Pintura renacentista

Pintura renacentista

Pintura renacentista

Ticiano, Amor sagrado y amor profano, h. 1513-1514

La pintura renacentista abarca el período de la historia del arte europeo entre arte de la Edad Media y el arte barroco. La pintura de esta época está relacionada con el «renacimiento» de la antigüedad clásica, el impacto del humanismo sobre artistas y sus patronos, nuevas sensibilidades y técnicas artísticas y, en general, la transición entre el periodo medieval y los comienzos de la Edad Moderna.

Contenido

Historia

En las artes visuales, los logros significativos ocurrieron alrededor del año 1400 tanto en Italia como al norte de los Alpes. El arte de Masaccio y los escritos de Leon Battista Alberti ayudaron a establecer la perspectiva lineal y la idealización del cuerpo humano como las ideas principales de la pintura renacentista italiana a principios del siglo XV. Al tiempo se produjo en el norte la pintura gótico-flamenca, que también se ha considerado prerrenacentista o renacimiento nórdico. Artistas flamencos como Jan van Eyck innovaron con la pintura al óleo y composiciones espaciales intuitivas. El breve Alto Renacimiento (h. 1500–1520), centrado en torno a Leonardo da Vinci, Miguel Ángel y Rafael en Florencia y Roma, fue una culminación de los logros italianos, mientras que artistas como Alberto Durero llegó a un nivel similar de innovación artística e intelectual a la Europa septentrional.

La pintura del Renacimiento tardío, desde alrededor de 1520 hasta el final del siglo XVI, está marcada por varias tendencias manieristas que se expandieron a partir de Italia al resto de Francia. La decadencia del renacimiento se inicia en Italia poco después de mediado el siglo XVI. Se caracteriza por la falta o escasez de buenos maestros, optando los artistas por imitar las obras de los grandes maestros anteriores en lugar de estudiar la naturaleza para crear sus obras originales. En el manierismo se exagera el movimiento en las figuras, la expresión es afectada y amanerada o poco natural de los rostros.

Características

El carácter distintivo de la pintura del renacimiento en general y en su periodo de apogeo consiste:

  • En la unidad de la composición, de la perspectiva, de la anatomía y morbidez muscular y de la belleza exterior física tendiendo a imitar la naturaleza con desenvoltura e inspirándose a la vez los artistas en las obras clásicas escultóricas.
  • Por razón de los asuntos, en la universalidad de ellos, dando mucha entrada a los mitológicos apenas tratados en la época anterior y cultivando singularmente el retrato y las historias. Y aunque no se olvidan los cuadros religiosos, carecen éstos por lo común de la idea y unión mística de la época precedente (sobre todo, en las Vírgenes o Madonnas) y hasta desvían con frecuencia el ánimo de la verdadera piedad. Aunque está plena de religiosidad, cada artista busca su propio estilo, en donde el retrato y la representación del paisaje tienen mucha importancia.
  • Por razón del procedimiento, se distingue en el abandono definitivo de los realces y dorados, en la predilección por los lienzos sin tabla y en la adopción casi exclusiva de la pintura al óleo, salvo las decoraciones murales al temple y al fresco.

La historia moderna de la pintura se inicia con los aportes de los maestros del Renacimiento. Florencia y Roma durante los siglos XV y XVI son la cuna de dicho movimiento que establecerá a través de la perspectiva, la proporción, la anatomía y el descubrimiento y uso del óleo, una manera de pintar realista o verista que no se había dado antes.

El Renacimiento surge en Italia y se va extendiendo progresivamente por Europa, con mayor o menor calado, según los países. Surgieron innumerables centros o escuelas de pintura, sobre todo, en Italia, influyéndose mutuamente unas en otras a pesar de sus divergencias. No existe unanimidad crítica a la hora de distinguir las aludidas agrupaciones de artistas ni es uniforme el estilo de los diferentes maestros, por lo que las escuelas se reúnen sólo geográficamente.

Pintura italiana

Artículo principal: Pintura renacentista italiana
La Gioconda (1503-1506) por Leonardo Da Vinci.

Italia fue el foco primero y principal del Renacimiento en todas su manifestaciones, del siglo XV al XVI. La pintura del Quattrocento se desarrolló primero en Florencia, con la obra de Fra Angelico y sobre todo de Masaccio, que creó una nueva sensibilidad, totalmente ajena al gótico. Logra la sensación de espacio a través del uso metódico de la perspectiva lineal, como puede verse en la Trinidad de Santa María Novella (h. 1420-1425). Esta investigación sobre la geometría y la matemática fue seguida por Paolo Ucello, Andrea del Castagno y Piero della Francesca y Fra Filippino Lippi. La siguiente generación de artistas florentinos logró un mayor refinamiento: Benozzo Gozzoli, Domenico Ghirlandaio y, sobre todo, Sandro Botticelli.

En la segunda mitad del siglo XV surge una escuela pictórica en el centro de Italia, preocupada ante todo por crear el espacio en el que se mueven los personajes de sus cuadros, esforzándose por crear sobre todo paisajes ordenados y realistas. En Umbría destacó Perugino, maestro de Rafael, así como Pinturicchio y Luca Signorelli. En la misma época, el renacimiento alcanzó el norte de Italia, surgiendo escuelas regionales de marcada personalidad: Andrea Mantegna es el más destacado pintor de Padua, cuya influencia llega a la refinada corte de Ferrara, donde trabajaron Cosme Tura y Francesco del Cossa. Carácter especial presenta Venecia, en contacto constante con oriente, lo que da a este centro artístico un aire diferente, en el que el color predomina sobre la línea y el paisaje sobre la persona humana, justo a la inversa de lo que ocurre en Florencia. Los más destacados pintores venecianos de la época fueron los Bellini, en particular Giovanni Bellini. Trascendente en la evolución del renacimiento veneciano es la obra de Antonello da Messina, pintor siciliano que se formó en Flandes y que acabó viviendo en Venecia, aportando la minuciosidad flamenca.

Cristo entre los doctores (1548) por el Veronés.

La segunda fase del renacimiento italiano es el Cinquecento, en el que destacan los tres grandes nombres de la pintura renacentista: Leonardo da Vinci, Rafael y Miguel Ángel, cuya prodigiosa labor en la Capilla Sixtina constituye una de las obras cumbres del Renacimiento.

A mediados de siglo, tras la muerte de los grandes maestros, y en medio de una crisis social generalizado, la pintura se hace manierista, notándose primero en Florencia y Roma con Andrea del Sarto, Pontormo, Bronzino, Vasari y Volterra. En Parma surge una escuela particularísima cuya figura más destacada es Antonio Allegri da Correggio, precursor del ilusionismo barroco con su decoración de la cúpula de la iglesia de San Juan Evangelista de Parma (1520–1523). Su discípulo Parmigianino representa obras con figuras elongadas, como la llamada Madonna del cuello largo (1540). Esta es la época en que aparecen los grandes maestros venecianos, con obras plenas de sensualidad y colorido: Giorgione, Ticiano, Veronés y Tintoretto.

Pintura flamenca

Jan Gossaert, Retrato de Balduino de Borgoña, h. 1530- 1540.

En el siglo XVI, la reforma protestante provoca una progresiva separación entre las provincias meridionales, católicas, de las septentrionales, protestantes e iconoclastas, en las que se produce destruccion de pintura religiosa y la autonomía de géneros como el paisaje, el bodegón o la escena de género. Este proceso que culminó en el siglo XVII se inicia durante el renacimiento.

En Bélgica se produce la paulatina decadencia de Brujas, apreciándose influencia leonardesca en pintores como Adriaen Isenbrandt y Ambrosius Benson. Creció la Escuela de Amberes, con las obras de Quintín Metsys, Bernard van Orley y Jan Gossaert, llamado Mabuse. Pueden diferenciarse dos tendencias:

  • romanistas o italianistas, del siglo XVI.
  • reaccionarios, del siglo XVI.

Escuela de italianistas

La escuela de los italianistas se forma con los maestros que habiendo estudiado en las escuelas de Italia amalgamaron el estilo idealista de ella con el realismo flamenco sin lograr una fusión verdadera y sin obtener ventajas para uno y otro. Destacan

  • Jan Gossaert, llamado Juan de Mabuse de quien es una Virgen con el Niño en el Museo del Prado y otra semejante en el de Berlín
  • Bernard van Orley, que tiene una Sagrada Familia en el mencionado Museo de Madrid, quizás demasiado realista.
  • Michel Coxcie, discípulo de Orley, autor del Tránsito de la Virgen y de otros cuadros en la misma colección española.

Joachim Patinir, pues concede gran importancia al reflejo naturalista del paisaje en sus obras. Un manierismo de influencia miguelangelesca se encuentra en pintores como Hemessen y Marinus. Cabe mencionar, finalmente, dentro del género del retrato a Antonio Moro.

Escuela de reaccionarios

Contrarios a los italianistas por sistema, surgieron los que por lo mismo pueden llamarse reaccionarios, artistas llenos de ingenio, poesía y originalidad y muy populares en sus asuntos. Destaca la familia de los Brueghel, sobre todo, el primero de este nombre Pieter Brueghel el Viejo, pintor de costumbres aldeanas y que sirve de puente entre la fantasía del Bosco y la escena de género barroca. Este mismo reflejo realista de la vida cotidiana se puede ver en los cuadros religiosos de Pieter Aertsen y Joachim Beuckelaer.

Pintura holandesa

Anunciación de van Leyden.

Las escuelas holandesas empiezan con Lucas van Leyden (1494-1533) quien se formó en el estilo de los flamencos italianistas como lo revelan sus cuadros del Sermón en el Museo de Ámsterdam y el San Jerónimo y la Virgen con el Niño en el de Berlín. Muy pronto la invasión del protestantismo disipó le verdadero ideal en la pintura holandesa y aunque sigue italianizante en el siglo XVI se limitan los asuntos a pintar las costumbres y paisajes del país. Martin van Heemskerck fue uno de los principales retratistas, aunque también se dedicó a la pintura de historia. En Holanda surgen los primeros retratos colectivos, en los que destacará Frans Hals (1580-1666), de la ciudad de Haarlem.

Pintura alemana

El renacimiento alemán recogió, por un lado, las características expresionistas de la pintura religiosa gótica del siglo XV y, por otro, la influencia del Quattrocento italiano. Matthias Grünewald es el seguidor más cercano de esa tradicion germánica. Las escuelas alemanas del Renacimiento deben su origen y casi toda su personalidad a tres relevantes pintores que florecen durante la primera mitad del siglo XVI: Alberto Durero, Hans Holbein el Joven y Lucas Cranach el Viejo. Gran importancia en la creación del género del paisaje Albrecht Altdorfer, creador de la Escuela del Danubio.

Durero (1471-1528), natural de Núremberg, reunió influencias de diferentes artistas italianos y flamencos a quienes visitó en sus países y fue a la vez pintor, grabador, escultor, ingeniero, humanista y publicista sobresaliendo especialmente en el arte del grabado y el retrato. Se distinguen sus obras por la originalidad en la invención, la fantasía en la concepción y la fuerza en el dibujo. Pero más bien debe considerarse como pintor de transición del estilo gótico al Renacimiento. A pesar de sus amistosas relaciones con los líderes del protestantismo, se conservó siempre católico y pintó con sentimiento religioso sus obras maestras.

Retrato de Lutero (1543) por Cranach

Hans Holbein, llamado «el Joven» (1497-1543) por ser hijo del otro Holbein pasa hoy como el mejor representante del Renacimiento clásico alemán y continuador de la escuela de Augsburgo, distinguiéndose como grabador y más aún como retratista. Sus principales obras son el cuadro de la Virgen del Burgomaestre, los retratos de Enrique VIII y de Erasmo y los grabados del Alfabeto de la muerte.

Cranach el Viejo (1474-1553) fundador de la escuela de Sajonia, se distinguió como retratista siendo inferior a los otros en los demás géneros que cultivó incluso el religioso, el mitológico y el fantástico y refleja en sus cuadros aún más que Durero el espíritu de grabador antes mencionado. Se le considera como el pintor oficial de la reforma pues hizo los retratos de Lutero y Melanchton. Su hijo y discípulo, Cranach el Joven, siguió con su escuela y espíritu aunque puso menos fuerza en el dibujo y trazó más a la ligera sus numerosos cuadros.

Desde la segunda mitad del siglo XVI puede darse por acabado el arte alemán en pintura y escultura, por efecto de las sangrientas luchas que provocó la Reforma protestante y haberse entregado los medianos pintores que les sucedieron a la rutinaria imitación de obras extranjeras. Aun los buenos artistas de la mejor época más bien destacan como dibujantes y grabadores que como pintores verdaderos y a pesar del colorido se refleja a menudo en sus cuadros el excesivo estudio de la línea, en detrimento de los valores pictóricos. Tal vez influyó demasiado en dichas obras el espíritu del grabador, que tanto sobresalía en las escuelas alemanas al igual que el arte decorativo de objetos. A final de siglo, en la corte de Praga trabajó Giuseppe Arcimboldo.

Pintura francesa

Escuela de Fontainebleau: Diana cazadora, 1550-1560.

En Francia se inicia el renacimiento con autores de clara influencia flamenca, como Jean Bellegambe, que se inspira en los artistas de Amberes. En torno a las cortes de Francisco I y Enrique IV se dan dos escuelas llamadas de Fontainebleau, que siguen modelos italianizantes.

Francisco I llamó a su corte a Leonardo da Vinci y Andrea del Sarto. Pero fueron artistas italianos posteriores los que dominaron la primera escuela de Fontainebleau. En el palacio de Fontainebleau trabajaron decoradores italianos como Rosso, Primaticcio y Niccolò dell'Abbate. Muchas de estas decoraciones de Fontainebleau se divulgaron gracias a la labor de diversos grabadores, como el francés Jean Mignon.

En esta época alcanza gran esplendor el género del retrato, con Jean Clouet y su hijo François. El primero realiza lienzos mitológicos y retratos dibujados o a lápiz. François busca la caracterización social de sus modelos, aproximándose más a los modelos italianos y flamencos.

Otro retratista destacado que trabaja en Francia, más próximo a Jean Clouet que a su hijo, es Corneille de Lyon, también conocido como Cornelys, posiblemente holandés.

En París trabajan los Cousin, padre e hijo. Jean Cousin padre, llamado el Viejo para diferenciarlo de su hijo, Jean Cousin el Joven, realizó el primer gran desnudo pintado por un artista francés: Eva Prima Pandora (Museo del Louvre).

A finales de siglo, recuperada cierta paz social tras las guerras de religión, el rey Enrique IV reemprende los grandes trabajos decorativos, naciendo así una «segunda escuela de Fontainebleau» que agrupa a los diversos artistas que trabajaron en el castillo.

Pintura española

Artículo principal: Pintura renacentista española

España, en la época del Renacimiento, recibe la visita de algunos grandes artistas. Las posesiones italianas así como las relaciones establecidas por el marido de la reina Isabel I de Castilla, Fernando II de Aragón, entrañaron movimientos de intelectuales y también de artistas a través del crecimiento de la influencia española en Europa, y más particularmente en Italia. Luis de Morales, uno de los jefes de fila del estilo manierista español, conserva, dentro de una obra que recuerda al arte medieval, un estilo español característico. El arte español, y notablemente el de Morales, contiene importantes elementos místicos y religiosos debidos a la Contrarreforma y al mecenazgo de una monarquía y de una aristocracia españolas fuertemente marcadas por el catolicismo.

El entierro del conde de Orgaz por El Greco.

En la corte madrileña, Alonso Sánchez Coello y Juan Pantoja de la Cruz elaboraron retratos cortesanos de gran calidad, que aunaban la influencia de Ticiano y Antonio Moro.

Como indica su nombre, quien desempeñó el papel más importante dentro de la importación del Renacimiento italiano a España, El Greco, no era español de origen, sino que nació en Creta, entonces posesión de la República de Venecia, con el nombre de de Domenikos Theotokopoulos. Estudió los grandes pintores italianos de su tiempo - Ticiano, Tintoretto y Miguel Ángel - durante su estancia en Italia, de 1568 a 1577. Según la leyenda [1], cayó en desgracia después de haber afirmado que si destruyeran una de las pinturas murales de Miguel Ángel, sería capaz de rehacerla aún más bella, y partió hacia España, encontrando finalmente su lugar en Toledo. Desempeñó un gran papel en la eslaboración de un estilo lleno de emoción, con los dedos alargados de los personajes que representa y colores vivos. Sus representaciones de la ciudad de Toledo se convirtieron en modelos para la nueva tradición europea de la pintura de paisaje desarrollada luego por los maestros holandeses.

Pintores renacentistas

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