Reino de Macedonia

Reino de Macedonia
Para otros usos de este término, véase Macedonia.
Reino de Macedonia
Siglo V a. C.–168 a. C.

Bandera
Bandera
Bandera
Bandera

Sol de Vergina

Bandera

Ubicación de
Capital Pella
Idioma oficial Antiguo idioma macedonio
Religión Griega
Gobierno Monarquía
Período histórico Edad del Hierro
 • Establecido Siglo V a. C.
 • Disolución 168 a. C. de 168 a. C.

El Reino de Macedonia (griego antiguo: Μακεδονία, romanización: Makedonía) fue un Estado de la antigüedad clásica, en el norte de la actual Grecia, bordeada por el Reino de Epiro en el oeste y la región de Tracia en el este. Este reino se consolidó durante el siglo V a. C. y experimentó un importante ascenso de su poder durante el siglo IV a. C. con el gobierno de Filipo II, que convirtió Macedonia en la principal potencia de Grecia. Su hijo Alejandro Magno conquistó la mayor parte del mundo conocido, inaugurando el Período Helenístico de la historia griega.

Macedonia se divide tradicionalmente en dos grandes regiones, la Alta y la Baja Macedonia. Era un país de trigo y pastos, de aldeanos y jinetes, y con una costa marítima reducida. Los historiadores creen que sus habitantes eran griegos de dialecto dórico, al igual que los de la región de Epiro, Rodas y el Peloponeso, y que hablaban un dialecto griego muy cercano al de estas regiones (véase Antiguo idioma macedonio).

Contenido

Historia

Según los investigadores e historiadores, es muy complejo llegar a saber con toda exactitud el origen de estos pueblos asentados en esta zona geográfica. Los antiguos los llamaban bárbaros, usando como en tantas ocasiones un criterio cultural. Su procedencia es incierta y de gran complejidad. Se sabe que se agrupaban en tribus y cada una tenía su propio rey. Eran gentes sencillas e ignorantes que apenas habían fundado ciudades ni tenían la tradición de constituir Asamblea del pueblo. El grueso de la población eran pastores que cuidaban el ganado de los nobles. Éstos últimos eran además grandes cazadores y buenos guerreros.

El historiador griego Tucídides (c. 460-400 a. C.) describe a estos pobladores como gente que constituía un conjunto de pueblos dispersos, en cada uno de los cuales se había implantado una monarquía y que desarrollaban un intenso movimiento de masas. Luchaban y competían entre sí, de manera que el informe de su consolidación está lleno de alianzas y conflictos entre los diversos grupos y reyes aspirantes a la hegemonía. En algún momento de la Historia se elaboró una leyenda, según la cual, los macedonios proceden de un hijo del dios Zeus llamado Macedón. De esta manera, el gran Alejandro sería descendiente de los Eácidas y de Heracles, orígenes plenamente helénicos.

La arqueología también tiene su palabra sobre este pueblo macedonio. Han salido a la luz tumbas reales que datan de finales del siglo VI a. C., llenas de ricos ajuares y valiosas obras de arte de tradición griega. Según Tucídides, el solar de los macedonios sería la zona más montañosa al oeste de la Alta Macedonia, Elimea, Oréstide y Lincestis, donde se establecieron en el siglo VIII a. C.

Orígenes

Los macedonios comenzaron a expandirse, a partir del 730 a. C., hacia las llanuras costeras, quizás debido a la presión demográfica que afectó a todo el norte de los Balcanes, ejercida por los cimerios sobre los tracios al este, y por los ilirios al oeste. En su avance, ocuparon primero Pieria y ganaron una salida al mar por el Golfo Termaico. Seguidamente avanzaron hacia Ematia y desplazaron a los botieos. La conquista de la llanura de Ematia convirtió a parte de la etnia macedonia de ganadera en agricultora. Allí fundaron su capital, Egas y, a partir del siglo V a. C., Pella. Después conquistaron las regiones de Almopia[1] y Eordea. Más tarde cruzaron el Axio y sometieron la región entre este río y el Estrimón (Migdonia) y la ciudad de Antemunte, y las regiones de Crestonia y Bisaltia. La expansión de los macedonios había concluido a finales del siglo VI a. C. y el reino emergió a principios del siglo V a. C. ya plenamente constituido, aunque con una estructura arcaica y laxa.

Macedonia dispuso, entonces, de un territorio que casi duplicaba al de Tesalia, unos 30.000 km² frente a 15.000; la densidad de población no era muy alta y tampoco era muy elevado el número de habitantes. Parte de los pueblos conquistados por los macedonios fueron expulsados o exterminados, pero otra parte permaneció y se asimiló a los macedonios. La comunidad de los pueblos macedonios reunía a todos los territorios que reconocían la autoridad del rey. Macedonia era un reino dotado de una estructura muy poco centralizada y se componía de dos partes esenciales:

  • por un lado, la arché del rey de Macedonia de la dinastía argéada, es decir, la Baja Macedonia y la Migdonia, que estaban sometidas al control directo del soberano
  • por otro, los pueblos de la Alta Macedonia que conservaban cada uno su propio rey o dinasta; como los lincestas.[2] Aliados y sometidos al rey, no formaban parte de su arché y el rey no ejercía una autoridad directa sobre ellos. Cuando la autoridad real era débil, los príncipes de la Alta Macedonia tendían a convertirse prácticamente en monarcas independientes, a desarrollar una política propia y contraria a los Argéadas, y establecer vínculos de solidaridad con sus vecinos ilirios al oeste del Pindo.

Los objetivos básicos del rey de Macedonia eran asegurar, en primer lugar, la estabilidad dinástica; en segundo lugar, controlar a los dinastas dependientes de la Alta Macedonia, y por último, consolidar las fronteras del reino ante ilirios, tracios y calcídicos y, en menor medida, epirotas y peonios.

Culminación

Durante el siglo V a. C., los reyes de Macedonia completaron la conquista de Pieria con la ciudad de Negotino, que nunca había sido dominada totalmente y se hicieron con el control de las minas de plata del monte Disoro, al norte de Bisaltia, en el Estrimón, que rendían un talento diario.

Fue entonces cuando se creó la leyenda que vinculaba a los reyes de Macedonia con Heracles y Argos. Se difundió asimismo la cultura griega con la presencia de Heródoto y Helánico de Lesbos en Macedonia, la participación en los Juegos Olímpicos, la vinculación con los santuarios de Olimpia y Delfos, etc.

A pesar de todos los conflictos dinásticos, los reyes consiguieron controlar las tendencias separatistas de la Alta Macedonia (Lincestis), y mantener la independencia frente a las amenazas bárbaras (persas, ilirias), las apetencias atenienses y calcídicas y las presiones espartanas.

El ascenso de Macedonia

Extensión del reino de Macedonia a la muerte de Filipo.

Ciudad (fecha de ocupación) Ciudad (fecha de ocupación)
Guarnición macedonia Guarnición macedonia
Batallas importantes Batallas importantes      Reino de Macedonia      Territorios dependientes      Territorios de los molosos      Tesalia      Miembros de la liga de Corinto      Estados neutrales      Imperio persa

Con la llegada al poder de Filipo II, sus ideas expansionistas de Macedonia y su capacidad militar pronto lo llevaron a lograr grandes éxitos. Inmediatamente asentó el poder de la monarquía macedonia tanto dentro como fuera de sus fronteras. En el interior, acabó con los pretendientes que lo veían como un usurpador y dominó a los príncipes de las regiones altas (Lincestia, Eilimia y Orestis). En el exterior, venció a una coalición de peonios e ilirios en 358 a. C., con lo que Filipo expandió su área de control tierra adentro hasta el lago Ócrida.

Luego aprovechó la Guerra Social (o Guerra de los Aliados) de 357-355 a. C. para expandirse. En 357 a. C. tomó la colonia ateniense de Anfípolis, que controlaba las minas de oro del monte Pangeo, reteniéndola a pesar de las promesas de devolvérsela a los atenienses. Ese mismo año, Filipo se casó con la princesa Olimpia de Epiro, hija del rey de Molosia. En 356 a. C. conquistó Pidna y a continuación Potidea, ciudad que entregó a la Liga Calcídica en contra de los intereses de Atenas. Tras derrotar a una nueva coalición de tracios, ilirios y peonios, apoyada por Atenas, Filipo se sintió lo suficientemente fuerte como para postergar a su sobrino, dejarse de ficciones y proclamarse rey de Macedonia, con el nombre de Filipo II.

En el mismo 355 a. C. se apoderó de la ciudad de Crenidas (a la que bautizó con su nombre llamándola Filipos o Filípolis) cerca de la costa del mar Egeo, a orillas del río Hebro y al otro lado de la zona minera del monte Pangeo. Desde esta ciudad podía tener el control absoluto de la producción de oro y a partir de ese momento, Filipo pudo acuñar en este metal y dejar de lado la plata que patrocinaban otras ciudades.

También atacó Abdera y Maronea, en la costa de Tracia, ciudad que antes había pertenecido a Atenas. Con la conquista de Metone, en la que Filipo perdió el ojo derecho, finalizó la primera fase de expansión por la costa (354 a. C.). Aliado con los Aleuadas de Larisa, intervino en Tesalia, desgarrada por la Tercera Guerra Sagrada, siendo derrotado por Onomarco en dos ocasiones (353 a. C.). Sin embargo, en la llamada batalla del Campo de Azafrán, en 352 a. C., Filipo aniquiló por completo a las huestes de Onomarco, el cual fue crucificado. Tres mil prisioneros fueron arrojados al mar, y como consecuencia de la derrota, el tirano Licofrón fue expulsado definitivamente de Feres.

Sin embargo, no pudo penetrar en la Grecia central, al estar bloqueadas las Termópilas por los focidios de Failo, apoyados por atenienses y espartanos. Entonces, reorganizó Tesalia bajo su hegemonía y se retiró hacia Epiro primero, y hacia el noreste después, extendiendo su área de influencia y sometiendo las ciudades costeras griegas del Mar Negro hasta el río Hebro (352 - 351 a. C.).

Su siguiente ataque lo lanzó en 350 a. C. sobre la península Calcídica, con la que hasta entonces había mantenido relaciones amistosas. Sincronizó la campaña con una revuelta que instigó en Eubea para impedir la intervención ateniense. Ese mismo año conquistó Estagira, y en el 348 a. C. destruyó su principal ciudad, Olinto, con lo que la Calcídica quedó sometida al dominio macedonio. Con Macedonia y las regiones adyacentes consolidadas, Filipo celebró unos juegos olímpicos en Dion. En 347 a. C. avanzó para conquistar los distritos más orientales del Hebro y obligó a someterse al príncipe Cersobleptes de Odrisios.

Estos hechos provocaron que en Atenas se empezara a hablar de paz, aunque todavía predominara la tendencia favorable a la guerra, por lo que Filipo esperó a la primera ocasión favorable. Esta se dio en 347 a. C., con ocasión del final de la Tercera Guerra Sagrada: los beocios llamaron en su auxilio al poderoso Filipo, quien acudió inmediatamente. En consecuencia, los focidios apelaron nuevamente a Atenas y Esparta. Sin embargo, aprovechando las disensiones internas de los focidios, Filipo llegó a un acuerdo con su jefe Faleco, el hijo de Onomarco, que se había apostado en las Termópilas con un ejército mercenario. Faleco dejó pasar a Filipo y se retiró al Peloponeso. Respecto a Filipo, penetró en la Grecia central (346 a. C.), derrotando a los focidios en la batalla de la llanura de Crocus. Esta batalla lo convirtió en el gobernador (tagus) de Tesalia, en donde reclamó también el control de Magnesia, que tenía el importante puerto del Golfo de Pagasae. Focea fue expulsada de la Anfictionía de Delfos, y sus votos pasaron a Filipo, que fue admitido en la misma (aunque no de muy buen grado), con lo que adquirió una sólida posición de poder y prestigio en el mundo griego. Filipo aprovechó su posición en la Anfictionía para dominar los asuntos de Grecia y tener el control del Oráculo de Delfos, de suma importancia para cualquier decisión militar o política que hubiera que tomar.

A Atenas no le quedó otra solución que la paz, que solicitó al monarca macedonio a través de Filócrates. En ella se garantizaba a cada parte sus territorios conquistados, y se establecía una alianza defensiva, lo que dio ocasión al orador Isócrates para exhortar a Filipo a dirigir sus ejércitos contra los persas. Con las principales ciudades estado griegas sometidas, Filipo se dirigió contra Esparta y les envió un mensaje:

Se os avisa para que os sometáis sin mayor dilación, pues enviaré a mi ejército a vuestras tierras y destruiré vuestras granjas, mataré a vuestra gente y arrasaré vuestra ciudad.

Su respuesta fue afirmativa, siempre y cuando Filipo los dejase tranquilos.

Demóstenes

A pesar de las advertencias de Demóstenes, los atenienses dejaron hacer a Filipo, que consolidó su influencia en Grecia y reconoció la independencia de Mesenia y Arcadia. Al mismo tiempo, asentó sus dominios en Iliria, reorganizó de nuevo Tesalia (343-342 a. C.), intervino en Epiro, expulsando a Arribas y entronizando a Alejandro de Epiro, y firmó un tratado con el Gran Rey de los persas, Artajerjes III (343 a. C.), lo que le permitió extender sus posesiones en el territorio tracio, dirigiendo una gran expedición militar que conquistó la ciudad fortificada de Eumolpia, renombrándola Philippoupolis (hoy Plovdiv). En 342 a. C., negoció un acuerdo secreto con Hermias, tirano de Atarneo, asistido por Aristóteles, con el objeto de tener una cabeza de puente en caso de invadir Asia.

Demóstenes ansiaba la guerra contra los macedonios, considerados unos bárbaros, y con sus discursos solivianta y prolonga la enemistad de Atenas con Macedonia: son las famosas Filípicas. La expansión macedonia en la región de los Estrechos alarmó a los atenienses, que, conducidos por Demóstenes, declararon la guerra a Filipo (340 a. C.). Éste comenzó los asedios de Perinto (340 a. C.) y Bizancio (339 a. C.), fracasados por su carencia de fuerzas navales, y vio temporalmente comprometida su influencia en toda Grecia. Sin embargo, aprovechó la Cuarta Guerra Sagrada para decidir el conflicto en tierra. Nombrado hegemon de la Anfictionía, Filipo penetró en Grecia central y venció en la Batalla de Queronea (338 a. C.) a los tebanos y atenienses aliados. En esta batalla, su hijo Alejandro, de 18 años de edad, llevó a cabo su primera acción militar al mando de 1.800 jinetes. Tras la victoria Filipo erigió un león de mármol en memoria del Batallón Sagrado de Tebas por su valentía en la batalla.

Después de esta gran victoria, Filipo demostró una gran sabiduría política al no humillar a los vencidos. El macedonio instauró su hegemonía sobre Grecia, constituyendo la Liga de Corinto (337 a. C.), que incluía a todos los estados griegos, a excepción de Esparta. La Liga garantizaba la paz general, la autonomía interna de cada miembro, salvo para reprimir revoluciones, y una alianza perpetua bajo el mando de Filipo, a quien la Liga concedió el mando de la guerra contra Persia.

Mientras se realizaban los preparativos de la expedición, con el envío de un ejército a Asia Menor bajo el mando de Parmenión y Átalo, Filipo fue asesinado.

El Imperio

Su hijo Alejandro Magno continuó la labor. Las ciudades griegas lideradas por Atenas y Tebas se volvieron a alzar contra Macedonia, y Alejandro dio resueltamente pruebas de su fuerza militar: atravesó Tesalia, sometiéndola (ya había sido conquistada por Filipo),[3] y venció a los griegos tomando y destruyendo Tebas.[4] Atenas se vio obligada así a acatar su poder.[5] Se hizo nombrar Hegemon, título que ya había ostentado su padre y que lo situaba como gobernador de toda Grecia.[6]

Consolidada así la hegemonía macedónica, Alejandro se dispuso a cumplir el último proyecto de su padre Filipo II, conquistar el Imperio persa. Alejandro conquistó el Imperio persa, incluyendo Anatolia, Siria, Fenicia, Judea, Gaza, Egipto, Bactriana y Mesopotamia, y amplió las fronteras de su propio imperio hasta la región del Punjab. Antes de su muerte, Alejandro había hecho planes para girar hacia el oeste y conquistar Europa. También quería continuar la marcha hacia el este para encontrar el fin del mundo, ya que su tutor durante su niñez, Aristóteles, le había contado historias sobre el lugar donde la Tierra acababa y empezaba el Gran Mar Exterior. Alejandro integró extranjeros[7] en su ejército y administración, lo que ha sido definido por algunos académicos como una «política de fusión». Favoreció el matrimonio entre miembros de su ejército y extranjeras, y lo practicó él mismo. Tras doce años de campañas militares continuas, Alejandro murió, posiblemente de malaria, fiebre tifoidea o encefalitis vírica.

Con ello, su dinastía, encarnada en individuos incapaces o de corta edad, llegó a su fin, y su imperio fue repartido entre sus generales, los llamados diádocos (sucesores), pero sus conquistas resultaron en siglos de dominio y colonización griegas sobre áreas lejanas, conocido como período helenístico, una combinación de las culturas griega y mesoriental.

Los generales del ejército macedonio los llamados diádocos (διαδοχος) o sucesores o herederos, eran treinta y cuatro en total; cinco de ellos se repartieron los territorios conquistados por Alejandro que se fueron convirtiendo en pequeños reinos y no dejaron nunca de luchar entre ellos. Se sabe que Alejandro había dicho en una ocasión: «Mis generales me harán funerales sangrientos». Después de estos antiguos generales gobernaron los llamados epígonos (επιγονος), los nacidos después o sucesores. La lucha entre ellos para obtener el poder y la hegemonía duró casi cincuenta años, hasta el 281 a. C. en que murió el último de los diádocos, Seleuco.

Los protagonistas de los primeros tiempos fueron los comandantes Pérdicas y Meleagro, con sus intrigas y maniobras. También el gran general Antígono, Antípatro (o Antípater) el último general que quedaba de la época de Filipo II, y más tarde los hijos de ambos Demetrio y Casandro.

Decadencia

Durante los siguientes veinte años no hubo más que peleas entre ellos. En un principio se contentaron con llamarse gobernadores, esto fue en espera de la mayoría de edad del hijo de Alejandro, pero ya en el 306 a. C. tomaron el título de rey. Se repartieron el imperio de la siguiente manera:

  • Asia para Antígono Monoftalmos. Era el que tenía más poder y más extensión de tierras.
  • Egipto para Ptolomeo, cuya dinastía fue la más estable de todas.
  • Tracia y Asia Menor para Lisímaco
  • Babilonia y Siria para Seleuco
  • Grecia, y Macedonia para Casandro.

Antígono pretendió desde un principio ser el único y soñó con la gran unidad del imperio de Alejandro. Pero los generales Ptolomeo, Lisímaco y Seleuco no se lo consintieron y le declararon la guerra. Antígono fue vencido y muerto en la Batalla de Ipso, (en Frigia, centro de Asia Menor) en el 301 a. C.

Los epígonos (o nacidos después, o sucesores de los generales) continuaron con las luchas internas y externas por conseguir el poder.

En el año 281 a. C. el gran imperio estaba dividido en tres grandes estados:

  • Macedonia (dinastía Antigónida)
  • Asia (dinastía Seleúcida)
  • Egipto (dinastía Ptolemaica)

Las Guerras Macedónicas

Macedonia durante el reinado de Filipo V

A finales del siglo III a. C., Macedonia era aún la gran potencia dominante en el Mediterráneo Oriental. Su ejército, descendiente directo de aquél de Alejandro Magno, aún era temido, al igual que su estilo de combate, que enfatizaba las armas combinadas pero cargaba mucha mayor responsabilidad sobre el poder de la falange que nunca hiciera (o hubiera hecho) Alejandro. Mientras otras naciones como Roma preferían la movilidad y la flexibilidad, la falange macedonia se caracterizó por ser la más rígida de las formaciones militares.

Primera Guerra Macedónica

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Durante la Segunda Guerra Púnica, el rey Filipo V se alió con Cartago. Aunque este acuerdo no conllevó a ninguna batalla campal entre Roma y Macedonia, fue conocido históricamente como Primera Guerra Macedónica. Tras escaramuzas de pequeña importancia, se negoció una paz inestable que permitía a Roma concentrar sus energías en la guerra contra Cartago. Según Livio, Filipo envió una legión al mando de Sópatro a África para reforzar a Aníbal en Zama.

Segunda Guerra Macedónica

Artículo principal: Segunda Guerra Macedónica

En el año 200 a. C., siendo ya Roma la potencia dominante de Italia y el Mediterráneo Occidental, Rodas y Pérgamo le pidieron ayuda contra las continuas agresiones macedónicas en los Dardanelos y Egipto. La atención de Roma se volvió hacia el Egeo y sus antiguas rencillas con Filipo V de Macedonia.

Roma exigió a Macedonia su retirada completa de Grecia. Filipo accedió en parte, pero quiso mantener el control sobre las ciudades de Demetrio I de Macedonia, en Tesalia; Calcis, en Eubea; y Corinto, en Acaya; a las que el rey conocía como «Grilletes de Grecia».

Una delegación griega fue enviada a Roma, para darle al Senado una lección de geografía helena. Las negociaciones terminaron en un callejón sin salida. Sin embargo, como resultado, el Senado envió al cónsul Tito Quincio Flaminino, al mando de dos legiones más 6.000 infantes y 300 jinetes aliados para expulsar a Filipo de Grecia. Comenzaba la Segunda Guerra Macedónica.

Tras una serie de combates en todo el territorio griego, los ejércitos de Filipo y Flaminino se encontraron en la batalla de Cinoscéfalos. El rey macedonio fue derrotado, debiendo firmar un tratado de paz por el que abandonaba sus pretensiones sobre Grecia. Al mismo tiempo, un segundo ejército macedonio era derrotado por Átalo I, rey de Pérgamo, en Asia Menor.

Tercera Guerra Macedónica

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Filipo V mantenía la tradición macedonia de enseñoreamiento sobre los griegos, heredada de Filipo II y Alejandro Magno. Aunque los romanos en la guerra anterior lo habían derrotado y separado políticamente de Grecia, nunca renunció a la idea de deshacerse de la influencia de Roma sobre su «patio trasero».

Por ello, una vez que logró poner las cosas en orden en su país, elaboró una estrategia para mantener a los romanos ocupados mientras él se apoderaba nuevamente de Grecia. Esta estrategia consistía en conquistar los territorios al sur del Danubio y concertar tratados de alianza con las tribus bárbaras transdanubianas, con el fin de lanzar a éstas contra Italia. Esta última parte no pudo realizarla, pues murió en el 179 a. C.

Su hijo y heredero al trono, Perseo, no continuó la política de su padre, quien veía a los griegos como poco más que esclavos. Al contrario, Perseo buscó la alianza y la amistad de muchas ciudades estado griegas y reinos helenísticos, logrando como resultado que Prusias II de Bitinia, Seleuco IV de Siria (su suegro), Rodas, Bastarnia, Iliria, Etolia y otros más fuesen sus amigos. En los 20 años posteriores a la Segunda Guerra Macedónica, el odio hacia Roma en Grecia se había incrementado notablemente, pues el pesado yugo que los romanos imponían indirectamente a través de la oligarquía reinante había resultado en el empobrecimiento generalizado de la población.

Aprovechando esto, Perseo inició una política demagógica, invitando a quienes fueran perseguidos por política o por deudas a refugiarse en Macedonia, donde les serían reconocidos sus derechos y bienes. Pero el resultado de ello fue contraproducente, pues las clases poseedoras, al ver sus intereses en peligro, volvieron sus ojos a Roma con el fin de conseguir ayuda para deshacerse de Perseo.

Eumenes II de Pérgamo fue uno de los más ardientes impulsores de la guerra: logró llegar al senado y presentar muchas quejas contra Perseo; como resultado, Roma declaró la guerra a Macedonia. Sin embargo, las operaciones militares no iniciaron de inmediato, pues los romanos no estaban preparados para la guerra. De regreso a Pérgamo, Eumenes II fue víctima de un atentado en la isla de Delfos, organizado por Perseo.

Perseo, por su parte, aun sabiendo que Roma estaba oficialmente en guerra con él, pero no lo había atacado aún, asumió una postura defensiva, que al final le acarreó la ruina. Decidió no ocupar con sus tropas los puntos estratégicos más importantes de Grecia, lo que le habría dado una sustancial ventaja inicial, y dio tiempo a los romanos a preparar cuidadosamente la guerra.

Sin embargo, no todo era ventaja para los romanos. Aunque por su cobarde actitud la mayor parte de sus amigos y aliados se habían alejado de él, al iniciarse las operaciones militares (171 a. C.), los macedonios lograron derrotar en Tesalia a la caballería e infantería ligera romanas. Esto provocó que los antiguos amigos y aliados se unieran a él, pero Perseo, temeroso de la reacción romana, evacuó sus fuerzas de Grecia y se retiró a Macedonia, renunciando a una guerra ofensiva.

Falange macedónica

Durante los dos años siguientes la guerra fue pasivamente conducida por Roma y por Macedonia; sin embargo, esta última desplegó una gran actividad diplomática que brindó algunos resultados por el resurgimiento de la flota macedonia en el mar Egeo y por la aparente incapacidad de Roma de dar fin a la guerra. Esto generó entre los rodios el deseo de actuar como intermediarios para finalizar la guerra, dado que su comercio estaba fuertemente contraído a causa de ésta. Sin embargo, notando el Senado romano la actitud de los griegos hacia Roma, y viendo el peligro que esto representaba, decidió poner fin a la guerra victoriosamente al precio que fuese.

En el 169 a. C., se nombró cónsul a un noble sin fortuna, Lucio Emilio Paulo, hijo del cónsul del mismo nombre muerto en Cannas durante la Segunda Guerra Púnica, padre biológico de Publio Cornelio Escipión Emiliano. Emilio Paulo contaba con muchos años de experiencia militar adquirida en las guerras de Liguria y España, y era famoso por su intachable honestidad. Llegado al teatro de operaciones, rápidamente restauró la disciplina que se había relajado y logró penetrar en Macedonia hasta la ciudad de Pidna, donde estaba Perseo y su ejército. Allí se desarrollaría la famosa batalla de Pidna, cuyo resultado fue la destrucción para siempre de la monarquía macedonia.

El primer choque entre romanos y macedonios fue tan fuerte que las vanguardias romanas fueron destrozadas y las legiones se empezaron a retirar a las alturas que rodeaban el campamento romano. Inmediatamente las falanges macedonias se abrieron para dar persecución a los romanos. Emilio Paulo se aprovechó de esta cicunstancia, y lanzó a las reservas a los costados y la retaguardia de las falanges, terminando por romper totalmente su formación, y los legionarios perseguidos dieron la vuelta y cercaron a los macedonios. La caballería macedonia, al ver la derrota de la infantería, optó por retirarse del campo de batalla.

Todo el enfrentamiento terminó en menos de una hora, con el resultado de 20.000 macedonios muertos y 11.000 prisioneros. Las pérdidas romanas fueron muy inferiores. Perseo, al ver su derrota, sólo se preocupó por la salvación de sus tesoros (era avaro como ningún otro), y fue el primero en huir del campo de batalla.

Perseo huyó con su oro (unos 6.000 talentos) a Samotracia, en cuyo santuario confiaba en encontrar un refugio seguro. Pero los romanos, que no respetaban santuarios de ninguna clase, lo obligaron a rendirse con sus tesoros y sus dos hijos, y fue confinado en Italia, donde murió algunos años después. Su hijo mayor, Filipo (y técnicamente heredero del trono de Macedonia) murió dos años después que el padre, mientras que el más joven se convirtió en un simple escribano.

Como resultado de la guerra, Macedonia fue dividida en cuatro repúblicas nominalmente independientes, cuyos habitantes no podían tener relaciones diplomáticas, comerciales ni matrimoniales entre ellos. Macedonia tenía prohibido comerciar con madera, materiales de construcción, metales preciosos ni sal con quien fuese. Las fortalezas fueron desmanteladas y la población desarmada. La monarquía macedónica fue destruida para siempre.

El empobrecimiento resultante y el recuerdo de la libertad y la gloria antiguas de Macedonia hizo que 20 años después, al presentarse un impostor que se hacía pasar por el fallecido hijo de Perseo, Filipo, los macedonios se rebeleran contra Roma, rebelión cuyo resultado final fue la transformación de Macedonia en una provincia romana.

Organización social

La organización política del Reino de Macedonia formaba una pirámide de tres estratos: arriba estaban el rey y la nación, abajo, las organizaciones cívicas (ciudades y éthnē), y entre ambos, los distritos. El estudio de las diferentes instituciones se ha renovado considerablemente gracias a la epigrafía, que nos ha dado la posibilidad de releer las indicaciones que nos dieron los autores clásicos, como Livio y Polibio. Éstos nos muestran que las instituciones macedonias se parecían a las de las ciudades-estado griegas, como por ejemplo la Liga Etolia o la Liga Aquea, cuya unidad era reforzada por la presencia del rey.

El rey

El rey (Βασιλεύς) llevaba la administración central del reino. Gobernaba desde la capital del reino (que fue primero Egas, y luego, desde el reinado de Arquelao I en adelante, Pella) y en su palacio real se conservaba el archivo del estado. El secretario real (βασιλικὸς γραμματεύς) lo ayudaba a desempeñar su trabajo, por lo que era de vital importancia, así como el Consejo.

El rey era el comandante del ejército, el líder de la religión macedonia y el encargado de las relaciones diplomáticas con otros reinos. Por ello, sólo él podía establecer tratados y, hasta el reinado de Filipo V, ordenar la acuñación de monedas.

El número de sirvientes civiles era limitado: el rey dirigía su reino de una forma casi indirecta, apoyándose en los magistrados locales con los que mantenía frecuente contacto.

La sucesión

La sucesión real en Macedonia era hereditaria y patrilineal, y generalmente respetaba el principio de primogenitura, pasando la corona al primer hijo varón del rey. También había un elemento electivo: cuando el rey moría, su heredero, que sería generalmente pero no siempre su hijo mayor, tenía que ser aceptado primero por el Consejo y posteriormente presentado ante la Asamblea general para ser aclamado rey y obtener el juramento de fidelidad.

Como puede verse, la sucesión estaba lejos de ser automática, considerando que muchos reyes macedonios murieron de forma violenta, sin haber decido quién les sucedería, o sin haber asegurado que sus sucesores serían respetados. Es el caso de Pérdicas III, asesinado cruelmente por los ilirios, Filipo II, asesinado por Pausanias de Orestis, Alejandro Magno, que murió de una repentina enfermedad, etc. Las crisis por la sucesión eran frecuentes, especialmente a partir del siglo IV a. C., en el que las familias magnates del norte de Macedonia aún tenían la ambición de derrocar a la dinastía argéada y ascender al trono.

La economía

El rey era simplemente el guardián y administrador del tesoro de Macedonia y del suyo propio (βασιλικά), pues realmente éste pertenecía a los macedonios, y los tributos que pagaban los pueblos derrotados también iban para el pueblo macedonio. Incluso si el rey no llevaba la administración de las sumas del reino, se sentía responsable de defenderlas: Arriano nos cuenta que durante el motín de los soldados de Alejandro en Opis (324 a. C.), éste detalló las posesiones que su padre tenía cuando murió para probar que no había hecho un uso abusivo de las mismas.

Se sabe por Livio y Polibio que el basiliká tenía ingresos de las siguientes actividades económicas:

moneda de Filipo II
  • Las minas de oro y plata (por ejemplo, las del Pangeo), que pertenecían exclusivamente al rey, y que le permitían acuñar monedas, un privilegio también único del rey hasta el reinado de Filipo V, quien concedió a las ciudades y distritos el derecho a acuñar monedas de menor valor, por ejemplo, de bronce.
  • Los bosques, cuya madera fue muy apreciada por las poleis griegas que la usaban para construir sus barcos. De hecho, se sabe que Atenas hizo tratados comerciales con Macedonia en el siglo V a. C. para importar la madera necesaria para la construcción y el mantenimiento de su flota de guerra.
  • Las tierras conquistadas, que se anexionaban al reino y que el rey explotaba directamente, en particular a través de esclavos que obtenían de los prisioneros de guerra, o indirectamente a través de un sistema de arrendamiento.
  • Aduanas en el comercio (impuestos de importación y exportación)

La forma más común de explotar estas fuentes de riqueza era por arrendamiento: Aristóteles, en su "Económica", nos cuenta que Amintas III (o quizá Filipo II) dobló las aduanas con la ayuda de Calístrato, que se había refugiado en Macedonia, trayéndoles de 20 a 40 talentos cada año. Para conseguir esto, todos los años se daba como oferta privada para la explotación de las aduanas la oferta más alta. También se sabe por Livio que las minas y los bosques se arrendaban por una suma acordada durante el reinado de Filipo V, y parece ser que lo mismo ocurrió bajo la dinastía argéada: puede que el sistema de arrendamiento del Egipto ptolemaico tenga aquí su origen.

Excepto las propiedades del rey, la tierra de Macedonia era esclava: los macedonios eran hombres esclavos y pagaban impuestos por terrenos privados. Incluso los tributos extraordinarios que pagaron los atenienses en tiempos de guerra no existían. Hasta en épocas de crisis económica, como la de Alejandro en el 334 a. C. o la Perseo en el 168 a. C., la monarquía mandaba pagar impuestos a sus súbditos sino que recaudaba fondos a través de préstamos, que sus Compañeros reales tenían que dar, o aumentaban el coste de los arrendamientos.

El rey podía conceder el atelíē (ἀτελίη), cuyo poseedor se veía exento de pagar impuestos. Alejandro se lo concedió a aquellas familias que tuvieron pérdidas materiales durante la batalla del Gránico en mayo del 334 a. C., por lo que no tuvieron que pagar tributos ni tasas comerciales.

Se obtenían bienes extraordinarios a través del pillaje, y el botín de guerra se repartía entre el rey y sus hombres. En tiempos de Filipo II y Alejandro el pillaje proporcionaba grandes sumas de dinero. Una parte considerable de los objetos de oro y plata obtenidos en las campañas de Europa y Asia se fundieron para hacer monedas en Pella y Anfípolis, el reino más activo de aquella época: se estima que durante el reinado de Alejandro Anfípolis acuñó cerca de 13 millones de tetradracmas de plata.

La asamblea

Todos los ciudadanos/soldados se reunían en una asamblea popular al menos dos veces al año, en primavera y en otoño, al principio y al final de la temporada militar.

Esta asamblea (koinê ekklesia o koinon makedonôn), en la que acudía el ejército en tiempos de guerra, y el pueblo en tiempos de paz, la convocaba el rey y tenía un importante papel en el nombramiento de nuevos monarcas y en juicios importantes; podía ser consultada (sin ningún tipo de obligación) para asuntos exteriores (declaraciones de guerra, tratados) y para ascender a altos oficiales del estado. En la mayoría de estas ocasiones, la Asamblea no hacía más que ratificar las propuestas de un órgano menor, el Consejo. Fue abolida por los romanos cuando reorganizaron Macedonia en el 167 a. C., para prevenir, según Livio, que un demagogo hiciera uso de ella para rebelarse contra su autoridad.

El consejo (synedrion)

Restos arqueológicos de Pella

El Consejo era un grupo restringido de personalidades importantes del reino, elegidas y reunidas por el rey para secundarle en el gobierno. No era un asamblea representativa, sino que era ampliado en ciertas ocasiones con representantes de las ciudades y unidades cívicas del reino.

Los miembros del Consejo (synedroi) pertenecían a tres categorías:

  • Los sômatophylaques (en griego antiguo, literalmente «los guardias de corps») eran los nobles macedonios elegidos por el rey, que eran siete en el reinado de Alejandro Magno, y le servían como guardia de corps honorífica, pero sobre todo como consejeros. Era un título, aunque honorífico, particularmente prestigioso.
  • Los Amigos (philoi) o los Compañeros reales (basilikoi hétairoi) eran nombrados en vida por el rey entre la alta nobleza macedonia.
  • Los principales generales del ejército (hégémones tôn taxéôn) también nombrados por el rey.

El rey tenía menos libertad de lo que podríamos pensar para elegir la composición del Consejo, puesto que muchos miembros de la alta aristocracia del reino eran miembros de derechos ex officio.

El Consejo ejercía esencialmente una función probouléutica con respecto a la Asamblea: elaboraba y proponía las decisiones que ésta debía luego debatir y votar, en numerosos dominios, tales como la designación de los reyes y regentes, pero también de los grandes administradores, y las declaraciones de guerra. El Consejo estaba encargado de la instrucción judicial de los procesos capitales. Era también la primera y la última instancia para todos los casos que no entrañaban la pena capital.

El Consejo se reunía a menudo y constituía el principal órgano de gobierno. Cualquier decisión importante del rey era primero objeto de una deliberación.

En el interior del Consejo reinaban los principios democráticos de isegoria (igualdad de palabra) y de parresia (libertad de uso de la palabra), a los cuales el rey se sometía como los otros miembros.

Después de la destrucción de la monarquía antigónida por los romanos en 167 a. C., es posible que el synedrion subsistiera, al contrario que la asamblea, y quedara como la única instancia federal de Macedonia dividida en cuatro mérides.

Distritos regionales (merides)

La creación de un escalón administrativo territorial intermediario entre el poder central y las ciudades debe probablemente ser atribuida a Filipo II: esta reforma corresponde a la necesidad de adaptar las instituciones políticas a la considerable extensión del reino bajo su reinado. No era posible entonces reunir fácilmente al conjunto de los macedonios en una sola asamblea primaria, y la creación de cuatro distritos regionales, cada uno provisto de una asamblea era la respuesta aportada a este problema. No se trataba de divisiones territoriales que recortaran los grupos tribales, sino de un recorte administrativo artificial. Sin embargo, hace falta subrayar que la existencia de estos distritos no está en realidad atestiguada realmente (por la numismática) más que a partir del comienzo del siglo II a. C.

Los distritos eran los siguientes en la época antigónida, donde su número de orden es suministrado por la numismática :

  • Primera méris: Anfípolis o la Parastrimonia y Paroria. El distrito debe su nombre a la única ciudad en hacer una contribución al levantamiento nacional macedonio a finales del siglo V a. C. Sus habitantes no helenizados eran reclutados en unidades distintas, llamadas bisaltias, mientras que los reclutados de Anfípolis, Filipos y Oesymé integraban la falange. La política de los reyes macedonios era no mezclar a los soldados heleno hablantes con los macedonios en el seno de las unidades.
  • Segunda méris: Anfajítida. Su frontera era el río Axio el oeste y el Estrimón al este; la capital era Tesalónica.
  • Tercera méris: Botiea Correspondía a Pieria y Emacia, en el corazón del histórico reino macedonio, así como la región litoral comprendida entre el Axiós y el Peneo; la capital era Pella.
  • Cuarta méris: Alta Macedonia. Reunía a Lincestis, Tinfea y Atintania. La Oréstida salió muy pronto del reino propiamente dicho. En la época romana, la capital estaba en Pelagonia.

La primera función de estos distritos era la de servir de base territorial de reclutamiento para el ejército.

La existencia de una moneda propia en estos distritos suponía una autonomía financiera e instituciones políticas propias (mal conocidas). Según las inscripciones, puede pensarse que cada méris disponía de una asamblea primaria que reunía a todos los macedonios de la región, y elegía anualmente un strategos, magistrado epónimo, cuya doble función era representar a la asamblea y al poder central, especialmente en materia militar.

Estas asambleas continuaron existiendo en época romana, y se convirtieron en las principales asambleas primarias de Macedonia, después de la supresión de la Asamblea común.

Costumbres

  • Los jóvenes tenían una obligación iniciática que era la de matar un jabalí. Aquel que no lo hubiera hecho no merecía sentarse con los demás en los banquetes.
  • Cuando, por las circunstancias que fueran, un hombre no había matado aún a un enemigo, tenía la obligación de llevar una cuerda atada al cuerpo.

Regiones

Mapa del reino de Macedonia

En el siglo V a. C., el reino se dividía en tres grandes regiones:[8]

  • La Alta Macedonia o Macedónide, que se extendía al este del monte Pindo, desde el lago Ocrida, hasta las fuentes del río Haliacmón. Comprendía una serie de «comarcas» que se identificaban con determinados ethne:
    • La Elimea, en el sureste, en el bucle del río Haliacmón y los confines de la Perrebea (habitada por periecos telalios).
    • La Oréstide, en el oeste, hacia el nacimiento del Haliacmón y el sur del lago Ocrida, fronteriza con las tribus ilirias.
    • La Eordea, que se extendía al norte del Haliacmón hasta el lago Vegorítida.
    • La Lincéstide o Lincestis, que estaba situada al noroeste del lago Ocrida y que limitaba la norte con Peonia.
  • La Baja Macedonia se extendía desde las laderas meridionales del Olimpo hasta el río Axio. Era el área más rica y urbanizada y constituía el verdadero corazón del reino. La Baja Macedonia incluía a:
    • Pieria, que se comprendía el área desde el sur del Haliacmón, en la costa, hasta Tesalia.
    • La llanura de Ematia.
    • Botiea (o Botia), situada al sur de Ematia, llegaba hasta el Golfo Termaico.
  • Migdonia era una región que ocupaba el territorio entre el Axio y el Estrimón.

Véase también

Referencias

  1. Región situada al oeste del río Axiós y al norte de Eordia.
  2. Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso iv,83,1.
  3. Plutarco: Vida de Alejandro, XI
  4. Plutarco XI / Arriano I: 7, 8 y 9
  5. Plutarco XIII, Arriano I, X
  6. Plutarco: Vida de Alejandro, XIV
  7. El que los macedonios de tiempos de Alejandro y anteriores fueran o no helenos (griegos) es tema de discusión para muchos académicos. La cuestión depende enormemente de la clasificación que se haga del antiguo idioma macedonio. La separación entre macedonios y griegos en esta y otras frases no implica un posicionamiento en dicha discusión.
  8. Tucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso ii,99.

Bibliografía

  • Borza, E.N., In the shadow of Olympus. The emergence of Macedon, Princeton/N.J., 1990.
  • Barr-Sharrar, B. & Borza, E.N. (Edd.), Macedonia and Greece in Late Classical and Early Hellenistic Times, Washington D.C., 1982.
  • Hammond, N.G.L., The Macedonian State. The Origins, Institutions and History, Oxford, 1989.
  • Seignobos, Ch. Historia Universal Oriente y Grecia, Editorial Daniel Jorro, Madrid, 1930.
  • Levi, Peter, Grecia cuna de Occidente, Ediciones Folio S.A., ISBN 84-226-2616-0
  • Hatzopoulos, M.B.:
    • Macedonian institutions under the kings I. A historical and epigraphic study, Atenas, 1996.
    • Macedonian institutions under the kings II. Epigraphic appendix, Atenas, 1996.
  • Wirth, G., Philipp II (Geschichte Makedoniens 1), Stuttgart, 1985.

Enlaces externos


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