La tempestad (teatro)

La tempestad (teatro)
Para otros usos de este término, véase La tempestad.
Miranda y Ferdinando, óleo de Angelica Kauffmann, 1762.

La tempestad ("The Tempest") es una obra de teatro de William Shakespeare. Fue representada por primera vez el 1 de noviembre de 1611 en el Palacio de Whitehall de Londres.

La tempestad pertenece al conjunto de Romances tardíos de Shakespeare. En estas obras el autor muestra su interés por las relaciones familiares y la reconciliación en un ambiente mítico.

En español pueden leerse varias traducciones. La de Ángel-Luis Pujante fue galardonada con el Premio Nacional de traducción de 1998. La de José Méndez Herrera recibió en 1962 el Premio de traducción Fray Luis de León.

Contenido

Argumento

La Tempestad, de William Hogarth. Algunos de los personajes, de izquierda a derecha: Ariel, Prospero, Miranda y Calibán.

Próspero, duque legítimo de Milán ha sido expulsado de su posición por su hermano y se encuentra en una isla desierta tras naufragar su buque. La obra comienza con una fuerte tormenta, desatada por Ariel (a mandato de Prospero) cuando adivina que su hermano, Antonio, viaja en un buque cerca de la isla en la que se encuentra. En ella, Próspero cuenta con la compañía de su hija Miranda y descansa con sus numerosos libros dedicándose al estudio y el conocimiento de la Magia. Próspero entra en contacto con espíritus como Ariel. Con su ayuda, desde el caos y la locura Próspero tejerá un encantamiento que le permitirá iniciar su venganza. Al final Próspero renunciará a su magia perdonando a sus enemigos y permitiendo el matrimonio entre su hija, Miranda, y Fernando.

Análisis y contexto

The Tempest

La Tempestad es considerada por muchos como el testamento de William Shakespeare, debido a que fue probablemente su última obra. Se representó por primera vez en 1611 y tuvo una segunda puesta en escena hacia febrero de 1613, con el motivo de celebrar la boda de Isabel Estuardo, hija del rey Jacobo I, con el príncipe Frederick de Heidelberg. Muchos paralelismos encuentran su correspondencia con las personalidades más destacadas del período jacobeo. Así, la máscara nupcial que Próspero crea para el disfrute de Miranda y Ferdinando, con las figuras divinas de Iris, Ceres y Juno asegurando un dichoso porvenir si la feliz pareja prometía guardar castidad hasta después del matrimonio, podría haberle sentado muy bien al monarca, bien conocido por su arte disciplinario con respecto a los súbditos de su corona. Otro dato que se ve reflejado en la tarea shakespeariana, es el interés del rey por cuestiones relacionadas a la magia y a la brujería. Estas prácticas eran consideradas un tabú en la época que nos ocupa, y fe de ello nos brindan algunos documentos en los que constan la quema de mujeres, generalmente en hogueras, entre los siglos XVI y XVIII. En este sentido, Jacobo I sentenciaba a muerte a todas aquellas personas que estuvieran bajo sospecha de llevar a cabo tales acciones. La temática de La Tempestad no podría menos, entonces, que manifestarse en un monarca—Próspero— interesado en acabar con el maleficio de una vieja bruja, que acechaba con irrumpir en el orden social de la isla.

El soberano disfrutaba además, del exhibicionismo y de las alegres danzas teatrales—más conocidas como mascaradas—, en donde tenía lugar una serie de cortejos, movimientos escénicos, aparición de figuras mitológicas, cantos, niños disfrazados de moros y aborígenes de Virginia, y otros tantos que encuentran su correlación con numerosos pasajes de la obra de Shakespeare.

En cuanto a la ambientación de los hechos, es menester puntualizarlos en la atmósfera de una nueva era de viajes y descubrimientos. Ya hacia el reinado de Isabel I, tumultuosas embarcaciones emprendían su viaje rumbo a América. Al arribar al Nuevo Mundo, los colonos ingleses se encontraban con un pueblo primitivo enclaustrado en una poderosa sociedad de costumbres “bárbaras“, que siempre se interponían a sus pretensiones imperialistas. A todo esto, una gran porción de aventureros y hombres de letras solían sumarse a la empresa, con fines puramente ilustrativos, y a modo de mantener informada a la corona británica de los movimientos de un entorno inexplorado.

Los famosos libros de viaje sirvieron a muchos autores que partieron de la base de una tierra pagana, incivilizada y abierta a un sinfín de mitos y leyendas que hablaban de la existencia de monstruos feroces y caníbales que practicaban la magia negra para arrasar con los blancos europeos que ostentaban sus dominios. Es este el motivo por el cual, quizás, La Tempestad supo adaptarse a las intrigas del momento, y diferenciarse, en consecuencia, del resto de la producción dramática shakespeariana. El papel de la esclavitud y el dominio que ejercían los colonizadores sobre las tierras que descubrían se tradujo al mundo del teatro y, como no podía menos, al universo de Shakespeare.

El romanticismo, que tendría su mejor partida en el siglo XVIII, gozaba de popularidad y prestigio durante el reinado de Jacobo I y sus sucesores. Ante la inminente situación de un país que buscaba extender sus alas y competir con España, la ganancia y el usufructúo de tierras americanas se presentaba como la mejor opción a las pretensiones monárquicas británicas.

En la creación literaria, en cambio, esta era de hallazgos y apropiamientos dio lugar a dimensiones alternas, islas embrujadas, terribles caníbales, bestias indomables y paisajes exóticos que contrastaban con los de Gran Bretaña.

La Tempestad, si bien no es ajena al momento histórico en la que fue compuesta, tampoco se ajusta en su totalidad al paradigma romántico de la época. Su trama, la estructura y los personajes son confusos, dando lugar a un gran número de interpretaciones por parte de la crítica tradicional. Veamos algunos casos:

Tomás Cartelli en su libro titulado “Próspero en África: La Tempestad como un texto y pretexto colonialista”, presenta una rica síntesis de hipótesis que subyacen a la producción literaria y buscan su correspondencia con la ideología del momento. En otras palabras, más que enfocarse en el estudio de la obra de Shakespeare, lo que se considera es el uso del texto en su función discursiva con otra de diferente semblanza. Cartelli sostiene que en La Tempestad se nos presenta la relación entre el colonizador y el colonizado, con Próspero y Caliban como sus respectivos íconos.

Para Ngugi wa Thiong’o, ningún texto puede considerarse aislado del entorno que lo ha inspirado y, consecuentemente, de la influencia que ha ejercido en el discurso cultural. En 1898, Rubén Darío se decantaba por el indígena en su trabajo “El triunfo de Caliban”, para denunciar la barbaridad materialista de Estados Unidos. Nueva York era, para este autor, la capital salvaje de una sociedad adquisitiva.

El uruguayo José Enrique Rodó, en un ensayo titulado “Ariel”, identificaba a este personaje con el refinamiento, el arte y la belleza, por oposición a la vida materialista norteamericana simbolizada por Caliban. Ariel se vinculaba a la espiritualidad iberoamericana, y Caliban al impulso expansionista norteño del siglo XX.

En 1969, tres autores caribeños aludían a La Tempestad en un intento por eludir su eurocentrismo. Una revisión de Próspero en este aspecto nos trae a un europeo ilustrado, racional y frío en sus estrategias de conquista. Caliban es asimismo un producto de la imaginación británica, un primitivo al que había que instruir en la cultura anglosajona, absorbiendo la suya en detrimento de una fuerza invasora que imponía sus propias reglas sobre un pueblo asentado y constituido.

África, tierra nativa de Sycorax, es el terreno en el que más se ha abordado el análisis de Caliban. El ugandés Taban lo Liyong apuntaba al tema de la lengua como instrumento para hacerse entender con el colonizado y lograr controlarlo; visión que compartiría el novelista George Lamming.

La academia feminista se concentró en el análisis de Miranda como instrumento del hombre colono para acaparar la atención del aborigen y someterlo a su poder. También se mantiene abierta la posibilidad de una negociación entre Próspero y Caliban para ejercer el control sobre la única mujer de la isla. El matrimonio de Claribel, reducida al páramo del silencio, con el rey de Túnez vuelve a retomar la cuestión de la figura femenina como objeto de transacción política y comercial, algo muy recurrente en casi todas las obras de Shakespeare.

La crítica hacia las publicaciones de este dramaturgo es, una vez más, muy espaciosa y abierta a especulaciones y puntos de vista que irán variando conforme al transcurso del tiempo y al ojo social que las enfoque.

La magia y lo sobrenatural

Un factor fundamental con el que Shakespeare configura la atmósfera de la isla es lo sobrenatural: la magia de Próspero, basada en la tradición de la alquimia con la que controla los elementos y todo lo que ocurre en la isla, los trucos y la música cautivadora de Ariel, las referencias a la bruja Sycorax, madre de Caliban... La magia es la herramienta gracias a la que Próspero ejerce su poder. Aun así, finalmente Próspero renunciará a sus poderes sobrenaturales. Sin dejar claro el porqué, la audiencia puede suponer que sea porque ya ha recuperado el ducado que le robaron, incluso su hija será reina de Nápoles. Por lo tanto, no necesitará la magia para ejercer su poder.

A menudo se asocia la isla de la obra con la islas de las Bermudas. Esto es bastante probable porque en el siglo XVII naufragó el barco inglés Sea Venture en las aguas de las Bermudas, obligando a los supervivientes a vivir en dichas islas. Los parecidos que algunos críticos han encontrado entre el relato de William Strachey, uno de los supervivientes del naufragio, y la obra de Shakespeare les ha llevado a concluir que ésta influyo a Shakespeare en la descripción del naufragio y de la isla.

La Tempestad y el «Nuevo Mundo»

Esta obra se escribió cuando comenzó la colonización británica de norteamérica. Esto se observa constantemente en la obra. Una de sus lecturas críticas observa a Caliban como el amerindio colonizado y esclavizado. Aquel a quien privan de sus tierras y le imponen una lengua extraña. Es este paralelismo que sugiere dicho personaje el que provoca muy distintas reacciones en la audiencia, dependiendo de la época en que se ha interpretado. Si bien, hoy en día, la audiencia tiende a simpatizar con Caliban, por el maltrato injusto que padece; es muy difícil que le ocurriese lo mismo a la audiencia que tuvo Shakespeare en su tiempo. Entonces los ingleses tenían una imagen muy distinta de los pueblos indios. Era común ver a los amerindios como salvajes primitivos, poco más que animales. A pesar de dicho cambio de apreciación en el público, éste no ha provocado un rechazo de la obra en la audiencia, sino nuevas interpretaciones de la misma.

Además, el asentamiento de las primeras colonias suscitó una inquietud literaria en autores como Tomás Moro o Montaigne. Tal es el ejemplo de Utopía, donde Moro describe una sociedad ideal. Estas mismas ideas de Moro ansía Gonzalo en La tempestad cuando dice a sus compañeros de viaje lo que él haría si fuera rey.

El perdón de Próspero

La decisión final de Próspero de perdonar a sus enemigos rompe la tensión dramática de la obra, aportando un final romántico. Teniendo en cuenta el control que ejerce Próspero sobre todo lo que ocurre en la isla, este cambio inesperado provoca que la audiencia se pregunte si esto que parece un cambio en Próspero también estaba planeado y, todo lo que ha hecho, no ha sido más que jugar con los náufragos. Tampoco queda claro el motivo por el que les perdona.

Hay quien ha afirmado que Shakespeare era católico justificándolo con la última línea de su epílogo. En el epílogo, en el que Prospero se dirige sólo al público y se despide de la audiencia, éste dirá «Let your indulgence set me free» solicitando al público su indulgencia para poder ser absuelto, algo que era propio de la tradición católica.

Lista de Personajes

  • Próspero, el legítimo Duque de Milán y protagonista de la historia
  • Ariel, un espíritu del aire. Su nombre sugiere el elemento "aire", en oposición a Calibán, quien está asociado a la tierra por Próspero. Ariel significa "león de Dios" en hebreo por lo que es interesante constatar que la voz de Ariel era interpretada en ocasiones como el rugido de un león.
  • Calibán, un esclavo salvaje y deformado. Su nombre podría provenir de "Carib(be)an", con el posible significado implícito de "canibal". Ambas implicaciones sugieren que representa a los nativos del Nuevo Mundo y una referencia a una de las fuentes de Shakespeare: Des Cannibales de Montaigne.
  • Miranda, hija de Próspero y denominada "maravilla". Su nombre proviene de la raíz latina"mira-", admirar.
  • Alonso, rey de Nápoles
  • Sebastián (La tempestad), su hermano
  • Antonio (La tempestad), su hermano, usurpador al ducado de Milán
  • Ferdinando, hijo del rey de Nápoles
  • Gonzalo, un consejero anciano y honesto
  • Adrian y Francisco, Lores
  • Trinculo, cuyo nombre está asociado al verbo italiano "trincare" de significado "beber"; apropiado ya que se trata de uno de los personajes borrachos de la obra.
  • Stefano, cuyo nombre significa "Corona" en griego (Basileus es rey) y es un nombre apropiado ya que la obra trata el tema de la realeza y el gobierno y Stefano odia a la realeza en la obra.
  • Capitán
  • Marineros
  • Iris
  • Ceres
  • Juno
  • Ninfas
  • Espíritus

(mencionados pero nunca vistos en la obra:)

  • Sycorax una bruja, madre de Caliban.
  • Claribel hija de Alonso

Representaciones

La Tempestad se estrenó, por la Compañía de los King's Men, el 1 de noviembre de 1611 ante el rey de Inglaterra Jacobo I en el Palacio de Whitehall.[1] Con posterioridad destacaron los montajes que realizaron David Garrick en 1756 y Charles Kean en 1857.[2]

La Tempestad en español

La primera traducción de la obra al castellano data de 1870 y se debe a Pablo Soler, que la vertió desde el francés. Jaime Clark, tres años después realiza la primera traducción directa del inglés. Seguirían las de Guillermo Macpherson (1887), Rafael Martínez Lafuente (1917), Celso García Morán (1923), Luis Astrana Marín (1924), Mario del Álamo (1944), José Hierro (1963),[3] José María Valverde (1967), Carlos Pujol (1975), Terenci Moix (1983) y Ángel Luis Pujante (1997).[4]

La obra se representó en el Teatro Español de Madrid en 1963, con dirección de Cayetano Luca de Tena, escenografía de Emilio Burgos e interpretación de Carmen Bernardos, Maite Blasco, Carlos Lemos y Armando Calvo.[5] En 1983, sobre el mismo escenario, la actriz Nuria Espert protagonizó la adaptación de Terenci Moix, dirigida por Jorge Lavelli y acompañada por Mireia Ros, Carles Canut, Pep Munné, Miguel Palenzuela y Juanjo Puigcorbé.[6] Otras puestas en escena posteriores incluyen las de la La Cubana en 1986, la de Calixto Bieito en el Festival de Almagro en 1997 con Fermí Reixach, Alexis Valdés y Hermann Bonnin.,[7] la de Helena Pimenta en 2004, con Pepe Viyuela, Ramón Barea y Álex Angulo y la de Lluís Pasqual en 2006, con Jesús Castejón, Eduard Fernández, Iván Hermés, Aitor Mazo, Helio Pedregal y Joseba Apaolaza.

Enlaces externos

Notas

  1. William Shakespeare (ed.): «La Tempestad». Consultado el 16 de noviembre de 2011.
  2. Ignacio Gracia Noriega (ed.): «El estreno de «La tempestad»» (1 de noviembre de 2011). Consultado el 16 de noviembre de 2011.
  3. «Traducciones de La Tempestad, de William Shakespeare». Consultado el 16 de noviembre de 2011.
  4. Laura Campillo, Universidad de Murcia (ed.): «Estudio de los elementos culturales en las obras de Shakespeare y sus traducciones al español por Macpherson, Astrana y Valverde» (2005). Consultado el 16 de noviembre de 2011.
  5. Diario ABC (ed.): «"La Tempestad", de William Shakespeare, en el Teatro Español» (21 de abril de 1963). Consultado el 16 de noviembre de 2011.
  6. Diario ABC (ed.): «"La Tempestad", un Shakespeare de festival para Nuria Espert» (8 de octubre de 1983). Consultado el 16 de noviembre de 2011.
  7. El País (ed.): «Calixto Bieito descarga su 'Tempestad' en los actores» (25 de julio de 1997). Consultado el 16 de noviembre de 2011.


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