Eustaquio de Roma

Eustaquio de Roma

Eustaquio de Roma

Santos auxiliadores

Eustaquio de Roma, mártir. Llamado Placidus antes de su bautismo. Fue un general romano que combatió a las ordenes del emperador Trajano, convertido al cristianismo, fue martirizado en Roma durante las persecuciones de Adriano (118). Su fiesta se celebra el 20 de septiembre.

Contenido

Vida

Según la leyenda se convirtió tras una visión que tuvo un día en el que salió de caza, cuando una manada de ciervos venía hacia él, destacándose uno que, entre sus cuernos, llevaba un crucifijo, una luz fulgurante iluminó las astas del ciervo y oyó una voz que le decía: "Plácido ¿por qué me persigues?. Tú vas a sufrir mucho por causa de Cristo". Convertido al cristianismo fue perseguido, martirizado, torturado y sacrificado junto con su esposa Teopista y sus dos hijos Agapito y Teopisto.

La veneración por este santo proviene de antiguo. En las iglesias griegas y latinas es honrado como uno de los catorce Santos auxiliadores.

Iconografía y patronazgo

Se le representa con los símbolos de un crucifijo y un ciervo en relación con su conversión, y con un horno, por su muerte, cuando es encerrado con su familia en un buey de bronce, bajo el que se enciende una hoguera. Es el patrón de los cazadores y se le invoca ante las situaciones difíciles y los problemas familiares.

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Historia de San Eustaquio según un manuscrito medieval

De un cavallero Pláçidas que fue después christiano e ovo nonbre Eustaçio

I. En el tienpo de Troyano1, el enperador de Roma, avía el diablo grant poder que por sí que por aquellos que lo servían, ca les fazían2 orar a los ídulos e desconoçer e desamar a nuestro Señor Jhesu Christo, e marteriar e matar todos aquellos que [23d] en él creían. En este tienpo que vos yo digo ovo un rico omne de muy grant linaje e señor de muchos cavalleros, que avía nonbre Pláçidas. Éste era de buenas maneras e de buenas costunbres, así que por su bondat lo feziera el enperador maestre de su cavallería toda. E con3 todas buenas maneras que avía fazía mucho bien por Dios, ca acorría a todos aquellos que avían menester ayuda: a los coitados, a los mal amigados, e aun a los que meresçían por derecho muerte. A todos dava él consejo a todo su poder: vestía los desnudos, dava a comer a los que avían fanbre, mantenía las biudas e los huérfanos, pagava las debdas por los cuitados debdores; a cavalleros e a dueñas pobres acorría bien a sus coitas, e aun a las que prendían4 por Jhesu Christo fazía él mucho algo con piadat. ¿Qué vos direy5 mais? Partía su aver e sus cosas por todos los que lo avían menester, así que se semejava bien con un santo omne6 que avía nonbre Cornelio que sant Pedro convertiera. Él avía su mugier que lo semejava en buenas maneras, mas pero eran anbos gentiles e non conosçían nuestro Señor Jhesu Christo. Estos anbos avían dos fijos que amavan muy de corasçón. Aún vos diremos más d’aqueste7 fidalgo. Él era muy buen cavallero d’armas e muy sesudo en ellas; e era muy bien razonado e justiçioso, e era tan sabidor de guerra que metía todos sus enemigos e de su señor so su poder, e era [24a] tan sabidor de aves e de canes e de caça de monte e de ribera que sabía e fazía quanto ý avía menester; e avía ý tan grant sabor que iva ý cada día. Mas nuestro Señor, el poderoso e de buen talante, que sabe e ve quáles ha de llamar e de tirar a sí, non tovo en desdén las buenas obras de aquel alto omne; pero era cobierto de nuve de yerro e de a nuestro Señor. Por esto ovo Él piadat d’aquel alto omne, e quísolo salvar en qualguisa vos agora diremos.descrençia, non quiso dexar sus buenos fechos sin gualardón. Ca, así como dize la santa Escriptura, todas las maneras de las gentes que Dios temen e aman, e que entienden derecho e razón, plaze[n]8 9 II. Un día aveno que aquel rico omne fue a caça como solía, con muy grant conpaña de cavalleros e monteros más abaldonadamente que él pudo. Quando llegaron a una montaña, vieron una grant conpaña de çiervos que atravesavan la carrera por ante ellos. E tan toste partió10 su monte11: quáles fuesen e por ó, e quáles fincasen e dó estoviesen. E él e los que ovieron luego de ir corrieron en pos los çiervos. E cada uno atendiendo su caça, ahé aquí un çiervo grande a maravilla, mayor e más fermoso que todos los otros; e pasó por ant’él e partiose de [24b] los otros, e fuese meter en la más espesa xara que falló. E Pláçidas, que lo vio e lo cobdiçió, partiose de su conpaña e fuese en pos aquel çiervo lo más que pudo. E así veno que andido todo aquel día en pos su caça, así como Dios quería; e su cavallo non le cansó nin por xaras nin por canpos12 nin por matas de ir en pos el çiervo. E después qu’el çiervo fue mucho alongado de la conpaña, sobió alto sobre una peña13 e tornó su cabeça por ver el que venía en pos él, así como es costunbre de los çiervos quando entienden que non viene[n]14 ningunos çerca los que en pos ellos corren. El buen fidalgo se llegó así como andava solo al çiervo, e cató por dó podería sobir que oviese su caça. Mas aquel que ha todo sen e todo saber, por su merçet e por su piadat caçó aquel que el çiervo quería caçar por sí mesmo, ca non por otri15; non así como Él fezo conberter el alto omne Cornello por16 la plegaçión de sant Pedro, mas así como convertió sant Pavlo por su demostrança. El buen cavallero Pláçidas estovo mucho catando el çiervo e maravillándose de cómo era grande e fermoso, mas seso e poder le falleçió de lo tomar; e mucho le pesava porque lo non podía tomar, mas nuestro Señor Jhesu Christo le fezo que non començase cosa de que se non podiese ayudar. E así como fizo al asna17 fablar a Balaam, en que [24c] iva, quando le dixo la neçedat que quería fazer, así mostró él a este bendito cavallero entre los cuernos de aquel çiervo el señal de la verdadera cruz más clara e más luziente qu’el rayo del sol. E en la cruz estava la imagen de Jhesu Christo, que fezo el çiervo fablar como omne, e díxole: “Pláçidas, ¿por qué vas tú contra mí? ¿Qué me quieres o qué me demandas? Sabe que por amor de ti te me mostré entre los cuernos d’esta bestia, así como tú ves, por que me conosçieses. Yo só Jhesu Christo que tú sierves, e tú non sabes ende cosa. Yo veo bien las limosnas que tú cada día fazes a pobres e a coitados; e vine aquí mostrárteme por este çiervo, e tú echástete a caçarlo. E yo alcançaré a ti; tú non atarás nin prenderás el çiervo, mas yo levaré a tí preso e liado, ca non es derecho nin razón que mi amigo que tantas faz de buenas obras sierva desoy más a los diablos nin que adore18 los ídolos que non an seso nin saber de acorrer a ninguno nin19 de·l fazer ajuda. E por esto vine yo en tierra, por salvar el mundo”. E quando Pláçidas oyó esto, fue muy espantado e ovo tan grant pavor que se dexó caer en tierra del cavallo. E quando acordó, erguiose e quiso ver más conplidamente aquella maravilla que·l era demostrada. E dixo entre sus dientes: –¿Qué maravilla e qué visión es ésta que veo? Buen Señor, descúbreme bien e muéstrame lo que dizes si quieres que yo crea en ti. E nuestro [24d] Señor le dixo estonçe: III. –Pláçidas, entiéndeme. Yo só Jhesu Christo, que fize el çielo e la tierra e los quatro elementos, e partilos por quatro lugares. Yo fiz el día, yo fiz la noche, yo fiz la lunbre, yo fiz el escuro, yo fiz la mañana paresçer, yo fiz el sol arrayar, yo fiz la luna luzir de noche, yo fiz las estrellas por onrar el çielo, yo fiz los años, yo fiz los tienpos, yo fiz los meses, yo fiz las semanas, yo fiz los días, yo fiz las oras, yo fiz los ratos, yo fiz el omne de tierra. Yo fui puesto en cruz, yo fui20 soterrado, yo resuçité a terçer día de muerte a vida. Quando esto oyó Pláçidas, echose en plegaria e besó la tierra ant’él, e dixo: –Buen Señor, yo creo que tú eres aquel que todas las cosas feziste, e que metes en carrera todos los descarreados. –Ay, Pláçidas –dixo nuestro Señor Jhesu Christo–, sí tú esto cres vete a la çiudat e faz lo que te mandar el obispo de los christianos, e pídele bautismo. –Buen Señor –dixo Pláçidas–, si me mandardes contaré esto a mi mugier e a mis fijos, ca en toda guisa quiero yo que en ti crean. –Vay21 –dixo Jhesu Christo–, e cuéntagelo todo. Desí, tomad todos bautismo e dexatvos de la mala vida que fasta aquí feziestes. Desí, torna aquí a mí, e mostrarte he lo que te averná e por que averás verdadera salut. [25a] IV. Entonçe salió Pláçidas de la montaña e fuese a su casa, e contó a su mugier quanto viera e oyera. E desque lo ovo contado todo, su mugier dio bozes, e dixo: –Buen señor e buen amigo, ¿vistes vós el cruçificado que los christianos creen e oran? Sabed vós verdaderamente que aquél es el muy grande Dios e el verdadero Dios22; que non á otro fuera Él, que así mete los que son descarreados en carrera e faz creer a los descreídos. E esta noche que fue lo vi yo otrosí, e me dixo esto mesmo: “Mañana iredes tú e tu marido e tus fijos en uno a mí”. Agora sé yo bien que este Jhesu Christo se vos quier aún mostrar en aquella forma en la verdadera cruz porque en toda guisa quier que sepades su fuerça e su poder, e que todos creamos en Él. Ora vamos toste demandar el santo bautismo de los christianos, ca por el bautismo son suyos quitos23 aquellos que lo cren. –Bien24 otrosí dixo Él a mí –dixo Pláçidas. Luego en esa noche, sin más tardar e sin saberlo omne de su casa, fueronse ellos al obispo de los christianos e contáronle quanto vieran e oyeran e fizieran e dixieran. E quando se conosçieran que todos creían en Jhesu Christo, [25b] bautizolos luego el obispo e fue muy ledo, e dio graçias a nuestro Señor que cosa non quier perder, ante lo quier todo salvar. E quando los bautizó, púsoles otros nonbres: a Pláçidas puso nonbre Eustaçio, e a su mugier Teóspita, e al fijo mayor Agapito, e al menor Teóspito. E después que les castigó e les pedricó cómo avían de tener la fe de los christianos, comendolos a Dios, e díxoles: “Nuestro Señor Jhesu Christo sea convusco. Yo bien sé que el fijo de Dios es en vuestra conpaña; e por Dios vos ruego, quando vós fuerdes en la gloria del paraíso, que vos nenbredes de mí como me yo nenbraré de vós si ante allá fuer. Ora vós id, e seades comendados a Dios e a sant Johán Bautista”. V. Quando fue en la mañana Eustaçio –non sé con quántos cavalleros– fuese a la montaña faziendo grandes enfintas de caçar. E quando llegó çerca del logar do viera la visión, partiose de sus cavalleros lo más sesudamente que pudo, e fuese solo a la peña e vio su visión en aquella mesma guisa que la ante viera. E desçendió muy aína de su cavallo e echose en oraçión; e besó la tierra, e dixo a grandes bozes: –Mío Señor Jhesu Christo, yo sé bien que tú eres Dios e que tú eres fijo de Dios. Ora creo yo en el padre e25 [25c] en el fijo e en el Spíritu Santo, e ruégote que me muestres lo que me prometiste. VI. Nuestro Señor le respondió: –Es26 tú bienaventurado, Eustaçio. Tú reçebiste el santo bautismo, agora eres tú entregado del don de la perdurable vida; ora vençiste el diablo que te luengamente tovo engañado. Si crees, muéstralo por obras27, ca fe sin obra, muerta28 cosa es. E bien sabe tú qu’el diablo te guerreará, por la enbidia e por el pesar que ha de ti porque lo dexaste, e demandará arte e engeño29 por que te pueda tentar e fazerte mal. Mas muchas cosas te converná a sofrir por vençer. Tú fasta aquí fueste onrado e ensalçado, e saliste sienpre bien de los grandes fechos del sieglo, e fuste mucho abondado30 de las riquezas del mundo. Ora te convién que te omilles, e que dexes el orgullo e la ufana e las vanidades del sieglo; e después adelante serás ensalçado en las riquezas çelestiales. Pues agora te guarda que fuerça nin bondat de ti non fallesca do te fuere menester, nin te nienbres del grant amor que oviste al mundo; mas así como te tú trabajaste de bien fazer en armas e de guerrear bien tus enemigos e de los vençer por fazer plazer a tu enperador que es mortal, otrosí sé rezio e fuerte en [25d] te defender del cometer e del asetar del diablo, e por guardar mi amor, que só enperador del perdurable inperio. Ca así ha de ser que tú serás tentado como fue tentado Job, e tú vençerás el diablo por verdadera paçiençia. Ora te guarda bien que non pienses31 maldades nin seas engañado en cuidado nin en fecho, ca desque fueres bien quebrado e bien omillado yo tornaré a ti e fazerte he cobrar toda tu primera onra e tu primero plazer, e después darte la alegría del paraíso. VII. Desque nuestro Señor Jhesu Christo dixo esto, sobiose a los çielos; mas ante dixo a Eustaçio: –¿Quieres agora reçebir las tentaçiones o en çima de tu vida? Escoge quál ante quesieres. E Eustaçio le respondió: –Buen Señor, ruégote que si así es que yo non puedo escusar las temtaçiones así como las tú devisaste, dámelas luego, que ante las quiero agora sofrir que después. Mas dame poder e fuerça de sofrençia que mi aversario non me pueda por fecho nin por dicho echar de tu creençia, nin revolverme el corasçón nin el cuidado. E Jhesu Christo le respondió: –Christiano, sé fuerte e vençerás, ca mi graçia será todavía contigo, que vos guardará las almas. Entonçe se tornó Eustaçio a su casa, e contó a su mugier quanto le Jhesu Christo dixiera. Estonçe se echaron en oraçión anbos en inojos e rogaron a nuestro Señor en [26a] esta guisa: “Buen Señor Jhesu Christo, la vuestra voluntad sea fecha, e fazed de nós lo que vos ploguier”. E non tardó mucho después d’esto que toda su conpaña le enfermó e morieron a32 poco tienpo todos, así servientes como cavalleros. E en esto entendió don Eustaçio que era comienço de sus tentaçiones; e en reçebiéndolas, gradeçiéndolas e dando loor a Dios, rogó33 a su mugier muy de corasçón que por esto nin por ál non le falleçiese sofrençia. A un poco después d’esto cayó mortandat en sus cavallos e en todas sus bestias e en todo su ganado, así que le non fincó nada. VIII. Esta tentaçión sofrió Eustaçio muy de34 buenamente e sin pesar, e después partiose de su casa con su mugier e con sus fijos muy ascondidamente. E quando esto sopieron sus malos vezinos –e como dize el probervio que quien á mal vezino á mal matín– así fezieron ellos: entráronles de noche en la casa e tomáronles todo quanto ý fallaron, así que les non fincó de quantas riquezas avían salvo lo que traían bestido. Después adelante veno un día qu’el enperador e todos los romanos fazían [26b] grant fiesta por una buena andança que ovieron de una lid que vençieron en Persia, e cuidavan que Pláçidas fuese âquella fiesta porque era maestre e cabdillo e prínçipe de todos los alcaides. Buscáronlo35 e non lo fallaron; e mucho se maravillaron todos qué se feziera d’él tan sin sospecha, que nin a él nin a su mugier nin cosa de lo que avían non pudieron fallar. Mucho ovo ende grant pesar el enperador e todos los altos omes, e maravilláronse mucho de tal aventura. Teóspita dixo a sant Eustaçio: “¿Qué atendemos aquí? Venid, e tomemos nuestros fijos –que tanto nos fincó de quanto avíamos– e partámosnos de aquí, ca todos nos despreçian quantos nos conosçen”. Tanto que fue noche tomaron sus fijos e fueronse contra Egipto; e tanto andudieron por sus jornadas que llegaron al mar, e fallaron ý una nave que estava guisada de ir para allá. E quisieron entrar dentro; e el maestre de aquella nave era gentil e d’estraña tierra e de mala parte e sin piadat, pero todavía entraron con él. E quando él vio la mugier de Eustaçio, tan fermosa e tan pagadora, codiçiola mucho. E quando fueron a tierra, demandole el preçio del pasaje; e porque ellos non avían cosa de que lo pagar, tomó el marinero la dueña por el pasaje. E Eustaçio, a quien pesava más, rogole mucho e [muy] d[e]36 [26c] corasçón que lo non feziese. E el marinero mandó a sus omes que lo echasen en la mar. Quando Eustaçio esto entendió, dexole su mugier e tomó sus fijos entre sus braços e fuese fuyendo con ellos, cuidando que gelos tomarían, e otrosí por non ver desonra de su mugier. E fue así fasta un grant río que falló, todavía llorando e faziendo su grant duelo en esta guisa: “Míos sabrosos fijos, ¡quánto mal á venido a vós e a mí!, ca vuestra madre ha marido estraño”. Él cató el río, e violo tan grande e tan ancho que non osó pasar con anbos los fijos en una vez; e echó el uno a las cuestas e el otro dexó ribera del río. E desque pasó el moçó allende, púsolo en la ribera; desí tornó por el otro. E quando llegó a medio del río, cató e vio salir un león de un mato; e tomole el fijo por qu’él i[va]37, e tornose al mato con él. E quando él vio que avía perdido su fijo, tornó por ir al otro. E tanto que bolvió la cabeça, tovo mientes e vio que un lobo levavael otro. E estando así en medio del río, dio salto en sus cabellos e començó a tirar por ellos e a ronper sus paños e a llaner e a llorar; e ovo tan grant coita que se quesiera echar en el río, mas nuestro Señor lo guardó por su graçia, que le fizo sofrir en paçençia su pérdida e su daño.38 [26d] IX. Ora vos dexaremos39 de fablar de sant Estaçio40 e de su pérdida, e tornarvos hemos a sus fijos. El león que tomó primero su fijo dexolo sano e salvo, ca así quiso Dios. E dezirvos hemos cómo caçadores que andavan por aquel lugar, quando vieron al león levar el niño, començaron a correr con él con lanças e dando bozes, e coitávanlo con sus canes. E el león –que non quiso Dios que lo tañiese en carne, e que lo levava por sus paños– quando lo coitaron mucho, púsolo en tierra sano e salvo. E otrosí carvoneros, que fazían carvón en el monte, vieron al lobo levar el otro fijo e corrieron tanto con él que gelo fezieron dexar sin dapño que resçebiese el niño. E los caçadores e los carvoneros eran todos de una villa. E los señores de aquellos tomaron los niños e criáronlos muy bien, mas el padre non sabía nada d’esto; ante se iva llorando e sospirando e fablando consigo en esta guisa: X. “¡Ay, cativo, coitado! Tal fui yo como el fermoso árvol avondado de fojas e cargado de fruto; agora só pobre [27a] e agora só mendigo. ¡Ay, cativo!, que ya fue sazón que fui41 onrado e que fui rico; ora só desonrado, ora só desconfortado, ora só despreçiado42. ¡Ay, cativo!, que fui maestre e cabdillo de cavalleros, e fui rico de amigos e fui onrado de vezinos; ora só astroso, ora só sin conpañía43, ora só sin consejo; pues mis fijos he perdidos, que ya non me finca conforto. Buen Señor Dios, non me dexes a la çima nin despreçies mis lágrimas, ca bien me nienbra que me dexiste que sería tentado como Job. Enpero, si él perdió sus riquezas e sus posesiones, al de menos fincole un muradal en que pudiese ser e yazer, mas yo só en tierra estraña con otra tanta coita como él ovo. Él fincava con amigos que lo confortavan; yo ando solo por el yermo, entre bestias fieras que me tollieron quanto conforto avía –míos fijos que he perdidos. Él ovo quien lo serviese e quien lo aguardase, ovo su mugier en que avía su conforto; mas yo, cativo, finqué coitado sin consejo e sin conpaña, nin veo amigo nin pariente. E só atal como la caña en el monte, que el viento la aballa de todas partes. Piadoso Señor, non te pese si me creçen muchas palabras, ca he grant pesar e creçe mi saña, e digo más cosas que non son de dezir. Buen Señor Dios, guárdame e çierra mi boca e mi corasçón, que mi corasçón non piense [27b] nin que mi boca diga cosa que te desplaga44. Dame, si te plugier45, folgança de mis coitas”. Él esto diziendo e llorando e sospirando e faziendo grant duelo, llegó a una villa que avía nonbre Dadisa. Allí fincó e allí se trabajó de ganar su pan. Luengo tienpo le plogo de bevir allí; e puso con los regidores de la villa que le diesen a guardar los pañes e las viñas, e diérongelo. E fue allí guardador quinze años. E sus fijos fueron criados en el aldea –como vos dixiemos– mas ninguno non sabía si eran hermanos. Ora vos dexaremos a fablar del padre e de los fijos, e tornarvos hemos a la dueña. XI. El marinero –onde vos deximos– quiso aver aquella noche conpaña con la dueña, mas el nuestro Señor guardola, así que non pudo el marinero cosa fazer de quanto deseava. Así rogara ella a nuestro Señor que la guardase de desonra e de ocasión; e quísola Dios ende guardar, e direvos cómo. Aquella noche mandó el marinero fazer su lecho bueno, e fezo ý echar la dueña. E quando se él quiso echar, tomole un mal tan fuerte que lo mató luego. E quando esto vieron los omes del maestre de la nave, ovieron muy grant miedo, ca entendieron que esto fuera por virtud de nuestro Señor; e non se [27c] osaron acostar a ella por le fazer pesar. E leváronla a una dueña que ý avía, que era señora de un castiello, e diérongela en serviçio. E ella dioles porende su don46, qual tovo por bien. E la señora del castiello paró mientes en ella, e semejole por el senblante que le vio fazer que avía parte en bien e que non podía ser que de algunt buen logar non veniera. E porende le preguntó de quál tierra era o de quál linage. E ella díxole la tierra, mas non le quiso dezir el linage; ante le quiso dezir47 que era mugier pobre e que bivía de su menester. Entonçe le demandó la dueña quál menester avía. E ella le dixo que non avía menester, sinón que sabía guardar las huertas e que sabía ý criar las yervas, e que sabería ý criar gavilanes e estas crianças de casa. E todo esto dezía la santa mugier por que ella non entendiese que ella era de alto logar, ca se entendía que la onraría más porende; ca ella non cobdiçiava ninguna onra del mundo, pues que su marido avía perdido. Entonçe la dueña, con duelo d’ella, diole una ortalía çerca de la villa en que biviese. E ella fizo ý su choça en que bivía. E así quiso Dios que desde allí adelante fue aquella huerta tan mucho para bien que en toda aquella tierra non avía tan buena nin que tanto preçiasen. Ora vos dexaremos a fablar de la dueña –con tal consejo fincó qual Dios le diera– e tornarvos hemos a contar de sant Eustaçio cómo le aveno después [27d] que le tomaron su mugier, e las coitas por que pasó, e cómo tornó después a su onra en que ante era, así como le prometiera nuestro Señor que después de sus tentaçiones tornaría a su grant onra. XII. Después aveno, e non tardó mucho, que una gente corrió aquella tierra do la dueña era. E la tierra era de los romanos, e la guerra cresçió muy grande entre ellos e sus enemigos, así que ovo el enperador que era acá en Roma de saber ende las nuevas. E nenbrole del maestre de los cavalleros, que era muy sesudo en armas, e pesole mucho porque lo perdiera así. E llamó sus cavalleros, e preguntoles si sabían cosa de su muerte o de su vida. E desque non pudo aver de las nuevas, mandolo buscar por todas las çibdades e por todas las villas que eran del señorío de Roma. E prometió grant onra e grant riqueza a quien lo fallase e gelo troxiese. Entonçe venieron ant’él dos cavalleros, Antiocus e Agnachis, que eran mucho amigos del maestre de los cavalleros; e prometieron al rey que gelo irían buscar. Entonçe cavalgaron; [an]dodieron48 tanto a la ventura, que llegaron a la villa o era sant Eustaçio. E tan longe como los vio, conosçiolos. Entonçe le nenbró de cómo solía bevir primeramente, e fue torvado un poco e movido, [28a] e fezo su oraçión en tal guisa: –Buen Señor Dios, que libras tus amigos de todas coitas, así como yo era agora ver aquellos que nunca ver cuidava, así manda tú por tu plazer que aún yo49 vea tu sierva mi mugier, ca bien sé yo que mis fijos son perdidos por mi pecado. E buen Señor, dame este don que te demando, qu’el día del juizio a que todos avemos de resuçitar que yo vea mis fijos. E non uvió acabar su oraçión quando una boz del çielo le dixo: –Eustaçio, sé seguro que tú vernás50 çedo al51 tu primero estado, e averás tu mugier e tus fijos. E el día de la comunal resureçión averás muy mayores cosas, ca averás vida perdurable e la lediçia del paraíso. E tu nonbre será ensalçado por todo el mundo quanto él durará. E Eustaçio, quando esto oyó, asentose e fue todo espantado; mas quando los cavalleros se fueron llegando a él, erguiose e fue contra ellos. E quanto se más llegó a ellos, tanto los conosçió mejor, mas ellos non lo conosçieron. E dixiéronle: –Buen amigo, Dios te salve. –Buenos señores –les dixo sant Eustaçio–, Dios vos vendiga. –Dinos –dixieron ellos– si tú viste de tienpo acá un omne estraño que avía nonbre Pláçidas, con su mugier e con sus fijos. Si nos lo tú enseñases, nós te daríamos grant aver. [28b] –¿E por qué –dixo él– lo demandades vós? –Porque era –dixieron ellos– muy nuestra amiga52. E queríamoslo muy de grado ver, ca mucho ha grant pieça que lo non vimos. –Non vi –dixo él– aquí tal omne nin lo conocçí, pero id oy comigo albergar, ca yo otrosí só de tierra estraña. XIII. Entonçe los levó consigo a su posada, e fue corriendo por vino que les diese a bever, ca mucho fazía grant calentura. E dixo a un su buen huéspede con que posava: “Amigo, yo conosco estos omes anbos e por esto los troxe acá; e ruégovos que me enprestedes vino e lo ál que ovier menester por que los pueda tener viçiosos, que yo vos pagaré muy bien de lo que he ganado”. E el huésped le enprestó de grado quanto ovo menester. Comoquier que los cavalleros feziesen53, sant Eustaçio non se podía sofrir54 de llorar porque le nenbrava de su primera vida. E saliose fuera de casa e lloró muy fieramente; e desque lloró mucho, lavó su faz e tornó a casa e servió los cavalleros. E los cavalleros lo cataron e recataron, e fueronlo conosçiendo poco a poco. E dixo el uno en poridat al otro: –Mucho me semeja este omne âquel que nós demandamos. –Verdaderamente –dixo el otro– nunca vi cosa que más me semejase. Agora metamos mientes e catemos si tiene una señal [28c] en la tiesta de un golpe que le dieron en una batalla. E si lo tiene, éste es el que nós demandamos. Entonçe lo cataron de más çerca, e viéronle la sobresanadura de la llaga; e erguiéronse corriendo e fueronlo abraçar, e fezieron con él grant fiesta e grant alegría. E preguntáronle en llorando: –Señor, ¿sodes vós el m[a]estre55 de los cavalleros del enperador? E él, en llorando otrosí, dixo: –Non. –¿Non? –dixieron ellos–, ca vos vemos el señal de la cabeça por que vos conosçemos. E comoquier que él negase, juravan el[l]os56 que aquél era Pláçidas, el cavallero cabdillo de los cavalleros. E ellos le preguntaron por su mugier e por sus fijos e por otras muchas cosas. E sant Eustaçio se les fizo entonçe conosçer, e dixo que la mugier e sus fijos eran muertos. Ellos así fablando, sopieron las nuevas57 ende por la villa, e todo el pueblo fue ý ayuntado. E los cavalleros les contaron toda la ventura e la onra e la alteza de aquel omne. E los que lo oían dezían: “¡Dios, qué maravilla de tan alto omne como éste, que nos servió tan luengamente e nunca d’él podimos cosa saber”! Entonçe contaron los cavalleros a sant Eustaçio el mandado del enperador; desí bestiéronlo muy ricamente, e diéronle muy buen palafrén e acogiéronse al camino. E todos los buenos omes de la villa salieron con ellos e feziéronles mucha onra. E al partir abraçolos él e comendolos a Dios. E los [28d] cavalleros yendo así cavalgando, contoles él cómo avía nonbre Eustaçio e todas las aventuras por que pasara. XIV. Tanto andudieron por sus jornadas que a quinze días llegaron do el enperador era. E los cavalleros anbos fueron delante, e dixiéronlo al enperador que fallaran a Pláçidas e que venía. El enperador salió contra él con muy grant plazer e abraçolo, e preguntole en llorando por qué se partiera d’él tan sin sospecha. E Eustaçio contó a él e a los altos omes cómo perdió su mugier e sus fijos, e todas sus coitas e todas sus andanças. Mucho fue la grant alegría e grant fiesta que fue por toda la çibdat de Roma, ca mucho era amado de todos. E el enperador lo fizo maestre e cabdillo de los cavalleros como ante, por lo enbiar contra sus enemigos. E él cató e vio bien que aquellos cavalleros non eran tantos por que pudiese fazer con ellos a su plazer guerra contra sus enemigos. XV. Entonçe se fue a la frontera onde avía de guerrear; e mandó por todas las çibdades e por todas las villas de aquella tierra que le levasen cavalleros e peones, e quántos levasen de cada logar. [29a] Onde aveno que de aquella villa donde sus fijos fueron criados le ovieron a enbiar dos omes a su soldada, e todos los de la villa se acordaron de enbiar aquellos dos mançebos que eran estraños e grandes e arreziados e muy bien fechos. E anbos los mançebos fueron a la hueste de grado; e desque todos fueron llegados, ayuntáronse ant’el maestre de los cavalleros, e él fizo una señal a cada uno en las espaldas. Mas los dos mançebos, porque los vio grandes e fermosos e bien fechos, e que le semejaron de buen corasçón, tomolos para que lo serviesen, ca le semejaron fidalgos e omes de buena parte. Tanto los amó e preçió que los fizo ser a su mesa. Después qu’él ovo fecha su fazienda e sus cosas guisadas, movió contra sus enemigos. ¿Qué vos iremos mucho contando? Quanta tierra los bárbaros tomaran58 a Roma, toda la cobró. XVI. Después59 que él ovo conquista la tierra de sus enemigos de su señor, fuese a un río que ha nonbre Jaspes por lo pasar e por ir a su60 tierra de los bárbaros por conquerir e por lo meter todo so poderío de Roma. E quiso Dios así que de aquella ida entró en la tierra do era su mugier, que Dios guardara bien del marinero. La dueña guardava una huerta de [29b] aquella dueña con quien era, e seía en una choça. El señor de los cavalleros llegó allí e posó en la ribera d’aquel río, que era muy fermoso e muy sabroso de huertas e de todo otro viçio. E aveno así por aventura que la tienda de aquel señor fue armada en aquella huerta mesma que la dueña guardava; e más aveno, que los fijos posaron en la choça de su madre. E a ora de mediodía fue así que los mançebos començaron a fablar en su fazienda e de sus aventuras por que pasaran, de que se nenbravan bien; e la madre seía con ellos, que les oía de grado sus razones. E el mayor dixo al menor: –Quando yo era niño, niénbrame agora e sienpre me nenbrará que mi padre era señor de cavalleros e que mi madre era buena dueña e muy fermosa a maravilla; e de seis fijos que oviera, non avía otro sinón yo e otro menor que yo. E aveno así que se salieron de la tierra e levaron consigo a mí e âquel otro mi hermano; e fueronse al mar e fallaron ý una nave guisada de se ir, e entramos ý, mas yo non sabía dó se ellos querían ir. Quando salimos de la nave, nuestra madre non salió connusco, ca non sé por quál razón fincó ý. Mas nuestro padre levonos anbos, e vilo al salir de la nave llorar muy fuertemente. E yendo así llorando, llegó a un río e pasó ençima de sus espaldas a mi hermano que era menor allende el río. E [29c] desque lo puso en la ribera, tornó a mí. E él en medio del río, vino un lobo e tomó a mi hermano, e fuese con él; e un león levó a mí. E los porquerizos, que andavan de la una parte e de la otra del río guardando ganados, libraron a mí del león e a mi hermano del lobo. Quando el menor hermano vio61 así fablar al mayor, començó a llorar, e dixo en llorando: –Para el Dios de los christianos, seméjame por lo que dezides que sodes mi hermano, ca muchas vezes me dixo aquel que me criava que me tolliera en esa guisa a un lobo. E la madre, que esto oyó, bien sopo que era verdat lo que dezían de lo que les aveniera fasta la salida de la nave o ella fincara por el preçio del pasaje al marinero. E començó a pensar si poderían por aventura ser aquéllos sus fijos; e más por aquello que les oyera dezir, que fueran fijos de un cabdiello de cavalleros e que su madre fuera dexada en la nave. Pero sofriose ende fasta en la mañana. Otro día en la mañana fue al prínçipe de62 los cavalleros, e díxole así: “Por Dios te ruego, buen señor, que me lieves a mi tierra, ca yo só natural de Roma e troxiéronme cativa en esta tierra; e porende te pido merçet que me lieves a la mía”. [29d] XVII. Ella esto diziendo, paró bien mientes en él e viole una señal en el rostro que le muchas vezes viera, e conosçiolo luego. E echósele a los pies, e díxole: “Buen señor, non vos pese de fablar convusco, mas escuchatme. E pídovos por merçet que me digades un poco de vuestra fazienda, ca bien cuido que vós sodes Pláçidas, el cabdiello de los cavalleros del enperador de Roma; aquel que después ovo nonbre Eustaçio, quando el salvador del mundo le aparesçió en cruz entre los cuernos del çiervo e lo partió de su descrençia, e le dixo que sofriría por él muchos pesares e caería por él en muchas tentaçiones. E él tomó entonçe su mugier e sus fijos, e fuese a Egipto en una nave. Yo só aquella su mugier, que finqué entonçe con el mal marinero por el preçio del pasaje, e tróxome a esta tierra. E Dios, que es guarda de sus amigos, me guardó en tal guisa que, do él quería fazer su plazer de mí, fízolo morir mala muerte. Agora vos dixe verdaderas señales de mi fazienda e de la vuestra. Agora me dezit si vos conosçedes en vós. Yo vos conjuro por la fe de Jhesu Christo, vuestro salvador”. [30a] XVIII. Quando Eustaçio [esto] oyó63, fincó los ojos en ella e parole muy bien mientes, e catola bien e conosçiola luego. E tomola por la mano e fuese con ella a su tienda, e ovo tan grant plazer que se tomó a llorar muy de rezio, e el besar e el abraçar duró mucho e muchas vezes. E gradeçieron mucho a Dios que los ayuntara, e loaron el salvador del mundo que acorre e ayuda en todos logares64 e en todas coitas sus servientes, e los libra de pesar e de mala andança; e quien Dios quier ayudar, ninguno non le puede nozir. XIX. Entonçe le dixo la dueña: –Buen señor, ¿dó son los65 vuestros fijos? –Çiertas –dixo él–, bestias bravas los comieron. Desí, contole cómo le aveniera; e contole más, todas las cosas por que Jhesu Christo lo feziera pasar66. E ella dixo entonçe: –Señor, como Dios por su merçet fizo que uno de nós conosçió al otro, e nos yuntó, así fará por la su graçia que ave|remos [30b] nuestros fijos. –¿E non vos digo yo –dixo él– que las bestias bravas los comieron? –Non vós desesperedes, señor –dixo ella–, de la merçet de Dios, que Él vos porná consejo a todo e yo vos diré quanto me ende ya aveno. Yo seía en una choça d’esta huerta que yo guardava e dos mançebos de vuestra casa posaron comigo, e començáronse de preguntar e de fablar de su fazienda e todas aquellas cosas que avenieron a nós e a ellos fasta que fueron quitados a las bestias; todas las cosas contaron, e en su cuento falláronse por hermanos. E por quanto les yo oí, sé bien que aquellos son vuestros fijos; e estas nuevas aprendí yo del mayor. Ora podedes vós bien entender e saber cómo es grande el poder de Dios e cómo es sabroso, que fizo que así conosçiese el uno al otro. Señor, enbiad agora por ellos, e preguntadlos ende. E él así lo fizo; enbió por ellos, e preguntoles de su fazienda. E ellos gelo contaron así como vos ya dexiemos. Entonçe sopo Eustaçio çiertamente que aquellos eran los sus fijos. Desí, tomó el uno e abraçolo e besolo, e desí al otro; e su madre otrosí. E si Eustaçio e la dueña e sus fijos ovieron consigo muy grant plazer, esto non nos semeja de demandar. E loaron [30c] a Dios e yoguieron en oraçión desde ora de terçia fasta mediodía, gradeçiéndole mucho el grant plazer que ovieron d’aquella ventura. XX. De la fallada e de los fallados fueron las nuevas dichas por toda la hueste, e fueron todos maravillados cómo Dios así los juntara. E por la grant alegría que ende ovieron, fezieron grant fiesta; e porque avían conquistos sus enemigos fezieron en otro día mayor fiesta e mayor lediçia, e dieron graçias a Dios nuestro Señor por el su grant poder e por la su grant piadat. Desque ovo el buen cavallero cobrada la tierra que perdiera e conquistos sus enemigos, tornáronse con grant alegría e con grant onra e con grant ganançia. Mas aveno así que ante que Eustaçio tornase a Roma qu’el enperador Troyano67 que·l amava mucho, su señor, fue muerto; e posieron otro enperador en su logar, que avía nonbre Adrién. Este enperador fue gentil e fue de grant crueza, e puso mal su fazienda e fue peor contra los christianos que el de ante. Quando Eustaçio se tornó a su tierra, salió el enperador a resçebirlo mucho onradamente e muy lueñe; e fue muy ledo con él e fizo con él grant fiesta por [30d] sus enemigos que avía conquistados. E el yantar fue muy grande, e las mesas fueron puestas e asentáronse a comer. E todavía entre manjar e manjar preguntava el enperador, e dizía: “Don Pláçidas, contadnos cómo vos aveno de vuestra guerra, e cómo fallastes vuestra mugier e vuestros fijos”. E por esto se delongó más el jantar, ca él le contó lo más de sus aventuras.

XXI. De mañana fue el enperador al tenplo, por fazer sacrifiçio a sus ídolos e por gradeçer a sus dios la conquista que Pláçidas feziera. E entró en el tenplo de Apollo, que era su mayor dios; mas Eustaçio non quiso entrar, ante se tiró bien a fuera. E el enperador le llamó, e preguntole por qué non quería fazer onra a sus dios que le dieran tan fermosa aventura e le fezieran tanto bien, porque cobrara su mugier e sus fijos. E él respondió al enperador sin pavor e toste: “Yo onraré e onro a mi Señor Jhesu Christo. A Él fago yo sacrifiçios de mis oraçiones e de mis ruegos; a Él dó yo graçias e loor, que ovo de mí piadat, e me sofrió e me confortó en mis coitas, e me fizo cobrar mis pérdidas e mis dapños. Otro Dios non sé yo, otro Dios non siervo yo, otro Dios non oro yo fuera aquel del çielo que faz maravillas e miraglos qualesquier”.[31a] XXII. El enperador fue muy sañudo e muy bravo, e fezo meter dentro a él e a su mugier e sus fijos. E fézolos estar ante sí e menazolos mucho, mas todo non le valió nada. Quando vio el bravo enperador que non podería quitarlos de su crençia, mandolos levar a una grant plaça, que ha nonbre Reyna68. Aquella plaça era logar d’esgremir los que esgremir querían69, e de fazer danças e de fazer alegrías, e de bofordar, e de todo trebejo; e allí fazían sus batallas los retados e los que se avían de conbatir por alguna razón, uno por uno o dos por dos. Allí jogavan los que jogar querían tablas e axedrez e todos los otros juegos. Por estos juegos e por estos trebejos e por otras cosas muchas se ayuntavan allí por fazer fiestas los de la çibdat de Roma. El enperador mandó que le troxiesen un león e fézolo meter en un corral que ý avían fecho para matar toros e para fazer ý otras cosas tales, e que metiesen allí con el león aquellos quatro. E esto fue fecho; e quando el león llegó a los amigos de Jhesu Christo, baxó la cabeça e omildóseles e adorolos. Desí, saliose del corral e de toda la plaça, e fuese. E esto tovo el en|perador [31b] e los otros por grant maravilla, porqu’el león non los comió todos.XXIII. Mas por toda esta maravilla non los quiso él dexar; ante mandó fazer muy grant fuego dentro e fuera en un buey d’arame, que era fecho para martiriar aquellos que de su fe se quitasen. E después que aquel boy fue bien ferviente, mandó ý echar los quatro amigos de Jhesu Christo. E todos los de Roma, christianos e paganos, fueron ý ayuntados por ver cómo los martiriavan. Mas ante que los marteriasen, rogó sant Eustaçio a los que los avían de martiriar que los dexasen fazer su oraçión, e ellos gelo otorgaron. Estonçe tendió sant Eustaçio sus manos contra el çielo, e fizo su oraçión en tal guisa: –Jhesu Christo, que as tal poder e tal virtud que omne nin ál non podería aver, e que nos así como tú devisaste vimos después nuestros pesares e después todas nuestras coitas, e que por tu piadat nos quesiste juntar después nuestros dapños e después nuestras pérdidas, e que por aver la conpaña de los tus santos queremos resçebir martirio. Buen Señor Dios, así como los tres niños de Babiloña fueron metidos en fornalla ardiente, e prováronse ý tan bien que nunca te negaron, así nos quieras tú provar en este fuego, que te podamos dar en este martirio nuestras almas [31c] linpias e esmeradas, e que nós podamos fenesçer nuestra vida en tu serviçio. E Señor, que ayamos tal graçia por tu plazer que todos aquellos que remenbrança alguna fezieren de nós en quanto nos rogaren e demandaren ayuda de buen corasçón, e todos aquellos que nos onra fezieren, ayan parte e conpaña conusco en el çielo, e acá en tierra conplimiento de todos bienes. Si fueren en peligro de mar o de otra agua e nos llamaren, líbralos e de todo otro peligro otrosí. E si cayeren en pecado mortal, ayúdales e ave d’ellos merçet, e tráelos a verdadera confesión e ayúdalos e acórrelos en todas sus coitas. E ruégote, Señor, que este fuego torne frío como elada, e desque las almas fueren partidas de nuestros cuerpos que nuestros cuerpos finquen en uno e que se non partan por otros lugares. XXIV. Sant Eustaçio, desque ovo fecha su oraçión, díxole una boz del çielo: –Así serás70 como tú demandas, e aún más. E porque vos provastes en vuestras tentaçiones tan bien como oro en fornalla, vós averedes por lloro lediçia, e por lazeria viçio, e por el pesar que resçebiestes en el [31d] mundo averedes grant plazer en el paraíso. Tanto que los amigos de Dios oyeron esta boz, dexáronse ir muy ledos al boy de aramen e entraron dentro, e el fuego tornó frío como elada. E ellos dieron, en cantando e en loando Dios, sus buenas almas a Él. E allí podería omne ver grant maravilla, ca yazían en medio del fuego así como si yoguiesen en buenos lechos o estradas de frescas rosas; nin les paresçía en71 paños nin en cabellos nin en ál cosa de quemadura. A tres días después veno ý el enperador e mandó abrir el boy por ver cómo yazían. E quando él e los otros que fueron con él vieron los cuerpos así yazer, cuidaron que aún eran bivos e feziéronlos sacar fuera; mas mucho se maravillaron que tan solamente non vieron filo de ropa nin cabello quemado, e que vieron los cuerpos tan blancos como la nieve e que resplandeçían como rayo de sol. E el enperador ovo tan grant pavor que fuyó d’allí, e fuese para su palaçio. E todos aquellos que ý estavan dixieron a altas bozes: “¡Grande e poderoso es el Dios de los christianos! E non ha dios, si él non, que tales virtudes e tales miraglos faze quando quier como buen señor”. [32a] XXV. Después d’esto venieron los christianos ascondidamente e tomaron los cuerpos de los amigos de Dios, e leváronlos muy onradamente a un muy fermoso logar e soterráronlos ý. E quando ovieron tienpo fezieron sobre ellos una capilla, e fezieron su fiesta dos días andados de novienbre72. Tal fue la vida e tal fue la fin del bendito sant Eustaçio e de su conpaña. E bien sepan todos aquellos que se d’ellos nenbraren e que los onraren en tierra e que los llamaren en sus coitas, quier sea en peligro del cuerpo, quier sea peligro del alma, averán luego consejo e ayuda tanto que sean bien manifestados, ca este don les dio nuestro Señor que bive e regna sin fin. Amén.

Obtenido de "Eustaquio de Roma"

Wikimedia foundation. 2010.

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