Monasterio de Santa María de Valbuena

Monasterio de Santa María de Valbuena
Monasterio de Santa María de Valbuena
Valladolid monasterioValbuena01 lou.jpg
Tipo Monasterio
Advocación Santa María de Valbuena
Ubicación Bandera de España San Bernardo,Valbuena de Duero, España
Coordenadas 41°37′46″N 4°15′41″O / 41.62944, -4.26139Coordenadas: 41°37′46″N 4°15′41″O / 41.62944, -4.26139
Uso
Culto Exclaustrado
Diócesis Valladolid
Orden Cistercienses (act. sin culto)
Arquitectura
Construcción 1143-siglo XVI
Fundador Estefanía de Armengol
Estilo arquitectónico Cisterciense
Catalogación Monumento Histórico-Artístico

El monasterio de Santa María de Valbuena es un monasterio cisterciense español. Está situado en el municipio de Valbuena de Duero, en la provincia de Valladolid de la comunidad autónoma de Castilla y León. Pertenece a la pedanía de San Bernardo y se halla levantado en la ribera del río Duero.

Fue fundado en el siglo XII por Estefanía de Armengol, nieta del conde Ansúrez, y sus primeros monjes vinieron de la abadía francesa de Berdona (Berdoues en francés) que, a la vez, era filial de la abadía de Morimond.

Tras muchos avatares a lo largo de su historia, pasando por la Desamortización de Mendizábal, sólo se mantuvo activa su iglesia, la cual fue parroquia de la nueva pedanía de San Bernardo, por lo que se conserva en muy buen estado. En 1967, el arzobispado de Valladolid compró a los propietarios del momento los edificios monacales y a finales de los años 1990 los cedió a la Fundación de Las Edades del Hombre para establecer en ellos la sede.

Contenido

Historia

Fachada de poniente de las dependencias monacales.

El 5 de febrero de 1143, Estefanía Ermengol[1] fundó un monasterio a orillas del río Duero, no muy lejos de la propia Valladolid, con voluntad de que lo gobernaran los monjes benedictinos, y al que dotó con la concesión del núcleo de Valbuena y Mombiedro.

Ego Stephania, humilis comitissa, bona memora, Armengoldi Comitis filia, quia iustium est xenodochia construere monasteri […] Facta carta in Vallebona. Era M.C.L.XXXI, mense februario XV kalendas, martis…

El monasterio fue consagrado a Santa María, como era costumbre en los monasterios del Císter, y, como segundos titulares, a San Martín de Tours, San Silvestre y Todos los Santos.

En 1151 llegaron los monjes benedictinos cistercienses de la abadía francesa de Berdona para repoblar la zona y hacerse cargo del monasterio. Su primer abad se llamó Martín, a quien sucedió, en 1151, Ebrardo, también monje francés, y en 1163, bajo el reinado de Alfonso VIII, el abad Guillermo. Desde su fundación, el monasterio de Valbuena dependió siempre de esta abadía francesa, hasta que en 1430, con la reforma de la Congregación de Castilla[2] pasó a depender del monasterio de Poblet.

Fue una de las primeras fundaciones cistercienses que tuvieron lugar a lo largo de la geografía de Castilla y León y de ella saldrían monjes para regentar y repoblar nuevas fundaciones. Este monasterio tuvo como filiales y bajo su autoridad otros centros:

Desde su fundación y a lo largo de todo el siglo XII, el monasterio gozó de una serie de privilegios por parte del papa, de los reyes y de muchos nobles, además de donaciones sustanciosas, todo lo cual contribuyó a su engrandecimiento y prosperidad, contando con la laboriosidad de los monjes y su buena administración de los bienes y propiedades. A partir del siglo XIII las donaciones continuaron, pero en menor medida, a la par que comenzó una lenta decadencia, que fue superada en el siglo XV, cuando en 1430, Martín de Vargas, clérigo jerezano maestro en Teología, fue nombrado abad del monasterio por Juan II y por Gutierre Álvarez de Toledo, obispo de Palencia. Martín de Vargas aplicó la reforma española de la Congregación de Castilla, que había sido fundada tres años antes en el monasterio de Montesión, en las proximidades de Toledo. Desde este momento Valbuena dejó de depender del monasterio de Berdona y se hizo filial del monasterio de Poblet. Es en esta ocasión cuando cambió su nombre, pasando a llamarse monasterio de San Bernardo de Valbuena.[3]

Obras de restauración y rehabilitación en el año 2001 a cargo del arquitecto Pablo Puente.

En los siglos XVI y XVII se mantuvo con bastante actividad y en el XVIII entró en decadencia, hasta llegar al XIX, cuando desapareció como monasterio con la Desamortización de Mendizábal, poniéndose a la venta todas las dependencias, salvo la iglesia, que continuó funcionando como parroquia. El monasterio fue comprado por el barón Kessel, que lo vendió a otro particular llamado Juan Pardo, el cual mantuvo la finca y los edificios hasta que en 1950, el Instituto Nacional de Colonización lo compró para realizar el proyecto de instalar un poblado con 84 colonos de La Alcarria, procedentes del pueblo de Santa María de Poyos que había sido inundado por el embalse de Buendía.

En 1954, la iglesia, que todavía dependía de la diócesis de Palencia, pasó a manos de la archidiócesis de Valladolid y años más tarde, en 1967, el arzobispado vallisoletano adquirió la propiedad de los edificios monacales. A finales de los años 1990, el arzobispado cedió estos edificios para que sirvieran como sede a la nueva Fundación de Las Edades del Hombre. La gran obra de restauración y remodelación de los edificios se realizó en tres fases. La primera, que duró dos años y que fue llevada a cabo bajo las trazas y dirección del arquitecto Pablo Puente, pudo poner en marcha los locales destinados a las labores de la fundación. La segunda y tercera, dirigidas por los doctores arquitectos Jesús I. San José y Juan José Fernández, puso en valor el resto de dependencias entre las que se encuentran la antigua hospedería y la Iglesia del monasterio que sigue cumpliendo su función como parroquia del pueblo de San Bernardo.

El Monasterio es Monumento Histórico-Artístico Nacional por decreto del 3 de junio de 1931, siendo asimismo Bien de Interés Cultural (BIC).

Véase también: Las Edades del Hombre

Benefactores y donaciones

Los benefactores o donantes de un monasterio eran en general los reyes, junto con los papas y miembros de la Iglesia, los nobles y otro grupo constituido por propietarios ricos, hombres libres que, sin título nobiliario alguno, representaban en su época un estamento de cierta importancia cultural y económica.

El monasterio de Santa María de Valbuena no fue fundado por voluntad real, sino de la nobleza, como ya se ha dicho, por la condesa Estefanía de Ermengol, cuyas donaciones fueron todo el término de Valbuena y Mombiedro. Más tarde le fue añadido el monasterio de San Andrés de Valbení (cuyos monjes fundaron el monasterio de Santa María de Palazuelos en Corcos de Aguilarejo). También el señor de Aguilar, Gonzalo Yánez, regaló a los monjes unas tierras en Sevilla,[4] y doña Justa, señora de la nobleza, donó una heredad en una localidad llamada Siete Molinos.

Los sucesivos reyes tomaron bajo su protección el cenobio, de tal manera que sus aportaciones constituyeron la mayor parte de las donaciones recibidas. En el mismo año de la fundación, el rey Alfonso VIII hizo unas sustanciosas donaciones que fueron aumentando y confirmándose en años posteriores:

  • Quintanilla (Valladolid).
  • Propiedades de Torre del Rey en Malacuera (Guadalajara).
  • Villa o granja de Xaramiel (Jaramiel).

Los reyes Sancho III el Deseado, Fernando III el Santo y Alfonso VIII de Castilla, se ocuparon también del monasterio y de sus privilegios. Alfonso VIII fue el más comprometido, no sólo en este lugar, sino en todas las fundaciones cistercienses de su reino, a los que dio un sentido de defensa y fijación de fronteras entre reinos. Alfonso VIII aumentó el patrimonio de Valbuena con las tierras de Pedrosa y Ventosa, las de Pedro Gallego y el pozo de sal de Bonilla, además de aumentar los privilegios.

Sepultura de Pedro Fernández de Castro "el Castellano"

Después de su defunción en Marruecos, el cadáver de Pedro Fernández de Castro "el Castellano", señor de la Casa de Castro y nieto de Alfonso VII el Emperador, rey de Castilla y León, fue trasladado a la Península Ibérica, y posteriormente, conducido al reino de Castilla, donde sus restos mortales recibieron sepultura en el Monasterio de Santa María de Valbuena.[5]

En el mismo monasterio recibieron posteriormente sepultura Álvaro Pérez de Castro "el Castellano", fallecido en Orgaz en el otoño de 1239, y Elo Pérez de Castro, hijos ambos de hijos de Pedro Fernández de Castro "el Castellano"[6]

Organización de las propiedades en granjas

La orden monástica del Císter tuvo siempre gran incidencia sobre la población no sólo en lo espiritual y cultural sino en lo económico y colonizador. En este sentido, los dos monasterios más importantes en la ribera del río Duero fueron las grandes abadías del siglo XII, Santa María de Retuerta (primer monasterio de la orden de los Premostratenses) y Santa María de Valbuena, ambas nacidas por iniciativa de una misma familia, los descendientes del conde Ansúrez. Las dos abadías contaban con una economía basada fundamentalmente en la explotación agrícola con el sistema de granjas como unidad del suelo y base de economía y colonización.[7]

Todas las tierras propiedad del monasterio de Valbuena estaban divididas en granjas de explotación agraria y ganadera. Para que las granjas dieran rendimiento y productividad era preciso tener abundante mano de obra. Una comunidad de monjes cistercienses debía seguir la regla de San Benito en que se dice ora et labora, pero al encontrarse con una extensión tan grande de tierras ese labora no podía ser cubierto únicamente por los monjes, bajo riesgo de abandonar las obligaciones religiosas. En este sentido, el Capítulo General de la Orden intervino en varias ocasiones para regular la presencia de los frailes en los trabajos de las granjas; en el Capítulo de 1223 se expresa claramente, prohibiendo a los monjes que pasen demasiado tiempo en los trabajos fuera del monasterio.[8] Dentro de la clausura había un grupo de monjes con obligaciones específicas aparte de las espirituales: prior, soprior, cillero, maestro de novicios, bodeguero, enfermero, refitolero y alguno más. El prior era el segundo del abad, pero el abad podía nombrar a otros priores que serían los encargados de gobernar las granjas más lejanas (que se llamarían prioratos), ayudados por otro monje y siempre sometidos a la autoridad de la casa central: el monasterio.

Desde el punto de vista del trabajo, el grupo más numeroso e importante para una granja era el de los llamados conversos (sinónimo de lego) o conversos familiares. Los conversos eran hombres que vivían en el monasterio y en las granjas sin ser monjes ni participar de la vida monástica; pero sí tenían su zona de vivienda ubicada en la distribución del claustro. Estos conversos[9] fueron de gran ayuda en la explotación de las granjas de los cistercienses de Valbuena junto con otro grupo, el de los vasallos, que estaba obligado a una serie de prestaciones establecidas.

Una granja tenía distintos campos de trabajo, todos importantes y todos con buenos resultados económicos:

Los molinos. El monasterio tenía entre sus posesiones bastantes molinos y aceñas que constituían una verdadera riqueza. La construcción de un molino era cara y sólo los grandes señores podían permitirse el lujo de tenerlos, teniendo asegurada la molienda de los campesinos libres que no tenían más remedio que acudir a ellos. El monasterio de Valbuena llegó a contar con 14 molinos que están documentados.[4] En la documentación se habla indistintamente de molendinis y açennas. Generalmente una aceña es un molino de agua, situado en los ríos, pero a veces se hace referencia a un molendinis que tiene el río Esgueva…

Los cistercienses de Valbuena tenían molinos de 4 y 6 ruedas. Todos fueron adquiridos en donaciones de heredades en que iban incluidos. Los monjes de Valbuena impusieron sus propias normas para el uso de los granjeros y colonos libres:

Por cada vegada que le fuese provado pague por cada fanega dos celemines para el monasterio.[4]

El beneficio obtenido por la molienda se llamaba maquila. A mediados del siglo XV hubo una nueva disposición en que se decía que “en adelante se maquile igual que lo hacen en Peñafiel”:

De Sant Juan a Sant Miguel maquilan a cuarto e doble que son seys celemines de la carga, en los otros tiempos a cuarto de la carga […]

A partir del siglo XV el monasterio se tuvo que acoger a los arrendamientos de la mayor parte de los molinos para sanear su economía. Ya no ejercía una explotación directa pero seguían siendo una gran fuente de dinero.

Campos de cereales. Las tierras de cultivo se laboraban por el procedimiento de año y vez, es decir, un año se cultiva y al siguiente se deja en barbecho. El barbecho se utilizaba para apacentar el ganado que a su vez suministraba el suficiente abono para el año de cultivo. La producción de cereales junto con los viñedos fue muy importante para la economía de Valbuena. El monasterio poseía campos de cereales en sus propiedades de la cuenca del río Duero y en las de Sevilla. Las tierras se araban con la ayuda de los bueyes, nunca de caballos, o al menos la documentación jamás menciona a estos animales como ayuda en el campo.

Sembraban principalmente trigo y cebada más algo de centeno y avena. Con el trigo se elaboraba el pan blanco, la cebada servía de alimento a los animales y con el resto se hacía una clase de pan más ordinario. Los campos sembrados de cereal estaban muy vigilados y se imponían graves sanciones a todo el que no respetara las normas y entrara en ellos con su ganado.

Las viñas. Las viñas suponían un cultivo importantísimo al que los monjes prestaban gran atención. La productividad del vino era suficiente para abastecer al monasterio para la liturgia y el propio consumo y para comercializar el excedente. Era un tipo de cultivo tradicional en la zona y prácticamente todas las tierras adquiridas por donación llevaban incluida una extensión de viñedos. Los monjes también adquirieron viñas por medio de la compra a pequeños propietarios, que, al no contar con el equipo y la mano de obra necesaria, preferían vender y cambiar su estado de propietario por el de trabajador.[10]

Los monjes tenían distribuidos lagares por todo el término y bodegas en las casas de su propiedad y en el propio monasterio donde contaban con una capacidad para 20 cubas.[11] Se ve reflejado con toda claridad en los documentos de los contratos que en épocas más tardías el monasterio se vio obligado a dar en renta muchas de sus tierras, una parte del pago de alquiler era dado en vino, exigiendo que fuera siempre buen vino. Las viñas más apreciadas eran las de Olivares del Duero, Villanueva y Valbuena.

Plantación industrial de cáñamo.

Las huertas. Las huertas (llamadas hortis en la documentación), estaban situadas en lugares con posibilidad de riego, cercanas a los ríos, arroyos, fuentes y canales de agua. En estas huertas se cultivaban los productos hortícolas y árboles frutales; de éstos hay poca documentación que los especifique, salvo para la heredad de Villanueva de Nogayche en el término de Sevilla, donde se dice que había higueras y granados. La documentación del año 1375 describe el cultivo del cáñamo y del lino. Sólo algunas tierras se dedicaban a cañamares y linares en las granjas de Soberado, Valbonilla, Piñiel y alguna otra.

Igual que ocurrió con las otras propiedades, las huertas tuvieron que ser arrendadas a partir del siglo XV.

Ganadería

El fundamento de la economía castellana era la asociación de la ganadería y la agricultura. Los monjes no hicieron sino seguir esta costumbre. La ganadería se encontraba presente en todos los monasterios cistercienses de Castilla sobre todo a partir de los comienzos del siglo XIII, aunque en el monasterio de Valbuena ya adquirió importancia desde los primeros años de su fundación. El monasterio contaba con:

  • Ganado caballar y asnal.
  • Ganado vacuno.
  • Ganado porcino.
  • Aves de corral.
Ovejas en trashumancia.

Cabaña ovina. La cabaña ovina o ganadería lanar fue en toda Castilla una gran e importante actividad económica, hasta el punto de ser considerada a finales de la Edad Media como una gran potencia en estos recursos. En el monasterio de Valbuena fue igualmente importante hasta el punto de recibir de los reyes los mismos privilegios que tenía el ganado real: poder pastar por los montes del rey y estar exentos del pago de portazgo.[12] Con la concesión de estos privilegios la ganadería lanar podía acogerse a la costumbre de la trashumancia en busca de pastos de invierno.

Los privilegios otorgados por los reyes al monasterio chocaron en muchas ocasiones con los otorgados a los concejos colindantes, dando ocasión a múltiples pleitos reflejados en la documentación. La ganadería trashumante necesitaba mucha menos mano de obra y por eso salió adelante en el siglo XIV, cuando hubo tanta mortandad como consecuencia de la peste. Precisamente en esos años aumentó la cabaña. El ganado necesitaba tan solo de un pastor con el que se acordaban una serie de condiciones muy reglamentadas, incluso lo referente a los perros acompañantes. También estaba muy reglamentado el uso de la sal, el suministro por parte del monasterio, la cantidad necesaria por días y por cabeza. También la dieta alimenticia de los pastores:

  • Se les da pan dos veces por semana.
  • En Cuaresma se les dan alimentos que les permitan cumplir con la abstinencia obligada.
  • Recibían carne los domingos comprendidos entre San Pedro de los Arcos y San Miguel de septiembre, y desde esta fecha hasta las carnestolendas, tres días por semana. Los días que no recibían carne se les daba queso. También el vino estaba racionado.

Ganado vacuno. Las vacas aportaban la leche y la carne para alimentación. La piel era aprovechada para confeccionar albarcas y otros útiles.

Ganado caballar y asnal. Estos animales eran utilizados para el transporte, en especial el de leña tan solicitada y necesaria en la época. Las yeguas se cuidaban para la reproducción cruzándolas con asnos o caballos.

Ganado porcino. Eran conducidos en piara a los bosques donde podían alimentarse. Servían para la nutrición, siendo la mayor fuente de proteínas y grasas.

Aves de corral. Todas las casas existentes en las distintas parcelas o granjas tenían su corral adjunto donde se criaban sobre todo gallinas y gansos.

Otras fuentes de riqueza

Además de las granjas ya descritas, la heredad de los monjes contaba con otro tipo de riqueza: los bosques, los prados y pastos, y como consecuencia de estos espacios, la caza. También las pesqueras y salinas.

Dehesa.

Bosques, prados, pastos y caza

Los bosques proporcionaban leña y carbón para el fuego, madera para la construcción de casas y de determinados útiles, y alimento para algunos animales, en especial los cerdos. En los bosques se distinguía la dehesa (monte bajo y acotado), y la alameda, con plantación de álamos para madera.

Los prados daban hierba que, segada al comienzo del verano, se guardaba para tener comida para los animales durante el invierno. Los pastos eran suelos sin cultivar, llenos de maleza, donde se apacentaba el ganado. De los pastos se obtenía también el humus que servía como fertilizante.

La caza era otra fuente de riqueza. Se cazaba sobre todo conejos y perdices, con la ayuda de perros, hurones y redes. El derecho a la caza también estaba reglamentado, implantándose duros castigos a los infractores.

Restos de pesquera en el río Duero.

Pesqueras o piscarias

La heredad tenía buenos recursos de agua que atravesaban distintas zonas: los ríos Esgueva, Arlanza y Malacuera en el Alto Jarama (Guadalajara). Estas corrientes fluviales, además de proporcionar agua para el regadío y uso doméstico, permitían que se construyera en ellas pesqueras y molinos. Las pesqueras eran muy codiciadas pues ofrecían una buena fuente de riqueza sin necesidad de muchos cuidados.

Salinas de Bonilla

En la Edad Media la sal era un bien muy preciado y de primera necesidad para los hombres y para el ganado. Servía para la conservación del pescado, carne de cerdo y tocino y para complemento en la alimentación de los animales. El monasterio de Valbuena tenía un pozo de sal en Bonilla (actual pedanía de Huete en la provincia de Cuenca), concesión muy temprana del rey Alfonso VIII. Con este pozo de sal el monasterio tenía asegurada una producción necesaria para su consumo y un resto que se comercializaba. Los reyes sucesores siguieron concediendo la confirmación de esta propiedad.

En los documentos del siglo XV ya no se menciona más este pozo, pero se habla de otro situado en Atienza (Guadalajara), perteneciente al obispado de Sigüenza. La explotación de la sal se hacía con mano de obra asalariada. A partir de mediados del siglo XV los monjes optaron por el arrendamiento, igual que lo habían hecho con otras propiedades.

La heredad de Villanueva de Nogayche

Esta finca de gran extensión (incluida en los documentos entre las donaciones mayores) perteneció en su origen al rico hombre castellano Fernán Ruiz de Castro, que la había recibido del rey Alfonso X el Sabio en fecha anterior a 1287.[13] Se la nombra en el libro de repartimiento de Sevilla a raíz de la conquista de esta ciudad.[14]

[…] avía en ella 4.000 pies de olivar e de figueral, e por medida de tierra trescientas e ochenta e cinco arrançadas de sano.

La finca estaba situada en el Aljarafe sevillano y debido a la lejanía en que se encontraba, los monjes de Valbuena no la administraron nunca directamente sino que la arrendaron desde un principio. Gracias a los documentos conservados sobre pleitos del monasterio[15] con los sucesivos arrendatarios pueden conocerse las partes de que se componía esta finca.[16] La heredad era muy extensa; tenía casas, molinos de aceite, cultivos de cereales, viñas, olivos y árboles frutales, sobre todo higueras y granados.

A los continuos pleitos y disgustos se añadió la caída de las rentas hacia finales del siglo XIV y la subida de precios y salarios. En 1382 los monjes del monasterio decidieron deshacerse de esta propiedad a través de una permuta realizada con el último arrendatario, el armador Juan Martínez, que vivía en Sevilla. Juan Martínez poseía en Valladolid doce pares de casas y unas viñas, que cambió a los monjes por la finca de Villanueva de Nogayche. El cambio debió serle ventajoso pues en el documento de permuta consta que además donó al monasterio 4.000 maravedíes.

El conjunto monástico

Fachada de las dependencias del monasterio. Hospedería orientada al río Duero.

El conjunto constaba de iglesia, claustro (con todas sus dependencias), hospedería, dormitorios, zona de conversos y todos los demás departamentos propios de un monasterio cisterciense. La iglesia fue tomando forma a lo largo del siglo XII y las dependencias monacales siguieron construyéndose ya entrado el siglo XIII. Estaba rodeado de una cerca.

La iglesia

Se llega a la puerta principal situada a los pies a través de un camino empedrado donde se levanta una cruz de piedra.

Exterior del edificio. El edificio está construido en piedra muy buena de sillería, reforzado por contrafuertes prismáticos en su lado norte. A lo largo del alero corre una hilada de canecillos simples sin ninguna escultura y en el ábside central, justo por debajo de los ventanales, corre una moldura que lo divide en dos hemiciclos. Al exterior, los ábsides laterales menores apenas muestran su forma circular por estar casi tapados por las dos capillas laterales cuadradas que fueron adosadas en el siglo XIII. En el muro norte, en la zona correspondiente al crucero puede verse una puerta ojival tapiada, que en el interior está tapada por un retablo barroco. Fue la puerta de salida cuando iban a enterrar a algún monje. El lugar de enterramiento era la zona de los ábsides. Por encima de esta puerta hay dos arcos doblados de medio punto muy peraltados que cobijan un gran óculo de luz. La puerta principal de acceso se encuentra en el testero de poniente, a los pies del templo. Es una puerta austera con arquivoltas de arcos apuntados y sin adornos, típica del císter. Por encima hay un gran arco que también enmarca un óculo o rosetón con molduras muy simples.

… a través de un camino empedrado donde se levanta una cruz de piedra.

Interior del edificio. Tiene planta de cruz latina, con tres naves, de mayor altura la central. Consta de cuatro tramos más el crucero que está pegado a la cabecera y que sobresale en planta. Las bóvedas de las naves son de crucería simple y se apoyan en arcos apuntados que a su vez se apoyan en gruesos pilares cruciformes. Estos pilares se ven reforzados por ocho semicolumnas adosadas y cuatro columnas acodilladas. Todas estas columnas y semicolumnas van coronadas por capiteles vegetales que se adornan con hojas de palma o de acantos con bolas, muy austeros como corresponde a una ornamentación cisterciense.

La cabecera se compone de tres ábsides semicirculares siendo más desarrollado el central que está cubierto por bóveda de cuarto de esfera. En los extremos están los dos absidiolos de planta cuadrada añadidos en el siglo XIII. Estos espacios están cubiertos por bóveda de crucería. El hueco de los ventanales abocinados está tapado con alabastro. En el ábside central está la capilla mayor donde se muestra un retablo barroco. En el centro del crucero se levanta un cimborrio que se apoya en trompas.

Existe un coro alto a los pies cuya construcción del siglo XVI dio como consecuencia una altura inferior en los dos primeros tramos de la iglesia. Antes de este añadido, esta parte de la iglesia correspondía a los conversos.

Detalle del baldaquino con la Virgen de la Asunción.

Capillas y retablos

La capilla mayor del presbiterio tiene un retablo barroco del siglo XVIII, atribuido a Pedro de Correas. En el centro hay un baldaquino exento donde está colocada una imagen de la Virgen de la Asunción. Sobre la imagen aparece un ángel volandero en actitud de coronar a la Virgen, dando una impresión teatral como corresponde al barroco. Por detrás del baldaquino está el retablo que se adapta perfectamente al ábside. En el cuerpo bajo hay cuatro figuras de tamaño natural que representan a Bernardo de Claraval, Anselmo de Canterbury, Ildefonso de Toledo y Pedro Damián.

En el lado del Evangelio (nave norte de la iglesia) hay cuatro retablos barrocos del siglo XVIII. El primero está atribuido a Pedro de Correas y alberga un relieve central con el tema de San Bernardo recibiendo la leche de la Virgen. Este relieve es de la primera época del escultor Gregorio Fernández. El segundo retablo también se atribuye a Pedro de Correas. En el centro está la imagen de San Raimundo, del siglo XVIII. El tercer retablo es parecido al anterior pero con la imagen de San Roberto. El último retablo de este lado tiene un gran relieve con el tema de la Sagrada Familia, atribuido también a Gregorio Fernández.

Retablo de la Sagrada Familia.

La primera capilla de la cabecera solo muestra un Cristo del siglo XVI, atribuido a algún seguidor de Alonso Berruguete. La segunda capilla tiene un retablo barroco de mediados del siglo XVIII, con esculturas exentas de santos cistercienses. A ambos lados del cuerpo central se encuentran en total 10 bustos relicarios.

En el lado de la Epístola (nave sur de la iglesia), la primera capilla de la cabecera tiene un retablo del siglo XVIII que alberga una Inmaculada que sigue la iconografía del escultor Gregorio Fernández. En los laterales pueden verse las imágenes de San Joaquín y Santa Ana.

Capilla del Tesoro

Se la conoce también como capilla de San Pedro. Es una capilla del siglo XIII, de planta alargada y ábside trapezoidal que se encuentra fuera de la planta de la iglesia, en el lado sur a la que se accede a través del absidiolo sur de la cabecera. La palabra tesoro hace referencia a un pequeño aposento o hueco situado en lo alto. Tiene tres tramos con bóveda de crucería. Se cree que sirvió de capilla funeraria y todavía conserva algunos sarcófagos de piedra. Lo más importante de esta capilla son las pinturas murales, góticas, que se encuentran adornando las paredes de tres de los sarcófagos. En restauraciones recientes de finales del siglo XX se han podido recuperar bastante. Los temas ilustrativos son combates entre caballeros cristianos y musulmanes, representaciones religiosas, como la Adoración de los Reyes Magos, y las figuras de un rey y una reina de nombre Urraca, rodeados de pajes.

Claustro alto y claustro bajo después de la restauración del año 2001.

El claustro

Desde el tramo próximo al crucero por la parte sur, se accede al claustro por una puerta llamada puerta de los monjes. El claustro o patio consta de dos alturas siendo la de abajo del siglo XIII y la superior del XVI. Las galerías o pandas están divididas por arcos fajones en seis tramos cuadrangulares más el tramo común de las esquinas, cubriéndose con bóveda de crucería. Las arquerías del piso bajo constan de tres arcos de medio punto inscritos en otro arco apuntado, de descarga, en cuyo tímpano se abre un pequeño rosetón. Las columnas son dobles y su fuste es de una pieza. Los capiteles presentan temas vegetales.

En el piso alto se da la decoración de finales del gótico junto con la incipiente renacentista. Los arcos son de medio punto y en sus dovelas y en el intradós se ve una decoración de tallas floreadas. En las enjutas se tallaron con buena mano unos medallones con rostros de personajes; uno de esos medallones representa una calavera,[17] símbolo muy frecuente en el Renacimiento. El claustro también fue motivo de restauración cuando se hicieron las obras del resto de las dependencias del monasterio en el año 2001.

Detalle del claustro alto en que puede verse la calavera con oreja.

La sala capitular está ubicada en la panda este pero fue transformada en sacristía en el siglo XVIII. A continuación se encuentran dos pasillos, uno es el pasadizo que llevaba al dormitorio de los monjes[18] en el piso de arriba sobre la sala capitular y el otro sería la antesala del locutorio o sala de trabajo. Este espacio tiene dos naves que están separadas por tres pilares. La bóveda es de crucería; en su pared este se abren tres ventanas que dan luz a la habitación.

El refectorio o comedor estaba en la panda sur. Todavía pueden verse restos del púlpito que se usaba para las lecturas durante la comida. En la panda de poniente se encontraba la zona de conversos y más tarde se utilizó como almacén o cilla. Esta parte fue muy modificada durante los siglos XVI y XVII, construyéndose zonas nuevas como el edificio con balconada y otras dependencias que en la última restauración de 2001 se han podido recuperar para su uso.

Inventarios

En el Libro de inventarios del Monasterio de Valbuena 1799-1832 guardado en el Archivo Histórico Nacional, libro nº 16.611, se conservan datos documentales de dos inventarios que se hicieron en 1799 y 1810. En estos inventarios se catalogan muchos cuadros, muebles, obras de orfebrería y esculturas. Muchos de estos bienes están perdidos o desaparecidos y otros se han podido localizar en otras parroquias que los acogieron para su custodia.

Notas

  1. Estefanía era hija de Ermengol V, conde de Urgel y de María, hija del conde Pedro Ansúrez, señor y repoblador de Valladolid). Se casó dos veces, la primera con Fernando García de Hita y la segunda con el conde Rodrigo González de Lara.
  2. La reforma del císter, como las reformas anteriores de benedictinos, había degenerado y era preciso volver a la regla estricta de San Benito.
  3. En Valladolid este monasterio es conocido familiarmente como "monasterio de San Bernardo" o "monasterio de Valbuena".
  4. a b c A.H.N. Clero.
  5. Martin, Therese; Julie A. Harries (2005). Theresa Martin; Julie A. Harries. ed. Church, State, Vellum, And Stone: Essays on Medieval Spain in Honor of John Williams. Brill Academic Publishers. pp. 122. ISBN 9004147055. «"...Pedro Fernandez (who had died in August 1214), and to arrange for its conveyance to the peninsula and burial in the Castro family monastery of Valbuena"» 
  6. de Ayala Martínez, Carlos; Pascal Baresi; Philippe Josserand (2001). Casa de Velázquez. ed. Identidad y representación de la frontera en la España medieval (siglos XI-XIV) (1ª edición). Madrid: Universidad Autónoma de Madrid. pp. 289. ISBN 84-95555-21-2. http://books.google.es/books?id=z4A06Ev37s8C&pg=PA289&dq=pedro+fernandez+de+castro+valbuena&lr=&cd=41#v=onepage&q=&f=false. «"Según el manuscrito de la Col. Salazar y Castro de la Academia de la Historia, en el arca sepulcral que se dispone bajo este arco reposaba doña Elo, tataranieta de la fundadora del monasterio. Sin embargo, parece más lógico pensar que fue su hermano Alvar Pérez de Castro, muerto en Orgaz en el otoño de 1239 y enterrado también aquí, el propietario del sepulcro."» 
  7. Amando Represa. Valladolid y sus comarcas.
  8. J. Canivez, Statuta Capitulorum Generalium Ordinis Cisterciensis, Lovaina, 1933, tomo II, página 112.
  9. Para esta gente era una solución de vida el acogerse de esta forma a un monasterio pues carecían de tierras y no tenían ningún futuro económico. En el siglo XIV hay un cambio en la economía general y el converso ya no lo es por necesidad sino por vocación. La pérdida de este grupo hace que los monasterios busquen otras soluciones para la explotación agrícola, como fueron los arrendamientos: V. A. Álvarez Palenzuela, monasterios cistercienses.
  10. No se descarta que algunas de sus cepas fueran traídas de Francia. Amando Represa. Valladolid y sus comarcas.
  11. A.H.N. Clero. Legajo 7.659.
  12. R. Pastor: La lana en Castilla y León antes de la organización de la Mesta, Barcelona, 1973.
  13. En 1287 Sancho IV, hijo de Alfonso X, hizo una confirmación al monasterio de dicha propiedad. A.H.N. Clero.
  14. J. González, Repartimiento de Sevilla, tomo II, Madrid 1951.
  15. Los pleitos fueron muchos, de diversa índole y a veces muy difíciles de solucionar por la lejanía.
  16. Julio Valdeón Baruque, Una heredad del monasterio de Valbuena de Duero en el Aljarafe sevillano (siglos XIII-XIV). Estudios Medievales, III.
  17. La curiosidad de esta calavera radica en que tiene labrada una oreja.
  18. Los cistercienses no tenían celdas individuales sino dormitorios comunes.

Bibliografía consultada

  • ORTEGA GONZÁLEZ, María Jesús. Santa María de Valbuena. Un monasterio cisterciense a orillas del Duero (siglos XII-XV). Edita Institución Cultural Simancas y Diputación Provincial de Valladolid, 1983. ISBN 84-500-9224-8
  • MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José . Provincia de Valladolid. Guías artísticas de España. Editorial Aries.
  • ÁLVAREZ PALENZUELA, V. A. Monasterios cistercienses en Castilla, siglos XII y XIII.
  • REPRESA, Amando. Valladolid y sus comarcas. Ámbito Ediciones S.A., Valladolid 1991. ISBN 84-86770-49-1
  • VALDEÓN BARUQUE, J. Historia general de la Edad Media, siglos XI al XV. Editorial Moretón, 1971.
  • HERRERA MARCOS, Jesús, Arquitectura y simbolismo del románico en Valladolid. Edita Ars Magna, 1997. Diputación de Valladolid. ISBN 84-923230-0-0
  • VALDIVIESO Enrique. Antiguo partido judicial de Peñafiel. Tomo VIII. Catálogo Monumental de la provincia de Valladolid. Edita Diputación provincial de Valladolid, 1975. ISBN 84-500-6815-0

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