Antipsiquiatría

Antipsiquiatría

Antipsiquiatría

El debate sobre las bases teóricas de la psiquiatría se discute en Controversia de la biopsiquiatría

Antipsiquiatría es una palabra que se usa ampliamente en posturas que, en general, se contraponen a la teoría o práctica de la psiquiatría convencional. Las críticas más comunes son las siguientes: que la psiquiatría usa herramientas y conceptos médicos inadecuados; que trata a los pacientes contra su voluntad y es demasiado dominante comparada a otros enfoques; que está comprometida por nexos económicos con las compañías farmacéuticas; y que usa sistemas categoriales de diagnóstico que estigmatizan, entre ellos el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM), o la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE), que muchos "pacientes" lo ven lesivo para la propia estima.

En general, los psiquiatras ven a la antipsiquiatría como un movimiento radical con poca, si es que alguna, validez científica; aunque es difícil de cuantificar la proporción del público o los profesionales involucrados en el movimiento, o la gama de puntos de vista que mantienen.

A pesar de su nombre, el movimiento puede verse promoviendo otro tipo de psiquiatría, aquella que se encuentra en línea con el modelo del trauma de los trastornos mentales. Por lo mismo, muchos "antipsiquiatras", incluyendo aquellos psiquiatras que no profesan creencias ortodoxas en la profesión, tratan de distanciarse ellos mismos del término "antipsiquiatría" y de las asociaciones peyorativas que conlleva.[1]

Otras alternativas a la práctica psiquiátrica actual pueden sustentarse en la psicología. La perspectiva conductual (Psicología conductista, Terapia de conducta) es un enfoque muy sólido dentro del ámbito de la psicología científica, el cual permite comprender la psicopatología desde otro punto de vista totalmente independiente a la psiquiatría biológica.


Contenido

Orígenes de la antipsiquiatría

Desde sus orígenes hubo oposición a la psiquiatría mientras se establecía en el siglo diecinueve. La controversia giró alrededor de los derechos de los llamados locos en los diversos hospitales psiquiátricos. Emil Kraepelin introdujo nuevas categorías médicas de enfermedad mental, que eventualmente se aceptaron en la profesión a pesar de que están basadas en la conducta más bien que en la patología o la etiología.

En los años 1930 se introdujeron varias prácticas médicas controvertidas, incluyendo la inducción artificial de convulsiones (por medio de electroshock, insulina y otras drogas) o mediante cercenar porciones del cerebro (lobotomía o leucotomía). Ambos procedimientos se usaron ampliamente en psiquiatría, pero hubo mucha oposición basadas en cuestionamientos morales, efectos nocivos o mal uso. En los años cincuenta nuevas drogas, especialmente el antipsicótico clorpromazina, fueron diseñadas en laboratorios y gradualmente suplantaron a los tratamientos más controvertidos. Aunque frecuentemente se aceptaron como un avance, también hubo oposición debido a efectos adversos tales como la disquinesia tardía. Los pacientes comúnmente se oponían a la psiquiatría y rehusaban tomar las drogas cuando no estaban supervisados por el control psiquiátrico. También hubo considerable oposición al uso de hospitales psiquiátricos, y se hicieron intentos de regresar a la gente a la comunidad por medio de grupos no controlados por la psiquiatría.

Debutando en los años sesenta, la antipsiquiatría (un término usado por vez primera por David Cooper en 1967) definió un movimiento que desafió abiertamente los teorías y prácticas fundamentales de la psiquiatría convencional. Psiquiatras como Ronald D. Laing arguyó que la esquizofrenia podía entenderse como una lesión en el yo interno infligida por padres demasiado intrusivos psicológicamente ("esquizógenos"). El psiquiatra Thomas Szasz aseveró que la "enfermedad mental" es una combinación incoherente de conceptos médicos y psicológicos, aunque popular debido a que legitima el uso de fuerza psiquiátrica para controlar y limitar el desvío de las normas sociales. Los adherentes a esta perspectiva hablaron del "mito de la enfermedad mental" a causa del controvertido libro de Szasz con ese título. (A pesar de que el movimiento originalmente descrito como antipsiquiatría llegó a estar asociado con el movimiento de la contracultura de los años sesenta, Szasz nunca estuvo involucrado en ese movimiento.) Michel Foucault, Erving Goffman y otros criticaron el poder y el rol de la psiquiatría en la sociedad, incluyendo el uso de la "institución total", el "etiquetamiento" y la estigmatización. La novela Alguien voló sobre el nido del Cuco se convirtió en un bestseller, resonando en la preocupación pública sobre los procedimientos de medicación forzada, la lobotomía y el electroshock usados para controlar a los pacientes.

Los abusos psiquiátricos cometidos en la Unión Soviética también condujeron al cuestionamiento de la validez de la práctica psiquiátrica en Occidente.[2] En particular, el diagnóstico de esquizofrenia de muchos disidentes políticos hizo que algunos cuestionaran el diagnóstico en general y el uso punitivo de la palabra esquizofrenia. Por ejemplo, algunos se preguntaron si el rótulo de esquizofrenia y el resultante tratamiento psiquiátrico involuntario no estarían siendo usados de manera similar en Occidente para someter a adolescentes rebeldes, aunque básicamente cuerdos, durante conflictos familiares.

El movimiento antipsiquiátrico también fue propulsado por individuos con experiencia adversa en el cuidado psiquiátrico. Esto incluía a quienes sintieron que habían sido dañados por la psiquiatría o que creyeron que podrían haber sido ayudados por otro tipo de enfoques. En los años setenta el movimiento antipsiquiátrico estuvo involucrado en restringir muchas prácticas vistas como maltrato psiquiátrico. El movimiento de derechos gay increpó la clasificación de la homosexualidad como una enfermedad mental, y en un clima de controversia y activismo, en 1973/1974 la Asociación Psiquiátrica Americana decidió por una ligera mayoría (58%) eliminar la condición como categoría de enfermedad. Asimismo, hubo acciones legales de activistas que se fusionaron con el movimiento, como la lucha por los derechos humanos y las personas con discapacidades. Ambos añadieron su impronta a la teoría y acción antipsiquiátrica.

También hubo oposición al incremento de nexos entre la psiquiatría y las corporaciones farmacéuticas, las cuales se volvían cada vez más poderosas y, según se decía, tenían una influencia no justificada y solapada sobre la investigación y prácticas psiquiátricas. A su vez, se cuestionó la clasificación y el alegado mal uso de los diagnósticos psiquiátricos en manuales, en particular el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales que publica la Asociación Psiquiátrica Americana.

La antipsiquiatría cuestionó el pesimismo psiquiátrico sobre los catalogados de enfermos mentales. Los pacientes de salud mental demandaban que podían curarse completamente y anhelaban empoderamiento en la propia vida. Se idearon esquemas para combatir el estigma y la discriminación; para ayudar a la gente con problemas mentales a actuar en la sociedad y a involucrarse en servicios de pacientes de salud mental. No obstante, aquellos que activa y abiertamente discutieron la práctica tradicional de la psiquiatría permanecieron marginados en la psiquiatría, y en un menor grado dentro de la más amplia comunidad de salud mental.

Políticamente la antipsiquiatría está asociada a ideas políticas fundamentadas en el humanismo secular o religioso, y en el civilismo libertario, indistintamente si se es de izquierda o de derecha.

Juicios sobre normalidad y enfermedad mental

En general los críticos no increpan la noción de que algunas personas tengan problemas emocionales o psicológicos, o que la psicoterapia no sirva. En lo que están en desacuerdo con la psiquiatría es sobre el origen de estos problemas; en la corrección de caracterizarlos como "enfermedad" y sobre las opciones existentes para manejarlos. Por ejemplo, una preocupación primaria de la antipsiquiatría es que el grado de adherencia de un individuo a la comunidad, o a los valores mantenidos por la mayoría, puede ser usado para determinar el nivel de salud mental de la persona. Usando esta lógica, arguyen los críticos, en un desplante colectivo de violencia, como un linchamiento público, la persona que se abstiene a la violencia puede ser diagnosticada de "enfermo mental" y, consecuentemente, ser "tratada".

Algunos también creen que los medios de comunicación han distorsionado la información al promover la idea de que el autismo es un trastorno físico. Leo Kanner ve al autismo como un trastorno psicológico resultante de una crianza disfuncional. Algunos psiquiatras que no aceptan el modelo médico de los trastornos mentales, como Peter Breggin, mantienen que el etiquetar a los niños inflige humillación adicional y lesiona la autoestima del niño que ya ha sido traumatizado.

Críticas y alternativas a la práctica psiquiátrica

Etiquetamiento psiquiátrico

La diferencia entre "trastorno psicológico" y "enfermedad" es realmente importante. Un trastorno implica cierto desajuste con el contexto, cierto problema de adaptación persona-sociedad: lo cual hace que por definición no esté libre de valores. La enfermedad debe tener, por definición, una etiología conocida, una causa bien definida que está provocando directamente los síntomas.

Más aún, el diagnóstico psiquiátrico no es suficiente para diseñar un tratamiento psicoterapético y, al mismo tiempo, pueden hacerse tratamiento psicoterapéuticos sin necesidad del diagnóstico psiquiatrico. Carece de necesidad, por tanto, usar "categorías" con semejante carga negativa (Ref.: Entrevista motivacional).

Concretamente, desde el enfoque conductual, la conducta psicopatológica y la normal se aprenden mediante los mismos procesos. En este sentido, el término "trastorno" se acepta como "catagoría" descriptiva de un cuadro clínico o "agregado de conductas", pero no se entiende al trastorno como causa de los síntomas, sino como la descripción misma de dichos síntomas.

Es decir, a modo de ejemplo, una persona está depresiva porque está triste (descripción), pero no está triste porque está depresiva (explicación). A una explicación donde "está triste por que está deprimido" y "está deprimido por que está triste", es un razonamiento denominado tautología lógica. De hecho, es esta uno de los argumentos que se esgrimen en contra de la psiquiatría. Como se evidencia desde la Controversia de la biopsiquiatría, esto hace que la psiquiatría sea poco "falseable" (véase Karl Popper).

Existen importantes críticas en lo que respecta a la validez de los diagnósticos en psiquiatría. El propio DSM-IV-TR entiende que diferentes trastornos pueden ser aplicados a una misma persona, de modo que los trastornos son categorías no expluyentes. De hecho, este fenómeno es muy frecuente en psiquiatría (Comorbididad).

Respecto a la Fiabilidad (psicometría), se encuentra una alta fiabilidad en los criterios generales (Ej. Esquizofrenia), pero una baja fiabilidad en la especificidad de los criterios (Ej. casificar en los distintos tipos de esquizofrenia). (Ref.:La invención de la enfermedad mental). Recordemos que la fiabilidad hace referencia a la consistencia de "medir siempre lo mismo" o "estar midiendo algo constante", pero la fiabilidad por sí sola puede implicar que personas con el trastorno queden fuera de esa medición o personas son el trastorno queden dentro.

Respecto la validez (Psicometría (Psicología)), supone una gran critica de los trastornos: el DSM-IV-TR es según sus autores un libro de psiquiatría donde se enfatiza el aspecto estadístico, tal y como atestigua el título de la obra. Medir algo con fiabilidad no implica tener validez en lo medido, especialmente en la validez de constructo. Así, por ejemplo, unos ítems (criterios del trastorno, en este caso) que permitan medir con una alta fiabilidad el "Trastorno histriónico de la personalidad" no implica por sí solo que la categoría psicopatológica esté fundamentada en profundidad con una alta "validez de constructo". En este sentido, el propio DSM-IV-TR, en su apartado "Definición de trastorno mental", admite que estos carecen de una definición operacional y que dicha manifestación individual de disfunción se define mediante un cuadro clínico, cualquiera que sea su causa. Indagando aún más en las profundas diferecias entre validez y fiabilidad, la validez podría resumirse en "saber qué se está midiendo".

La diferencia entre el Trastorno por estrés postraumático y el Trastorno por Estrés Agudo es, únicamente, el criterio "tiempo": si los sintomas están presentes durante menos de un mes será Estrés agudo, más de un més Post-traumático. (Ref: DSM-IV-TR). ¿Por qué dos trastornos distintos se distinguen únicamente del criterio tiempo?. Otro problema añadido sería que no se sabrá si es un Estrés Postraumático hasta que pase el mes entero. Este tipo de metodología es conocida como Ad hoc y presenta serias críticas.

Un ejemplo más, especificado en el propio DSM-IV-TR, una fobia a las serpientes es sólo un trastorno en un país donde haya serpientes o si la persona está en contacto con estas, pero si el paciente vive en un país donde no hay serpientes y no estará en contacto con ellas, no hay trastorno, ya que no limita su vida. (Ref.: Explícitamente en el DSM-IV-TR). Luego, se deduce, "lugar donde vives" viene a ser el criterio que determinará si hablar de un trastorno o no.

Otra crítica importante de la validez consiste en las contradicciones que muestran la investigación en neurociencia. Los trastornos psiquiátricos han sido definidos antes de la extensa investigación en psicopatología y variables orgánicas. Actualmente, los datos relativos a trastornos mentales en endocrinología, neuroanatomía, neurotransmisotres u otras alteracions funcionales, todos estos datos, muestran algunas inconsistencias respecto a la organización actual de los trastornos. Para este apartado se recomiendo ver directamente los artículos sobre la evidencia biológica de cada uno de las "enfermedades mentales". Por citar un ejemplo entre tantos, parece ser que el Trastorno bipolar y la Esquizofrenia guardan cierta relación (Psicosis), a pesar de formar categorias psiquiátricas muy distintas (trastorno afectivo y trastorno psicótico, respectivamente). Lo cual indica pudieran replantearse las categorías actuales, ya que algunos datos biológicos suponen incongruencias con las categorías actuales; es decir, no tanto buscar evidencia biológica de los trastornos actuales, sino usar la evidencia biológica actual para construir, junto a otras disciplinas científicas, nuevas categorías (un proceso más inductivo, ya que el actual es más bien deductvo).

También hay problemas al usar criterios diagnósticos estandarizados en diferentes países, culturas, géneros o grupos étnicos. Los críticos frecuentemente alegan que las prácticas psiquiátricas dominadas por varones blancos occidentales son desventajosas, y que malentienden a aquellas de otros grupos. Por ejemplo, "varios estudios han mostrado que con frecuencia los afro-americanos son más diagnosticados de esquizofrenia que los caucásicos".[cita requerida]

La psiquiatría y la industria farmacéutica

Los psiquiatras prescriben psicofármacos para adultos y niños. La administración de estas drogas puede ser voluntaria o, en ciertas situaciones, involuntaria. Los psiquiatras afirman que buena parte de esos medicamentos tienen una eficacia probada al mejorar y tratar diversos trastornos mentales. Esto incluye la gama que va desde los diferentes psicofármacos referidos como antidepresivos y tranquilizantes hasta los antipsicóticos.

Por otra parte, un grupo minoritario de psiquiatras críticos, mantiene que sus colegas exageran la evidencia de la medicación y minimizan la evidencia de efectos adversos.[cita requerida]. Los críticos también se quejan de que a los pacientes no se les da la información debida o el consentimiento informado; que los medicamentos psiquiátricos de hoy día no parecen ser específicos para trastornos particulares de la manera en que la psiquiatría lo mantiene;[3] y que las drogas no mejoran desequilibrios químicos en el cerebro sino más bien inducen indeseables efectos secundarios. Por ejemplo, los niños a los que se les administra metilfenidato (Ritalin/Rubifen/Concerta) y otros estimulantes son más obedientes y sumisos con sus padres y maestros.

La influencia de las compañías farmacéuticas es otro de los temas centrales en el movimiento antipsiquiátrico. La industria farmacéutica es una de las más poderosas desde el punto de vista económico, y como varios investigadores han argüido, existen muchos nexos entre la profesión, la industria farmacéutica e incluso la Administración de Alimentos y Medicinas estadounidense (FDA por sus siglas en inglés). Las compañías de psicofármacos habitualmente financian buena parte de la investigación conducida por psiquiatras; anuncian medicamentos en revistas especializadas y conferencias; financian organizaciones de salud y realizan presiones sobre médicos y políticos. La cantidad de prescripción de psicofármacos se ha incrementado de manera extrema desde los años cincuenta y no hay signos de que vaya a disminuir. Según un estudio de 2002 del NIMH, en los Estados Unidos los antidepresivos y los tranquilizantes se encuentran en la clase de medicamentos más vendidos, y los neurolépticos y otras drogas psiquiátricas también tienen un ranking alto, con ventas en expansión.

Como solución de este alegado conflicto de intereses, los críticos proponen legislar la separación entre la industria farmacéutica de la profesión psiquiátrica.

Merece mención, además, que desde ciertas posturas explicar el mecanismo de acción de un psicofármaco mediante explicaciones basadas en neurotransmisores no es, realmente y en su sentido literal, una explicación. El [cerebro] es algo parecido a una compleja sopa neuroquímica, donde cada neurona se ve influida por la acción de otras miles en porciones tiempo realmente cortas. Por ejemplo, se sabe que los más modernos antidepresivos (de inhibición selectiva)tardan unas semanas en hacer efecto, si bien no está explicado exactamente mediante qué proceso y por qué razón precisa exactamente ese tiempo. Por otro lado, que un trastorno este relacionado (correlación) con alguna excesiva actividad electroquímica por parte de la amígdala del cerebro no implica que deba necesariamente usarse psicofármacos. Practicar deporte o la psicoterapia puede, de hecho, contrarrestar dicha actividad electroquímica excesiva.

Electroshock

En contraste con otros profesionales de salud mental que usan la psicoterapia para problemas emocionales y desórdenes mentales, los psiquiatras pueden usar psicofármacos o intervenciones más controvertidas como el electroshock o la lobotomía.

A pesar de los efectos adversos, especialmente la pérdida de memorias, el uso del electroshock (también llamado terapia electroconvulsiva o TEC) es administrado en el mundo para diversos trastornos mentales.[4] Unos 200.000 pacientes son tratados con TEC al año.[5] Sin embargo, según el activista de salud Vernon Coleman, la práctica se encuentra ahora más limitada. "En los Estados Unidos el 92% de los psiquiatras no usan el TEC, y la ‘terapia’ es usada por una minoría de psiquiatras en otros países".[6]

Coleman es uno entre un número creciente de críticos que creen que la TEC es "una desgracia en psiquiatría y para la profesión médica en general" (Ibíd.). Max Fink, un psiquiatra, declaró en el número de enero/febrero de 1978 de Comprehensive Psychiatry que "las principales complicaciones del TEC son la muerte, el daño cerebral y de memoria y las convulsiones temporales", aunque también cree que "ha salvado muchas vidas".[7] En el número de marzo de 1983 de Clinical Psychiatric News, el doctor Sidney Samant declaró: "La terapia electroconvulsiva puede, en efecto, ser definida como una manera controlada de daño cerebral producido por medios eléctricos". Sin embargo, en 2003 una revisión sistemática concluyó que, a pesar de sus riesgos, la TEC "es efectiva a corto plazo en el tratamiento de la depresión",[8] aunque esta interpretación no siempre es compartida.[9]

La psiquiatría y la ley

Los psiquiatras suelen ofrecer testimonio sobre si un sujeto se encuentra mentalmente enfermo para enfrentar un juicio, la así llamada "defensa por insania". Algunos psiquiatras como Thomas Szasz increpan el derecho de los psiquiatras y del sistema jurídico para hacerlo. Desde los años sesenta Szasz ha contendido que, como la enfermedad mental es un concepto incoherente, la defensa por insania debiera abolirse. La mayoría de sus colegas no aceptan su punto de vista.

Mientras que la defensa por insania es tema de controversia como posible excusa de criminalidad, otros críticos alegan que el estar internado en un hospital psiquiátrico es peor castigo que las prisiones para criminales, dado que involucra el riesgo de drogadicción involuntaria con neurolépticos o tratamiento con electroshock.

Cabe mencionar que según el propio DSM-IV-TR, el diagnóstico de enfermedad mental no confiere por sí solo referencia a la capacidad del sujeto, en términos legales. Para ello es preciso un diagnóstico más profundo. Esto sucede porque el cuadro clínico que implica un diagnóstico psiquiátrico (trastorno) acepta variabilidad mediante diferentes criterios, lo cual no asegura determinadas características por el hecho de tener un determinado trastorno.

Hospitalización involuntaria

La psiquiatría se encuentra a la cabeza en la práctica del cuidado en salud mental en pabellones psiquiátricos, u otros establecimientos médicos, usando coerción legalmente sancionada para admitir a individuos en contra de su voluntad. Los críticos señalan que esta práctica va en contra de uno de los principios rectores de las sociedades abiertas o libres: los principios de John Stuart Mill, tales como son presentados en su obra fundacional sobre el concepto de libertad. Mill arguye que la sociedad no debe usar la coerción para someter a un individuo mientras él o ella no dañe a otros. La hospitalización psiquiátrica involuntaria, aseveran los críticos, viola este principio. En contraste con la visión de Hollywood sobre los esquizofrénicos, la gente perturbada generalmente no es más propensa a la violencia que los individuos cuerdos (Monahan, 1992). La creciente práctica en el Reino Unido y en otros países sobre el llamado "cuidado en la comunidad" fue instituida en parte como respuesta a tales preocupaciones.

En casos de personas sufriendo de severas crisis psicóticas, las Soteria houses solía proveer, dicen los críticos, una alternativa más humanitaria y compasiva que la psiquiatría coercitiva. Las casas Soteria cerraron en 1983 debido a la falta de soporte económico. No obstante, recintos del tipo de Soteria houses se encuentran floreciendo en Europa, especialmente en Suecia y en otros países europeos del hemisferio norte.[10]

¿Hacia un Estado Terapéutico?

El "Estado Terapéutico" es una frase acuñada por el psiquiatra norteamericano Thomas Szasz en 1963. Estados Unidos, bajo la presidencia de George W. Bush, se encuentra planeando implementar una investigación a nivel nacional, el llamado Nuevo Comité de Libertad sobre Salud Mental, que buscará diagnosticar supuestos trastornos psiquiátricos en todos los residentes de la Unión.[11] De ser aprobado por el Congreso e implementado, el proyecto tendría una significativa influencia de las compañías farmacéuticas. Quienes abogan por las libertades civiles advierten que el matrimonio entre el Estado y la psiquiatría podría tener consecuencias catastróficas para la civilización[12] Szasz cree que debe existir un sólido muro entre la psiquiatría y el Estado.

Citas antipsiquiátricas

  • "Etiquetar a un niño de enfermo mental es estigmatización, no un diagnóstico. Darle a un niño una droga psiquiátrica es envenenamiento, no un tratamiento" - Thomas Szasz
  • "La salvación del hombre está en manos de los inadaptados creativos" - Martin Luther King
  • "Preferiría estar solo / con un esquizofrénico / que con un psiquiatra" - Carol Batton

Bibliografía

  • APA (2005). DSM-IV-TR. Manual Diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Barcelona: Masson. ISBN: 84-458-1087-1.
  • Froján Parga, María Xesús (2006). Tratando…depresión. Guía de actuación para el tratamiento psicológico. Madrid: Pirámide. ISBN 84-368-2076-2. - Desde un enfoque conductual, explica que en la depresión la tristeza es el propio síntoma, no consecuancia de una enfermedad: expone tratamientos psicológico.
  • González Pardo, Héctor; Pérez Álvarez, Marino (2007). La invención de trastornos mentales. Madrid: Alianza. ISBN: 978-84-206-4866-8. - Una obra maestra, expone de forma clara y concisa la cuestión de forma histórica, uso de psicofármacos, cómo se investiga en psicofarmacología (descubir antes el fármaco que el trastorno), la presión de las multinacionales farmaceuticas, etc.
  • John Read, Loren Mosher y Richard Bentall (eds.), Modelos de Locura (Herder 2006, 450 páginas) — este comprensivo tratado en el que contribuyeron veinticinco especialistas es el único libro en español crítico de la siquiatría con referencias bibliográficas actualizadas; incluye el modelo del trauma de la psicosis.
  • Monahan, J. (1992), "Mental disorder and violent behavior: perceptions and evidence", American Psychologist 47: 511-21.
  • Miller, Willianm R.; Rollnick, Stephen. (2003). La entrevista motivacional. Preparar para el cambio de conductas adictivas. Barcelona: Paidós. ISBN: 9788449307454 - No es necesario el uso de categorías para el tratamiento psicoterapéutico, de hecho que el paciente acepte el diagnóstico no es un buen predictor del éxito terapeutico.

Véase también

Referencias

Enlaces externos

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