Historia de la República romana tardía

Historia de la República romana tardía

Historia de la República romana tardía

Expansión de la República

A finales del siglo II a. C. (VII ab urbe condita), la República romana entro en una nueva etapa, dentro de su nueva posición de hegemonía mundial, tras haber destruido o debilitado a todas las grandes naciones que pudieran haber representado una amenaza para su propia supervivencia.

Todas las grandes potencias del Mediterráneo fueron doblegadas por Roma en un corto periodo de tiempo. La República Cartaginesa fue destruida en las Guerras Púnicas (146 a. C.), así como el Reino de Macedonia en las Guerras Macedónicas, el Imperio Seléucida la gran potencia del este fue remplazado a potencia de segundo orden en la Guerra Siria y el sometimiento de Grecia al poder romano dejo a Roma como dueña del Mediterráneo. Roma durante los sucesivos siglos no volvió a tener un enemigo organizado capaz de poner en peligro su propia existencia, solo algunos reinos como el Ponto, Numidia o Armenia crearon molestias regionales rápidamente subsanadas.

En esta nueva era, el mayor problema de la República fueron los propios enemigos internos, surgidos con los nuevos conflictos ideológicos y propiciados por el enorme éxito romano, estos saturaron las antiguas leyes e instituciones republicanas en una gran crisis del modelo de Estado que fragmentó la sociedad romana. La República se vio sacudida por nuevas reivindicaciones sociales por parte de los propios pueblos italianos aliados de Roma, quienes no poseían la ciudadanía romana y soportaban el peso de las campañas militares, sin tener opción de acceder a las nuevas oportunidades que ofrecían las nuevas conquistas territoriales.

Paralelamente la aristocracia y la clase política concretamente, se benefició enormemente de las nuevas conquista del mundo mediterráneo. Los tributos impuestos a Cartago, Macedonia y Siria, el botín arrancado a las provincias y las ganancias derivadas del comercio efectuado, aumentaron su poder y riqueza. Este nuevo poder doto de mayores recursos a los propios políticos para llevar a cavo sus propias aspiraciones personales, aspiraciones que en muchos casos se hacían a expensas del bienestar del estado. En esta nueva era, las grandes fortunas permitieron ostentar clientelas enormes con las que se ejercía influencia y compra de votos, con el único propósito de servir al aumento del poder personal a expensas de la legalidad, enfermedad que sin duda alguna fue el mayor problema de la República y la causa final de su destrucción.


Contenido

El cambio político y social

Las numerosas campañas en el extranjero de los generales romanos y la recompensa a los soldados con los saqueos de estas campañas provocó una tendencia general a que los soldados se hicieran más leales a sus generales que al estado, y una voluntad de seguir a sus generales hacia una batalla contra el estado.[1] Además, Roma fue acosada por varios levantamientos de esclavos durante este periodo, en parte porque durante el siglo anterior se habían entregado muchas tierras para la agricultura en las que los esclavos superaban ampliamente en número a sus amos romanos. En el último siglo anterior a la era común tuvieron lugar al menos doce rebeliones. Este patrón no cambió hasta que Octavio (más tarde César Augusto) terminó con él al convertirse en un serio oponente a la autoridad del Senado y ser nombrado princeps («emperador»). Entre 135 adC y 71 adC tuvieron lugar tres «Guerras Serviles»: levantamientos de esclavos contra el estado romano. La tercera, la más seria,[2] involucró al final a entre 120.000[3] y 150.000[4] esclavos sublevados. Además, en 91 adC, estalló la Guerra Social entre Roma y sus anteriores aliados en Italia,[5] [6] conocidos colectivamente como los socii, por la oposición entre los aliados a compartir los riesgos de las campañas militares romanas pero no sus recompensas.[7] [8] [9] A pesar de sufrir derrotas como la de la Batalla del Lago Fucino, las tropas romanas vencieron a las milicias italianas en varios enfrentamientos decisivos, especialmente la Batalla de Asculum. Aunque perdieron militarmente, los socii lograron sus objetivos con las proclamaciones de la Lex Julia y la Lex Plautia Papiria, que concedía la ciudadanía a más de 500.000 italianos.[7] Las nuevas reformas populares incendiaron la ira de muchos senadores conservadores que apostaban por preservar la pureza romana y el poder del senado.

     Territorios iniciales en 281 a. C.      Conquistas desde el 281 a. C hasta 200 a. C.      Territorios conquisados durante el silgo II a. C.      Conquistas durante la Primera Guerra Mitridática      Reino de Armenia aliado del Ponto

Enfrentamiento entre Populares y Optimates

En el año 112 a. C. se declaro la Guerra de Yugurta entre romanos y numidas, esta mostró claramente los problemas de la República en esa época. Yugurta se mantuvo en el poder sobornando y comprando oficiales militares y funcionarios romanos. La búsqueda del poder individual por hombres avariciosos, muchas veces a expensas del estado fue sin duda el mayor problema de la República y la causa final de su destrución. Esta guerra fue decisiva para el ascenso político de Cayo Mario, consiguiendo la victoria militar sobre los numidas en el 105 a. C.. Uno de los oficiales a su mando fue el (quaestor) Lucio Cornelio Sila. Durante este conflicto se dio comienzo la rivalidad entre ambos, de acuerdo al historiador Plutarco, fue presumiblemente el papel crucial que jugó Sila en la captura de Yugurta, lo que condujo a que él portara un anillo mostrando la captura, a pesar de que Mario fuera el galardonado como victorioso por ello.

Tan solo un año despúes Roma tuvo que hacer frente a una gran invasión de cimbrios y teutones lo que aplazó las posibles diferencias entre general y subordinado. Sila permaneció bajo las órdenes de Mario en las sucesivas campañas de los años 104 a. C. y 103 a. C. Dirigió con éxito una expedición contra los tectosagos, dando muerte a su caudillo Cepilo, y poco después, como tribuno militar, destacaría también al negociar un tratado con los marsos y dirigir extraoficialmente el ejército del cónsul Lutacio Catulo, uno de los protegidos de Mario, contra los cimbrios que amenazaban el norte de Italia. Los derrotó en Vercellae en el año 101 a. C.), donde dirigió la caballería, dando muestras al mismo tiempo de su capacidad tanto para el combate como para la organización.

Monumento a Mario y a su victoria sobre los Cimbrios

Finalmente, la disputa con Mario se manifestó en toda su amplitud tras la victoria sobre los cimbrios: Catulo y Sila parecen haber reclamado más crédito por su actuación en Vercellae del que Mario estaba dispuesto a conceder.

Durante el tiempo en el que Cayo Mario se ausentó de Roma (99 a. C.-90 a. C.),hubo una serie de años de paz relativa,en los que el senado parecía controlar el poder. Sin embargo, en el año 95 a. C. se publicó la Lex Licinia Mucia dirigida contra los aliados que hubieran adquirido fraudulentamente la ciudadanía romana,lo que provoca un fuerte malestar entre ellos.

En el año 92 a. C. es elegido tribuno Marco Livio Druso,que prepara una serie de medidas demagógicas que llevan al enfrentamiento,como una nueva ley frumentaria y una devaluación del sestercio de plata.También establece un acuerdo secreto con los aliados,prometiéndoles el derecho de ciudadanía a cambio de que corran con los gastos de una nueva distribución de tierras.Desaprobado oficialmente por el senado,es asesinado en su casa,lo que desencadena una guerra entre Roma y sus aliados conocida como la Guerra Social.

Entre los oponente de Roma estaban los picenos,lucanos,marsos,samnitas y apulios,a los que se unen etruscos y umbros, declarándose todos ellos independientes en una república llamada Italia,con capital en Corfinium,al este de Roma,con un senado y facultad de acuñación de moneda. En el inicio de la guerra se suceden las derrotas romanas, hasta que en el año 90 a. C., el senado da el mando del ejército a Sila, pero Mario se reincorpora a la política y se hace con el mando efectivo. Finalmente la guerra termina cuando Sila aniquila a las bandas samnitas de Aesernia. Los aliados aun siendo derrotados, habían conseguido su objetivo, ya que en el transcurso de esos años, se decretaron tres leyes que terminarían dando la ciudadanía romana a los itálicos.

En circunstancias tan nimias y pueriles se fundamentó el odio de ambos, que más tarde condujó a los desmanes de la Guerra Civil y después a la tiranía y a la perversión de todo el Estado


Las Guerras Mitridáticas

Artículo principal: Primera Guerra Mitridática

El gobernador romano de Asía Manio Aquilio exigió una indemnización para el rey Nicomedes, a la que Mitrídates contestó que él mismo era acreedor de Roma pues había sobornado a numerosos senadores y no pensaba pagarla.[10] Es entonces cuando Roma incitó a Nicomedes rey de Bitinia a invadir el Ponto. Mitridates por su parte instaló a su hijo como rey de Capadocia en 89 a. C.. Estos hechos motivaron el inicio de las hostilidades con Roma. Manio Aquilio se puso al frente del ejército romano de Asia y de Cilicia y de la flota romana que se encontraba en Bizancio. Mitrídates formó un ejército de 300.000 hombres, 130 carros de guerra, 300 navíos, hoplitas griegos, escitas y jinetes armenios. Dividió el ejército en dos cuerpos, el primero enviado al noroeste contra Aquilio y los bitinios; el segundo contra la provincia romana de Asia y Cilicia. En 88 a. C., Mitrídates respondió al ataque de Nicomedes con un potente contraataque. Su comandante, Arquelao, derrotó al ejército bitinio en la Batalla del río Amnias y al ejército romano al mando de Aquilio en la Batalla del Monte Scorobas. El general romano Aquilio fue entregado por la ciudad de Mitilene y ajusticiado, mientras la flota romana del Mar Negro simplemente se rindió. El Ponto pasó a controlar Capadocia, Bitinia y la provincia romana de Asia. La mayoría de las ciudades griegas de Asia Menor, pertenecientes al antiguo Reino de Pérgamo como la propia Pérgamo, Éfeso y Mileto, recibieron a Mitrídates como un libertador de la explotación romana.

Busto de Mitrídates VI. Su invasión de la provincia romana de Asia en el 89 a. C. y todavía más, su masacre de empresarios italianos al año siguiente le convirtieron en el enemigo público número uno de la República.

La Primera Guerra Civil

Pararelamente en Roma los cambios establecidos por los populares que dotaron a las asambles de ciudanos con más poder, produjo un enfrentamiento directo al solapar el poder del senado elijiendo a Cayo Mario como general en la guerra contra Mítridates, mientras el senado eligió a Sila. Sila dio un golpe de estado al mando de cinco legiones, restauró el poder del senado y partió rumbo al Ponto.

De todos las regiones y aliados griegos, solamente los rodios mantuvieron su fidelidad para con Roma. Lo que provocó que los pónticos emprendiesen la guerra contra ellos, tanto por mar como por tierra, pero sin conseguir doblegar ni romper la voluntad de Rodas. En una de las batalles navales contra los rodios, Mitrídates estuvo cerca de ser capturado. Después de fracasar en sus planes de invadir Rodas, escribió a todas las ciudades griegas de Asia instruyéndolas para que asesinaran a cualquier ciudadano romano que hubiese en Asia. Según las fuentes históricas alrededor de 80.000 personas fueron ejecutadas en unas jornadas conocidas como las "Vísperas asiáticas".[11]

En el año 88 a. C. tras la rápida y exitosa expansión de Ponto, gran parte de la Grecia continental que estaba igualmente explotada por Roma se sumó en apoyo de Mitrídates VI.[12] Roma contraatacó enviando a Lucio Cornelio Sila que logró recuperar Beocia, cercar El Pireo y Atenas. Mientras tanto las altos coste de la guerra que fueron soportados por las ciudades griegas de Asía, motivaron revueltas contra el poder póntico en ciudades costeras como Colofón, Esmirna y Éfeso (87 a. C.). Pararelamente en Roma el partido popular se adueñó del Senado, tras el retorno de Cayo Mario desde África propiciado por Lucio Cornelio Cinna. Lo que dejó a Sila en una situación precaria al ser este un conservador contrario a los populares. Los populares iniciaron una persecución y asesinato sistemático de los seguidores de Sila, ensañándose con sus familiares directos, sus amigos y sus propiedades. Mientras en Grecia, Sila tomó Atenas en el 86 a. C., se enfrentó a las fuerzas pónticas en Queronea y Orcómeno, siendo derrotadas las dos veces las fuerzas pónticas.[13] Ese mismo año Roma gobernada dictatorialmente por Cinna envió un ejército a Grecia contra el Ponto y contra Sila. El ejército enviado por el senado estaba al mando del cónsul Lucio Valerio Flaco y del legado Cayo Flavio Fimbria, siendo posteriormente asesinado Valerio por dos de sus hombres, por lo que todo el mando recayó en Fimbria. Fimbria cruzo a Bitinia con la ayuda de la ciudad de Bizancio y conquistó algunas ciudades por acuerdo y capturó a otras por la fuerza. Los pónticos se enfrentaron al ejército Romano de Fimbria liderados por el príncipe Mitrídates hijo de Mitrídates VI, acompañado por los generales Taxiles, Diofanto y Menandro, confrontó a Fimbria con una gran fuerza, pero sufrió una derrota aplastante al sufrir un ataque sorpresa de noche por los romanos, logrando escapar junto con la caballería a Pérgamo. Después de esta derrota gran parte de las ciudades griegas volvieron a alinearse del bando romano.

Las derrotas pónticas y los cambios políticos habidos en Roma propiciaron una situación desfavorable tanto para Sila como para Mitrídates, esta coincidencia motivó que los dos hombres se entrevistasen para firmar el tratado de paz de Dardano en el 85 a. C., por el cual el Ponto entregó a Sila 70 navíos, 2.000 talentos y renunció a sus posesiones sobre Capadocia y Bitinia.

Sila regreso a Roma al comienzo de 82 a. C. Y con sus tropas de la guerra en Asia, venció a un ejército del senado romano, junto con algunos aliados samnitas.[14] En la Batalla de la Puerta Collina, en la misma puerta de la ciudad de Roma, Sila se instauró como dictador, ejerció una dura represalia y abolió las leyes de caracter popular. Fueran cuales fueran sus quejas contra el poder, sus acciones marcaron un hito en la disposición de las tropas romanas a hacer la guerra unos contra otros, algo que allanaría el camino para las guerras del triunvirato, el derrocamiento del Senado como la jefatura de facto del estado romano y la consiguiente usurpación, endémica del tardío Imperio.

La Segunda Guerra Mitridática dio comienzo cuando Roma intentó anexionarse Bitnia como provincia. En la Tercera Guerra Mitridática se envió primero a Lucio Licinio Luculo y luego a Pompeyo Magno contra Mitrídates.[15] Finalmente, Mitrídates fue derrotado por Pompeyo en la nocturna Batalla del Lico.[16]

Al finalizar la Primera Guerra Mitridática, Sila dejó a Mitrídates el control de su reinado pese a haber sido derrotado. Murena se quedó en Asia al mando de dos legiones que durante la guerra habían formado parte del contingente dirigido por Cayo Flavio Fimbria. Murena acusó a Mitrídates de estar rearmando sus ejércitos e invadió el Ponto. Cuando fue derrotado por Mitrídates, Murena decidió que lo más sabio era obedecer las órdenes de Sila y dejar al rey y su reino en paz.

La transición

Después del retiro y muerte de Sila en el 78 a. C, se incio la transicción, y la reincorporación de idea y políticos populares.

Artículo principal: Tercera Guerra Mitridática

Mitrídades se recupero de la guerra apoyándose en su yerno, el rey de Armenia Tigranes III. En el 75 a. C. murió el rey de Bitinia Nicomedes y Roma buscó anexionarse el territorio, declarando bastardo a su heredero. Mitrídates respondió apoyando su derecho al trono e invadió Bitinia y Capadocia. Se alió con Sertorio, que luchaba en Hispania. Inicialmente, en el año 74 a. C., el ejército póntico venció a los romanos invadiendo casi toda la provincia de Asia, pero posteriormente, tras el final de las guerras civiles, el Senado Romano volvió a dirigir su atención hacia el Reino del Ponto, con la intención de vengar las jornadas de las Vísperas asiáticas. Entregó el mando de la campaña a Pompeyo quien, partiendo de Cilicia, se dirigió a través de Capadocia hacia el Alto Éufrates. Pompeyo obtuvo una gran victoria entre el Éufrates y Nicópolis.[17] Mitrídades huyó al Reino del Bósforo donde reorganizó su ejército y planeó, al igual que Aníbal, luchar contra Roma en Italia. En el 63 a. C. su hijo Farnaces se sublevó en Panticapea y Mitrídates se suicidó.[18]

Entre 73 y 71 a. C., una banda de esclavos huidos —originalmente un pequeño cuadro de unos 70 gladiadores fugados que creció hasta ser una banda de 120.000 hombres, mujeres y niños— deambuló por la provincia romana de Italia asaltándola con relativa impunidad bajo el mando de varios líderes, incluyendo el famoso gladiador-general Espartaco. Los adultos capacitados de esta banda constituyeron una fuerza armada sorprendentemente efectiva que demostró repetidas veces su capacidad para resistir al ejército romano, desde las patrullas locales de Campania a las milicias romanas y las cualificadas legiones bajo mando consular. Plutarco describió las acciones de los esclavos como un intento de estos de escapar de sus amos y huir a través de la Galia Cisalpina, mientras que Apiano y Floro retratan la revuelta como una guerra civil en la que los esclavos hicieron campaña para capturar la misma ciudad de Roma.

La creciente alarma en el Senado romano sobre los continuos éxitos militares de esta banda y sobre sus estragos contra las ciudades y los campos romanos llevó finalmente a que Roma reuniera un ejército de ocho legiones bajo el liderazgo, severo pero efectivo, de Marco Licinio Craso. La guerra terminó en 71 a. C. cuando, tras una larga y amarga retirada ante las legiones de Craso y la comprensión de que las legiones de Cneo Pompeyo Magno y Varro Lúculo estaban avanzando para encerrarlos, los ejércitos de Espartaco se lanzaron con toda su fuerza contra las legiones de Craso y fueron completamente aniquilados.

Aunque la guerra de Espartaco es notable por derecho propio, la Tercera Guerra Servil fue significativa en la historia de la antigua Roma por su efecto sobre las carreras de Pompeyo y Craso. Los dos generales utilizaron sus éxitos contra la revuelta para promocionar sus carreras políticas, aprovechándose del favor del pueblo y de la amenaza implícita de sus legiones para influir en su favor en las elecciones consulares de 70 a. C. Sus acciones como cónsules promovieron en gran medida la subversión de las instituciones políticas romanas.

Los piratas

En esta época, el Mediterráneo había caído en manos de los piratas,[19] en gran parte de Cilicia.[20] Roma había destruido muchos de los estados que solían patrullar el Mediterráneo con sus flotas, pero no habían conseguido rellenar el hueco dejado.[21] Los piratas se habían aprovechado del vacío de poder relativo y no solo habían estrangulado las rutas marítimas, sino que también habían saqueado muchas ciudades de las costas de Grecia y Asia,[20] y habían hecho desembarcos incluso en la propia Italia.[22] Después de que el almirante romano Marco Antonio fracasara en liquidar a los piratas para satisfacción de las autoridades romanas, Pompeyo fue nombrado su sucesor como comandante de un destacamento especial naval para hacer una campaña contra los piratas.[23] [15] Supuestamente a Pompeyo le llevó sólo cuarenta días despejar de piratas la parte oeste del mar,[24] [20] y restaurar la comunicación entre España, África e Italia. Plutarco describe cómo Pompeyo primero barrió sus naves del Mediterráneo en una serie de pequeñas acciones y con la promesa de rendir honor a las rendiciones de las ciudades y los barcos. Luego siguió al cuerpo principal de los piratas hasta sus fortalezas de la costa de Cilicia y las destruyó en la batalla naval de Coracesio.[25]


La Conspiración de Catilina

Un nombre destaco sobre los demás, Lucio Sergio Catilina a quien la aristocracia romana temía, a él y a sus planes económicos que promovían la cancelación completa de las tabulae novae y las reivindicaciones de ampliar el poder de las asambleas de la plebe. Catilina se postulo varias veces por el consulado sin éxito, lo que quebró definitivamente sus ambiciones políticas. La única posibilidad de obtener el consulado era ya a través de medios ilegítimos, la conspiración o la revolución.

<<Que las armas cedan ante el rango de la toga de la paz.>> Cicerón no dejó que nadie olvidara nunca su afirmación de que en el 63 a. C., con la derrota de la conspiración de Catilina, él había salvado la República.

Privado de sus apoyos políticos Catilina derivó hacia el populismo más exacerbado, y comenzó a reclutar un nutrido grupo de hombres de las clases senatoriales y ecuestres, descontentos tanto con la política del Senado. Promoviendo su política de condonación de deudas, Catilina reunió a muchos pobres bajo su bandera. Envió a Cayo Manlio, un antiguo centurión del ejército, para liderar la conspiración en Etruria, donde éste consiguió reunir un ejército. Envió también a otros hombres a tomar posiciones importantes a todo lo largo de la Península Itálica, e inició una pequeña revuelta de esclavos en Capua. Mientras el malestar de la población se dejaba sentir por los campos romanos, Catilina hizo los preparativos finales para la conjura en Roma. La acción debía de iniciarse simultáneamente en varios puntos de Italia, especialmente en Etruria, donde, como puso al descubierto la rebelión de Lépido, existía un particular descontento entre la población y los veteranos. Sus planes incluían los incendios y la matanza de senadores, tras los cuales se uniría al ejército reunido por Manlio. La revolución siempre según los planes iniciales- habría de alcanzar finalmente a la ciudad de Roma, donde la promesa de un programa social sostendría a Catilina como dictador o como cónsul. Para llevar estos planes a cabo, Cayo Vornelio y Lucio Vargunteio deberían asesinar a Cicerón al amanecer del 7 de noviembre del 63 a. C.

Aunque los políticos populares como Craso y César estuvieron al corriente de la conjuración parece lo más probable que permanecieran alejados de ella, por considerar los planes demasiados radicales o difíciles de llevar a cabo. Cicerón tuvo, sin embargo, conocimiento de lo que se tramaba cuando Quinto Curio, uno de los senadores, le alertó del peligro a través de su amante Fulvia, convirtiéndose en uno de sus informadores. De este modo, Cicerón pudo escapar de una muerte segura.

Poco después, Cicerón denunciaría a Catilina ante el senado en el primero de los discursos de las Catilinarias. De ese momento es una de sus más famosas frases:

Quousque tandem, Catilina, abutere patientia nostra? ¿Hasta cuando abusarás de nuestra paciencia, Catilina?
Cicerón ataca en el Senado al conspirador Catilina (fresco del siglo XIX de Cesare Maccari).

Se dice que Catilina reaccionó de forma airada asegurando que, si él se quemaba, lo haría en medio de la destrucción general. Inmediatamente después de esto, salió en dirección a su casa, mientras el Senado autorizaba a Cicerón a hacer uso del senatusconsultum ultimum. Era el 22 de octubre del 63 a. C. Aquella noche, Catilina huyó de Roma bajo el pretexto de que se dirigía a un exilio voluntario en Masilia. Sin embargo, se dirigió hacia el campamento de Manlio en Etruria. Mientras Catilina preparaba su ejército, y los conspiradores continuaban con sus planes. Supieron que una delegación de los alóbroges estaba en Roma, buscando amparo contra la opresión de su gobernador.

Justamente para esas épocas se hallaban de embajada en Roma dos bárbaros pertenecientes a la tribu de los alóbroges. Así que Léntulo no tuvo mejor idea que tratar de atraerlos a su causa. La idea era que, al estallar la revolución, cruzasen los Alpes con su caballería y unirse a los sublevados. Para conquistar su favor, Léntulo se valió de los servicios de Publio Umbreno, personaje conocido de los galos por haber hecho asiduamente negocios en su país, y de Publio Gabinio Capito, un líder conspirador de clase ecuestre. Umbreno, expuso a los embajadores de los alóbroges toda la conjura, incluyendo nombres, fechas, planes y lugares. A fin de convencerlos les narró la consabida historia, según la cual los augurios indicaban que Publio Cornelio Léntulo Sura, iba a ser el tercer Cornelio que gobernase Roma. De esta manera la conjura fue revelada.

La delegación tomó rápidamente ventaja de esta oportunidad, e informó a Cicerón, quien instruyó a los delegados para obtener un provecho tangible de la conspiración. Cinco de los líderes conspiradores escribieron cartas a los alobroges para que los delegados mostraran a su pueblo que existía una esperanza en esta conspiración, pero estas cartas fueron interceptadas en su camino hacia la Galia en el puente Milvio. Entonces Cicerón leyó estas cartas incriminatorias en el Senado. La sesión senatorial del 5 de diciembre fue decisiva: en ella Catón solicitó la pena de muerte para los conjurados, que Cicerón aplicaría inmediatamente pese a la brillante defensa realizada por César. Los cinco conspiradores fueron ejecutados sin juicio en la prisión del Tuliano. De esta forma se puso fin a la conjura en Roma.

Tras haber sido informado de la noticia sobre el desastre en Roma, Catilina (declarado hostis desde el 15 de noviembre) y su poco equipado ejército iniciaron la marcha hacia la Galia, para luego volverse hacia Roma en multitud de ocasiones, en un vano intento de evitar el combate. Inevitablemente, Catilina se vio forzado a luchar, por lo que eligió enfrentarse al ejército de Antonio cerca de Pistoria (la actual Pistoia), con la esperanza de que Antonio perdiera la batalla y desanimara al resto de los ejércitos. El mismo Catilina luchó con bravura en la batalla, y una vez constatado que no existía esperanza de victoria, se lanzó contra el grueso del enemigo. En el recuento de los cadáveres, todos los soldados de Catilina se encontraron con heridas frontales, y el cadáver del mismo Catilina se halló adelantado a sus propias líneas. Se le cortó la cabeza y ésta fue llevada a Roma, como prueba pública de que el conspirador había muerto.

El primer triunvirato

Artículo principal: Primer Triunvirato

César, destacó notablemente en su gestión en Hispania, convirtiendo su mandato de gobernador en un gran éxito. Lidero una pequeña y rápida guerra en el norte de Lusitania que le bastó para pagar sus deudas y ganarse un buen crédito como líder militar. Por todo ello el Senado le concedió una ovación, honor importante pero un grado menor que el triunfo. Esta situación ideal chocaba con la angustiada situación de Pompeyo. César abandonó su provincia antes incluso de la llegada de su sustituto, marchó a Roma con celeridad, y llegó al Campo de Marte teniéndose que detener, por ostenta todavía el imperium, hasta haber celebrado la ovación. Se instaló en la Villa Pública ante la imposibilidad de entrar en Roma y se apresuró en presentar su candidatura al consulado por persona interpuesta. Tras demorarse un día, parecía que el Senado no tendría problemas en concederla.

Catón, reacio a que un político popular radical obtuviese el consulado, y sabiendo que se debía votar antes de la puesta del Sol, siguió hablando hasta bien entrada la noche. César decidió prescindir de los laureles de su triunfo militar y presentarse personalmente como candidato. Tras no haber podido neutralizar la entrada de César en las elecciones, Catón se movió rápidamente para encontrar un candidato que equilibrase la balanza, siendo este candidato afín a las ideas conservadoras, con el fin de contrarrestar las medidas que César pudiese tomar.[26] Pompeyo mientras tanto había empezado a repartir dinero entre su clientela y votantes, gastando cuanto fuese necesario para comprar los dos consulados. Mientras, Craso eligió como candidato a su yerno Marco Calpurnio Bibulo, quien para los optimates interpretaba el papel de salvador de la República. Tan grave le debió de parecer a Catón la situación, que miró para otro lado cuando Bíbulo competió directamente con los agentes de Pompeyo repartiendo sobornos. En las elecciones del año 59 a. C. César fue primero con diferencia y Bíbulo arañó el segundo puesto.

Todo parecía transcurrir con naturalidad para los conservadores. Catón, tras bloquear políticamente a Pompeyo, y ante la perspectiva para él inaceptable de permitir que un hombre como César, según su visión tan sediento de gloria y con dotes militares, fuese gobernador de una provincia, inició maniobras para evitarlo. Planteó al Senado que una vez acabado el mandato de los cónsules, y estando Italia plagada de forajidos y bandidos tan sólo diez años después de la rebelión de Espartaco, encargar a los cónsules que acabaran con ellos en una misión de un año de duración. El Senado acogió favorablemente la idea, que se convirtió en ley. La voluntad de Catón se cumplió perfectamente y parecía que César terminaría su consulado como policía de entre aldeanos y pastores italianos.[27]

Esta decisión no obstante fue arriesgada, pero al tomarla Catón se aseguraba de que si César no la aceptaba tendría que recurrir a la fuerza para revocarla y sería declarado un criminal, un segundo Catilina. La estrategia de Catón consinstió siempre en identificarse con la tradición y arrinconar a sus enemigos contra ella hasta obligarles a tomar el papel de revolucionarios. En el senado los aliados de los conservadores liderados por Catón mantenían una mayoría sólida, contando con Craso y su poderoso bloque, pues todo el mundo esperaba que Craso se opusiese a cualquier medida de Pompeyo.

En la primera reunión del Senado durante el consulado de César, éste trato de ofrecer un generoso acuerdo para recompensar a los veteranos de Pompeyo. Catón no se dejó seducir y empezó a utilizar su táctica favorita. Habló y habló hasta que César le impidió segur indicándoles con un gesto de la cabeza a sus lictores que se lo llevaran, al verlo, los senadores comenzaron a abandonar sus puestos. César les exigió saber por qué se marchaban.

Porque prefiero estar en la cárcel con Catón , que en el senado contigo.
contestó uno de ellos[28]

César se vio obligado a rectificar. Pero su retirada fue puramente estratégica: llevó la campaña de su ley agraria directamente ante los Comicios. Roma empezó a llenarse de veteranos, lo que alarmó a los conservadores. César podía hacer aprobar la propuesta por el pueblo con fuerza de ley, pero ir contra la voluntad del Senado era una táctica poco ortodoxa, que arruinaría su crédito entre sus colegas y su carrera habría terminado. La estrategia de César se desveló en la recta final de la votación: no sorprendió a nadie que la primera persona en hablar en favor de sus veteranos fuese Pompeyo; pero la identidad de la segunda persona que apoyó la moción fue toda una bomba: Marco Licinio Craso. Catón, desbordado, vio como caían todas sus esperanzas. Juntos los tres hombres, podrían repartirse la República como gustasen.[29] Los historiadores designan esta unión como el primer triunvirato, o el gobierno de los tres hombres. Para confirmar la alianza, Pompeyo se casó con Julia Caesaris, la única hija de César, y a pesar de la diferencia de edades y ambiente social, el matrimonio fue un éxito.[30]

Marco Bíbulo y Catón iniciaron una estrategia en la retaguardia, Bíbulo optó por retirarse de toda la vida política, aunque sin renunciar a su magistratura, con el pretexto de dedicarse a la observación de los cielos en busca de presagios.[31] Esta decisión, aparentemente de espíritu religioso, estaba destinada a impedir a César aprobar leyes durante su consulado, pero éste ignoraba sistemáticamente los augurios que publicaba diariamente Bíbulo, y se apoyó para la toma de decisiones en los tribunos de la plebe. Como es sabido, los romanos denominaban a sus años por el nombre de los dos cónsules que regían dicho período. El año 59, tras la nula participación de Bíbulo, fue llamado por los propios romanos (con sentido del humor) el "año de Julio y César".[32]

El consulado de César fue un auténtico terremoto político: creó las bases para las grandes reformas políticas, económicas y sociales que Roma exigía exhausta, creando un cuerpo de leyes que sería la base del Derecho Romano y legislando una reforma agraria para dar tierras públicas a las familias más pobres, cosa que le granjeó el odio de los Optimates entre ellos Catón el Joven[33] y Marco Bíbulo, su colega consular.Así, tras el fin de su consulado, César recibió poderes proconsulares y el gobierno de la Galia Cisalpina y de Iliria, provincias poco pobladas y pobres. En su primer año de mandato tuvo que hacer frente a una enorme invasión de helvecios y a varias invasiones de germanos que pretendían ocupar Italia. En una rápida campaña exterminó a los helvecios y derrotó a los germanos.

César estimó que organizar la provincia y prepararse para la defensa era insuficiente, y con la intención o excusa de terminar con las invasiones del norte, inició la conquista de las Galias. César logró innumerables victorias, con las que toda Roma se maravillaba. Dos veces cruzaron las legiones romanas el Rin para castigar a los germanos por sus incursiones y otras dos veces cruzaron el Canal de la Mancha, haciendo incursiones en Britania. Estos logros maravillaron a la plebe, y Roma se vio inundada de tesoros y esclavos capturados en los saqueos y las guerras del norte. Como contribución a la literatura universal, César redactó un registro de sus campañas en la Galia, los célebres Comentarios de las Guerras de las Galias, instrumento también de propaganda política para dar a conocer al pueblo sus conquistas en esas tierras.

Vercingétorix rindiéndose a César en Alesia, Guerra de las Galias por Lionel-Noel Royer

Algunos senadores observaron con temor cómo César ganaba popularidad entre la plebe, a la par que amasaba una gran riqueza personal. Los optimates criticaban sus leyes para dotar de la ciudadanía romana a ciertas ciudades de la Galia Cisalpina, y a sus soldados. Críticos con su actuación, y encabezados por Catón el Joven, hombre fuerte de los optimates y viejo enemigo de César, menospreciaron sus logros y lo acusaron de cometer crímenes contra la República, como la continuación de la guerra y un ilegal reclutamiento de levas.

Con el ascenso del triunvirato para garantizar sus intereses y su poder, César mantuvo tranquilamente su mando sobre la Galia. Sin embargo, esta alianza política se desintegró tras la muerte de Craso en Carras durante la guerra contra Partia, y de la mujer de Pompeyo, a su vez hija de César, cuyo matrimonio había servido como alianza entre ambos personajes. Por otra parte, los logros de Cesar en la Galia a largo plazo ponían en peligro la fama y la influencia de Pompeyo en Roma.

La Vía Apia a 15 km de Roma, el lugar donde Clodio y Milón se encontraron cara a cara, produciéndose una reyerta entre bandas, terminando con la muerte de Clodio

Durante el consulado de Domicio y Apio Claudio en el 53 adC, ambos cónsules fueron acusados de corrupción, tras intentar amañar las siguientes elecciones consulares, y los cuatro candidatos que se presentaron fueron procesados. Las elecciones consulares se pospusieron 6 meses. El escándalo político fomentó la agitación callejera llegando a extremos inusuales, creándose un verdadero estado de anarquía. Los clientes de Pompeyo comenzaron a pedir su elección como dictador, con el pretexto de acabar con la anarquía reinante. Estas voces fueron duramente criticada por los constitucionalistas y Catón al frente, que apoyó a Milón como contrapeso de Pompeyo como cónsul. Clodio, viejo enemigo de Milón, se opuso frontalmente a éste y respondió organizando bandas callejeras para impedir su candidatura y hacerse con el poder en Roma. Milón contrarrestó las bandas callejeras de Clodio comprando escuelas enteras de gladiadores, lo que desencadenó un estado de caos y violencia desmesurada, donde las bandas organizadas eran las dueñas de Roma, y en dónde las elecciones consulares se volvieron a posponer. El 18 de enero de 52 adC Clodio y Milón se encontraron cara a cara en la Vía Apia y, después de una brutal pelea, Clodio resultó muerto. Los disturbios y crímenes se apoderarían de Roma, hasta el punto de que los enfurecidos seguidores de Clodio establecieron su pira funeraria en el propio edificio senatorial, que sería destruido por el incendio.

Ante esta perspectiva, los constitucionalistas-optimates y Catón apoyaron que Pompeyo fuera nombrado cónsul único durante un año. Pompeyo, con la ayuda de sus legionarios, barrió las bandas organizadas y restableció el orden en Roma, convirtiéndose en el hombre fuerte de la política. Todas las facciones compitieron por su favor mientras conspiraban para destruir a las otras, forzando a Pompeyo a identificarse con su causa. Dentro del juego que era la política romana, los matrimonios creaban nexos, lealtades y oportunidades y Pompeyo, durante su año como Cónsul único, recibió la oferta de Cesar de casarse con su sobrina nieta Octavia, pero Pompeyo la rechazó y se casó con Cornelia, hija de Metelo Escipión.

Tras la victoria de César en Alesia, Celio, como tribuno, lanzó una propuesta de ley adicional: César recibiría el privilegio único de verse libre de no acudir a Roma para presentarse al consulado. Esta medida suponía que los opositores y enemigos de César que pretendían procesarle por los supuestos crímenes de su primer consulado perderían toda posibilidad de juzgarle, puesto que César en ningún momento dejaría de ostentar una magistratura. Mientras fuese procónsul, César tendría inmunidad judicial, pero si se veía obligado a entrar en Roma para presentarse al consulado perdería su cargo y, durante un tiempo, podría ser atacado con toda una batería de demandas de sus enemigos.

La Curia Julia, lugar de reunión del Senado Romano, mandada edificar por César durante su dictadura, tras la destrucción de la Curia Hostilia, por los seguidores de Clodio.

Ruptura del triunvirato

El poder de César fue visto por muchos senadores como una amenaza. Si César regresaba a Roma como cónsul, no tendría problemas para hacer aprobar leyes que concediesen tierras a sus veteranos, y a él una reserva de tropas que superase o rivalizase con las de Pompeyo. Catón y los enemigos de César se opusieron frontalmente, y el Senado se vio envuelto en largas discusiones sobre el número de legiones que debería de ostentar y sobre quién debería ser el futuro gobernador de la Galia Cisalpina e Iliria.

Pompeyo finalmente se decantó por favorecer a los constitucionalistas y emitió un veredicto claro: César debía de abandonar su mando la primavera siguiente, faltando todavía meses para las elecciones al consulado, tiempo mas que suficiente para juzgarle. Sin embargo, en las siguientes elecciones para tribuno de la plebe fue elegido Curio, que se convirtió en un cesariano, vetando todos los intentos de apartar a César de su mando en las Galias. Jurídicamente, todos los intentos consulares de apartar a César de sus tropas se veían anulados por la tribunicia potestas.

Cayo Marcelo, cónsul en el 50 adC, entregó una espada a Pompeyo ante la mirada de un inmenso número de senadores encargándole ilegalmente marchar contra César y rescatar a la República. Pompeyo se pronunció a favor de esta medida si llegase a ser necesaria.

A finales del mismo año César acampó amenazadoramente en Rávena con la XIII legión. Pompeyo tomó el mando de dos legiones en Capua y empezó a reclutar levas ilegalmente, una vergüenza que como era predecible aprovecharon los cesarianos en su favor. César fue informado de las acciones de Pompeyo personalmente por Curio, que en esos momentos ya había finalizado su mandato. Mientras tanto su puesto de tribuno fue ocupado por Marco Antonio que lo ostentó hasta diciembre.

Metelo Escipión dictó una fecha para la cual César debería haber abandonado el mando de sus legiones o considerarse enemigo de la República. La moción se sometió inmediatamente a votación. Sólo dos senadores se opusieron, Curio y Celio. Marco Antonio, como tribuno, vetó la propuesta para impedir que se convirtiera en ley. Tras el veto de Marco Antonio a la moción que obligaba a César abandonar su cargo de gobernador de las Galias, Pompeyo notificó no poder garantizar la seguridad de los tribunos. Antonio, Celio y Curio se vieron forzados a abandonar Roma disfrazados como esclavos, acosados por las bandas callejeras.

Segunda Guerra Civil

El 7 de enero, el Senado proclamó el estado de emergencia y concedió a Pompeyo poderes excepcionales, trasladando inmediatamente sus tropas a Roma. El 10 de enero de 49 adC, César recibió la noticia de la concesión de los poderes excepcionales a Pompeyo, e inmediatamente ordenó que un pequeño contingente de tropas cruzara la frontera hacia el sur y tomara la ciudad más cercana. Al anochecer, junto con la Legio XIII Gemina, César avanzó hasta el Rubicón, la frontera natural entre la provincia de la Galia Cisalpina e Italia y, tras un momento de duda, dio a sus legionarios la orden de avanzar.[34] La guerra había comenzado.

Mapa con los contendientes:      Senado Romano       Provincias de César      Territorios conquistados por César

Inicialmente, Pompeyo le aseguró a Roma y al Senado que podría derrotar a César en batalla si este marchaba sobre Roma.[35] [36] Sin embargo, en la primavera de 49 adC, cuando César cruzó el río Rubicón con sus fuerzas invasoras y barrió la península italiana hacia Roma, Pompeyo ordenó la evacuación de Roma.[35] [36] El ejército de César no estaba en su máximo esplendor, pues ciertas unidades permanecían en Galia,[35] pero por otro lado Pompeyo sólo tenía una pequeña fuerza bajo su mando, en la que algunos soldados de lealtad dudosa habían servido al mando de César.[36] Tom Holland atribuye el deseo de Pompeyo de abandonar Roma a las olas de refugiados aterrados que despertaron los miedos ancestrales de las invasiones del norte.[37] Las fuerzas de Pompeyo se retiraron al sur, hacia Brindisi,[38] y luego embarcaron hacia Grecia.[36] [39] César dirigió su atención primero al baluarte de Pompeyo en España[40] pero tras la campaña de César en el Sitio de Massilia y la Batalla de Ilerda, decidió enfrentarse al propio Pompeyo en Grecia.[41] [42] Pompeyo venció a César en un principio en la Batalla de Dirraquium en 48 adC[43] pero fue derrotado contundentemente en la Batalla de Farsalia en 48 adC[44] [45] a pesar de superar a las fuerzas de César en dos a uno.[46] Pompeyo embarcó de nuevo, esta vez a Egipto, donde fue asesinado[47] [48] en un intento de congraciar al país con César y evitar una guerra con Roma.[49] [44]

La muerte de Pompeyo no supuso el fin de las guerras civiles, ya que los enemigos de César eran multitud y los partidarios de Pompeyo siguieron luchando tras su muerte. En 46 adC, César perdió quizás un tercio de su ejército cuando su anterior comandante, Tito Labieno, que había huido con los pompeyanos varios años antes, le venció en la Batalla de Ruspina. Sin embargo, tras estas horas bajas, César regresó para vencer al ejército pompeyano de Metelo Escipión en la Batalla de Tapso, tras la cual los pompeyanos se retiraron de nuevo a España. César venció a las fuerzas combinadas de Tuto Labieno y Cneo Pompeyo el Joven en la Batalla de Munda, en España. Labieno murió en batalla y Pompeyo el Joven fue capturado y ejecutado.

A pesar de sus éxitos militares, o quizás a consecuencia de ellos, se extendió el miedo a que César, que ahora era la figura principal del estado romano, se convirtiera en un gobernante autocrático y terminara con la República Romana. Este miedo llevó a un grupo de senadores que se hacían llamar Los Liberadores a asesinarle en 44 adC.[50]

El segundo triunvirato

Tercera Guerra Civil

Tras esto hubo una guerra civil entre los leales a César y los que apoyaron las acciones de los Liberadores. El partidario de César, Marco Antonio, reprendió a los asesinos y estalló la guerra entre las dos facciones. Antonio fue denunciado como enemigo del pueblo y se le confió a Octavio el mando para hacerle la guerra. En la Batalla de Forum Gallorum, Antonio, sitiando al asesino de César, Marco Junio Bruto, en Módena, venció a las fuerzas del cónsul Pansa, que fue asesinado, pero inmediatamente después Antonio fue derrotado por el ejército de otro cónsul, Ircio. En la Batalla de Módena, Antonio fue derrotado de nuevo en batalla por Ircio, que murió en ella. Aunque Antonio no consiguió capturar Módena, Décimo Bruto fue asesinado poco después.

La muerte de Cleopatra, por Reginald Arthur.

Octavio traicionó a su partido y entró en relaciones con los cesáreos Antonio y Lépido, y el 29 de noviembre de 43 adC se formó el Segundo Triunvirato,[51] esta vez como figura oficial.[50] En 42 adC, los triunviros Marco Antonio y Octavio lucharon la poco concluyente Batalla de Filipos contra los asesinos de César Marco Bruto y Casio. Aunque Bruto venció a Octavio, Antonio venció a Casio, que se suicidó. Bruto también se suicidó poco después.

Cuarta Guerra Civil

Sin embargo, estalló de nuevo la guerra civil cuando el Segundo Triunvirato de Octavio, Lépido y Marco Antonio fracasó igual que el primero en cuanto hubieron desaparecido sus oponentes. El ambicioso Octavio construyó una base de poder y luego lanzó una campaña contra Marco Antonio.[50] Junto a Lucio Antonio, el hermano de Marco Antonio, Fulvia levantó un ejército en Italia para luchar contra Octavio, pero fue derrotado por Octavio en la Batalla de Perugia. Su muerte produjo una reconciliación parcial entre Octavio y Antonio, que prosiguió para aplastar al ejército de Sexto Pompeyo, el último foco de oposición al segundo triunvirato, en la naval Batalla de Nauloco.

Al igual que antes, una vez que fue aplastada la oposición al triunvirato, este empezó a resquebrajarse. El triunvirato expiró el último día de 33 adC, no fue renovado por ley y en 31 adC volvió a estallar la guerra. En la Batalla de Actium,[52] Octavio venció decisivamente a Antonio y Cleopatra en un combate naval cerca de Grecia, utilizando el fuego para destruir la flota enemiga.[53]

A continuación Octavio se convirtió en Emperador de Roma bajo el nombre de Augusto[52] y, en ausencia de asesinos políticos o usurpadores, consiguió expandir en gran medida las fronteras del Imperio.

La muerte de la República

Con la victoria de Octavio sobre Marco Antonio, la República se anexionó de facto las ricas tierras de Egipto, aunque la nueva posesión no fue incluida dentro del sistema regular de gobierno de las provincias, ya que fue convertida en una propiedad personal del emperador, y como tal, legable a sus sucesores. A su regreso a Roma el poder de Octavio es enorme, tanto como lo es la influencia sobre sus legiones.

En el año 27 adC se estableció una ficción de normalidad política en Roma, otorgándosele a Augusto, por parte del Senado, el título de Imperator Caesar Augustus (emperador César Augusto). El título de emperador, que significa «vencedor en la batalla» le convertía en comandante de todos los ejércitos. Aseguró su poder manteniendo un frágil equilibrio entre la apariencia republicana y la realidad de una monarquía dinástica con aspecto constitucional (Principado), en cuanto compartía sus funciones con el Senado, pero de hecho el poder del princeps era completo. Por ello, formalmente nunca aceptó el poder absoluto aunque de hecho lo ejerció, asegurando su poder con varios puestos importantes de la república y manteniendo el comando sobre varias legiones. Tras su muerte Octaviano fue consagrado como hijo del Divus (divino) Julio César, lo cual le convertiría, a su muerte, en dios.


Predecesor:
Historia de la República Romana media
Historia de la República Romana tardía
135 a. C. - 27 a. C.
Sucesor:
Imperio Romano

Notas

  1. Santosuosso, Storming the Heavens, p. 39
  2. Matyszak, The Enemies of Rome, p. 77
  3. Apiano, Guerras civiles, 1, 117
  4. Santosuosso, Storming the Heavens, p. 43
  5. Grant, The History of Rome, p. 156
  6. Lane Fox, The Classical World, p. 351
  7. a b Cantor, Antiquity, p. 167
  8. Santosuosso, Storming the Heavens, p. 30
  9. Error en la cita: El elemento <ref> no es válido; pues no hay una referencia con texto llamada enemiesP75
  10. ii. 5 Apiano, Las Guerras Civiles
  11. Según Valerio Maximo 9.2 Las cifras han sido recibidas con cierta sospecha
  12. Rubicón Tom holland pag 104
  13. Biografía Lucio Cornelio Sila
  14. Grant, The History of Rome, p. 161
  15. a b Lane Fox, The Classical World, p. 363
  16. Plutarco, Vidas, Pompeyo.
  17. Encarta Mitrídates
  18. LeGlay, A History of Rome, p. 100.
  19. Plutarco, Vidas, Pompeyo
  20. a b c Floro, Epítome de la historia de Tito Livio, Libro III, cap. 6
  21. Grant, The History of Rome, p. 165
  22. Holland, Rubicon, p. 170
  23. Plutarco, Vidas, Pompeyo
  24. Cicerón, Pro Lege Manilia, 12 o De Imperio Cn. Pompei (en favor de la Ley Manilia sobre el mando de Pompeyo), 66 dC.
  25. Plutarco, Vidas, Pompeyo
  26. Rubicón,triunvirato, p 246
  27. Rubicón,triunvirato, p 247
  28. Dión Casio 38.3
  29. Apiano, 2.9.
  30. Goldsworthy, Adrian. "César", págs. 227-229
  31. Goldsworthy, Adrian. "César", págs. 224-227
  32. Goldsworthy, Adrian. "César", págs. 224-227
  33. En una reunión en el Senado, durante el consulado de César, Catón se entregaba a una de sus frecuentes criticas a Julio por sus reformas populares. Cuando un ujier le entregó a César una nota, Catón, al ver que su rival se dedicaba a leer la nota en lugar de atender a su discurso estalló, gritando a César y exigiendo que leyese la nota en público por su presunta relación en una conspiración. César dio al ujier la nota para que la leyera. La nota era de Servilia, la hermanastra de Catón: citaba a César en su casa al anochecer y describía con bastante detalle todo lo que tenía pensado hacerle aquella noche. Las carcajadas estuvieron a punto de derrumbar la Curia.
  34. , «La suerte está echada», «Alea iacta est». Se suele creer que César pronunció esta frase en latín. Originalmente es una frase del dramaturgo ateniense Menandro, uno de los autores preferidos de César y la pronunció en griego. Pompeyo, 60 y César 32.
  35. a b c Holland, Rubicon, p. 299
  36. a b c d Goldsworthy, In the Name of Rome, p. 216
  37. Holland, Rubicon, p. 298
  38. Holland, Rubicon, p. 303
  39. Lane Fox, The Classical World, p. 402
  40. Goldsworthy, In the Name of Rome, p. 217
  41. Julio César, De Bello Civile, 81–92
  42. Goldsworthy, In the Name of Rome, p. 218
  43. Goldsworthy, In the Name of Rome, p. 220
  44. a b Goldsworthy, In the Name of Rome, p. 227
  45. Lane Fox, The Classical World, p. 403
  46. Holland, Rubicon, p. 312
  47. Lane Fox, The Classical World, p. 404
  48. Plutarco, Vidas, Pompeyo
  49. Error en la cita: El elemento <ref> no es válido; pues no hay una referencia con texto llamada cantorP169
  50. a b c Cantor, Antiquity, p. 170
  51. Goldsworthy, In the Name of Rome, p. 237
  52. a b Luttwak, The Grand Strategy of the Roman Empire, p. 7
  53. Dión Casio, Historia romana: El reinado de Augusto, p. 61
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