Grupos Unitarios de Banca

Grupos Unitarios de Banca

GRUPOS UNITARIO DE BANCA y LA INTERBANCARIA

Contenido

Introducción-

Desde hace unos años se está produciendo una intensa investigación sobre la transición española (1975-1982) y los años previos a la misma. La bibliografía publicada se centra más en los aspectos económicos, políticos y sociales, pero le dedica poco espacio al desarrollo sectorial del movimiento obrero. Es lo que sucede sindicalmente en la actividad financiera. Para conocer el movimiento sindical en la banca privada durante estos años de tránsito de la dictadura franquista a los de la transición española, existe un manuscrito de Santiago de Córdoba Ortega, sindicalista que en un primer borrador narra su propia experiencia[1] en Madrid desde 1969 a 1976. Por ende, el siguiente artículo se sustantiva con este condicionante, pero de gran valor bio-bibliográfico a tener en cuenta por los lectores e investigadores que acudan a Wikipedia. En la biografía sobre Santiago de Córdoba, con referencia a su actividad sindical en Madrid, se vinculan los conceptos de “Grupos Unitarios de Banca”, “Asambleas Unitarias de Trabajadores”, e “Interbancaria”, que fueron usados como nombres propios en momentos determinados pero sin continuidad a partir de 1976. Debido a la homogeneidad de estos tres conceptos dentro del contexto histórico de la historia reciente española, a caballo entre las décadas de los años 60/70 del siglo XX, los mismos se describen en un solo artículo, según aparece en el manuscrito de este sindicalista e historiador.


Control normativo y represión laboral: 1960-1970

Después de los primeros años de la década de los sesenta, la represión y control de la dictadura franquista en el mundo del trabajo se fue suavizando, sin que significara debilidad en el régimen como se pudo constatar por la aplicación severa que se haría de nuevas leyes. El juzgado del Tribunal de Orden Público (TOP) sentenció, entre 1963 a 1977, a 22.660 personas, la gran mayoría por elementales reivindicaciones democrática (huelga, reunión, asociación, libertad,…). A un nivel estrictamente laboral, la Ley de Convenios Colectivos de 1958 tan sólo permitía negociar el salario y la jornada, pero siempre supeditado a “las facultades privativas del Estado en la fijación de las bases mínimas laborales, que constituyen la salvaguardia del Ordenamiento Social del país”. El Decreto de 1962 diferenciaba entre conflictos laboralesy puramente políticos, y así continuando con la nueva ley sindical del 1971 y la de Convenios Colectivos de 1973. No obstante, esta legislación apenas significaba avance social porque mantenía intacta la capacidad sancionadora de los empresarios -sólo en 1974 fueron suspendidos de empleo y sueldo 25.000 trabajadores y 4.379 despidos por participar en conflictos laborales-, mientras que el reconocimiento de las demandas laborales o el de los conflictos colectivos legales chocaban con grandes dificultades burocráticas. Tal situación provocaría el efecto boomerang de reacción y la toma de conciencia por una gran mayoría de los trabajadores, principalmente en las medianas empresas y grandes españolas. El pequeño soslayo del Decreto-Ley 5/1975 sobre regulación de los conflictos colectivos de trabajo fue también insuficiente: la coincidencia de la muerte de Franco con la crisis económica sin apenas cobertura social, sobrepasaban cualquier medida legislativa de reforma cuando lo que reclamábamos era la ruptura. Sería el comienzo del fin: la dictadura sin el dictador solo sobrevivió hasta junio de 1977.


La banca privada española: los cambios en su organización productiva

Durante esta época, principalmente a finales de los años sesenta, el sistema financiero español se encontraba inmerso en procesos de mecanización y en prueba la informatización con la introducción de primeros grandes ordenadores. En los departamentos centrales de las grande entidades financieras españolas (Banco Central, Español de Crédito, Bilbao, Hispanoamericano,…), los procesos y la organización del trabajo eran esencialmente tayloristas:[2] demandaban una gran cantidad de mano de obra para la realización de tareas relacionadas con la manipulación de ingentes cantidades de información, que se realizaban en soporte de papel y posteriormente procesada en diferentes máquinas. Desde 1970 a 1976, este tipo de procesos provocó la contratación masiva de empleados jóvenes, con un perfil medio de cualificación, en los departamentos centrales de la banca privada española. Eran grandes centros de trabajo, como los Departamentos de Cartera (manipulación de letras de cambio y recibos), Valores (tareas de manipulación de títulos procedentes de la compra venta de los mismos y el control gestión de los depositantes), Extranjero (licencias de exportación e importación, transferencias de emigrantes, arbitrajes de divisas),....Los recursos humanos se masificaban en estos centros, entre 50 a 100 empleados, a quienes se les imponían controles de producción casi militarizados en lugar de una organización científica del trabajo. Este modelo de banca se correspondía con la situación económica “desarrollista” de aquellos años de expansión de la economía y, sobre todo, de implantación de la sociedad de consumo en nuestro país, que demandaba bienes y servicios de todo tipo constantemente, como los instrumentos de financiación, gestión y control de y para los mismos.


El movimiento sindical bancario.

En este contexto y durante estos años, miles de jóvenes entre 18 a 30 años se incorporaron sucesivamente al mercado de trabajo, provocando entre ellos la conciencia política de oposición a tantas ataduras, aunque al principio casi todos les faltaban experiencia y organización. Es lo que me sucedería.

“Cuando en enero de 1969 ingresé en el Banco Central –B.C.-, Alcalá Nº 49 (esquina Barquillo), no sólo era la sede social, sino que concentraba a trescientos cincuenta trabajadores en siete departamentos centrales: Cuentas personales, Valores, Jefatura de Sucursales, Extranjero, Cartera, Personal, Servicios Jurídicos y Financieros,...Aquella masa importante de trabajadores fichábamos a las 8 horas de la mañana, aunque hacía varias horas que desde de Madrid y sus pueblos dormitorio, nos habíamos levantado para llegar al primer control del día: fichar. Durante toda la jornada, a pesar de la aglomeración de mesas, archivos, y cables invadiendo el reducido espacio restante, se trabajaba casi rítmicamente y siguiendo la jerarquización de jefes (con seis categorías), administrativos (oficiales 1º, 2ª y auxiliares), ayudantes de Caja (1ª y 2ª), subalternos (conserjes, cobradores, ordenanzas, vigilantes y botones), personal titulado y, en la base de esta torre de babel, los de oficios varios. Era difícil pensar que alguien se saltara aquella disciplina que correspondía a la aplicación del Reglamento Nacional de Trabajo en la Banca Privada de 1950 y al de Régimen Interior del B.C.,[3] vigente desde marzo de 1963. Estaba todo tan reglamentado por la empresa que hasta la actividad de los representantes de los trabajadores en el sindicato vertical, CNS, definía en el artículo 233 del vetusto Régimen Interior cuál debía ser: “La misión primordial de los Jurados de Empresa y Enlaces Sindicales consiste en cooperar con los dirigentes de la Entidad, en un plano de franca armonía, totalmente ajeno a animosidades de lucha de clases, para el mejor logro de los fines productivos perseguidos por ésta, cuidando de que todos y cada uno de los empleados den el rendimiento debido, según su cargo, categoría profesional y condiciones personales. Asimismo, se ocuparán de que se reconozcan puntualmente los derechos del personal, tanto individuales como colectivos, haciendo llegar a conocimiento de la Empresa los problemas y vicisitudes de éste”. A finales de enero de 1969, coincidiendo con mi ingreso en el Banco Central, éste se convirtió en un gallinero revuelto. La causa fue la manifestación de los bancarios entre la confluencia de las calles Alcalá y Gran Vía con la sede del Banco de España, Plaza de Cibeles y Ministerio de Ejército. Cuando comenzaron las cargas de los “grises” (como eran popularmente conocid el Cuerpo Nacional de Policía), los manifestantes se refugiaban allí donde podían. Por su situación (confluencia con dos calles), y capacidad, el patio de operaciones del Banco, como las escaleras de emergencia se llenaron de manifestantes. Aquella manifestación la viví acompañando a los Jefes del Departamento Extranjero sin moverme de la mesa. No obstante, pocas semanas después, habiendo aprobado una batería de preguntas y continuas conversaciones con José Guzmán, activista sindical independiente y compañero de la mesa contigua, comencé a pertenecer al grupo de los “segundones” (término que acuñé y así se extendió por otros centros). Los “segundones” teníamos la rocambolesca misión de recibir información, trasmitirla o ser de los primeros en dejar el puesto de trabajo para recorrer las plantas de la sede central del Banco, distribuyendo con sorpresa octavillas o las famosas «circulares» informativas de los acontecimientos laborales en la empresa (reuniones del Jurado de Empresa, sanciones, despidos, reivindicaciones, contestaciones del Departamento de Personal, etc.), así como noticias del sector y mundo laboral. Entre 1969 a 1976, la acción sindical entre nosotros y nuestros representantes (con y sin el carnet de la CNS) se desarrollaba con si fuéramos una logia del siglo XIX: la información no siempre llegaba en estas «circulares» porque hubiera sido pregonar lo prohibido y las acciones para llevarlo a cabo. Cuando se buscaba la sorpresa y con ello evitar posibles expedientes disciplinarios, la información que nos llegaba se pasaba a través de pequeñas notas escritas a máquina para borrar cualquier identificación personal. No obstante, debido a la gran diafanidad del lugar de trabajo, aquel secretismo era difícil de conseguir; bastaba con observar quiénes se marchaban al archivo, a la sala de teletipos y aseos, o el exceso de idas y venidas a las máquinas de café situadas detrás de las pocas columnas existentes, para que el ruido laboral y murmullo ambiental cambiara de tonalidad, lo que denunciaba tácitamente alguna novedad sindical interna o noticia exterior. Otras veces las consignas eran tan selectivas que la información transcendía a unos pocos.[4] Pero todo esto que yo vivía en lo cotidiano sólo era parte de un todo muy grande. Debido a la clandestinidad obligada por la falta de libertad y la represión franquista, el movimiento obrero de los bancarios aparecía como un cuerpo social y político descabezado. No obstante, según iban avanzando los años 1969,1970, 1971...., eran tantos los sumandos contra el franquismo que empezó a sentirse sitiado en Madrid: el complejo universitario, la concentración de sedes centrales de casi todos los Bancos de ámbito nacional, los grandes centros industriales y de servicios de la capital de España eran una importante masa de reacción humana difícil de controlar…Durante la década de los sesenta, los “grises” dispersaban las manifestaciones o reducían a los todavía pequeños grupos de manifestantes con los uniformes o ropa de servicio; les bastaban sus vergajos para dispersar las manifestaciones. En los setenta tuvieron que cambiar de vestimenta, y el primer cambio fue el casco en vez de gorra: la frecuencia de las manifestaciones y las huelgas, el número de manifestantes y huelguistas también habían cambiado. Siguiendo la observación directa y mi propia experiencia en el B.C., las cadencias de conflictividad en Madrid y el número de horas no trabajadas fueron duplicándose y triplicándose año tras año”.

Los Grupos Unitarios de Banca y la Interbancaria

Fue a partir de las huelgas de 1962/63 cuando se inició el surgimiento de las “asambleas de trabajadores” o “Comisiones obreras” en las zonas industriales y en la mayoría de las ramas de producción. Su constitución comenzó a partir de las asambleas de fábrica, dándose a conocer a través de los conflictos de orden y productividad en las mismas, lo que sería aprovechado por los militantes activos del PCE para dotarlas de su histórica experiencia; además, la gran generosidad y obrerismo de los militantes comunistas creaba en muchos de nosotros admiración vinculante hacia su liderazgo personal, como el de Marcelino Camacho, o por la organización comunista. No obstante, también actuaban en las “asambleas de trabajadores” o “Comisiones obreras” otros grupos que estaban intentando introducirse en el mundo laboral: PT, ORT, MCE, o los cristianos de base HOAC, MAS y JOC,[5] además de militantes socialistas, anarquistas e independientes que se negaban a participar en el Sindicato vertical de la CNS. Ante esta fractura ideológica en el movimiento obrero hacía imposible constituir y desarrollar formalmente cualquier organización sindical de aquellas agrupaciones obreras que según pasaban los años o territorialmente se les conocía por diferentes nombres: “comisiones de trabajadores”, “comisiones obreras”, “asambleas de trabajadores”, “comisiones representativas”, “grupos unitarios de banca”, etc. Estando en la clandestinidad (1962-1975), el haber intentado crear una organización estable y disciplinada a un idearium, habría sido terminar con la única base de desarrollo del movimiento obrero y de influencia política contra el franquismo. En abril de 1976, la Gaceta de Derecho Sindical -GDS,[6] entrevistó a Marcelino Camacho en la cárcel (detenido el 29 de marzo). A la pregunta de si las ilegales Comisiones Obreras era un nuevo sindicato, el líder comunista respondió: “No, no. Las Comisiones obreras no son hoy, ni pretenden serlo mañana, un sindicato y menos todavía una agrupación política. Las Comisiones Obreras son un movimiento organizado independiente de la clase obrera para la defensa de los intereses de la misma”. En la Banca privada esos movimientos reivindicativos, liderados por activistas formados en organizaciones declaradas ilegales (PSOE, PCE, PT, ORT, MCE,...) o simplemente toleradas (HOAC, JOC,...), se convirtieron en “grupos unitarios de banca”. En el B.C. se formaron a primeros de los años sesenta, pero serían en 1964 cuando se fortalecieron. Vicente Gómez Estoa, histórico del PSOE y de la Federación de Banca de UGT, fue durante ocho largos años mi compañero en el mismo centro de trabajo; él me relató cómo la torpeza y dictadura empresarial del presidente del B.C, Ignacio Villalonga, superÓ a la del franquismo,[7] provocando las primeras manifestaciones en masa que se conocen del movimiento obrero bancario español. En 1964 se cumplieron 25 años que había finalizado la guerra civil española, celebrándose eufemísticamente como los «25 AÑOS DE PAZ» . El Gobierno “recomendó” a las grandes empresas abonar a sus trabajadores una paga extraordinaria con la justificación del evento de los 25 años de Paz de Franco. Ignacio Villalonga, personaje no muy bien visto por las autoridades franquistas, se negó a concederla. Esta negativa se juntó con otra que todo el sector bancario reclamaba y que había sido suprimida por ley: el “plus familiar” o los populares puntos que se cobraban por matrimonio e hijos. Hasta entonces sólo habían existido esporádicas manifestaciones con pocos participantes, pero la motivación por ambas reivindicaciones y la animación preparada por el liderazgo de unos pocos (algunos de ellos miembros del Jurado de Empresa), fueron suficientes para cambiar galopadas por las peligrosas concentraciones. La reclamación de la “aconsejada” paga extraordinaria provocó dos grandes concentraciones: la primera fue ocupar la puerta del número 49 de la calle Alcalá, sede central del Banco Central, y su patio de operaciones, asistiendo más de quinientos empleados de sucursales y agencias de la Entidad en Madrid. Alfonso Escámez, entonces Director General y que sucedería a Villalonga en la presidencia, amenazó con llamar a la policía; la respuesta del portavoz del Jurado de empresa fue “si la empresa llama a la policía, nosotros llamaremos a la prensa”, disolviéndose la asamblea ante la promesa de reconsiderar la reclamación de la paga extraordinaria. La segunda concentración se llevó a cabo durante la Junta de Accionistas del B.C. en el cine Carlos III, calle Goya de Madrid. Un empleado, representando un paquete de acciones de sus compañeros, intervino para reclamar la paga. Esta nueva experiencia de los empleados del B.C., se repitió con movilizaciones ante la Magistratura de Trabajo, reclamando el plus familiar cuyo derecho había sido reconocido en las empresas del metal; además, el acto de presentar reclamación personal ante Magistratura, que sobrepasaron las 2.000 firmas en toda España, significó reforzar anímicamente el compromiso y la reivindicación sindical de los demandantes. Al igual que en otros sectores de producción, las acciones reivindicativas de empresa o de solidaridad con los trabajadores sancionados, conocidas como “Asambleas o Comisiones / de trabajadores / obreras / representativas”,[8] en el sector de Banca se conocieron mayoritariamente como “Grupos Unitarios de Banca”. Estos grupos, como las asambleas y las comisiones, surgieron entre los bancarios porque tenían pendientes de resolver, en sus respectivas empresas o en los convenios del sector, viejas reivindicaciones económicas y sociales que no eran atendidas;.además, se desconfiaba de algunos de los Jurados de Empresa, principalmente de aquellos que ostentaba la representación de los trabajadores en los consejos de administración de los Bancos.[9] En estas circunstancias, no existiendo una mínima organización con funcionamiento y representación democrática en cada uno de los Bancos, se fueron creando clandestinamente los “Grupos Unitarios de Banca” en cada uno de ellos. En sus comienzos estaban formados mayoritariamente por trabajadores independientes, siendo la única fuerza organizada la del PCE, a los que se sumarían poco después militantes de otras organizaciones políticas. Una vez creados elegían su representación, cuyos delegados conformaban la «Interbancaria» y fueron capaces de coordinar las reivindicaciones y presionar unitariamente. Un ejemplo de su eficacia sería durante la huelga de banca en enero de 1976.


La constitución sindical en la banca privada

Como decía anteriormente, los sumandos de fractura ideológica en el movimiento obrero bancario y la relación de fuerzas existentes en los “Grupos Unitarios de Banca”, no hizo posible lo que había sucedido en otros sectores de convertir estos grupos unitarios en el embrión de Comisiones Obreras de la banca, fundamentalmente porque los independientes próximos a grupos cristianos y los socialistas de UGT no participábamos de la estrategia del PCE. Precisamente, la presencia en la «Interbancaria» de líderes tan carismáticos como los socialistas Justo Fernández y Vicente Gómez Estoa, y la constitución en 1974 de la Federación de Banca de UGT, fueron factores decisivos para la afiliación masiva de independientes y grupos próximos a los cristianos de base a UGT. No sólo existía la preocupación en coordinar el trabajo de reivindicación y movilización entre los que participábamos en los grupos unitarios, también había una dialéctica que nos enriquecía, aunque nos segregaba cada vez más; la lucha contra el franquismo real y sociológico nos unía, pero nuestros debates, mezcla de antítesis de ideas y estrategias, nos separaba irremediablemente porque cada vez más expresaban el juego de fuerzas entre organizaciones clásicas en el movimiento obrero: PSOE y PCE, que pronto lo sería en CCOO y UGT: unidad versus pluralidad sindical; Asamblea y democracia directa versus representación por los vértices; comisiones representativas, Asambleas de Delegados de empresa versus delegados secciones sindicales…. Estos conceptos había que llevarlos a la práctica y así se hizo:


El Partido Comunista (PCE) - Comisiones Obreras (CCOO)

En el BC, como en toda la banca privada y demás sectores de producción, los afiliados al PCE y también algunos cristianos de base, en las elecciones de 1971 y 1975 siguieron la estrategia de pertenecer formalmente a la CNS y presentarse a Jurados de Empresa y Enlaces; tal instrumentación de estrategia, no ideológica, les aportó sindicalmente fuerza, legitimidad y movilidad, aunque también severas críticas de UGT y la CNT. Otro punto de continua fricción fue la especulación sobre la naturaleza sindical o política de CCOO. Sus dirigentes no la definían como organización sindical en términos clásicos, sino como "movimiento socio-político" buscando conformar un movimiento sindical único y unitario. Desde este razonamiento sencillo y aparentemente práctico por la situación de clandestinidad en que se vivía, los militantes del PCE en el Banco Central se negaron a constituir formalmente Comisiones Obreras (CC.OO.), aunque propagandísticamente ya eran conocidas como su corriente sindical.[10] La realidad fue demostrando que la unidad sindical era completamente inviable en el B.C. considerando la existencia de USO, el resurgir de la CNT y, sobre todo, la fuerza que iba adquiriendo UGT. Además se produjo una división interna en las diferentes corrientes comunistas que existían en las Comisiones del Banco: Ante las discrepancias por la creación de Comisiones Obreras, a la que se negaban los militantes del PCE, los de la ORT, PTE, etc. constituyeron las Comisiones Obreras de Banca (CTB). En el último trimestre de 1976, obligados por esta pluralidad sindical de hechos, hizo necesaria la vertebración orgánica de las Comisiones del BC en un sindicato.


UGT y PSOE: La Federación de Banca

La dirección política y sindical de UGT y PSOE en el exilio habían condenado a sus militantes de España a la obstrucción y, debido a la escasísima afiliación de jóvenes, a la nula influencia social según iban desapareciendo los viejos militantes. El no reconocimiento de la realidad española y estrategias equivocadas de cómo compaginar la acción política y sindical durante la clandestinidad, hizo que la militancia socialista se convirtiera en heroica y poco influyente, salvo en zonas el Norte como Asturias y el País vasco. No fue así en el PCE que, al acierto en la estrategia, sumó el dinamismo social de sus militantes, manteniendo en jaque al franquismo, con más o menos éxito real pero les valió para apoyar y organizar otros movimientos de oposición antifranquistas o surgidos dentro del sistema. En 1969, cuando comenzó mi vida laboral en el Departamento Extranjero del B.C. de Madrid, unos pocos afiliados comunistas, desde el liderazgo natural, movían y se movían en los grupos bancarios del B.C. sin apenas oposición ideológica interna, manteniendo la dialéctica de unidad y democracia directa, lo que sonaba a música celestial para la mayoría de nosotros que nos movíamos desde la independencia. En estas circunstancias, para la exigua representación socialista era difícil consolidarse como organización; sólo el liderazgo personal, como el de Vicente Gómez Estoa, marcaba la diferencia sin ruptura interna en los grupos unitarios del B.C. A partir de 1974 tal situación comenzó a cambiar no sólo porque cada vez éramos más actuando dentro de los grupos bancarios, sino porque la organización interna del PCE dentro de esos grupos (corriente de CCOO), como la del PSOE y UGT comenzaron a moverse, cambiando gran parte de su estrategia anterior, coincidiendo o a sabiendas de la crisis interna del franquismo en paralelo con la salud del dictador. Lo que estaba sucediendo en el BC era lo que sucedía también en toda la banca privada, como en los demás sectores de producción. Uno de estos cambios instrumentales fue la constitución de la Federación de Banca de UGT. Vicente Gómez Estoa me narraba con gran sencillez su participación y cómo no llegó a producirse una escisión de UGT siguiendo las corrientes del socialismo histórico y renovado del PSOE: «José Francisco Sánchez Pescado, militante de UGT y próximo al sector histórico del PSOE me propuso el ingreso en el Sindicato, lo que acepté. El PSOE y UGT vivían momentos decisivos de renovación, que en octubre de 1974 se hicieron efectivos en el Congreso de Suresnes (Francia). Inmediatamente después formalizamos la Federación de Banca de UGT con una Comisión Ejecutiva de tres miembros: Sánchez Pescador (Secretario General), Eduardo Ferreras (militante de UGT del Banco Rural y Mediterráneo) y yo. Comenzó la afluencia de militancia, siendo importante la del Banco Central. Para darnos a conocer, editamos un periódico de UGT que, como recordarás repartíamos en el Banco, además de a otras personas conocidas del sector, coincidiendo esta publicación con otra de UGT editada por los afiliados del Banco Hispano Americano. La convocatoria del Congreso de Suresnes, también su resultado, no fue aceptada por todos los militantes del PSOE, en especial por parte de la dirección en el exilio que convocó en París el llamado congreso del PSOE histórico. Una delegación madrileña asistimos al Congreso. Fue decisivo el momento de las resoluciones, creando grupos de acción sindical del Partido: nos dimos cuenta que la misma legalidad en la que se basaba para revindicar las siglas del PSOE, era contradictoria en el caso de UGT porque la Ejecutiva de UGT en su totalidad estuvo en el Congreso de Suresnes. Al regresar a Madrid, decidimos reunirnos con los afiliados del Banco Hispano Americano, que lideraba Justo Fernández, y unirnos en una única Federación de Banca, priorizando su implantación en Madrid y en las provincias donde existían contactos personales». La constitución de la Federación de Banca de UGT, con la consecuente afiliación de trabajadores independientes, y la división interna, aunque minoritaria, entre las diferentes corrientes comunistas para hacer de las Comisiones una organización sindical en términos clásicos, fueron los comienzos de desestructuración de los “Grupos Unitarios de Banca”. José Guzmán, Fernando Losada y yo decidimos mantener la independencia político-sindical y continuar participando en las reivindicaciones económicas, sociales y políticas sin compromiso ideológico determinado en aquellos momentos coincidentes con la huelga de Banca de enero de 1976.


La huelga bancaria de enero de 1976

En enero de 1976, los metalúrgicos de Madrid seguían en huelga desde diciembre pasado. El año comenzó en cascada: Correos, Telefónica, RENFE, Banca privada, seguros, taxis, construcción... y así cientos de empresas del cinturón industrial de Madrid; pero lo que más nos llenó de motivación fue la militarización de los trabajadores del Metro y Correos,... La “Interbancaria” y las “Comisiones representativas de trabajadores” de los grandes centros de trabajo recorrimos los cuatro puntos cardinales de Madrid informando. No se trataba sólo de la reivindicación contra las medidas económicas del gobierno pretendiendo estabilizar la economía empresarial a costa de los salarios, sino que se ampliaba contra la falta de libertades, asociación,....; salvando la postura que seguía el PCE sobre el sindicato vertical CNS, aunque también habían militantes comunistas que no comprendían esta estrategia, existían casi unanimidad en la relación reivindicativa:

► Aumentos salariales lineales (y no porcentuales.

► Reducción de la edad de jubilación y de la jornada de trabajo.

► Mejora en la seguridad e higiene en el trabajo.

► Dimisión de los "enlaces" y "jurados”.

► Disolución del Sindicato Vertical.

► Reconocimiento de la Asamblea de trabajadores y de las Comisiones representativas que se elegían en ellas para negociar los convenios de empresa.

► Derecho de huelga.

► Readmisión en el puesto de trabajo le los despedidos y libertad para los obreros detenidos por participar en conflictos laborales.

► Amnistía para los presos políticos, abajo a Dictadura, disolución de las FOP (Fuerzas de orden Público).

La huelga de Banca comenzó el 13 de enero de 1976. A su éxito y respaldo contribuyó la declaración en el mismo día de huelga en otros sectores (Correos, metal, construcción, teléfonos, seguros...), convirtiéndose Madrid en un caos. Entre la manzana de calles de Alcalá y Gran Vía se ubicaban las sedes de los grandes Bancos Español de Crédito, Hispano Americano, Central, Urquijo, Ibérico, Santander,... Hasta allí acudieron los bancarios de varios cientos de sucursales que se ramificaban por los barrios de Madrid; incluso los Bancos Central e Hispano tuvieron que cerrar ante la respuesta contundente de paro y destrucción de maquinaria. Se vio una gran riada de huelguistas en la confluencia de ambas calles hasta Cibeles y hacia el Paseo del Prado, donde estaba la sede nacional del sindicato vertical CNS; también se vio otra riada de “grises” a pie, motorizados y en vehículos. Se entregaron las plataformas reivindicativas, discutidas en asamblea de trabajadores y refrendadas con miles de firmas, para protestar con la Comisión Negociadora del Convenio Colectivo. Hubo muy poco tiempo de vigilancia y contravigilancia por ambos bandos. Algunos lanzamos piedras y huevos contra la fachada de la CNS y, ante la contundencia de la represión física,[11] comenzó la desbandada hacia Cibeles, Atocha y calles confluentes. La consigna era recluirnos en la Iglesia del Stmo. Sacramento (conocida por los “Sacramentinos”), situada en la confluencia de la calle Sainz de Baranda con Menéndez Pelayo y el Parque del Retiro. Antes de entrar en la iglesia cantamos la Internacional, aunque yo sólo la tarareé porque desconocía su letra; era la primera vez que transformaba la serenidad religiosa del canto gregoriano, que tantas veces había musicado en mi etapa de seminarista mayor, en llamamiento revolucionario al cambio social. Ya en el interior de la Iglesia, con el máximo respecto y agradecimiento, permanecimos en asamblea varios días, creándose gran corriente de solidaridad del párroco, de los bares del entorno, de particulares, pero siempre bajo la vigilancia algo pasiva de los “grises”. Así fue, aunque algunos trabajadores del Banco de Santander y del Central fueron despedidos ipso facto, además de más de cien expedientes de despido a representantes de los trabajadores, entre ellos a Vicente Gómez Estoa, mi compañero de trabajo y líder de la Federación de Banca de UGT. Yo tuve mejor suerte, aunque también fui expedientado . La «Interbancaria», a pesar de la clandestinidad de su organización y funcionamiento, movió perfectamente a los Grupos Unitarios durante la huelga. La nómina de nombres que la lideraron fue muy extensa, aunque después de más de treinta años sólo recuerdo unos cuantos: Ricardo González, Luis Gómez, Alfonso Gil, Eugenio Pascual, De Diego y Vela (PCE); Román Recuero (MAS: Movimiento Apostólico Seglar); Antonio García, Calcerrada, José Guzmán, Ángel Gasco, José Manzanares, Jesús Fernández Sepúlveda y Alfonso Gallardo (independientes); Vicente Gómez Estoa, Francisco Sánchez Pescador, Eduardo Ferreras y Justo Fernández (UGT-PSOE); Pedro Soto y Leonardo Ortuño (USO);Ramón Caracet (CNT). Después de tantos años recuerdo con emoción aquel 13 de enero de 1976, quemando adrenalina con ellos porque no solo era un sueño colectivo, sino la propia supervivencia laboral que entonces cada uno estábamos arriesgando.


Notas

  1. De este manuscrito surgió su aportación “Antes y después de 1976”, en el libro «Los días olvidados. Testimonios sobre la transición en Jaén (1973-1997)», pp. 509-532, Editorial Germania, S.L. Valencia, 2002. ISBN 84-89847-95-9
  2. El taylorismo corresponde a la división de las distintas tareas del proceso de producción que trae consigo el aislamiento del trabajador y la imposición de un salario proporcional al valor que añaden al proceso productivo. Este nuevo método de organización industrial, cuyo fin era aumentar la productividad y evitar el control del obrero en los tiempos de producción.
  3. Eran faltas muy graves el desaliño en vestir; la asistencia frecuente a lugares de juego y un vivir privado licencioso; la blasfemia y el menosprecio de la religión católica; la homosexualidad; hacer operaciones de Bolsa o emprender negocios sin conocimiento o contra la voluntad de la empresa; todo acto o manifestación de cualquier clase, dentro o fuera del Banco, que pueda ser motivo de desconfianza de la empresa; los actos delictivos cometidos fuera del Banco... Finalmente, se imponía siempre la sanción de despido a quien, ostentando cargo sindical (Jurado de Empresa o Enlace), propusiera o apoyara a sus compañeros de trabajo la disminución de rendimiento, la rebeldía o indisciplina, o fomentara la murmuración, censura, descontento o animosidad respecto de los Jefes y Administradores del Banco; pero lo insólito era que las pocas mujeres que trabajaban, eran adscritas a secretarías de los Directores de Departamento, a las que se les despedían o, como decía el Reglamento “deberá abandonar el trabajo en el momento en que contraiga matrimonio, pero con derecho a reingresar si se constituyera en cabeza de familia por incapacidad o fallecimiento del marido”.
  4. Bastantes jefes y sus aláteres habían demostrado en varios expedientes de despido la fidelidad profesada a la Dirección del Banco, siendo algunos recompensados posteriormente. Había que actuar con ellos poniendo en práctica hábitos del que tiene doble personalidad.
  5. La Juventud Obrera Cristiana era una rama juvenil de la Acción Católica, fundada en 1924 por el sacerdote belga Joseph Cardijn. En 1951, la JOC se convierte en España en las Juventudes Obreras de Acción Católica. Sería impulsada por la Iglesia para hacer penetrar las ideas religiosas entre los jóvenes y trabajadores. En 1956, en el Congreso de Valladolid, se constituyen como Hermandades Obreras de Acción Católica (HOAC), actuando como un embrión de sindicato tipo democristiano, independiente del régimen. A través de sus órganos de prensa, como el semanario «Tú», criticaban diversos aspectos de la política social de la dictadura y adoptaban posturas «liberales». Así, del apostolado inicial giraron a la izquierda, asumiendo la idea del Socialismo como el auténtico ideal cristiano. A partir de la década de los setenta del pasado siglo XX y en todos los sectores de producción, surgieron luchadores obreros procedentes de estas corrientes cristianas de base, terminando muchos de ellos afiliándose a UGT, CCOO y USO.
  6. Aún conservo aquel número de GDS, cuya portada (Marcelino Camacho tras los barrotes y en vuelo la paloma de la paz de Picasso) expresó mejor que nadie la ignominiosa situación en que se vivía sin libertad.
  7. En 1964, Franco era, además del Jefe del Estado, Presidente del Gobierno y estaba acompañado de la cúpula militar del régimen, la careta civil del nuevo franquismo y el “Opus Dei”, que desde 1957 había desplazado a la Falange: Vicepresidente del Gobierno, Agustín Muñoz Grandes; Subsecretario de la Presidencia, Luis Carrero Blanco; Gobernación, Camilo Alonso Vega; Secretario General del Movimiento, José Solís Ruiz; Información y Turismo, Manuel Fraga Iribarne; Industria, Gregorio López-Bravo,....
  8. En 1969, el P. Sagües, cura obrero ligado a las HOAC definía y justificaba así a las “asambleas o comisiones”: «una comisión de obreros elegidos libremente por sus compañeros con auténtica representatividad... Estando el jurado de empresa desprestigiado, esta comisión es actualmente el órgano por el que se canalizan todas las reclamaciones e iniciativas.».
  9. En el Consejo de Administración del BC se sentaba tres miembros del Jurado de Empresa, percibiendo importantes dietas, parte de las cuales formaban unos fondos estatutarios que se utilizaban para los gastos de sus miembros y atender necesidades sociales consideradas perentorias. Hasta 1976 estos fondos estatuarios fueron objeto de aprovechamiento personal por parte de algunos de aquellos representantes, que además coincidían con su fidelidad a la dirección del Banco.
  10. El 2 de septiembre de 1964, en la sede del sindicato vertical de la CNS, en una de las reuniones semanales, se decidió crear una Comisión de Enlaces y Jurados de la metalurgia madrileña. Esta asamblea está considerada como hecho fundacional de las Comisiones Obreras de Madrid. A pesar de las palabras de Camacho en marzo de 1976, “las Comisiones Obreras no son hoy, ni pretenden serlo mañana, un sindicato”, el 11 de julio, en unos locales parroquiales de Barcelona, 650 delegados reunidos clandestinamente en la Asamblea General de Comisiones Obreras inician un proceso mediante el cual "CC.OO. pasa a convertirse en un sindicato de tipo tradicional”; el 22 de septiembre, cuando la Coordinadora General de CC.OO. se reúne en Madrid, acuerda constituirse definitivamente en Sindicato con el nombre de Confederación Sindical de Comisiones Obreras.
  11. Durante tantos años participando en huelgas y manifestaciones, que en aquellos tiempos parecían “guerra de guerrillas”, y esta sería la única vez que un “gris” alcanzó momentáneamente mis espaldas, aunque tuvieron la recompensa del cuidado sanitario de María Luisa, compañera de siempre y madre de mis hijos.

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