cocina a la que abre la boca del horno, las trojes o cubículos para grano, y la cuadra al fondo de la vivienda. La planta superior o cámara, a la que se accede desde empinadas escalera de madera, y situada bajo las grandes cubiertas, se utilizaba como almacén de forraje.

Si la tipología es de dos plantas la cocina puede situarse en la segunda planta, y el horno no muestra su volumen al exterior. En estas escasas viviendas de dos plantas, más la cámara, suele aparecer un balcón protegido por un tejaroz con barandilla de madera.

Una de las características de la arquitectura de La Vereda es la utilización de cantos rodados entre la mampostería de pizarra, que son utilizados para remarcar las plantas mediante alineaciones, para reflejar iniciales de los autores o recreando cruces protectoras del hogar.

Característico igualmente son las limatesas o cumbreras de las cubiertas, en las que se van entrelazando las diversas lajas de pizarra recortadas unas con otras. De igual modo son abundantes las inscripciones situadas en las entradas de los edificios, especialmente los públicos.

Edificios singulares son las iglesias o ermitas de la zona. Son pequeños ejemplos de la pervivencia en el mundo rural de modelos románicos hasta siglos posteriores. Pequeños templos de arquitectura culta, con disposiciones y plantas románicas de una nave con capilla mayor cuadrada, orientadas al este, pero construidas con las soluciones propias de la arquitectura popular. Sólo las esbeltas espadañas y un mayor cuidado en el detalle constructivo muestran su excepcionalidad.

Fiestas y tradiciones populares

El ciclo festivo tradicional se puede considerar como el eje vertebrador de la vida social cotidiana en las sociedades rurales, entremezclado siempre con el ciclo agrario y ganadero anual que regía la economía local de las serranías de Ayllón y del Ocejón. [14]

Invierno

Empieza el año con el ciclo invernal, época de descanso en la agricultura, y que suponía en la sociedad rural una sucesión de fiestas de carácter transgresor. Se encuadra aquí el Carnaval, en el que prima la transgresión de lo cotidiano. Así en esta época, abundan los disfraces o máscaras, las vaquillas y los botargas.

En La Vereda, la celebración se condensaba en el Martes de Carnaval con los bailes de máscaras, es decir, de disfraces, en la Casa de Villa, y sobre todo con la salida de la vaquilla. La noche empezaba con la ronda de los mozos por la tarde, culminando con una cena o corrobra de los mozos a base de repasto, guiso formado por patatas fritas, tocino y huevos. Después de la cena se preparaba la salida de la vaquilla en la casa del alguacil.

La vaquilla consistía en adornar un entramado de madera, unas amucas, con mantas viejas, cencerros y unos cuernos y rabo que le daban la apariencia de una vaca. La vaquilla era entonces llevada a hombros por los mozos a través de las estrechas callejuelas entre grandes alborotos y con el sonido de los cencerros como fondo, embistiendo a aquellos con los que se encontraba a su paso. Mientras, en la Casa de Villa se bailaba al son de los guitarreros, vistiéndose los más atrevidos con disfraces o máscaras.

Uno de los elementos que no podía faltar en la fiesta eran los dulces llamados caracoles, consistentes en bolitas de masa frita untadas de miel.

Primavera

Llegada la primavera el orden se restablece mediante la Cuaresma, época de iniciación del trabajo en el campo. La austeridad impera en todas las celebraciones, y así, los bailes y rondas que semanalmente se celebran ahora se realizan únicamente con tambores e instrumentos de percusión.

De igual modo se inician las rondas petitorias de las mozas que culminan con la ronda del Domingo de Ramos, ya en plena Semana Santa. Durante estas rondas las mozas realizan un ramo, consistente en un armazón de madera que se adorna con picos de enaguas, pañuelos, cintas, flores, crucifijos, etc. y que es portado por las mozas ante los vecinos y los forasteros que llegan para pedir dinero con el que comprar cera que se destinará al monumento del Jueves Santo. Igualmente las niñas realizan otro pequeño ramo, esta vez con forma de cruz, con el que realizan sus rondas petitorias.

Cantar del Domingo de Ramos
Hoy es Domingo de Ramos
grande día, muy solem ,
cuando Jesucristo entraba
triunfante en Jerusalén.
Entra con palmas y lírios
con toda la cristiandad.
En este florido ramo
viene una florida cruz,
para bendecir el ramo
en el nombre de Jesús.
Ya nos ha dado limosna
esta señora mujer,
Dios la de salud y suerte
y después la gloria. Amén

Con el dinero recaudado se compraban velas, cera y aceite para adornar el Monumento que se realizaba en la iglesia, y que se mantenía todo el día completamente iluminado.

El domingo de Pascua las mozas se reunían para merendar a base de orejones y caracoles.

En la noche del 30 de abril se iniciaba la época de los Mayos. Esta palabra tiene diversos significados. Por una parte está el mayo-árbol. Éste era el árbol más esbelto que los mozos pudieran cortar por la zona, desmochado excepto la copa que se adornaba con cintas, y plantado en el centro de la plaza del pueblo durante la noche del 30 de abril. En La Vereda este mayo se colocaba en un agujero excavado en la roca que se encuentra situado en la Plaza de Oriente. Esa misma noche se comenzaba con las rondas de guitarreros en la que se cantaba a las mozas los mayos-canciones, en las cuales se adornaban las virtudes femeninas.

Durante los meses de mayo y junio se celebraban los emparejamientos de mayos-mozos y mayas-mozas. Estos emparejamientos conllevaban sus correspondientes derechos y deberes para los meses anteriormente citados. Así los mozos debían rondar a las mozas los fines de semana y colocarles enramadas de flores silvestres en las ventanas o porches de sus casas. Si la moza que le tocaba interesaba al mozo, éste hacía guardia frente a la casa para evitar que otros le quitaran las flores. Si por el contrario no era de su agrado, las enramadas se hacían de cardos.

Las mozas, por su parte, debían invitar a su mozo a rosquillas el día de San Pedro, fiestas patronales de La Vereda. Hasta esta fecha era lo previsto para ese noviazgo estipulado, después ya era cuestión más personal, como lo refiere la estrofa del mayo recogido en La Vereda:

Cantar de los Mayos
Mes de Mayo, mes de flores,
Cuando los trigos florecen,
y las jaras echan flores.
Cuando los fuertes calores,
enraman a sus amores.
Unos con lindas naranjas,
otros con lindos limones,
otros con lindas pesetas
y esas sí que son mejores.
¿Qué Mayo la hemos de echar
a la señora Vicenta?,
aquí se queda Narciso,
mozo robusto y galán.
Ella dice que le quiere
y él dice que la ha de amar.
Con el amor verdadero,
Jamás se habrán de olvidar.
Y si no quedas contenta,
con el Mayo que te he echado,
mañana vas a la plaza,
le cogerás con tus manos.
Con media cinta de vara,
de un galoncito encarnado.
te le atas a la muñeca,
para conocer a tu Mayo.
Aquí hemos hecho una casa,
aquí hemos hecho un corral,
y aquí hemos hecho una boda,
sin cura y sin sacristán,
para todo mayo y junio,
y luego Dios dispondrá.

Verano

El verano comenzaba oficialmente el día de San Bernabé, 11 de junio, con el esquileo de las ovejas para subirlas a los prados estivales. Era el anticipo de las fiestas patronales, de San Juan en Matallana (24 de junio), de San Pedro y la Inmaculada en La Vereda (30 de junio) y de la Virgen en El Vado (8 de septiembre). En el amanecer del día de San Juan los habitantes de La Vereda se dirigían hacia los lugares orientados al nacimiento del sol a recoger la flor de la manzanilla, por que en esa mañana se respiraba un aceite que hacía rejuvenecer y se veía bailar al sol.

Las fiestas estivales de las tres aldeas que componen el concejo de La Vereda (antes El Vado), se componen del mismo esquema:

  • Víspera: se celebrada con bailes y rondas nocturnas
  • Día grande: rondas de guitarreros por la mañana, misa con procesión, subasta de El Ramo y baile por la tarde.

Las fiestas de La Vereda se celebraban los días 29 y 30 de junio: días de San Pedro y San Pedrillo.

La fiesta empezaba el día 29 con el recuento de cabras, colmenas y gallinas. Por la noche se realizaba un gran baile en el salón de la Casa de Villa en el que se tocaban, cantaban y bailaban unas largas jotas serranas al son de la rondalla de guitarras, algún laúd y alguna bandurria, formada por los propios vecinos.

El día siguiente, San Pedrillo, empezaba con la ronda de mozos y casados para recoger las rosquillas de baño que adornarían posteriormente El ramo. Se recogía una rosquilla para el ramo y otra para los mozos. Posteriormente se celebraba la Misa Mayor en la Iglesia de Nuestra Señora de la Concepción, y se continuaba con la procesión por las calles cercanas a la misma de la imagen de la Virgen en su advocación de la Inmaculada Concepción, subastándose las andas antes de la entrada de la imagen en el templo.

Ésta es la descripción de la fiesta a mediados del Siglo XX, no teniendo conocimiento los informantes del por qué de la procesión de la Virgen cuando la fiesta estaba dedicada a San Pedro. Sí se tiene constancia por el Catastro del Marqués de la Ensenada (1752), de la dedicación de la Ermita-Iglesia de La Vereda a Nuestra Señora de la Concepción, así como de la ampliación y bendición de la Ermita bajo dicha advocación en 1759, habiendo estado dedicada a San Bartolomé al menos hasta 1611.[11] El cuidado de la ermita y de la imagen de la Virgen estaba encomendada a un "mayordomo" que renovaba su cargo anualmente entre todos los vecinos. Estos mayordomos subsisten hasta la despoblación de La Vereda tras su expropiación, como se indicará posteriormente. También se conoce dentro de la toponimia de La Vereda unas arrenes y una peña de la Virgen, situadas dentro del casco urbano, y que fueron donadas por Matías Navarro, vecino que fue de La Vereda, en 1733 (un huerto sito en el sitio de las Pizuelas, con una arrén en dicho sitio y una tierra labrantía que linda con la referida arrén)[11] El Ramo consistía en el mismo armazón descrito anteriormente en la primavera, pero adornado ahora con cintas de colores, ramas de cerezo con las cerezas en todo su esplendor, y las llamadas rosquillas de baño recogidas entre todos los vecinos. Dicho Ramo se subastaba por la tarde entre el vecindario y los forasteros bajo la sombra del centenario olmo que ocupaba la entrada de la iglesia de La Vereda, siendo el beneficio para los gastos de la comunidad.

Otoño

Con la llegada del otoño, las faenas agrícolas vuelven a ralentizarse, con lo que se realizan otras actividades. Una de las más corrientes en todos los pueblos castellanos es el arreglo de caminos, regaderas y demás elementos comunales del vecindario. En La Vereda, a este arreglo en el que participaba toda la comunidad se llamaba hacendera. De igual modo, al caer la tarde, se producían reuniones familiares y del vecindario próximo en diversas casas para realizar variadas tareas como hacer trabajos de cestería, preparar legumbres, hilar la lana, etc., en la que solían recitarse romances e historias locales, era el llamado hilandero.

La Noche de Todos los Santos, el 31 de octubre, se celebraba la comida de La Machorra. En ella participaban en principio sólo los mozos y era en el momento en el que entraban como miembros de la cuadrilla de mozos los jóvenes que cumplían entre doce y catorce años. Se elegía el macho cabrío más viejo de los ganados, que servía de base para realizar la comida de hermandad, el repasto, un guiso realizado a base de huevos y la carne de la cabra seleccionada, celebrándose el rito de paso de la infancia a la edad adulta. Los nuevos mozos debían de pagar el vino que se consumía en la corrobra, es decir, en la reunión de los mozos del lugar.

No se puede dejar de señalar para esa noche tan especial la realización de los puches, especie de gachas con miel, que servían para taponar las cerraduras y que no entraran los espíritus. Tampoco podemos olvidar la curiosa costumbre, ahora célebre desde la cultura anglosajona, de colocar calabazas huecas con luces en su interior en las ventanas de las casas.

El día de la Inmaculada Concepción se elegía a los mayordomos de la Virgen, quienes se encargaban de cuidar las vestiduras de la imagen y de su culto.

Invierno

Navidad y Fin de Año es época de aguinaldos, de bailes con guitarreros en la Nochebuena y de la salida del botarga la Noche de San Silvestre.

El Botarga salía en la Noche de San Silvestre, el 31 de diciembre. Salía a medianoche acompañado de los mozos, reuniéndose el grupo siempre en la misma casa, la llamada casa del Llanete, cerca de la iglesia situada en el centro del pueblo.

Se elegía entre los mozos, saliendo el que tuviera más interés cada año.

El botarga vestía sayas y chambra (blusa) de colores oscuros, alpargatas y un cinturón del que colgaban varios cencerros. Se tiznaba la cara, y se cubría con un pañuelo y un sombrero de paja, llevando un largo garrote en la mano. Así vestido, y con los mozos acompañando la ronda con el sonido de un gran tambor propiedad del ayuntamiento, salía el botarga a la medianoche recorriendo todas las casas del lugar.

Al llegar a las casas los mozos entonaban en el portal un aguinaldo, “el cantar de San Silvestre”, con el único acompañamiento del tambor.

Cantar de San Silvestre
Esta noche es San Silvestre,
último día del año.
Entre damas y galanes,
se repide el aguinaldo.
El aguinaldo pedimos,
como pidió San José,
La noche que nació Cristo,
en el Portal de Belén.
En el Portal de Belén,
hay estrellas, sol y luna,
la virgen y San José
y el niño que está en la cuna.
Parida estaba la virgen
alumbrándola una estrella,
en el Portal de Belén
el día de Nochebuena.
Estas puertas son de pino,
y el cerrojo es de latón.
y aquí vive un caballero,
que está alumbrando al señor.
Quién será aquel caballero,
que está sentado en su silla.
Será el señor Narciso ,
que por muchos años viva.
Quién será aquella señora,
que está sentada a su lado.
Pues será señá Vicenta ,
que nos va a dar aguinaldo.
El aguinaldo que nos dé,
dénosle con alegría.
Que para subir al cielo,
la limosna es grandesía.

El botarga llamaba a las puertas con su bastón, corriendo a la cocina para remover con su garrote las brasas del fuego en busca de patatas asadas y para revolver la cocina. Daba saltos haciendo sonar estrepitosamente los cencerros, y si había mozas o niños en la casa, bailaba con ellos, cantando los pequeños:

Botarga la larga,
cascaruleta,
que más vale mi pelo
que tu chaqueta

El grupo llevaba dos cestas y unas alforjas: para recoger el aguinaldo de los mozos y el aguinaldo de los hombres, que se recogía y se procedía a su almoneda o subasta el día de Año Nuevo. Este aguinaldo se componía principalmente de chorizos, legumbres y cereales. Por último, si en la casa había algún mozo, ese invitaba a entrar a todos sus compañeros que hacían la ronda y se les invitaba a torreznos, pastas y anís. Así continuaba la ronda toda la noche.

La noche de Año Nuevo se juntaba todo el pueblo en la Casa de Villa, procediéndose a la almoneda del aguinaldo de los hombres recogido la noche anterior. Se repartía vino entre los asistentes y finalizaba la noche con baile en el salón del Ayuntamiento. El dinero recogido se utilizaba para sufragar los gastos del común. Para terminar por este recorrido anual, el Día de Reyes se celebraba en la Casa de Villa, en concejo abierto entre los vecinos, la elección de dos cargos del ayuntamiento popular que regía a lo largo del año la vida cotidiana de estos lugares: alguacil y perito.

Todo este ciclo festivo anual se mantuvo vigente hasta finales de los Años 60 del Siglo XX cuando la despoblación motivada por el aislamiento de la zona y la inminente expropiación forzosa del término municipal de La Vereda significó su desaparición. Desde 1988 la Asociación Cultural Hijos de La Vereda realiza trabajos de recuperación y potenciación de la cultura etnográfica de La Vereda, Matallana y El Vado con la investigación etnográfica de trabajo de campo entre los antiguos vecinos de estas aldeas sobre el ciclo anual tradicional, el cancionero local y la toponimia del territorio; y la investigación archivística sobre el antiguo Concejo de El Vado y su Tierra en el Archivo Histórico Provincial de Guadalajara, el Archivo Histórico Nacional, el Archivo General de Simancas y la Biblioteca Nacional. Como difusión de su labor de investigación desde 1989 celebra anualmente durante el mes de junio las fiestas patronales de La Vereda, Matallana y El Vado, en las que se recuperan actividades tradicionales tales como la fiesta de la Vaquilla y la realización del Ramo de San Pedro y San Juan, así como la publicación de artículos en los Cuadernos de Etnología de Guadalajara sobre el Ciclo Festivo Tradicional y una labor de difusión en la red.

Referencias

  1. Monasterios medievales de Guadalajara. Antonio Herrera Casado. AACHE Ediciones. 1997
  2. Los Fueros de Sepúlveda. Ed. Sáez, Emilio. Dip. Provincial Segovia. 1953
  3. Juan Ruiz, Arcipreste de Hita. 1330-1343
  4. Copia de Colección Salazar (Real Academia Historia); M. 25; folios 79r-80r
  5. ES.41168.SNAHN/1025.7.2.12//OSUNA,C.1773,D.2 (1-2).Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional
  6. ES.41168.SNAHN/1.1.7.10.1.4//OSUNA,CP.219,D.6. Sección Nobleza del Archivo Histórico Nacional
  7. Catastro Marqués de la Ensenada. El Vado y sus Barrios. Libro 1575, Caja 364, Microfilm 139. Hacienda de Eclesiásticos. 1752, Archivo Histórico Provincial de Guadalajara
  8. Jurisprudencia Administrativa de Sentencias y Decisiones del Consejo de Estado, Parte II, Pag. 436-440. Revista General de Legislación y Jurisprudencia (1867)
  9. Finca 123. Libro 2 de El Vado, Registro de la Propiedad de Cogolludo
  10. 1490-1623- Libro de Cuentas de la Iglesia Parroquial Santa María de El Vado, DE 081 Archivo Histórico Provincial de Guadalajara
  11. a b c 1759-1840 Libro de Cuentas de Ermita de Ntra. Sra. de la Concepción, de La Vereda, DE 078 Archivo Histórico Provincial de Guadalajara
  12. ES.28079.AHN/1.2.1.62.4.34.1.7//FC-CAUSA_GENERAL,1262,EXP.38, Archivo Histórico Nacional
  13. Expediente de expropiación de La Vereda, Matallana y El Vado, RE 704, Sección Adquisiciones. Ministerio de Medio Ambiente
  14. Cuadernos de Etnología de Guadalajara. nº 38. Pag. 261-267. Diputación de Guadalajara. 2006

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